martes, 14 de abril de 2020

AMOR Y GUERRA EN TIEMPOS DE LA COLONIA

AMOR Y GUERRA EN TIEMPOS DE LA COLONIA



Por: Jorge Arturo Abello Gual



Una historia simpática de vivencias, anécdotas e historias ocurridas a unos personajes que no dejaron nada por sentado, y se dedicaron a vivir sus aventuras.



CAPITULO I: UN BUEN COMIENZO… LA FAMILIA ¡QUE PERLA¡

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CAPITULO II: LOS NEGOCIOS, TODO VIENTO EN POPA.

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CAPITULO III: LA HERENCIA GITANA

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CAPITULO IV: EL GATO DEL TEJADO

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CAPITULO V: EL AMOR EN TIEMPOS DE GUERRA

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CAPITULO VI: EL RETORNO A TENERIFE


CAPITULO VII: EL JUICIO EN TENERIFE

CAPITULO VIII
CONQUISTANDO EL CORAZON DE UNA HIJA

CAPITULO IX 
EL ESCAPE DE TENERIFE


CAPITULO X LA LLEGADA A CADIZ

CAPITULO XI ¿QUE PASO CON EL COMPROMISO?

CAPITULO XII EL NUEVO GOBERNADOR DE SANTA MARTA

CAPITULO XIII EL RENACER DE SANTA MARTA

CAPITULO XIV LOS LOBOS

CAPITULO XV LOS DETALLES QUE FALTARON POR CONTAR

CAPITULO XVI VISITA AL PUEBLO TAYRONA

CAPITULO XVII
EL ESQUEMA DE SEGURIDAD DE SANTA MARTA

CAPITULO XVIII EL FINAL DE LA HISTORIA

CAPITULO IV: EL GATO DEL TEJADO


EL GATO DEL TEJADO

Un día José Antonio ingresó a un bar para tomarse una cerveza, y había mucha bulla. Estaban unos gitanos cantando con gitarras, unos disfrutaban de la música, y otros los miraban mal y se iban. Los gitanos seguían cantando canciones alegres, que llamaron la atención de varios que estaban en la calle, y que decidieron entrar. Al parecer se quedó solo el público que le gustaba la música gitana, y ya no se oían ni refunfuños, ni insultos, y más bien todo el mundo escuchaba y disfrutaba del ambiente, reían y aplaudían. José Antonio sintió el cambio de la atmósfera de ese lugar, y contagiado comenzó a aplaudir también. Le recordaba su niñez, y su nana, que le cantaba en las noches.

Se sorprendió mucho cuando pudo cantar una de las canciones de aquellos gitanos, que al parecer quedaron en sus recuerdos de niñez.

España rechazaba la cultura gitana, pero en otros aspectos como en la música, los asimilaba y los aceptaba.

José Antonio comenzó a frecuentar aquel bar, al principio a escuchar, pero luego comenzaba a tararear las canciones, y en otras, ya comenzaba a cantarlas. La dinámica era muy parecida las noches de los jueves. Llegaban los gitanos luego de las 8 de la noche, cuando la guardia de la ciudad estaba más calmada, y comenzaban a tocar. Poco a poco los clientes que no le gustaba la cultura gitana se iban, al tiempo de que iban llegando personas a los que sí le gustaba.

El bar quedaba en uno de los barrios más pobres de Cádiz, y manejaba muy bajo perfil. Los gitanos solo se presentaban los jueves, durante hora y media, tiempo en que se abría un espacio de toleracia, donde gitanos y caditanos compartían la música, aplaudían y cantaban.

En una de esas noches, José Antonio le pidió a un gitano que le enseñara a tocar la guitarra, que él le pagaría si el accedía a instruirlo. El gitano que ya había visto a José Antonio varias veces, al principio dudó y lo miró con extrañeza.

“¿Por qué un gitano debería enseñarle su arte a un español?”

“supongo que para expandir su arte” respondió José Antonio.

“No me convences” respondió el Gitano. ¿Qué tal un par de ducales por enseñarme tres canciones? Aprendo rápido”

“Un par de ducales y una botella de vino. No creo que aprendas, mi arte se lleva en la venas”

“Apostemos”

“¿Cuándo y dónde?”

“En el tejado de mi casa, los lunes a las 8 de la noche”

“Hecho. Dame mi paga… cobro por adelantado”

“Un momento… ¿Cómo sé que vas a cumplir?”

