lunes, 13 de julio de 2020

UNA PEDIDA DE MANO MUY PARTICULAR


UNA PEDIDA DE MANO MUY PARTICULAR


(…) un mes después de que Don Rodrigo llegase a la Capital, a acompañar a su hijo a pedirle la mano de su novia. Con la visita el padre de Cristina un señor llamado Francisco Duarte, quedó muy sorprendido ya que no tenía conocimiento de las relaciones de su hija, pero su madre Sofía, si estaba al tanto de la situación, y ella fue la que acabó con la indecisión de su marido para que aceptase la petición de Joaquín. Doña Sofía tuvo que llamar a su esposo aparte para ponerlo al tanto de la situación, y de la misma forma fue la encargada de convencerlo de aceptar la petición de la mano que le hacía Joaquín. Doña Sofía al contrario de su esposo estaba siempre al tanto de las cosas de su hija y en especial los asuntos que tengan que ver con sus novios. Ella sabía desde que vivieron en La Samaria sobre la relación de Joaquín y su hija, porque durante mucho tiempo, le tocó consolar a su hija en las noches por el despecho que le ocasionaba la separación de Joaquín. Doña Sofía no era la suegra difícil e indeseable, al contrario era muy comprensiva y alcahueta, pero para ella el respeto era algo primordial, algo que para ella era la base de toda relación.

Además de la influencia que ejerció doña Sofía, sobre el padre de Cristina, un factor fundamental para que Don Francisco diera su brazo a torcer, fue la presencia de Don Rodrigo, que le infundió respeto, seguridad, y sobre todo seriedad al asunto. Don Francisco alcanzó a conocer bien el prestigio de Don Rodrigo, además la sola presentación de Don Rodrigo como el padre de Joaquín, ya tranquilizaba y descartaba, muchas trabas que Don Francisco podía anteponer para que no se realizara ese matrimonio. La reunión siguió desarrollándose normalmente, Don Francisco sostenía una conversación con Don Rodrigo acerca de la situación de La Samaria, contaban anécdotas que habían vivido los dos en esa ciudad. Don Rodrigo le preguntó a Don Francisco que si pensaba seguir viviendo en la Capital por el resto de su vida. Don Francisco le respondió que la verdad es que no sabía, que estaba a su concepto y a su antojo su estadía en la Capital o un posible traslado a otra ciudad, ya que había alcanzado la jubilación y que por esto no le importaba  más, que la búsqueda de su tranquilidad. Mientras tanto, Doña Sofía conversaba con Cristina y Joaquín, sobre cosas del matrimonio, solo estaban esperando la llegada del hermano mayor de Cristina, Leonardo que era Abogado, y que había confirmado su asistencia esa noche. Leonardo siempre había tenido lapsos amistosos con Joaquín e incluso cuando vivían en La Samaria, salía con él a parrandear, cuando su hermana todavía era novia de Manuel. Cuando Joaquín llegó a la Capital, y se encontró por primera vez con Leonardo, se convidaron a salir, para recordar viejos tiempos, salieron dos o tres veces con sus respectivas acompañantes, que Leonardo conseguía y salían de rumba hasta la madrugada. El problema que surgió era que Leonardo se pasaba de copas y le tocaba a Joaquín llevarlo a su casa, por el estado en que se ponía al tomar de más. Entonces cuando lo regresaba hacia su casa, coincidía con la llegada de Cristina con su acompañante que la dejaba en su casa y de ‘ñapa’ le tocaba admirar el ‘Show’ de la despedida con beso y todo incluido, lo cual no le hacía ninguna gracia a Joaquín, así que prefirió evadir los encuentros con Leonardo para evitar toparse con esas escenas que eran malas para su salud.

