domingo, 21 de junio de 2020

LLORO DE ALEGRÍA POR MIS PADRES

LLORO DE ALEGRIA POR MIS PADRES.

Hoy 21 de Junio del 2020, plena pandemia del Corona virus, yo en Barranquilla, confinado en mi casa lloro de alegría, es el día del padre y cumple mi mamá, y a pesar de tenerlos lejos y no poderlos ver, y que me hacen mucha falta, los tengo presente en cada cosa que hago.

Cada uno hizo bien su trabajo en mi, no sólo por mis venas corre su sangre, sino que en mi consciencia se encuentra su ejemplo y sus enseñanzas.

A mí madre le debo el don de la palabra, la lucha, la fuerza y la resistencia. Nunca se rindió ni en los peores momentos, cuando al parecer todo estaba perdido, algo siempre hacía, sacaba su ímpetu y todo lo resolvía.  Ella me amo desde que nací y lucho por sus hijos de una forma admirable. Amo, respeto y apoyo a su esposo, y siempre estuvo orgullosa de él.

Mi padre, es mi consciencia, la persona que me escucha cuando necesito pensar en voz alta. Cuida a su hogar sobre todas las cosas, es el ingeniero favorito de sus hijos, porque hizo de ellos su mejor obra. Correcto en su actuar y un padre cariñoso, que siempre lo espera con los brazos abiertos. No duerme por estar cuidando de su esposa y sus hijos con un amor admirable.

Mis padres se aman, y duermen agarrados de la mano a pesar de las adversidades. Mi madre lo reconoce a pesar del alzahimer, y mi padre la mira como la reina que siempre fue.

Gracias a la vida por mis padres, y hoy lloro de felicidad por ellos.





sábado, 20 de junio de 2020

CAPITULO V: EL AMOR EN TIEMPOS DE GUERRA


EL AMOR EN TIEMPOS DE GUERRA.

Tío, qué se siente estar enamorado?

José Antonio, estoy muy ocupado, qué son esas preguntas? Tú enamorado? Menudo problema.

Tío es en serio…

Ay Virgen de la Macarena… yo como que nací en Sodoma y Gomorra… Hombre José Antonio… es en serio… Ya acabamos de salir de ese episodio del gato en el tejado… y ahora me vas a salir que estás enamorado… pues dadme un descansillo, no te parece…

Pero tío, cómo puede uno resistirse al amor?

La madre que lo pario… ahora está enamorado (susurró José Joaquín)

Qué dijiste tío?

No… nada… que estás jodido, si estás a punto de volverte loco, y ahora enamorado… no me imagino el zafarrancho que aquí se va a armar…

Vamos tío… y que pasa si es todo lo contrario y encuentro, el juicio y …

José Antonio por favor…. Si uno cuerdo hace mil locuras, pues enamorado hace uno dos mil más….

A ver tío, cuéntame de alguna locura que hayas hechos tú.

José Antonio, no tengo tiempo, en serio, que no tengo tiempo.

Tío por favor…

Bueno… bueno… te voy a contar una historia que a nadie le había contando…

Cinco años antes de conocer a mi esposa, por cosas de la marina y del ejército, me enviaron a Tenerife, las islas Canarias. Las autoridades de la ciudad habían pedido reforzar las islas con un destacamento militar, éramos unos 100 hombres, no éramos muchos, pero junto con los 100 que ya tenía la plaza, ya sumábamos unos 200, que es bastante para la plaza. Había como tres castilletes que resguardaban el puerto, y teníamos unas buenas barracas, en verdad estábamos cómodos.

Habíamos llegado en un barco, fuimos escoltados por otros dos, y cuando llegamos a Tenerife nos desembarcamos. La población nos recibió con bombos y platillos, y nosotros desfilamos con nuestros mejores uniformes desde el puerto hasta el edificio donde estaba el comando militar.

