martes, 14 de julio de 2020

UNA HISTORIA DE AMOR DE BUENOS AIRES A CARACAS, Y DE VUELTA

Por: Jorge Arturo Abello Gual

CAPITULO  VII


Cuando Marco llegó a “La Argentina”, se encontró con un sinnúmero de situaciones que estaban por fuera de su vida cotidiana. La primera impresión del lugar en donde estaba, a su llegada fue ese dinamismo que encontró al bajarse del avión y caminar en el aeropuerto. Sus ojos negros de mirada profunda parecían extrañados de observar algo nuevo. Iba caminando con su equipaje en los amplios pasadizos del aeropuerto mientras que miraba la diversidad de personas que habían a su alrededor, y el gran conflicto que sentía era que nadie se parecía a él, en lo más mínimo -no había ningún colombiano-. No encontraba una cara conocida, estaba perplejo, simplemente circulando y admirando todo su alrededor. Sentía ganas de hablar con alguien. Alguien a quién contar lo que le había pasado en su viaje, enterarse de algo o saber noticias de alguien, pero no encontraba a nadie con quien hablar de tú a tu, alguien con el cual se pudiera “tutear”. Había pasado horas silencioso en el avión, porque no pudo hablar con nadie más, que con la azafata, y eso para pedirle algo. Su compañero de asiento era un italiano, que tenía cara de pocos amigos y cuya mirada era sencillamente insoportable para Marco. Solo tenía un pensamiento que le revoloteaba en la cabeza y que al mismo tiempo lo consolaba, y que era: “Por ahora, lo mejor es aguantarse. Con alguien, voy a tener que hablar cuando llegue.” Y así pasó todo el viaje, callado e inmóvil, sometido por el áspero semblante de ese italiano que lo más probable es que por ser colombiano ya lo haya tildado de peligroso o de narcotraficante, y esto se le veía a simple vista porque miraba a Marco hasta con la “colita de ojo” para no perderlo de vista, y estaba muy atento a cualquier clase de movimiento que Marco hiciera. Tanto así, que hubo un momento en que Marco se durmió por un rato, y cuando despertó encontró al italiano rendido en su asiento. Al tratar de reincorporarse del sueño, Marco sintió la necesidad de ir al baño, por lo cual, trató de levantarse con todo el cuidado del caso para no incomodar a su ‘compañero’. De esta manera todo iba bien, ya se había quitado el cinturón de seguridad y se había levantado del asiento, hasta había pasado una pierna por encima de la humanidad del italiano, pero cuando trató de hacer lo mismo con la otra pierna, tropezó sin querer la rodilla del soñoliento italiano quien se despertó sobresaltado y temeroso, hasta tal punto que emitió un fuerte grito de espanto -“¡Ay Mama mía!”-, que despertó a gran parte de la tripulación que estaba durmiendo. La azafata acudió al grito preguntando que había pasado, Marco simplemente quedó perplejo e inmóvil, mientras que el italiano lo quedaba viendo fijamente y con una actitud defensiva. Luego la azafata le preguntó al italiano qué le pasaba, a lo cual contestó que nada. Marco respiró profundo, y pasó el susto enmudecido, simplemente se dirigió al baño donde le ocurrieron ciertas cosas curiosas. Cuando iba en la mitad de la ‘orinada’, el avión entro en turbulencia, lo cual descontroló a Marco, causándole miedo, así que se agarró de las paredes dejando el “mandado” ‘suelto de madrina’. En su mente solo pasaba la idea que algo malo iba ocurrir, todo se podía acabar en cualquier momento y él metido en un baño. De pronto, regresó la calma, el avión dejó de moverse, Marco volvió en sí. En ese momento exhaló un suspiro profundo, pero cuando cayó en cuenta de su realidad, estaba sumergido en un “charco de orín”. Bajo esta situación tan bochornosa, Marco buscaba una salida digna en medio de tan comprometedora situación, de tal manera que hizo lo que pudo por el baño secando lo que podía con papel higiénico y echando agüita aquí y allá, pero por sus pantalones no podía hacer mucho. Se los quitó y los puso a secar desesperadamente en el secador de manos. La burla era inevitable, la mancha húmeda corría desde la corredera o cremallera, hasta las rodillas del pantalón, que “pa’ más piedra”, era blanco, de tal forma que no se podía disimular del todo el difícil suceso, porque la “manchita amarilla” era bastante persistente, y ni que decir del ‘olorcito’. De esta forma, Marco optó por salir y afrontar la situación, para después volver a entrar y cambiarse el pantalón. Cuando iba saliendo se encontró con una mamá que estaba regañando a su hijo por haberse orinado durante la sacudida -del mismo miedo-. En esto la madre le decía al pequeño: -“¡Solo a ti te pasa esto! Eres el único que se te da por orinarte en un avión.” Y mientras iba diciendo esto pasaba Marco por allí y el niño –inocente criatura- le manifestó a su madre: -“¡Mira mamá!, Que no soy yo solo”. Marco tuvo que soportar todas esas miradas de asco, que se centraban en él, y en medio de esta situación surgió una de esas preguntas estúpidas, en donde la azafata se le acercó y le preguntó qué le había pasado. Marco hizo un gesto de ironía, como tratando de bruta o anormal a la azafata y después le respondió: -“Pasó, que me he meado los pantalones. Y  qué, ¿Alguien tiene algún problema con eso?”. Entonces todos trataron de no mirarlo más y de disimular su burla. Por otra parte Marco volvió al baño y se cambió de pantalones. Cuando volvió a su puesto, el italiano le hacía la vida imposible a pesar que no pronunciaba una sola palabra, simplemente dejaba escapar ciertas carcajadas oprimidas y mal disimuladas.