El gitano sacó un cuchillo, se hizo una pequeña herida en la palma y dio la mano a José Antonio y le dijo: “Apostemos” José Antonio le dio las indicaciones para llegar a su casa y se despidieron.

El lunes a las 8 de la noche, José Antonio había subido al tejado de su casa a esperar al gitano. Llegó una hora después, pero llegó. Trajo consigo su guitarra, y José Antonio, había comprado una. Las clases comenzaron, y terminaron, cuando José Antonio en tres lunes, aprendió tres canciones.

Por su parte, el tío José Juaquín ya estaba preocupado Le decía a Monolo: Por Dios Manolo, ¿en qué lío se estará metiendo ahora este muchacho? Cuando está muy callado, es porque algo trama ese bellaco.”

Ahora estoy escuchando como sonidos de guitarra por las noches, y como que vienen del techo, y a veces como unos aullidos como de gato. ¿Tú no los has escuchado?

No señor, en la planta baja y en nuestros dormitorios no se escucha nada de eso.

¿Qué cosa más rara? Si mi sobrino no me ha vuelto loco, diría que alguien está tocando guitarra, y canta como gitano.

Lo cierto es que José Antonio, aprendió a tocar la guitarra y practicaba en el tejado, para no ser molestado. Igual, seguía asistiendo al bar, donde cantaba con mayor propiedad las canciones y compartía con su maestro de guitarra. Aún no se atrevía a tocar en público, pero practicaba mucho en el tejado. A veces se emocionaba tanto, que cantaba y tocaba muy alto, haciendo que su tío, quién dormía en esos horarios, se despertara exaltado. José Joaquín no podía creer lo que estaba ocurriendo, que en el tejado de su casa, se fuera un gitano a ponerle serenata con su guitarra. Es obvio, que el tío no sabía que era su sobrino, quién practicaba en su tejado con la guitarra, pues no tenía ni idea siquiera, de que José Antonio había comprado una guitarra.

Al día siguiente, durante el desayuno….

José Antonio, ¿escuchaste anoche? Hay un maldito gitano, cantando en el tejado de esta casa. Menudo antisocial, de todas las casas de Cádiz, se viene para la mía, a tocarme con su guitarra… Es que no es justo José Antonio, yo que vengo cansado de la carpintería todos los días, termino mi comida, me acuesto a dormir, y ya van tres noches que lo he pillado… al principio pensé que era un gato por los aullidos, luego escuché la guitarra… y anoche, en efecto, lo escuché clarísimo.

Pero tío, de qué te vas a quejar, si te están poniendo serenata, un buen admirador debe ser.

Qué admirador… una hostia es… es un desadaptado de esos que persigue el Rey. Si se enterara la guardia que un gitano canta en el tejado de mi casa, en menudo problema nos meteremos… No entiendo por qué de todas las casas de Cádiz, por qué… por qué tiene que venir a cantar en la mía… yo definitivamente nací en Sodoma y Gomorra

Hoy en la noche, ya le dije a Manolo, que vamos a sorprender a ese antisocial, y le vamos a asustar, para que no vuelva, como te dije nos va a meter en un problema.

José Antonio, solo se burlaba de su tío y de los sobresaltos que cogía por su culpa.

Y tú de que te ríes, hoy en la noche te unes a nosotros, los tres no vamos a montar al tejado, a sorprender y a asustar a ese bendito gitano.

Tío vas a perder tu tiempo y tu sueño, ese gitano no va a aparecer.

A que no, como lo agarre lo voy a poner a gritar y a que me cante la virgen de la macarena.

Esa noche…

Manolo, José Joaquín y José Antonio, terminaron de comer, y se dispusieron a subir al techo para hacerle la casería al gitano.

Una hora, dos horas, tres horas, cuatro horas, y el gitano nunca apareció...

Apareció a las dos horas un gato, que fue espantado por Manolo.

Tío ¿lo ves? No era un gitano, era un gato lo que escuchaste.

José Antonio, los gatos no tocan la guitarra, ni cantan como gitanos… Ese bellaco nos vio y no quiso presentarse.

Mi señor, deberíamos irnos a dormir, no tiene caso seguir esperando al gitano, que ya debe estar durmiendo y nosotros aquí pasando frío.

Tienes razón Manolo, hoy no fue el día… pero de seguro volverá.