En ese desfile vi muchas mujeres hermosas sonriendo y dándonos la bienvenida, fue para mí muy abrumador. La verdad es que luego de un mes de viaje en barco, y ver tantas mujeres, pues a todas las veías hermosas. La verdad es que iba tan distraído viendo mujeres, que me estrellé varias veces con el soldado que iba delante de mí en el desfile, creo que hasta le pegué un par de patadas mientras marchaba.

El me decía: ¡Hombre José Joaquín¡ Concéntrate que ya me has calado un par de golpes¡ y me estás ensuciando el uniforme…

Precisamente, cuando llegamos al comando, el Comandante que nos recibió cuando pasó revista, al verle el pantalón sucio a mi compañero, lo castigó mandándolo a limpiar el uniforme y restándole media ración de comida, por mi culpa… A pesar de ese mal inicio, esa noche yo le compartí la mitad de mi comida, me disculpé, y después fuimos muy buenos amigos.

Pero ese día José Antonio, mis ojos veían a todas las mujeres hermosas, me sentía atraído por todas ellas, yo dije: He llegado al paraíso, y eso que la verdad no estaba ni poquito a gusto con que me hubieran transferido a Tenerife. Llegamos a las barracas, nos cambiamos, descansamos y yo me quede desvelado en esos recuerdos, ya quería que pasara la noche para volver a salir al pueblo y volver a ver a tantas mujeres lindas.

Al día siguiente, me levanté temprano, desayunamos y nos enviaron a hacer guardia en uno de los fuertes del puerto. Estaba ansioso por ver nuevamente a las mujeres del pueblo. Salimos de la guarnición, nos formamos y comenzamos a marchar hacía el fuerte.

En el camino nos topamos con muchas personas, con varias mujeres, pero esta vez, todas me parecían feas. Y trataba de buscar y ver más, y no encontraba a las mujeres que había visto el día anterior. Llegué al fuerte decepcionado. Me dije a mi mismo: esto no puede ser¡ Le conté a un compañero un poco más veterano que yo, y me dijo: Hombre tío… suele pasar que cuando estás mucho tiempo en el mar, viendo hombres en todo momento, y cuando llegas a tierra, y vez por primera vez a una mujer, las ves hermosas y radiantes,… luego te emborrachas, y ahí la ves como un diosa… al día siguiente cuando vuelves en sí, la vez, la observas bien, te das cuenta que es bien fea, y sales corriendo… es el espejismo del marino… jajaja

Estuve toda la tarde en el fuerte, haciendo vigía. Al finalizar la tarde, nos ordenaron devolvernos a la guarnición. Al salir del castillo y marchar por las calles, volví a buscar a las mujeres, pero volví a decepcionarme. Sin embargo, cuando ya estábamos llegado a la guarnición, vimos varias jóvenes que estaban trabajando en tiendas y panaderías, y me di cuenta que no era yo solo el que había quedado afectado por aquellas mujeres, pues varios de mis compañeros también se iban los ojos al verlas.  En especial, vi a una mujer muy bonita que trabajaba en una panadería, su ropa no era muy lujosa, y tenía la cara sucia, pero su cara me había dejado encantado. Ella también me miró fijamente, pero se veía como cansada. Miré bien el lugar, y el resto de cosas alrededor, para ubicar bien el sitio.

Así pasamos una semana, de la guarnición al fuerte y del fuerte a la guarnición. En nuestra rutina pasábamos todos los días enfrente de la panadería, yo la buscaba con la mirada. Unos días ella me miraba, otros días, estaba ocupada en sus labores que no se percataba de mi presencia. Lo cierto es que con solo mirarla, sentía una inmensa alegría, solo esperaba el día de descanso a ver si podía verla más cerca.

Un sábado me dieron el día de descanso, y de inmediato salí a la panadería. Pedí un pan y un vino. Ella estaba ahí y me atendió.

Qué quiere soldado?

Yo estaba de civil, pero me había reconocido. Cómo sabes que soy soldado?

Pues te veo todos los días cuando marchas, además, no eres de la isla, y todos sabemos quiénes son de aquí, y quienes no.