Cuando llegó Leonardo a la casa, no llegó solo, trajo a una acompañante. Se le hizo la bienvenida, y se dispuso la mesa con un puesto más. Durante la cena no se habló más que para admirar la sazón de Doña Sofía, pero sus hijos y su marido estaban un poquito incrédulos sobre la "autoría" de esa cena, ya que Doña Sofía sobresalía en muchas cosas, pero la verdad es que la cocina no era su fuerte en ese entonces. Y en efecto ella la había mandado a hacer. Luego de haberse consumido el postre, Don Rodrigo -que estaba sentado al lado derecho de su hijo-, le dio un ‘puntapié’ a Joaquín que se encontraba un poco nervioso sobre las palabras que debería pronunciar. Todos los presentes en la mesa y en especial Cristina y Don Rodrigo esperaban su pronunciamiento, pero él daba rodeos y rodeos tratando de recordar el discurso que había preparado horas antes y que en el momento se le había esfumado de su memoria. El primer puntapié de su padre le recordó el final del discurso. Luego de un rato Don Rodrigo ya preocupado soltó otro ‘puntapié’ y un secreto diciéndole: -¿Que esperas? Ya es hora. Joaquín disimuladamente le respondió entre dientes, que estaba pensando, porque todo lo que había practicado durante dos horas enfrente de su padre se le había olvidado, y que no sabía qué hacer. Don Rodrigo le soltó otro secreto diciéndole: -“¡Di Algo rápido! Todo el mundo te espera, Habla lo que se te ocurra, lo único que tienes que hacer es pararte, atraer la atención y si no tienes nada más que decir, ve al grano de inmediato.” Todo el mundo comenzaba a mirarlo en son de espera, lo cual lo ponía más nervioso. Fue entonces cuando vio a su padre dando muestras de dolor disimulado, sobándose la canilla. Joaquín se extrañó y le preguntó que le pasaba. En efecto había sido Cristina que había disparado otro puntapié dirigido a su prometido, y que por equivocación se lo dio a Don Rodrigo. Los presentes en la mesa seguían esperando, ya sonaban las nueve, y Joaquín todavía con la mente en blanco. Cristina volvió a soltar otro puntapié, pero volvió a darle a Don Rodrigo, que por motivo de espacio en la mesa tenía su pierna bien junta con la de su hijo. Esta vez no pudo disimular tanto el puntazo, que dio inclementemente con su espinilla. Don Rodrigo sin querer, soltó un quejido, -¡Aahí!-. Cristina se dio cuenta de su error y articuló un perdón mudo para Don Rodrigo. Don Rodrigo ya había encontrado el actor material e intelectual del intento de homicidio en contra de su espinilla. La atención de todos los presentes se centró en el nuevo fenómeno, que estaba ocurriendo debajo de la mesa, que ya había dejado una víctima, pero que ninguno de los presentes  tenía la idea precisa  de que era lo que estaba pasando.  Doña Sofía le preguntó a Don Rodrigo, qué le había ocurrido. Y Don Rodrigo emparapetó la cosa, diciendo que se había golpeado con la pata de la mesa. Cristina desesperada y apenada con su suegro, vio debajo de la mesa, apuntó y disparó otro zapatazo que esta vez sí llegó a su destino. El impacto hizo que Joaquín instantáneamente se levantara, lo cual cortó con la espera de los presentes. Estando de pié, Joaquín se quedó en silencio por unos segundos, aturdido por el golpe, y luego, ya metido a la fuerza en esa difícil situación, comenzó a hablar y poco a poco fue recordando ciertas estrofas del discurso que preparó con su padre en su apartamento de soltero, antes de llegar a la casa de su prometida. Luego del discurso y de la petición de mano que hizo Joaquín, vinieron las palabras de aceptación de Don Francisco. Cuando todos se levantaron para hacer el brindis, Don Rodrigo tuvo muchos problemas para levantarse. Pasó de los dos intentos, pero el dolor en la espinilla se lo impedía, no alcanzaba a ponerse rígido cuando se veía nuevamente sentado en la silla. Necesitó de la ayuda de su hijo, para poder ponerse en pie. Listos para el brindis, todos se empinaron la copa de Champaña. Al hacer esto, a Don Rodrigo le falló la pierna y se fue de espaldas, cayendo al suelo después de hacer una parada fugaz en la silla, que lo acompañó cordialmente hasta el suelo. Todos los presentes, bastante extrañados por el episodio, lo ayudaron a incorporarse, Don Francisco comentó, que si a Don Rodrigo le habían hecho daño los traguitos, que anteriormente se habían tomado. Don Rodrigo contestó que No, que él no era tan guarapero. Entonces vino el pronunciamiento de Cristina confesando la verdad de lo que había pasado. La cuestión le añadió mucho humor a la reunión, que después de ocurrido el suceso fue comentado por un buen rato con muchas carcajadas incluidas. Estaban en esas, cuando se realizó el segundo pronunciamiento en la reunión. Leonardo realizó la presentación oficial de su prometida ante sus padres. Lo cual hizo merecimiento a otro brindis, en donde Don Rodrigo recibió esta vez la asistencia de su hijo para evitar otra posible caída. En esa misma reunión se fijó la fecha para la boda, pero el lugar de la misma, estaba todavía muy confuso. Don Rodrigo ofrecía una gran ceremonia si se realizaba en La Samaria, y si No, se realizaría una ceremonia modesta, en la Capital invitando a los más allegados a la pareja. La decisión fue encomendada a la pareja, para que lo pudieran pensar mejor, y se decidió que fuera una ceremonia modesta en la Capital, ya que ninguno de los dos quería una ceremonia enorme, en donde les tocara gastar demasiada energía, en busca de la alegría de mucha gente desconocida.
(…)

Apartes de la novela:

LA SAMARIA, OTRA HISTORIA MACONDIANA.

CAPITULO I

CAPITULO II

CAPITULO III

CAPITULO IV

CAPITULO V

CAPITULO VI

CAPITULO VII



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