Pasaron dos días más, y José Joaquín con la misma cantaleta… se subían al tejado a las 10 de la noche, a hacerle la casería al gitano, que no iba a aparecer, porque lo tenían al frente y no iba a revelar su identidad a su tío.

En el desayudo, luego de tres días de vigilia…

Bueno, al parecer hemos espantado al gitano ese que no me dejaba dormir, hoy si podemos descansar tranquilos.

Esa noche…

José Antonio subió al tejado y pudo practicar con su guitarra, media hora. Su tío, estaba tan cansado que durmió tan profundo que no sintió ni la guitarra, ni las canciones.

En el desayuno…

Vieron, no ha vuelto a aparecer ese bendito gitano, lo hemos ahuyentado.

Pues claro tío, con tres hombres subidos en el tejado esperándolo para darle una hostía, pues no creo que se atreva a volver.

Sí, yo se los dije… y es que tenía que ser así. No solo yo lo estaba escuchando, ya un vecino me había dicho que estaba escuchando una guitarra, y eso es preocupante, la guardia es implacable con los gitanos, y con las personas que los acojan, el Rey ha dado órdenes de perseguirlos, porque cuando ellos están presentes, aumentan los robos y las estafas.

No todos son así tío.

Pues sobrino, cuando hay un gitano cerca es mejor cuidar los bolsillos, antes de que algo se te desaparezca.

Sabes, ¿qué? Mañana es Jueves, te voy a invitar a un sitio en la noche, no te comprometas con nadie. Manolo, tú también vienes con nosotros.

José Antonio, en qué lío me vas a meter ahora, mírate esa cara, que como te conozco, se que va a ser una noche inolvidable. Manolo prepárate que va a pasar algo muy parecido a lo que ocurrió en la Santísima Trinidad.

Ya hombre, que no es nada malo.

Ya pasará un día, en que tu digas eso y no sea así.

En la noche…
José Antonio salió a practicar con su guitarra al tejado, ya estaba tocando bien, y se tenía mucha más confianza, a pesar de que tenía ya tres días que no practicaba.

Su tío, esta vez sí se despertó incrédulo, sintió la guitarra. Duró tiempo para reaccionar, y lo único que se le ocurrió, fue abrir la ventana, y gritar: ¡Vete gitano del demonio¡

José Antonio, al escuchar el grito, se cayó, y decidió, pasarse al tejado de la casa vecina, para evitar ser descubierto y no molestar más a su tío. Comenzó a practicar en un tono más despacio.

De pronto, escuchó una voz de una mujer, qué bonito tocas. Era la hija de un vecino, que rara vez había visto José Antonio por la calle. Ella había salido de su habitación y había subido al tejado, cuando escuchó la guitarra. Sintió curiosidad y encontró a José Antonio.

¿Puedo sentarme a escuchar?

¿Si te gusta? Pues claro.

Le tocó una canción…

Qué lindo tocas… tengo que irme o me descubrirán y me regañarán.

Está bien, yo también me voy, también me regañaran.

Al regreso a su habitación…

El tío lo estaba esperando, y José Antonio ingresaba por la ventana con la guitarra…

Ya sabía yo… menuda burla la tuya. Tres días José Antonio, tres días, como un quiripollas esperando en el tejado a que apareciera un gitano, para darle un susto, y resulta que no… era mi sobrino, que ahora toca guitarra para levantarme todas las noches. Pero se puede saber ¿por qué me has ocultado esto?

Tío, la verdad me parecía muy divertido tus reacciones, pero no quería que supieras, ni que te preocuparas por mí. Me ha gustado tocar guitarra y cantar, solo que me gusta hacerlo en secreto, porque sé que la música gitana no es de recibo de muchos.

A ver, bellaco, fuera de que me quedé tres días en el tejado esperando a un gitano, la verdad no veo nada malo en que te guste la música. Aunque sí sería bueno que evitaras esa música de insurgente, pero bueno, si es la que te gusta, pues ¿qué puedo hacer yo? Más bien, toca una canción a ver si se me pasa este mal genio.

José Antonio agarró su guitarra y comenzó a tocar una canción alegre, y su tío cuando terminó… bueno, ese ritmo es como pegajoso, y pensar que creí que era un gato en el tejado, jajjajaja

En la mañana en el desayuno…

Ayer escuchamos la guitarra… Que bien toca… le dijo una empleada.