Me puedes servir un pan y un vino, le dije.

Ella se fue y me lo sirvió, luego atendió a otros clientes. Cuando se fueron los demás clientes, volvió a verme y me preguntó:

¿Hace cuando llegaste?

Hace una semana, soy nuevo, vinimos a reforzar la plaza.

Si me acuerdo cuando llegaron. Todo el pueblo está muy preocupado, han dicho que los ingleses quieren atacarnos. Dicen que el alcalde solicitó al Rey que enviaran refuerzos. Ahora vemos muchos soldados, pero algunos comentan que no serían suficientes, si los ingleses nos quisieran atacar.

Dicen que un soldado español hace por cinco ingleses. Respondí.

Hijo… Ya pasaron los tiempos de los famosos tercios españoles. -intervino el dueño de la panadería-

Pues aún seguimos siendo el imperio más grande…

Ya veremos cuando lleguen los ingleses… qué tanto resistirán.

La gente en Tenerife, sentía que la Corona no hacía lo suficiente para protegerlos de los ingleses. Estaban nerviosos, pues se rumoraba que en cualquier momento, los ingleses atacarían y destruirían el pueblo. Yo la verdad no había caído en cuenta hasta ese día, ni de la importancia de nuestra llegada, ni del peligro que estábamos corriendo.

Ese día supe el nombre de ella, se llamaba María. Y era la hija del dueño de al panadería. Trabajaba ayudando a su padre.

Cuando regresé a la guarnición comencé a hablar con varios soldados compañeros, y en efecto, los que más tiempo habían estado en la guarnición me comentaron que en efecto, desde hace dos meses, se habían pedido refuerzos a Madrid, porque varios barcos comerciantes, habían divisado tres barcos de la armada inglesa muy cerca de las islas, y que hace más de veinte días, se divisaron tres más que venían desde el estrecho de Gilbraltar.  Lo que se rumoraba es que se estaban reuniendo para realizar un ataque en conjunto. También se habían visto varios comerciantes ingleses, que al parecer preguntaban mucho por los soldados de la guarnición. En ese momento, me había dado cuenta del peligro, de un ataque inglés.

Esa noche, un capitán reunió a 15 soldados, entre ellos iba yo, nos ordenaron que nos vistiéramos, y que preparamos nuestros arcabuces. Salimos a las calles, y pasamos por la panadería de María, ya estaban cerrando, y alcancé a verla, y ella, me vio, pero parecía asustada.  Llegamos a una cantina, nos ordenaron que nos formáramos y que estuviéramos listos para disparar. El capitán entró a la taberna con cinco soldados, y ordenó a los demás estar alertas. Se escuchó un disparo y botellas quebrarse, se había iniciado una pelea. El soldado a cargo, ordenó prepararnos y apuntar a la puerta de la taberna. Ya se oían el rechinar de las espadas. Luego se escucharon dos disparos más. Los soldados sacaron a dos personas muertas, luego sacaron a una persona bastante golpeada, y luego salió uno de nuestros compañeros heridos. Habían atrapado a un espía inglés, y habían asesinado a dos más. El espía lo llevamos a la guarnición donde lo iban a interrogar, a los muertos al sepulturero, y a nuestro compañero a la enfermería.

Al día siguiente, salimos en formación de la guarnición al fuerte. María me vio, y tenía cara de preocupación. Un niño gritaba por la calle, vienen los ingleses. La verdad es que estaba aterrado, todos nos veíamos a los rostros y estábamos asustados. Llegamos al fuerte y todos tenían caras largas, pero aún no nos informaban nada. En plena guardia en las murallas del fuerte, comenzaron a gritar: barcos enemigos. Comenzaron a tocar las campanas del fuerte, y luego las campanas de la iglesia. Se dio la orden de tomar puestos de combate, y comenzaron a tocar zafarrancho con el redoblante. Alistamos los cañones, y llegaron más soldados al fuerte.