Al llegar a su destino todos se bajaron del avión, entraron en la sala de trasbordo, donde a muchos los recibían sus familiares, y la alegría resplandecía entre sus rostros. En ese momento Marco sintió nostalgia de su familia, porque había salido de su tierra triste, y había llegado a su destino igualmente triste, pero a eso se le unió la decepción de no haber entablado relaciones con ninguna persona del avión, para que por lo menos pudiese tener un conocido en esa tierra ajena. Pero todos sus planes fueron derribados por el incidente en el baño, que le impidió acercársele a alguien. En unos minutos ya no quedaba ninguno de sus compañeros de avión, ninguna cara conocida y ningún compatriota suyo, todos se habían ido con un destino fijo. Mientras tanto él simplemente divagaba tratando de absorber esa nueva realidad que estaba viviendo, ese nuevo mundo que lo estaba rodeando, pero por más que miraba, todo le parecía extraño.
Entró en una cafetería que se encontraba en el aeropuerto cargado de todo su equipaje que consistía en un maletín escolar, un maletín ejecutivo y una maleta grande. Se acomodó en una de las mesas de la cafetería, y duró un buen rato hasta que un mesero lo atendió. Tenía hambre, de esta forma le pidió al mesero el menú. Pero al leerlo se encontró con una cantidad de nombres extraños que no le sugerían algo seguro para comer, entonces decidió preguntarle al mesero de que se trataba cada plato que ofrecían en el menú. Sin embargo de cada treinta palabras que pronunciaba el mesero, diez eran totalmente desconocidas, a pesar de que el mesero hablaba también el español. Finalmente, decidió no complicarse y ordenar dos hamburguesas y un refresco.
Mientras esperaba su pedido, comenzó a pensar en tantas cosas al mismo tiempo, pero su pensamiento estaba absorbido por la situación en que se encontraba. Solo pensaba en que había encontrado muchas adversidades en un solo día, y de que si las cosas seguían así, su vida sería más difícil de lo que había pensado en un principio. Cuando llegó su orden se apresuró a comer, al terminar, la cuenta fue más alta de lo que él había estipulado. Seguía meditabundo, abstraído, cuando se le acercó un hombre, con cara de viejo, narizón (como cosa rara), cabello lizo negro y de vestido muy formal. Para la sorpresa de Marco, este individuo lo llamó por su nombre. Marco confirmó su identidad pero seguía receloso. El individuo se identificó como un agente del Banco donde Marco iba a trabajar, mostró sus credenciales y le informó que él había sido encargado por el mismo gerente del Banco, como guía, y de la misma forma era el encargado también del alojamiento y del transporte de Marco en Buenos Aires. Marco siguió al individuo, quien le confesó que no había podido llegar a tiempo para recibirlo, porque el tráfico lo había retrasado un poco.
En el 'tour' que le hacía el individuo, que entre otras cosas se llamaba Marcelo, Marco trataba de absorber todo lo posible de aquel ambiente, en el cual se iba a desarrollar su vida desde ese momento. Mientras tanto Marcelo le hablaba un montón de cosas sin importancia con el sólo objetivo de “Caerle bien”, pero Marco iba abstraído tratando de recordar bien todo lo que estaba viendo, hasta llegó al punto en que hizo un mapa, en el cual ubicó la ruta para llegar al trabajo, los sitios que le parecían atractivos, las avenidas con sus respectivos nombres y sitios claves para poderse ubicar, en esa gran ciudad.