Manolo, también dijo, se escuchó en toda la casa.

Otra empleada, dijo, sí ya hemos comentado entre todas que qué bonito toca. E incluso una hija del vecino, nos preguntó que si alguien en esta casa tocaba la guitarra.

José Joaquín, apuntó: De modo que cuando yo escuchaba, todo el mundo estaba sordo, y me trataban de loco, que eso era un gato, que qué hacía yo casando un gitano en el tejado…. Todos sabían, y todos escuchaban, pero yo si tuve que pasar tres días en un tejado, para luego averiguar, que el gitano lo tenía en mis narices, burlándose de mí.

Todos en la casa se rieron

José Antonio solo pensaba en la hija del vecino…

Pronto les dijo, no se olviden que mañana Manolo y mi tío, tienen un compromiso conmigo.

Así es. Respondieron los dos.

Esa noche…

José Antonio subió al tejado, pero no de su casa, sino del vecino. Y comenzó a tocar una canción. Cuando de pronto, siente la voz de la hija del vecino, que le dice

Hola¡ otra vez por aquí? ¿No puedes tocar en tu casa, o vienes a visitarme?

Más bien, he venido a preguntar tu nombre…

Me llamo Pricila y tú?

José Antonio…

Y por qué no tocas en tu casa?

La música gitana no es muy apreciada, y no quería que me descubrieran. Sabes que el Rey, no quiere mucho a los gitanos. Así que decidí practicar en el tejado de mi casa para que nadie me escuchara.

Pues, hace varias semanas que escuchaba una guitarra a lo lejos, y a veces como unos gritos…

Bueno sí, lo siento, mi tío al principio creía que era un gato en el tejado. Pero ahora he mejorado un poco, lo que ocurre es que hay canciones gitanas que se cantan así.

Jajajaja, tocas bien.

Princila…. (se escuchó un grito a lo lejos)

Me tengo que ir… gracias por venir a verme. Y se despidió de Jose Antonio con un beso en la mejilla.

Princila, hija, dónde estabais?

Había un gato en el tejado papá.

En el desayuno…

Bueno, estaos listos para la sorpresa de esta noche?

José Antonio, la verdad es que no he podido dormir. No se si quiera estar en otro de esos alborotos en que tú me metes

Vamos tío, que no es ningún alboroto, de vez en cuando es bueno tomar un aire por la noche.

Bueno vamos a ver.

De pronto ingresó una criada, quién anunció que había un soldado que quería hablar con el dueño de esta casa.

Hacedlo pasar.

El guardia, saludó, se presentó y dijo.

Es usted el dueño de la casa.

Sí señor, ¿en qué puedo servirle?

Los vecinos han reportado que hay un gitano cantando en las noches, ¿ha escuchado algo en las noches?

No, señor… la verdad no, quién sabe qué será?

Se habla de un gitano que canta en los tejados por las noches. En otros barrios de Cadiz, hemos encontrado a un gitano que enamoraba a las criadas, cantándole músicas. Lo sorprendimos y los capturamos, hoy está en las mazmorras de la ciudad. Pero al parecer dejó varios discípulos, porque hemos tenido reportes de otros barrios, donde se han escuchado música gitana, pero esta vez, lo extraño es que se trata de un gitano que canta desde los tejados.

Qué barbaridad¡ Qué ocurrencia¡ Ahora tenemos un Don Juan en los tejados, y yo que pensé que era un gato?

Ah, entonces lo ha escuchado?

El gato? Sí, señor, hace dos noches que lo sorprendimos maullando, pero no había ningún gitano.

Mmmmm, bueno, en todo caso, si escucha algo o ve alguna persona, por favor infórmenos, vuestra majestad el Rey, usted debe saber, no tiene a buen agrado a los gitanos….

Una vez, salió el guarda. José Joaquín, llamó a José Antonio, pero éste ya no se encontraba en la casa, había salido a trabajar en la carpintería.

Menudo muchacho, ya está metido en un lío… Manolo¡ tenemos que avisarle lo más pronto posible. Tiene que escucharnos, ya no más gatos en el tejado.

Cuando José Joaquín y Manolo, iban saliendo de la casa, tomaron la calle para ir a la carpintería corriendo para avisarle a José Antonio lo ocurrido con el guardía, lo llamó el señor Antonio Velásquez, el vecino y padre de Pricila.