El comandante nos habló, y nos dijo que eran buques ingleses al mando de Nelson, y que habían solicitado que nos rindiéramos y que entregáramos el fuerte. El comandante nos dijo que ninguna guarnición española tenía permiso de rendirse, sin vender cara su derrota. Supimos después, que el espía inglés había soltado la lengua, y que había dicho que los ingleses atacarían a Tenerife con más de 800 soldados.

A nuestra guarnición compuesta por 200 soldados, se unieron unos 80 hombres voluntarios del pueblo de Tenerife. 40 de ellos habían servido en el ejército y eran veteranos de guerra. A estos se le asignaron armas y funciones en diferentes puestos de combate, a los otros se le asignaron funciones logísticas, de entregar las municiones, la pólvora y llevar agua.

Yo estaba bajo el mando de un capitán para disparar uno de los cañones de la muralla. Veíamos cómo los barcos se acercaban y se colocaban en formación de combate. Formaban una línea para pasar de frente a los dos fuertes del puerto y cañonearlos. Eran seis barcos de dos cubiertas, dos fragatas y un bergantín. Cada barco podía disparar 25 cañonazos. Nosotros solo teníamos 40 cañones entre los dos fuertes. Ellos tenían la ventaja de que son un blanco móvil y que tienen más poder de fuego. Nosotros teníamos la ventaja de la estabilidad de tierra para disparar, la protección y altura de las murallas.

El primer fuerte comenzó a disparar y luego se escucharon los primeros disparos del primer barco de la línea enemiga. Ninguno acertó en el blanco, estaban probando puntería. Los cañonazos del fuerte dieron al mar antes de tocar el barco, y los cañonazos del barco dieron en la playa.

Era ahora nuestro turno con el primer barco, levantamos el ángulo de los cañones y nos preparamos disparar. El artillero que estaba con nosotros, agregó un poco más de pólvora, elevó al máximo el ángulo del cañón, y nos dijo, están lejos, tenemos que disparar antes de que barco pase por la mira del cañón o no le daremos.

A penas la punta de la proa del barco estuvo en la mira del cañón, disparamos. El estruendo fue enorme, el cañón se fue hacia atrás con mucha violencia. Cuando miramos al barco, nuestro tiro le había dado a la cubierta, el artillero celebró y le gritó a los demás, que subieran todo el ángulo. Por su parte se escuchó del barco que respondió con fuego de todos sus cañones. Esta vez las balas sí impactaron las murallas del fuerte, pero en la parte baja, pero los impactos de las balas nos hicieron estremecer, y sentimos cómo temblaba el piso. Ellos también estaban afinando su puntería. Los demás cañones del fuerte dispararon, nosotros nos preparamos para recargar nuestro cañón nuevamente, y dispararlo al otro barco que ya se aproximaba. El segundo barco disparó antes de que nosotros disparáramos, así que el impacto de las balas en las murallas nos aturdió un poco, y perdimos la oportunidad de dispararles, por lo que preferimos disparar al tercero, al que efectivamente le volvimos a dar, pero cuando este nos disparó, una de las balas, alcanzó a destruir uno de los parapetos de la muralla, pero por fortuna no habían soldados apostados ahí. El artillero nos gritó: No se distraigan, sigan cargando los cañones, si no respondemos al fuego nos van a barrer. Pronto llegó el cuarto barco y también disparó, también dio en la muralla, y no pudimos dispararle, le disparamos al quinto, al que le dimos en la cubierta.  El artillero nos apuró: Rápido… Rápido, no podemos perder al sexto, tenemos que disparar antes de que nos dispare. En efecto, logramos disparar, casi al tiempo el sexto disparó. Sus disparos también alcanzaron la muralla.

Ya había pasado la primera fase del ataque, y era como un reconocimiento del poder de cada uno. Nos dijo el artillero que ahora enviarían a tres o cuatro barcos a cañonear a los fuertes, y esa era la parte más peligrosa, puesto que barcos se quedaban quietos, y comenzaban a disparar y recargar, disparar y recargar, hasta destruir los fuertes, o les tocara alejarse si los fuertes le causaban muchos estragos. Por lo tanto, había que cargar y disparar rápido para tratar de hacerle el mayor daño posible a los barcos para que se alejaran.