Al llegar al hotel, se registró, se instaló y se despidió del altoparlante de su guía, que hablaba muchas cosas, pero no decía nada. Cuando por fin estuvo sólo en su habitación, buscó la forma de distraerse prendiendo la televisión, pero no encontró nada atractivo. Estaba muy nostálgico, y las cosas que no entendía lo ponían más triste. Llamó a la recepción y pidió que le consiguieran una grabadora, hasta la misma conversación con el recepcionista le pareció difícil, porque al principio no entendía dos palabras de diez que pronunciaba, por lo cual tenía que pedir muchas explicaciones, mientras que el recepcionista aguantaba la burla y eso sin contar el esfuerzo que hizo para darse a entender. De esta forma esperó su grabadora durante un lapso de tiempo de veinte minutos, tiempo en el cual seguía perplejo, evaluando su situación actual y tratando de animarse diciéndose así mismo: “No todo puede ser tan malo, mañana tiene que ser un día mejor”, pero al mismo tiempo había otro pensamiento que lo atormentaba: “Si así es el principio, como será....”. Estaba realmente desanimando, la nostalgia lo había vuelto pesimista, el no encontrar personas que entiendan su realidad o que no compartieran su misma cultura, lo estaban martirizando desde el primer día. Mientras esperaba la grabadora, se puso a leer algunas noticias de una revista, pero todas le parecían ajenas y totalmente desconocidas o ilógicas, se sintió incomunicado y reprimido, pero de pronto sonó el llamado que estaba esperando. Uno de los botones del hotel traía su grabadora, junto con una cuenta de cobro y una propina a pagar. Marco canceló todas las deudas de inmediato, tomó su grabadora y se dirigió a su equipaje, como para buscar algo importante. El botones todavía no se había ido y sintió mucha curiosidad por lo que estaba ocurriendo. Marco sacó un pequeño maletín del maletín escolar, y de él salió una caja llena de CD y “casetes”. Entre todos, Marco escogió un casete que no tenía ni siquiera caja, se apresuró a ponerlo en la grabadora de igual forma como un niño abre un regalo. Cuando comenzó a sonar la música, que entre otras cosas era un vallenato, se logró ver el cambio de semblante enseguida de Marco, mientras el botones con su curiosidad saciada, lo trataba de loco. De esta forma, Marco se inyectó de optimismo y de alegría, recordando y volviendo a lo suyo, en ese día en que todo parecía ajeno. Mientras escuchaba su música recordaba todo lo bueno que había pasado en su vida, era como si las canciones estuvieran hablando con él, contándole anécdotas y recordándole circunstancias. De esta forma se durmió arrullado por la voz de su gente en un país lejano y en un día ajeno.
Se despertó a las siete de la mañana con uno de los fandangos del Joe, había dejado la grabadora prendida, y aún así había dormido como un bebé que es arrullado por la lectura de un libro. Se bañó y se cambió, y bajó al restaurante del hotel a desayunar. Mientras esperaba su desayuno, se puso a observar a su alrededor, y ya veía las cosas con otros ojos, aunque se seguía viendo en medio de una tierra de extraños, de rasgos distintos, rostros desconocidos y modo de vestirse totalmente diferente, esto ya no parecía afectar a Marco, al contrario ya hasta le parecía interesante seguir aprendiendo algo nuevo. El restaurante estaba bastante concurrido, ya no había ni una mesa disponible, en estas, un tipo se acercó a su mesa y le pidió permiso para sentarse. Marco aceptó cordialmente. El acento de este individuo era diferente al acento argentino, lo cual incitó a Marco a preguntarle su procedencia, a lo cual el individuo contestó que era venezolano, que se llamaba José Miguel Lara y que había llegado a “La Argentina”, desde hace tres días. Esto alegró mucho a Marco, ya que había encontrado a una persona que se encontraba en las mismas circunstancias que él, y que era lo que estaba necesitando. Trató de entablar enseguida una conversación con él, a lo cual el venezolano correspondió cordialmente, ya que había tenido el mismo problema de Marco de buscar alguien con quien hablar. Duraron hablando un buen rato de diferentes temas, hablaban con mucha alegría y desahogo. La conversación termino cuando llegó el guía de Marco, para llevarlo con su nuevo jefe, que estaba impaciente de que Marco comenzara a trabajar. Marco se despidió de su nuevo amigo y se dispuso a enfrentarse con su deber, que era la verdadera razón por la cual estaba en Argentina. Al llegar al Banco donde iba a trabajar se entrevistó con su nuevo jefe, con quien sostuvo una amigable conversación, como si siempre se hubieran conocido, el jefe de Marco le brindó desde un principio su confianza y le manifestó enseguida que todas las esperanzas para que el Banco volviera a funcionar como en sus años dorados, estaban puestas en él, y que por eso había sido contratado, ya habían recibido muy buenas recomendaciones de Marco por parte del comité evaluador de la red de Bancos, en donde lo habían calificado como una persona capaz de superar hasta la más dura crisis financiera, por la ideología que manejaba. Tales halagos reconfortaron a Marco, al mismo tiempo que retomaba su reto profesional y personal de no defraudar dichas recomendaciones tan benéficas para él. El nuevo jefe de Marco se llamaba Alfredo Morano, era dueño único del Banco, al cual le había dedicado el trabajo y esfuerzo de toda su vida, para poder lograr el prestigio que tenía dicho Banco, pero que en ese momento estaba afrontando una fuerte crisis financiera causada por los malos manejos que le habían dado las administraciones antecesoras. Además del Banco, el señor Alfredo Morano tenía otras empresas y negocios, lo cual le garantizaba a Marco un ascenso y un gran campo en el cual desarrollarse en caso de sobresalir en su trabajo inicial.