Señor José Joaquín Calderón¡

La madre que lo parió¡ susurró José Joaquín.

¿Qué dijo?

Nada,… Digo, buenos días señor Velásquez.

Hoy vino un guardia a verme, muy preocupado. Me dijo que había un gitano merodeando el barrio. Dijo que había varios vecinos que le habían dicho que se había escuchado un gitano cantando por los tejados de las casas.

Sí, qué casualidad… A mí casa también llegó ese guardia. Yo le dije que no había visto, ni escuchado nada, que lo que pasó el otro día es que encontramos a un gato maullando en el tejado.

Si, qué coincidencia… mi hija ayer en la noche, me dijo que había visto un gato en el tejado. Pero los gatos no tocan guitarra.

Ah, no uno vaya a saber?

Cómo?

No, digo que como va un gato a tocar una guitarra. Pero en todo caso, yo no he visto, ni escuchado nada.

Bueno, tenemos que estar bien atentos, me dijo el guardia, que habían gitanos por toda la ciudad seduciendo a las criadas.

Nooo, qué peligro¡ Que la virgen de la Macarena nos ampare.

Esperemos que capturen a ese gitano pronto, en todo caso, estoy atento, usted sabe que también serví a la armada del reino, y cualquier situación que se le presente, tengo un par de arcabuces en mi casa, por si aparece ese gitano.

Pues claro que sí, y le agradezco su caballerosidad y su gentileza, de seguro esto debe ser un error, y pronto se solucionará.

José Joaquín le estrechó la mano, y se despidió.

Manolo, hay que encontrar rápido a ese muchacho, como me temo que ya está metido en problemas, y ese gato del tejado, de la hija de Velásquez, seguro que es José Antonio. Qué facultad para meterse en problemas de ese crio.

José Joaquín y Manolo llegaron al taller de carpintería, pero José Antonio, no se encontraba, había ido con unos trabajadores al puerto, a supervisar unas reparaciones a tres barcos.

Salieron José Joaquín y Manolo al puerto, a buscar a José Antonio. Al primer barco, llegaron, pero José Antonio ya se había ido. Fueron al segundo Barco, y resulta, que en ese no había llegado, y cuando llegaron al tercero, que ya se había ido. Volvieron al segundo, y estaban los trabajadores, pero José Antonio, se había ido al taller. Fueron al taller, y cuando llegaron, José Antonio se había ido a la casa a descansar.

Llegaron a la casa, y al fin lo encontraron.

José Antonio, por Dios, nunca había sufrido tanto para encontrarte.

¿Qué pasa tío?

Que la guardia y el vecino, vinieron a hablarme. Que van a cazar al gitano que está cantando en los tejados.

Jajajaja, vamos tío, que ya no tengo que cantar en los tejados, así que ya no te preocupes.
A las seis de la tarde, en la casa de los Calderón, José Joaquín, José Antonio y Manolo, se alistaban para salir.

José Antonio los sacó en caballo, y se dirigieron al bar, donde cantaban los gitanos.
Cuando llegaron al sitio a las siete de la noche, el ambiente estaba tranquilo, pidieron unas cervezas y algo de comer.

De pronto comenzó paulatinamente a cambiar de gente el bar, como todas las noches.

El tío siguió tomando aunque sí veía, como se iban unos e iban llegando otros.

José Antonio, será que nos tenemos que ir, hay gente que se va.

No tío, tranquilo que ahora viene lo bueno…

De pronto, llegaron los músicos gitanos.

José Antonio, vamos que esto se puso feo, esos guitarristas no me dan confianza.

Tío, tranquilo que ahora va empezar lo bueno.

Pero José Antonio, si comienzan a tocar esos gitanos aquí, la guardia del Rey nos va a apresar.

Tranquilo tío, que ahora va empezar lo bueno.

Y en efecto, empezaron los músicos a tocar.

José Joaquín estaba inquieto. Pero al escuchar la música se distrajo y comenzó a disfrutar el momento. Igual veía que la gente a su alrededor estaba tranquila, cantando y disfrutando, entre ellos, José Antonio.

Cantaban, aplaudían y bebían. El ambiente estaba muy bueno. José Joaquín ya se había relajado.

José Antonio, le dijo a su tío, ese músico que vez ahí fue el que me enseñó a tocar la guitarra.

Hombre, pero qué maravilla¡

José Antonio, incluso cantó una canción a coro con los músicos.