En efecto así fue, enviaron tres barcos que se acercaron más, se pusieron de costado a los fuertes, y comenzaron a dispararnos, a lo que nosotros respondimos. Los barcos dispararon cinco ráfagas de 20 cañonazos, casi al mismo tiempo. Nosotros respondíamos, y el artillero nos decía que cambiáramos de tronera, para que no fuéramos un blanco fácil, por lo que alcanzamos a disparar en 6 ocasiones. Nuestros compañeros hacían lo propio. Nos cubríamos cuando recibíamos las ráfagas, cargábamos y disparábamos, luego nos cubríamos, cambiábamos de tronera el cañón, lo cargábamos y disparábamos. Uno de mis compañeros resultó herido por una esquirla, tuvo que ser auxiliado y reemplazado por otro hombre. El cañoneo fue intenso, luego de dos horas los barcos se retiraron. El balance arrojó 5 muertos y 20 heridos, dos cañones destruidos en nuestro fuerte. A pesar de ello, se logró hacer que los barcos se retiraran, y ello, significa que se había logrado hacerles suficiente daño, pues de lo contrario hubiesen seguido con el cañoneo, que no se detiene hasta arrasar totalmente con los fuertes. El fuerte más afectado había sido el otro, que recibió el castigo de dos barcos al tiempo. Cada fuerte contaba con 20 cañones, y luego del ataque habían perdido cada uno dos, pero fueron reemplazados por dos cañones que había de reserva.

Cuando cesó el cañoneo, el pueblo de Tenerife salió hacía los fuertes a ver en qué nos podían ayudar. Ya nos veían con respeto y admiración. María y su padre nos llevaron pan y agua, y otros nos llevaron queso, comida y medicina para los heridos. María se me acercó, me dijo: cuídate mucho soldado, me agarró la mano fuerte, me dio un pan y me dio agua. Yo estaba realmente asustado, habíamos contado con suerte, los fuertes resistieron, y nuestros artilleros como el mío, con mucha experiencia, habían sido efectivos y muy certeros en los disparos. Sin embargo había sido una dura jornada, donde habían muerto 18 hombres en total y 30 estaban heridos.

Ya se había solicitado ayuda, pero era muy probable que se demorara entre dos y tres días en llegar, por lo cual, teníamos que seguir resistiendo. Lo que más nos preocupaba era un desembarque, seis barcos de dos puentes podían tener abordo más de mil hombres.

Esa noche se dio una voz de alarma, los ingleses habían desembarcado al oeste del pueblo, las campanas comenzaron a sonar, nos llamaron a formarnos y a prepararnos para el combate, comenzamos a trotar al oeste del pueblo. Nos apostamos a la orilla de un risco en posición de combate, a los dos minutos divisamos casacas rojas, y se nos dio la orden de disparar. Fue un combate de fusilería, fuimos 50 hombres, estábamos bien cubiertos por árboles y rocas, los ingleses por su parte estaban descubiertos, y no supimos cómo decidieron atacar por ese lado, si el camino hacia el pueblo no seguía, si no saltabas un risco que 3 metros de alto. Solo unos cinco soldados se atrevieron a saltarlo, y cuando llegaron al otro extremo, los esperaba todo nuestro fuego de fusilería que los abatió enseguida. Esa noche posiblemente le dimos de baja a 30 ingleses, sin sufrir nosotros ningún herido.

