EL GATO DEL TEJADO
Un día José Antonio
ingresó a un bar para tomarse una cerveza, y había mucha bulla. Estaban unos
gitanos cantando con gitarras, unos disfrutaban de la música, y otros los
miraban mal y se iban. Los gitanos seguían cantando canciones alegres, que
llamaron la atención de varios que estaban en la calle, y que decidieron
entrar. Al parecer se quedó solo el público que le gustaba la música gitana, y
ya no se oían ni refunfuños, ni insultos, y más bien todo el mundo escuchaba y
disfrutaba del ambiente, reían y aplaudían. José Antonio sintió el cambio de la
atmósfera de ese lugar, y contagiado comenzó a aplaudir también. Le recordaba
su niñez, y su nana, que le cantaba en las noches.
Se sorprendió mucho
cuando pudo cantar una de las canciones de aquellos gitanos, que al parecer
quedaron en sus recuerdos de niñez.
España rechazaba la
cultura gitana, pero en otros aspectos como en la música, los asimilaba y los
aceptaba.
José Antonio comenzó
a frecuentar aquel bar, al principio a escuchar, pero luego comenzaba a tararear
las canciones, y en otras, ya comenzaba a cantarlas. La dinámica era muy
parecida las noches de los jueves. Llegaban los gitanos luego de las 8 de la
noche, cuando la guardia de la ciudad estaba más calmada, y comenzaban a tocar.
Poco a poco los clientes que no le gustaba la cultura gitana se iban, al tiempo
de que iban llegando personas a los que sí le gustaba.
El bar quedaba en
uno de los barrios más pobres de Cádiz, y manejaba muy bajo perfil. Los gitanos
solo se presentaban los jueves, durante hora y media, tiempo en que se abría un
espacio de toleracia, donde gitanos y caditanos compartían la música, aplaudían
y cantaban.
En una de esas
noches, José Antonio le pidió a un gitano que le enseñara a tocar la guitarra,
que él le pagaría si el accedía a instruirlo. El gitano que ya había visto a
José Antonio varias veces, al principio dudó y lo miró con extrañeza.
“¿Por qué un gitano debería enseñarle su arte a un español?”
“supongo que para
expandir su arte” respondió José Antonio.
“No me convences” respondió
el Gitano. ¿Qué tal un par de ducales por enseñarme tres canciones? Aprendo
rápido”
“Un par de ducales y
una botella de vino. No creo que aprendas, mi arte se lleva en la venas”
“Apostemos”
“¿Cuándo y dónde?”
“En el tejado de mi
casa, los lunes a las 8 de la noche”
“Hecho. Dame mi
paga… cobro por adelantado”
“Un momento… ¿Cómo
sé que vas a cumplir?”
El gitano sacó un
cuchillo, se hizo una pequeña herida en la palma y dio la mano a José Antonio y
le dijo: “Apostemos” José Antonio le dio las indicaciones para llegar a su casa
y se despidieron.
El lunes a las 8 de
la noche, José Antonio había subido al tejado de su casa a esperar al gitano.
Llegó una hora después, pero llegó. Trajo consigo su guitarra, y José Antonio,
había comprado una. Las clases comenzaron, y terminaron, cuando José Antonio en
tres lunes, aprendió tres canciones.
Por su parte, el tío
José Juaquín ya estaba preocupado Le decía a Monolo: Por Dios Manolo, ¿en qué
lío se estará metiendo ahora este muchacho? Cuando está muy callado, es porque
algo trama ese bellaco.”
Ahora estoy
escuchando como sonidos de guitarra por las noches, y como que vienen del
techo, y a veces como unos aullidos como de gato. ¿Tú no los has escuchado?
No señor, en la
planta baja y en nuestros dormitorios no se escucha nada de eso.
¿Qué cosa más rara?
Si mi sobrino no me ha vuelto loco, diría que alguien está tocando guitarra, y
canta como gitano.