Cantaron varias canciones por el lapso de una hora y media, y se fueron.

José Joaquín, preguntó por qué se iban?

José Antonio le respondió, que no podían quedarse mucho tiempo en un sitio, porque la guardia le pisaba los talones.

Te has dado cuenta, que no siempre tienes que cuidar tus bolsillos cuando hay gitanos cerca.

Bueno, bueno, bueno, José Antonio, vámonos ya, ya se hizo tarde, y los músicos ya se fueron. Paguemos la cuenta y nos vamos.

En las afueras, se escucharon gritos y ruidos de la armada. Eran soldados de una patrulla que llegaban al lugar.

Ya José Antonio, José Joaquín y Manolo iban en sus caballos de vuelta a su casa, cuando se toparon con el guardia que los había visitado en la mañana.

Señor Calderón, buenas noches. ¿Qué están haciendo vosotros por aquí?

José Joaquín bastante entrado en tragos, le dijo que habían ido a un bar de lo más chulo.

Sí ya veo. Debéis cuidaros, hay muchos gitanos por la zona, y hemos venido a poner orden.
Hombre si tocan muy bien…

¿Qué dijo? Saben que los gitanos no tienen permiso de nuestra majestad de tocar al público.

José Antonio y Manolo, intervinieron.

No… señor… el señor Calderón no ha escuchado a ningún gitano tocar, lo que ha dicho es que está muy bien que ustedes estén aquí.

Bueno… eso no fue lo que creí haber escuchado.

Señor, el señor Calderón, está pasado de tragos, vamos a conducirlo a su casa. Yo soy un sobrino, y él –señalando a Manolo- es nuestra escolta. Ya nos vamos a nuestra casa.

Bueno, yo seguiré mi trabajo, que lleguen sanos y salvos a su casa.

Al día siguiente… en el desayuno.

José Joaquín, se estaba muriendo de la resaca.

José Antonio se estaba burlando de él.

Y Manolo, le recordaba que la noche anterior, casi se metía en líos con el guardia.

José Antonio se retiró a su cuarto.

De pronto, volvió a entrar la criada… Señor lo requiere el guardia del otro día.

Señor Guardia, buenos días. A qué debo el honor de su visita.

Señor Calderón, ayer quedé muy preocupado, pues se encontraba en un barrio muy peligroso y estaba ebrio. Quería saber cómo había amanecido.

Hombre, señor… me honra con su preocupación. Pero estoy bien gracias, solo un poco de resaca, es todo.

Bueno, me alegra escucharlo.

Ya el guardia iba saliendo de la casa, cuando de repente se escuchó una guitarra.

No puede ser… Callen al bellaco… que nos va a meter en líos.

¿Qué fue eso?

¿Qué cosa mi señor?

Escucho como una guitarra

Imposible señor.

De pronto sonaron todos los platos y las ollas en la cocina para ocultar el sonido de la guitarra.

A esta hora, solo se escucha el ruido de los platos y las ollas de la cocina. Mire usted… es imposible escuchar algo, yo mismo, a esta hora me salgo de mi casa, pues no aguanto tanto ruido.

Si ya veo, qué raro, pensé haber escuchado una guitarra.

El guardia, salió de la casa, y mientras tanto, Manolo corría a la habitación de José Antonio, para que dejara de tocar.

Pasaron dos noches, y José Antonio comenzó a pensar en Pricila.

No aguantó, sacó la guitarra y tocó en el tejado de la casa de los Velásquez.

Al momento, salió Pricila, y le dijo a José Antonio, viniste a verme otra vez.

He oído que te andan buscando, porque enamoras a las criadas con el toque de guitarra.

Dicen muchas cosas, pero solo vine a verte.

Anda, deja de tocar, que nos van a escuchar, y mi padre tiene sus armas listas para cazar al gato en el tejado.

Si, eso supe… pero quería verte.

He salido más por el temor a que te pase algo. No deberías estar aquí, ni yo tampoco.
Pricila (Se escuchó un llamado)

Te das cuenta… vete por favor…

Ya me voy…

Pricila se despide de un beso en la mejilla, y cada quien se devuelve a su casa.

Cuando José Antonio llega al cuarto e ingresa con su guitarra, escucha un disparo, y seguidamente un maullido de gato.

Dijo para sí: Menos mal fue el gato en el tejado. Qué mala suerte la de ese pobre animal¡

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