Al día siguiente, tres barcos se volvieron a acercar al puerto a cañonearnos. Sin embargo, esta vez, los barcos apuntaron sus primeros disparos a la población y al puerto. Nosotros en cambio aprovechamos que no nos estaban disparando, y nos ensañamos contra los barcos. Por lo menos nosotros disparamos tres ráfagas con gran libertad, impactando a la cubierta del barco y al castillo de popa, luego seguimos disparando y le dimos a uno de los cañones, y luego con las mismas instrucciones, otros cañones de nuestro castillo comenzaron a disparar. Nosotros disparamos dos veces más, y luego vimos cómo el barco decidió alejarse del fuerte porque ya no aguantaba más. Decidimos comenzar a disparar al otro barco, que al verse fustigado por los dos fuertes, también arrió sus velas, a lo que le siguió el tercer barco de inmediato, antes de comenzáramos a disparar en contra de él. Nuestros artilleros habían ganado de nuevo. El balance en el fuerte que yo estaba, fue de tres heridos. Pero a pesar de la victoria, no pudimos celebrar. Los barcos se habían sacrificado, no nos dispararon a nosotros, pero sí al pueblo. Mientras que nosotros nos ensañábamos en contra de los barcos, estos habían disparado 3 ráfagas de 20 cañonazos con balas incendiarias a la población. Todo un barrio yacía en llamas. Luego del grito de viva España en los fuertes, cuando vimos al último buque inglés salir corriendo, nos dimos cuenta del daño que había hecho. Ese día perdimos a 20 ciudadanos. Como soldados nos dio muy duro, nos dio mucha rabia que se metieran con nuestros vecinos indefensos. Esos vecinos que ya nos apoyaban, nos daban comida y agua, y nos ayudaban cuando estábamos heridos. La tropa fue al pueblo y ayudó a apagar el incendio, y lloramos con todos los vecinos a sus muertos. Ese día la tropa y pueblo nos unimos en un mismo sentimiento, viva España y muerte al enemigo inglés.

En esos momentos volvía a ver a María. Yo estaba con mis compañeros apagando un incendio en una casa. María llegó corriendo a buscarme.

Soldado por favor ayúdame¡ estamos ayudando a un buen amigo cuya casa está en llamas, el dice que su esposa y su niña de 4 años está adentro.

Yo era un soldado, sin mando alguno. No sé que me ocurrió en ese momento, y le dije a mis compañeros: Soldados sigadme… una niña de 4 años… tenemos que salvarla. Mis compañeros no vacilaron y me siguieron. Llegamos a la casa, como 30 soldados. Unos con sacos esteras apagaban por un lado, otros le echaban tierra al fuego, y otros echaron agua. Yo corrí al interior de la casa con cinco compañeros. Encontramos a la madre con la niña y la sacamos.

Los vecinos nos aplaudieron. María cuando me vio me abrazó y me dio las gracias, yo estaba un poco magullado, así que me llevó a su casa, me lavó las heridas, me dio comida y agua.  Me dijo: soldado me asustaste, se me paró el corazón cuando entraste a esa casa, y volvió a latir cuando saliste. Me abrazo y me besó. Luego pasó un capitán por todas las calles, estaba llamando a todos los soldados. Yo me alisté para salir, y ella me detuvo otra vez. Me abrazó y me dijo, cuídate soldado, aquí te esperaré luego de la batalla. Su padre nos miraba y se reía.

Me despedí y me reuní con mis compañeros.

Ese día me dieron descanso y me fui para la guarnición. Tenía unas cuantas quemaduras por el fuego, así que pasé a la enfermería. Habían 20 compañeros heridos, los saludé, algunos estaban graves. Luego fui atendido por el doctor me aplicó unos medicamentos, y me fui a mi cama a descansar.

A la media hora tocaron la alarma. Los ingleses están en el pueblo¡ tomen sus armas. Enseguida me vestí, tomé mi arcabuz y me uní a mis compañeros en la guarnición, éramos como 50, todos listos para entrar en acción. Un capitán nos guiaba. Era de noche, pero la luna alumbraba bastante, se escuchaban los cañonazos en el fuerte, estaba peleando en el puerto.

