UNA PEDIDA DE MANO MUY PARTICULAR
(…) un mes después de que Don Rodrigo
llegase a la Capital, a acompañar a su hijo a pedirle la mano de su novia. Con
la visita el padre de Cristina un señor llamado Francisco Duarte, quedó muy
sorprendido ya que no tenía conocimiento de las relaciones de su hija, pero su
madre Sofía, si estaba al tanto de la situación, y ella fue la que acabó con la
indecisión de su marido para que aceptase la petición de Joaquín. Doña Sofía
tuvo que llamar a su esposo aparte para ponerlo al tanto de la situación, y de
la misma forma fue la encargada de convencerlo de aceptar la petición de la
mano que le hacía Joaquín. Doña Sofía al contrario de su esposo estaba siempre
al tanto de las cosas de su hija y en especial los asuntos que tengan que ver
con sus novios. Ella sabía desde que vivieron en La Samaria sobre la relación
de Joaquín y su hija, porque durante mucho tiempo, le tocó consolar a su hija
en las noches por el despecho que le ocasionaba la separación de Joaquín. Doña
Sofía no era la suegra difícil e indeseable, al contrario era muy comprensiva y
alcahueta, pero para ella el respeto era algo primordial, algo que para ella
era la base de toda relación.
Además de la influencia que ejerció doña
Sofía, sobre el padre de Cristina, un factor fundamental para que Don Francisco
diera su brazo a torcer, fue la presencia de Don Rodrigo, que le infundió
respeto, seguridad, y sobre todo seriedad al asunto. Don Francisco alcanzó a
conocer bien el prestigio de Don Rodrigo, además la sola presentación de Don
Rodrigo como el padre de Joaquín, ya tranquilizaba y descartaba, muchas trabas
que Don Francisco podía anteponer para que no se realizara ese matrimonio. La
reunión siguió desarrollándose normalmente, Don Francisco sostenía una
conversación con Don Rodrigo acerca de la situación de La Samaria, contaban
anécdotas que habían vivido los dos en esa ciudad. Don Rodrigo le preguntó a
Don Francisco que si pensaba seguir viviendo en la Capital por el resto de su
vida. Don Francisco le respondió que la verdad es que no sabía, que estaba a su
concepto y a su antojo su estadía en la Capital o un posible traslado a otra
ciudad, ya que había alcanzado la jubilación y que por esto no le
importaba más, que la búsqueda de su tranquilidad. Mientras tanto, Doña
Sofía conversaba con Cristina y Joaquín, sobre cosas del matrimonio, solo
estaban esperando la llegada del hermano mayor de Cristina, Leonardo que era
Abogado, y que había confirmado su asistencia esa noche. Leonardo siempre había
tenido lapsos amistosos con Joaquín e incluso cuando vivían en La Samaria,
salía con él a parrandear, cuando su hermana todavía era novia de Manuel.
Cuando Joaquín llegó a la Capital, y se encontró por primera vez con Leonardo,
se convidaron a salir, para recordar viejos tiempos, salieron dos o tres veces
con sus respectivas acompañantes, que Leonardo conseguía y salían de rumba
hasta la madrugada. El problema que surgió era que Leonardo se pasaba de copas
y le tocaba a Joaquín llevarlo a su casa, por el estado en que se ponía al
tomar de más. Entonces cuando lo regresaba hacia su casa, coincidía con la
llegada de Cristina con su acompañante que la dejaba en su casa y de ‘ñapa’ le
tocaba admirar el ‘Show’ de la despedida con beso y todo incluido, lo cual no
le hacía ninguna gracia a Joaquín, así que prefirió evadir los encuentros con
Leonardo para evitar toparse con esas escenas que eran malas para su salud.