Lo cierto es que
José Antonio, aprendió a tocar la guitarra y practicaba en el tejado, para no
ser molestado. Igual, seguía asistiendo al bar, donde cantaba con mayor
propiedad las canciones y compartía con su maestro de guitarra. Aún no se
atrevía a tocar en público, pero practicaba mucho en el tejado. A veces se
emocionaba tanto, que cantaba y tocaba muy alto, haciendo que su tío, quién
dormía en esos horarios, se despertara exaltado. José Joaquín no podía creer lo
que estaba ocurriendo, que en el tejado de su casa, se fuera un gitano a
ponerle serenata con su guitarra. Es obvio, que el tío no sabía que era su
sobrino, quién practicaba en su tejado con la guitarra, pues no tenía ni idea
siquiera, de que José Antonio había comprado una guitarra.
Al día siguiente,
durante el desayuno….
José Antonio,
¿escuchaste anoche? Hay un maldito gitano, cantando en el tejado de esta casa.
Menudo antisocial, de todas las casas de Cádiz, se viene para la mía, a tocarme
con su guitarra… Es que no es justo José Antonio, yo que vengo cansado de la
carpintería todos los días, termino mi comida, me acuesto a dormir, y ya van
tres noches que lo he pillado… al principio pensé que era un gato por los
aullidos, luego escuché la guitarra… y anoche, en efecto, lo escuché clarísimo.
Pero tío, de qué te
vas a quejar, si te están poniendo serenata, un buen admirador debe ser.
Qué admirador… una
hostia es… es un desadaptado de esos que persigue el Rey. Si se enterara la
guardia que un gitano canta en el tejado de mi casa, en menudo problema nos
meteremos… No entiendo por qué de todas las casas de Cádiz, por qué… por qué
tiene que venir a cantar en la mía… yo definitivamente nací en Sodoma y Gomorra
Hoy en la noche, ya
le dije a Manolo, que vamos a sorprender a ese antisocial, y le vamos a
asustar, para que no vuelva, como te dije nos va a meter en un problema.
José Antonio, solo
se burlaba de su tío y de los sobresaltos que cogía por su culpa.
Y tú de que te ríes,
hoy en la noche te unes a nosotros, los tres no vamos a montar al tejado, a
sorprender y a asustar a ese bendito gitano.
Tío vas a perder tu
tiempo y tu sueño, ese gitano no va a aparecer.
A que no, como lo
agarre lo voy a poner a gritar y a que me cante la virgen de la macarena.
Esa noche…
Manolo, José Joaquín
y José Antonio, terminaron de comer, y se dispusieron a subir al techo para
hacerle la casería al gitano.
Una hora, dos horas,
tres horas, cuatro horas, y el gitano nunca apareció...
Apareció a las dos
horas un gato, que fue espantado por Manolo.
Tío ¿lo ves? No era
un gitano, era un gato lo que escuchaste.
José Antonio, los
gatos no tocan la guitarra, ni cantan como gitanos… Ese bellaco nos vio y no
quiso presentarse.
Mi señor, deberíamos
irnos a dormir, no tiene caso seguir esperando al gitano, que ya debe estar
durmiendo y nosotros aquí pasando frío.
Tienes razón Manolo,
hoy no fue el día… pero de seguro volverá.
Pasaron dos días
más, y José Joaquín con la misma cantaleta… se subían al tejado a las 10 de la
noche, a hacerle la casería al gitano, que no iba a aparecer, porque lo tenían
al frente y no iba a revelar su identidad a su tío.
En el desayudo,
luego de tres días de vigilia…
Bueno, al parecer
hemos espantado al gitano ese que no me dejaba dormir, hoy si podemos descansar
tranquilos.
Esa noche…
José Antonio subió
al tejado y pudo practicar con su guitarra, media hora. Su tío, estaba tan
cansado que durmió tan profundo que no sintió ni la guitarra, ni las canciones.
En el desayuno…
Vieron, no ha vuelto
a aparecer ese bendito gitano, lo hemos ahuyentado.
Pues claro tío, con
tres hombres subidos en el tejado esperándolo para darle una hostía, pues no
creo que se atreva a volver.
Sí, yo se los dije…
y es que tenía que ser así. No solo yo lo estaba escuchando, ya un vecino me
había dicho que estaba escuchando una guitarra, y eso es preocupante, la
guardia es implacable con los gitanos, y con las personas que los acojan, el
Rey ha dado órdenes de perseguirlos, porque cuando ellos están presentes,
aumentan los robos y las estafas.