Cuando salimos de la guarnición a dos calles, escuchamos gritos en inglés. Se escuchaba el marchar de un gran número de soldados. El capitán de nuestro batallón, nos ordenó regresar y apostarnos a los lados, no podíamos enfrentarnos de frente a toda la tropa inglesa. Teníamos que hostigarlos y reducirlos. Aprovechar que estábamos en nuestro terreno y que era de noche.

Los ingleses iban por la mitad de una calle, eran como 400 hombres. Cuando voltearan para llegar a la calle principal, nosotros los esperábamos en una calle perpendicular atrincherados con varias carretas. Debíamos disparar una ráfaga de fusilería y luego huir a otra calle, sirviendo de señuelos donde los esperaban los otros compañeros que igual debían descargar su fusilería en contra de ellos.  El tema de los ingleses es que tenían órdenes de llegar a la plaza principal donde se encontraba el ayuntamiento, así que cuando nosotros disparamos nuestras ráfagas contra ellos, ellos no nos siguieron.

Así que nos ocultamos, cargamos y seguimos disparando, y les causamos muchas bajas. Uno de nosotros, llamó al resto de compañeros que se nos unieron y seguimos disparando al grupo de ingleses, que se desplazaba por la calle principal hacia la plaza del ayuntamiento. Ellos nos disparaban pero nosotros estábamos bien cubiertos en las carretas. Era como jugar al tiro al blanco. Éramos 50 contra 400, si ellos hubiesen querido atacarnos, nos hubieran destruido. Pero por seguir las órdenes, se habían expuesto y nosotros los estábamos acribillando con nuestros 50 arcabuces. Por lo menos 80 ingleses cayeron en ese momento.

Luego de que llegaron a la plaza principal, se apostaron en posiciones defensivas. Intentaron hacer una carga de bayonetas, pero pudimos rechazarlos, primero con la fusilería, y luego, los pocos que nos llegaron los rematamos con nuestras bayonetas, aprovechando nuestra superioridad numérica. De los fuertes de la playa llegaron 50 compañeros más para darnos apoyo, nos dijeron que habían cañoneado a varias lanchas que trataron de llegar al puerto por sorpresa en la noche, pero que fueron detectados y recibieron todo el fuego de nuestros cañones, y a los que llegaron al puerto, fueron rechazados por la fusilería. Varias lanchas retornaron a sus barcos, y cuando se acabó el combate en el puerto, les avisaron que otras lanchas si habían logrado llegar a la  playa, y que los ingleses estaban en el pueblo. Nosotros les contamos que estabamos en la guarnición y que cuando nos dirigíamos a los castillos de la playa, nos topamos con los ingleses y que comenzamos a hostigarlos.

Con los refuerzos que nos llegaron comenzamos a rodearlos y a reducirlos. No queríamos una carnicería, por lo tanto, no decidimos atacar de frente, y decidimos seguir hostigando. Logramos cercar a los ingleses en la plaza mayor.

Sin embargo, un niño llegó a nosotros a informarnos que habían unos soldados ingleses haciendo pillaje en una zona del pueblo, que era justo donde estaba la panadería de María. El capitán no sé por qué motivo se dirigió a mí y me dijo, soldado, lleve a 15 hombres y acabe con esos ingleses.

Me fui con 15 compañeros soldados, corrimos, y encontramos a un inglés peleando golpeando a un anciano, enseguida tres compañeros se encargaron de él.

Luego encontramos tres ingleses atacando a dos mujeres. Enseguida nos encargamos de ellos sin dificultad. Al llegar a la cuadra de la panadería de María, encontramos como a 10 ingleses golpeado y atacando a las mujeres. Nos agrupamos y atacamos. Los ingleses ofrecieron resistencia, y nos dispararon. Dos compañeros resultaron heridos, pero siguieron luchando. En la panadería de María, había un inglés peleando con el padre de María, y María lo golpeaba con un palo, yo entré a la panadería y le hundí mi bayoneta hasta matarlo. Salí de la panadería, mis compañeros se reagruparon y varios vecinos mayores se nos unieron con palos y cuchillos, doblamos en la esquina, y encontramos cinco ingleses atacando a dos mujeres y a un anciano, matamos a cuatro y uno salió corriendo.