Cuando llegó Leonardo a la casa, no llegó
solo, trajo a una acompañante. Se le hizo la bienvenida, y se dispuso la mesa
con un puesto más. Durante la cena no se habló más que para admirar la sazón de
Doña Sofía, pero sus hijos y su marido estaban un poquito incrédulos sobre la
"autoría" de esa cena, ya que Doña Sofía sobresalía en muchas cosas,
pero la verdad es que la cocina no era su fuerte en ese entonces. Y en efecto
ella la había mandado a hacer. Luego de haberse consumido el postre, Don
Rodrigo -que estaba sentado al lado derecho de su hijo-, le dio un ‘puntapié’ a
Joaquín que se encontraba un poco nervioso sobre las palabras que debería
pronunciar. Todos los presentes en la mesa y en especial Cristina y Don Rodrigo
esperaban su pronunciamiento, pero él daba rodeos y rodeos tratando de recordar
el discurso que había preparado horas antes y que en el momento se le había
esfumado de su memoria. El primer puntapié de su padre le recordó el final del
discurso. Luego de un rato Don Rodrigo ya preocupado soltó otro ‘puntapié’ y un
secreto diciéndole: -¿Que esperas? Ya es hora. Joaquín disimuladamente le
respondió entre dientes, que estaba pensando, porque todo lo que había
practicado durante dos horas enfrente de su padre se le había olvidado, y que
no sabía qué hacer. Don Rodrigo le soltó otro secreto diciéndole: -“¡Di Algo
rápido! Todo el mundo te espera, Habla lo que se te ocurra, lo único que tienes
que hacer es pararte, atraer la atención y si no tienes nada más que decir, ve
al grano de inmediato.” Todo el mundo comenzaba a mirarlo en son de espera, lo
cual lo ponía más nervioso. Fue entonces cuando vio a su padre dando muestras
de dolor disimulado, sobándose la canilla. Joaquín se extrañó y le preguntó que
le pasaba. En efecto había sido Cristina que había ‘disparado’ otro ‘puntapié’ dirigido a su prometido, y que por equivocación se
lo dio a Don Rodrigo. Los presentes en la mesa seguían esperando, ya sonaban
las nueve, y Joaquín todavía con la mente en blanco. Cristina volvió a soltar
otro puntapié, pero volvió a darle a Don Rodrigo, que por motivo de espacio en
la mesa tenía su pierna bien junta con la de su hijo. Esta vez no pudo
disimular tanto el ‘puntazo’, que dio inclementemente con su
espinilla. Don Rodrigo sin querer, soltó un quejido, -¡Aahí!-. Cristina se dio
cuenta de su error y articuló un perdón mudo para Don Rodrigo. Don Rodrigo ya
había encontrado el actor material e intelectual del intento de homicidio en
contra de su espinilla. La atención de todos los presentes se centró en el
nuevo fenómeno, que estaba ocurriendo debajo de la mesa, que ya había dejado
una víctima, pero que ninguno de los presentes tenía la idea
precisa de que era lo que estaba pasando. Doña Sofía le preguntó a
Don Rodrigo, qué le había ocurrido. Y Don Rodrigo emparapetó la cosa, diciendo
que se había golpeado con la pata de la mesa. Cristina desesperada y apenada
con su suegro, vio debajo de la mesa, apuntó y disparó otro ‘zapatazo’ que esta vez sí llegó a su destino. El impacto hizo
que Joaquín instantáneamente se levantara, lo cual cortó con la espera de los
presentes. Estando de pié, Joaquín se quedó en silencio por unos segundos,
aturdido por el golpe, y luego, ya metido a la fuerza en esa difícil situación,
comenzó a hablar y poco a poco fue recordando ciertas estrofas del discurso que
preparó con su padre en su apartamento de soltero, antes de llegar a la casa de
su prometida. Luego del discurso y de la petición de mano que hizo Joaquín,
vinieron las palabras de aceptación de Don Francisco. Cuando todos se
levantaron para hacer el brindis, Don Rodrigo tuvo muchos problemas para
levantarse. Pasó de los dos intentos, pero el dolor en la espinilla se lo
impedía, no alcanzaba a ponerse rígido cuando se veía nuevamente sentado en la
silla. Necesitó de la ayuda de su hijo, para poder ponerse en pie. Listos para
el brindis, todos se empinaron la copa de ‘Champaña’. Al hacer
esto, a Don Rodrigo le falló la pierna y se fue de espaldas, cayendo al suelo
después de hacer una parada fugaz en la silla, que lo acompañó cordialmente
hasta el suelo. Todos los presentes, bastante extrañados por el episodio, lo
ayudaron a incorporarse, Don Francisco comentó, que si a Don Rodrigo le habían
hecho daño los ‘traguitos’, que anteriormente se habían tomado.
Don Rodrigo contestó que No, que él no era tan ‘guarapero’. Entonces vino el pronunciamiento de
Cristina confesando la verdad de lo que había pasado. La cuestión le añadió
mucho humor a la reunión, que después de ocurrido el suceso fue comentado por
un buen rato con muchas carcajadas incluidas. Estaban en esas, cuando se
realizó el segundo pronunciamiento en la reunión. Leonardo realizó la presentación
oficial de su prometida ante sus padres. Lo cual hizo merecimiento a otro
brindis, en donde Don Rodrigo recibió esta vez la asistencia de su hijo para
evitar otra posible caída. En esa misma reunión se fijó la fecha para la boda,
pero el lugar de la misma, estaba todavía muy confuso. Don Rodrigo ofrecía una
gran ceremonia si se realizaba en La Samaria, y si No, se realizaría una
ceremonia modesta, en la Capital invitando a los más allegados a la pareja. La
decisión fue encomendada a la pareja, para que lo pudieran pensar mejor, y se
decidió que fuera una ceremonia modesta en la Capital, ya que ninguno de los
dos quería una ceremonia enorme, en donde les tocara gastar demasiada energía,
en busca de la alegría de mucha gente desconocida.
(…)
Apartes de la novela:
Apartes de la novela:
LA SAMARIA, OTRA HISTORIA MACONDIANA.
CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO III
CAPITULO IV
CAPITULO V
CAPITULO VI
CAPITULO VII
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