No todos son así
tío.
Pues sobrino, cuando
hay un gitano cerca es mejor cuidar los bolsillos, antes de que algo se te
desaparezca.
Sabes, ¿qué? Mañana
es Jueves, te voy a invitar a un sitio en la noche, no te comprometas con
nadie. Manolo, tú también vienes con nosotros.
José Antonio, en qué
lío me vas a meter ahora, mírate esa cara, que como te conozco, se que va a ser
una noche inolvidable. Manolo prepárate que va a pasar algo muy parecido a lo
que ocurrió en la Santísima Trinidad.
Ya hombre, que no es
nada malo.
Ya pasará un día, en
que tu digas eso y no sea así.
En la noche…
José Antonio salió a
practicar con su guitarra al tejado, ya estaba tocando bien, y se tenía mucha
más confianza, a pesar de que tenía ya tres días que no practicaba.
Su tío, esta vez sí
se despertó incrédulo, sintió la guitarra. Duró tiempo para reaccionar, y lo
único que se le ocurrió, fue abrir la ventana, y gritar: ¡Vete gitano del
demonio¡
José Antonio, al
escuchar el grito, se cayó, y decidió, pasarse al tejado de la casa vecina,
para evitar ser descubierto y no molestar más a su tío. Comenzó a practicar en
un tono más despacio.
De pronto, escuchó
una voz de una mujer, qué bonito tocas. Era la hija de un vecino, que rara vez
había visto José Antonio por la calle. Ella había salido de su habitación y
había subido al tejado, cuando escuchó la guitarra. Sintió curiosidad y
encontró a José Antonio.
¿Puedo sentarme a
escuchar?
¿Si te gusta? Pues claro.
Le tocó una canción…
Qué lindo tocas…
tengo que irme o me descubrirán y me regañarán.
Está bien, yo
también me voy, también me regañaran.
Al regreso a su
habitación…
El tío lo estaba
esperando, y José Antonio ingresaba por la ventana con la guitarra…
Ya sabía yo… menuda
burla la tuya. Tres días José Antonio, tres días, como un quiripollas esperando
en el tejado a que apareciera un gitano, para darle un susto, y resulta que no…
era mi sobrino, que ahora toca guitarra para levantarme todas las noches. Pero
se puede saber ¿por qué me has ocultado esto?
Tío, la verdad me
parecía muy divertido tus reacciones, pero no quería que supieras, ni que te
preocuparas por mí. Me ha gustado tocar guitarra y cantar, solo que me gusta
hacerlo en secreto, porque sé que la música gitana no es de recibo de muchos.
A ver, bellaco,
fuera de que me quedé tres días en el tejado esperando a un gitano, la verdad
no veo nada malo en que te guste la música. Aunque sí sería bueno que evitaras
esa música de insurgente, pero bueno, si es la que te gusta, pues ¿qué puedo
hacer yo? Más bien, toca una canción a ver si se me pasa este mal genio.
José Antonio agarró
su guitarra y comenzó a tocar una canción alegre, y su tío cuando terminó…
bueno, ese ritmo es como pegajoso, y pensar que creí que era un gato en el
tejado, jajjajaja
En la mañana en el
desayuno…
Ayer escuchamos la
guitarra… Que bien toca… le dijo una empleada.
Manolo, también
dijo, se escuchó en toda la casa.
Otra empleada, dijo,
sí ya hemos comentado entre todas que qué bonito toca. E incluso una hija del
vecino, nos preguntó que si alguien en esta casa tocaba la guitarra.
José Joaquín,
apuntó: De modo que cuando yo escuchaba, todo el mundo estaba sordo, y me
trataban de loco, que eso era un gato, que qué hacía yo casando un gitano en el
tejado…. Todos sabían, y todos escuchaban, pero yo si tuve que pasar tres días
en un tejado, para luego averiguar, que el gitano lo tenía en mis narices,
burlándose de mí.
Todos en la casa se
rieron
José Antonio solo
pensaba en la hija del vecino…
Pronto les dijo, no
se olviden que mañana Manolo y mi tío, tienen un compromiso conmigo.
Así es. Respondieron
los dos.
Esa noche…
José Antonio subió
al tejado, pero no de su casa, sino del vecino. Y comenzó a tocar una canción.