Cuando volteamos a la esquina encontramos a 50 soldados compañeros que venían de los fuertes del mar, nos dijeron que los barcos se habían retirado, y que los habían enviado a combatir a las tropas que se encontraban en tierra. Les dijimos que la mayor parte de ingleses se encontraba en la plaza principal, pero que otros estaban haciendo pillaje en los barrios del pueblo. Un niño nos informó que habían como 30 ingleses golpeando a personas por una calle. Les dijimos a los 50 soldados que se fueran a la plaza principal, y nosotros nos dirigimos a la calle donde supuestamente estaban haciendo el pillaje. Con un grupo de 50 vecinos, conformados por viejos, mujeres y niños, llegamos a la calle que nos habían dicho. En efecto eran como 30 ingleses, decidimos ir tres soldados y dos niños, atacamos y matamos a tres, llamando su atención, luego corrimos y los otros ingleses nos persiguieron. Cuando doblaron la esquina, nuestros compañeros dispararon sus arcabuces y enseguida nos lazamos sobre los que 20 ingleses que quedaban que con nuestra rabia e ímpetu no pudieron ofrecer mucha resistencia.

Una vez acabada la refriega nos dirigimos a la plaza principal, donde los ingleses ya se habían rendido y entregado sus armas. Se escuchaba el grito de todos nuestros compañeros: Viva España¡

Al final, entregamos a los ingleses a su capitán, que los recogió en unas lanchas y se fueron en sus barcos. Recibimos muchas condecoraciones. El pueblo nos trataba con mucho cariño. Los niños nos hacían el saludo del ejército cada vez que nos veían. En el pueblo dos daban comida y vino gratis.

La verdad, nunca pensé en enamorarme en medio de la guerra, ni tampoco pelear tanto, y si vez, me enfrenté al fuego sin pensarlo para salvar a una mujer y a su niña, porque una mujer me lo pidió, y maté sin pensarlo a un soldado inglés sin titubeo cuando vi que estaba atacando a María y a su Padre. Esas cosas, de seguro no las hubiese hecho si no fuera por el impulso del amor. Amé profundamente a esa mujer, y tuvimos un amorío muy bonito, hasta que por orden del ejército, decidieron trasladarme otra vez a Cádiz. Le prometí volver, para casarnos, pero en eso murieron tus abuelos, luego conocí a mi esposa, me casé, y bueno, ya tú conoces lo demás.

Y no volviste entonces?

No, alcanzamos a escribirnos diez cartas.

Luego me embarcaron en varios barcos y me enredaron la vida. Luego conocí a mi esposa, y no volví a escribir.

Tío luego de que tu esposa decidió irse, no has pensado en volver a Tenerife y verla?

José Antonio, fue una historia de amor de tres meses, ya han pasado muchos años, yo me casé, ella seguro también se casó.

Tío vamos a visitar Tenerife, yo te acompaño.

José Antonio, por favor, ya déjame, ahora sí cuéntame de quién estás enamorado.

Se llama Pricila

Por Dios, quién le pone ese nombre a una mujer, qué nombre tan feo.

Pues tu vecino tío.

Madre de Dios, definitivamente yo nací en Sodoma y Gomorra. Pricila parece nombre de perro.

Tío no te burles, es hermosa y es la hija de tu vecino, la conocí cuando era el gato en el tejado.

Ya me imagino en los problemas que nos vamos a meter. Ay José Antonio no vayas a perder la cabeza.

Tío, dime cuando vamos a Tenerife?

No te desquites conmigo, yo no me he enamorado de una mujer que se llama Pricila, eso suena como un castigo. El padre de verdad la quiere?

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El síndrome de Peter.  Psicologo: buenos días, John de que vamos a hablar?  John Alejandro: ah yo no se doctor, si usted no sabe, menos yo, ...