Cuando de pronto, siente la voz de la hija del vecino, que le dice
Hola¡ otra vez por
aquí? ¿No puedes tocar en tu casa, o vienes a visitarme?
Más bien, he venido
a preguntar tu nombre…
Me llamo Pricila y
tú?
José Antonio…
Y por qué no tocas
en tu casa?
La música gitana no
es muy apreciada, y no quería que me descubrieran. Sabes que el Rey, no quiere
mucho a los gitanos. Así que decidí practicar en el tejado de mi casa para que
nadie me escuchara.
Pues, hace varias
semanas que escuchaba una guitarra a lo lejos, y a veces como unos gritos…
Bueno sí, lo siento,
mi tío al principio creía que era un gato en el tejado. Pero ahora he mejorado
un poco, lo que ocurre es que hay canciones gitanas que se cantan así.
Jajajaja, tocas
bien.
Princila…. (se
escuchó un grito a lo lejos)
Me tengo que ir…
gracias por venir a verme. Y se despidió de Jose Antonio con un beso en la
mejilla.
Princila, hija,
dónde estabais?
Había un gato en el
tejado papá.
En el desayuno…
Bueno, estaos listos
para la sorpresa de esta noche?
José Antonio, la
verdad es que no he podido dormir. No se si quiera estar en otro de esos
alborotos en que tú me metes
Vamos tío, que no es
ningún alboroto, de vez en cuando es bueno tomar un aire por la noche.
Bueno vamos a ver.
De pronto ingresó
una criada, quién anunció que había un soldado que quería hablar con el dueño
de esta casa.
Hacedlo pasar.
El guardia, saludó,
se presentó y dijo.
Es usted el dueño de
la casa.
Sí señor, ¿en qué
puedo servirle?
Los vecinos han
reportado que hay un gitano cantando en las noches, ¿ha escuchado algo en las
noches?
No, señor… la verdad
no, quién sabe qué será?
Se habla de un
gitano que canta en los tejados por las noches. En otros barrios de Cadiz,
hemos encontrado a un gitano que enamoraba a las criadas, cantándole músicas.
Lo sorprendimos y los capturamos, hoy está en las mazmorras de la ciudad. Pero
al parecer dejó varios discípulos, porque hemos tenido reportes de otros
barrios, donde se han escuchado música gitana, pero esta vez, lo extraño es que
se trata de un gitano que canta desde los tejados.
Qué barbaridad¡ Qué
ocurrencia¡ Ahora tenemos un Don Juan en los tejados, y yo que pensé que era un
gato?
Ah, entonces lo ha
escuchado?
El gato? Sí, señor,
hace dos noches que lo sorprendimos maullando, pero no había ningún gitano.
Mmmmm, bueno, en
todo caso, si escucha algo o ve alguna persona, por favor infórmenos, vuestra
majestad el Rey, usted debe saber, no tiene a buen agrado a los gitanos….
Una vez, salió el
guarda. José Joaquín, llamó a José Antonio, pero éste ya no se encontraba en la
casa, había salido a trabajar en la carpintería.
Menudo muchacho, ya
está metido en un lío… Manolo¡ tenemos que avisarle lo más pronto posible.
Tiene que escucharnos, ya no más gatos en el tejado.
Cuando José Joaquín
y Manolo, iban saliendo de la casa, tomaron la calle para ir a la carpintería
corriendo para avisarle a José Antonio lo ocurrido con el guardía, lo llamó el
señor Antonio Velásquez, el vecino y padre de Pricila.
Señor José Joaquín
Calderón¡
La madre que lo
parió¡ susurró José Joaquín.
¿Qué dijo?
Nada,… Digo, buenos
días señor Velásquez.
Hoy vino un guardia
a verme, muy preocupado. Me dijo que había un gitano merodeando el barrio. Dijo
que había varios vecinos que le habían dicho que se había escuchado un gitano
cantando por los tejados de las casas.
Sí, qué casualidad…
A mí casa también llegó ese guardia. Yo le dije que no había visto, ni
escuchado nada, que lo que pasó el otro día es que encontramos a un gato
maullando en el tejado.
Si, qué
coincidencia… mi hija ayer en la noche, me dijo que había visto un gato en el tejado.
Pero los gatos no tocan guitarra.
Ah, no uno vaya a
saber?
Cómo?
No, digo que como va
un gato a tocar una guitarra. Pero en todo caso, yo no he visto, ni escuchado
nada.
Bueno, tenemos que
estar bien atentos, me dijo el guardia, que habían gitanos por toda la ciudad
seduciendo a las criadas.
Nooo, qué peligro¡
Que la virgen de la Macarena nos ampare.
Esperemos que
capturen a ese gitano pronto, en todo caso, estoy atento, usted sabe que
también serví a la armada del reino, y cualquier situación que se le presente,
tengo un par de arcabuces en mi casa, por si aparece ese gitano.
Pues claro que sí, y
le agradezco su caballerosidad y su gentileza, de seguro esto debe ser un
error, y pronto se solucionará.
José Joaquín le
estrechó la mano, y se despidió.
Manolo, hay que
encontrar rápido a ese muchacho, como me temo que ya está metido en problemas,
y ese gato del tejado, de la hija de Velásquez, seguro que es José Antonio. Qué
facultad para meterse en problemas de ese crio.
José Joaquín y
Manolo llegaron al taller de carpintería, pero José Antonio, no se encontraba,
había ido con unos trabajadores al puerto, a supervisar unas reparaciones a
tres barcos.
Salieron José
Joaquín y Manolo al puerto, a buscar a José Antonio. Al primer barco, llegaron,
pero José Antonio ya se había ido. Fueron al segundo Barco, y resulta, que en
ese no había llegado, y cuando llegaron al tercero, que ya se había ido.
Volvieron al segundo, y estaban los trabajadores, pero José Antonio, se había
ido al taller. Fueron al taller, y cuando llegaron, José Antonio se había ido a
la casa a descansar.
Llegaron a la casa,
y al fin lo encontraron.
José Antonio, por
Dios, nunca había sufrido tanto para encontrarte.
¿Qué pasa tío?
Que la guardia y el
vecino, vinieron a hablarme. Que van a cazar al gitano que está cantando en los
tejados.
Jajajaja, vamos tío,
que ya no tengo que cantar en los tejados, así que ya no te preocupes.
A las seis de la
tarde, en la casa de los Calderón, José Joaquín, José Antonio y Manolo, se
alistaban para salir.
José Antonio los
sacó en caballo, y se dirigieron al bar, donde cantaban los gitanos.
Cuando llegaron al
sitio a las siete de la noche, el ambiente estaba tranquilo, pidieron unas
cervezas y algo de comer.
De pronto comenzó
paulatinamente a cambiar de gente el bar, como todas las noches.
El tío siguió
tomando aunque sí veía, como se iban unos e iban llegando otros.
José Antonio, será
que nos tenemos que ir, hay gente que se va.
No tío, tranquilo
que ahora viene lo bueno…
De pronto, llegaron
los músicos gitanos.
José Antonio, vamos
que esto se puso feo, esos guitarristas no me dan confianza.
Tío, tranquilo que
ahora va empezar lo bueno.
Pero José Antonio,
si comienzan a tocar esos gitanos aquí, la guardia del Rey nos va a apresar.
Tranquilo tío, que
ahora va empezar lo bueno.
Y en efecto,
empezaron los músicos a tocar.
José Joaquín estaba
inquieto. Pero al escuchar la música se distrajo y comenzó a disfrutar el
momento. Igual veía que la gente a su alrededor estaba tranquila, cantando y
disfrutando, entre ellos, José Antonio.
Cantaban, aplaudían
y bebían. El ambiente estaba muy bueno. José Joaquín ya se había relajado.
José Antonio, le
dijo a su tío, ese músico que vez ahí fue el que me enseñó a tocar la guitarra.
Hombre, pero qué
maravilla¡
José Antonio,
incluso cantó una canción a coro con los músicos.
Cantaron varias
canciones por el lapso de una hora y media, y se fueron.
José Joaquín,
preguntó por qué se iban?
José Antonio le
respondió, que no podían quedarse mucho tiempo en un sitio, porque la guardia
le pisaba los talones.
Te has dado cuenta,
que no siempre tienes que cuidar tus bolsillos cuando hay gitanos cerca.
Bueno, bueno, bueno,
José Antonio, vámonos ya, ya se hizo tarde, y los músicos ya se fueron.
Paguemos la cuenta y nos vamos.
En las afueras, se
escucharon gritos y ruidos de la armada. Eran soldados de una patrulla que
llegaban al lugar.
Ya José Antonio,
José Joaquín y Manolo iban en sus caballos de vuelta a su casa, cuando se
toparon con el guardia que los había visitado en la mañana.
Señor Calderón,
buenas noches. ¿Qué están haciendo vosotros por aquí?
José Joaquín
bastante entrado en tragos, le dijo que habían ido a un bar de lo más chulo.
Sí ya veo. Debéis
cuidaros, hay muchos gitanos por la zona, y hemos venido a poner orden.
Hombre si tocan muy
bien…
¿Qué dijo? Saben que
los gitanos no tienen permiso de nuestra majestad de tocar al público.
José Antonio y
Manolo, intervinieron.
No… señor… el señor
Calderón no ha escuchado a ningún gitano tocar, lo que ha dicho es que está muy
bien que ustedes estén aquí.
Bueno… eso no fue lo
que creí haber escuchado.
Señor, el señor
Calderón, está pasado de tragos, vamos a conducirlo a su casa. Yo soy un
sobrino, y él –señalando a Manolo- es nuestra escolta. Ya nos vamos a nuestra
casa.
Bueno, yo seguiré mi
trabajo, que lleguen sanos y salvos a su casa.
Al día siguiente… en
el desayuno.
José Joaquín, se
estaba muriendo de la resaca.
José Antonio se
estaba burlando de él.
Y Manolo, le
recordaba que la noche anterior, casi se metía en líos con el guardia.
José Antonio se
retiró a su cuarto.
De pronto, volvió a
entrar la criada… Señor lo requiere el guardia del otro día.
Señor Guardia,
buenos días. A qué debo el honor de su visita.
Señor Calderón, ayer
quedé muy preocupado, pues se encontraba en un barrio muy peligroso y estaba
ebrio. Quería saber cómo había amanecido.
Hombre, señor… me
honra con su preocupación. Pero estoy bien gracias, solo un poco de resaca, es
todo.
Bueno, me alegra
escucharlo.
Ya el guardia iba
saliendo de la casa, cuando de repente se escuchó una guitarra.
No puede ser… Callen
al bellaco… que nos va a meter en líos.
¿Qué fue eso?
¿Qué cosa mi señor?
Escucho como una
guitarra
Imposible señor.
De pronto sonaron
todos los platos y las ollas en la cocina para ocultar el sonido de la
guitarra.
A esta hora, solo se
escucha el ruido de los platos y las ollas de la cocina. Mire usted… es
imposible escuchar algo, yo mismo, a esta hora me salgo de mi casa, pues no
aguanto tanto ruido.
Si ya veo, qué raro,
pensé haber escuchado una guitarra.
El guardia, salió de
la casa, y mientras tanto, Manolo corría a la habitación de José Antonio, para
que dejara de tocar.
Pasaron dos noches,
y José Antonio comenzó a pensar en Pricila.
No aguantó, sacó la
guitarra y tocó en el tejado de la casa de los Velásquez.
Al momento, salió
Pricila, y le dijo a José Antonio, viniste a verme otra vez.
He oído que te andan
buscando, porque enamoras a las criadas con el toque de guitarra.
Dicen muchas cosas,
pero solo vine a verte.
Anda, deja de tocar,
que nos van a escuchar, y mi padre tiene sus armas listas para cazar al gato en
el tejado.
Si, eso supe… pero
quería verte.
He salido más por el
temor a que te pase algo. No deberías estar aquí, ni yo tampoco.
Pricila (Se escuchó
un llamado)
Te das cuenta… vete
por favor…
Ya me voy…
Pricila se despide de un beso en la mejilla, y cada
quien se devuelve a su casa.
Cuando José Antonio
llega al cuarto e ingresa con su guitarra, escucha un disparo, y seguidamente
un maullido de gato.
Dijo para sí: Menos
mal fue el gato en el tejado. Qué mala suerte la de ese pobre animal¡