En la primera conversación que sostuvo Marco con su jefe, volvió a resaltarle a don Alfredo, que le garantizara la libertad y la confianza absoluta, para poder trabajar y lograr así buenos resultados. Don Alfredo por su parte accedió a la petición de Marco, después de pensarlo y razonarlo más de cinco veces. Pero a cambio le exigió honradez y resultados rápidos en el trabajo. Marco accedió y desde el primer día tomó las riendas de la situación. En una hora le presentó a Marco todo el personal que iba a trabajar con él, dentro del cual la belleza del personal femenino lo dejo verdaderamente impactado, especialmente la jefe del departamento de contaduría, que cuando se la presentaron quedó totalmente mudo, mientras que ella se mostró molesta por la actitud de Marco. Después de las respectivas presentaciones, contradiciendo la costumbre del trabajo suave mientras hay un cambio de jefe –por el empalme-, Marco exigió a sus empleados todos lo informes habidos y por haber, para ponerse al tanto de los acontecimientos y estudiar la situación del Banco, para tomar lo más pronto posible los correctivos que eran necesarios. Al principio el personal trató de ignorarlo, por lo mismo de siempre; el ser tan joven, el ser nuevo y sobre todo por ser extranjero. Pero Marco ya tenía experiencia en esta situación, y no se dejaría vencer tan fácilmente de esta nueva adversidad. De tal forma que volvió a utilizar la estrategia que utilizó cuando comenzó en su primer y único empleo hasta ese momento. De esta manera consiguió que en menos de una hora el movimiento laboral fuera el más dinámico que cualquiera que se haya vivido en toda la historia del Banco. Era impresionante, las oficinas se movían como nunca, papeles iban y venían, la eficiencia era la forma de ser de los empleados. Pero esto no lo consiguió Marco tan fácil como parece. Primero tuvo que declamar un fuerte discurso a todos los empleados, después optó por patrullar y supervisar el trabajo de todos personalmente, exigiéndoles y apurándolos, después le tocó despedir a un tipo que se le dio por faltarle al respeto, y por último simuló dos despidos y suspendió a otros dos empleados, para lograr transmitir eficiencia y respeto al mismo tiempo. De esta manera todos los informes que había pedido estaban en su escritorio antes del medio día. En la tarde dejó que se respirara otra vez la tranquilidad, y se dedicó a leer minuciosamente los informes, mientras que todos los empleados se quejaban y comentaban sobre el mal humor del nuevo gerente. Además se dedicaron a darles voces de aliento a los supuestamente despedidos, que ya estaban recogiendo sus cosas. Casi al final de la jornada, Marco se volvió a pronunciar, en un discurso más suave y más condescendiente, en donde pedía disculpas por ciertos comportamientos y donde recalcaba que el trabajo para él era lo importante, y además dejó muy claro que el que no quería trabajar, simplemente se iba. Por último, llamó a los dos suspendidos y a los dos que supuestamente fueron despedidos por ineficacia a su oficina, mantuvo una conversación bastante larga con cada uno de ellos, en donde los reconvenía verbalmente, les levantaba el castigo y les ofrecía disculpas por cualquier grosería, pero al que no le dio ninguna oportunidad fue a aquel que le faltó al respeto. Los empleados lucían confundidos por el comportamiento del nuevo gerente, porque al principio todos lo odiaban, y luego ya no sabían ni que decir, solamente esperaban el día siguiente para ver que acontecía. Sin embargo, el temor reinaba en la mente de todos los empleados, que se fueron a sus casas perplejos por la singular situación.
Al día siguiente la mañana comenzó tranquila, Marco se encerró durante hora y media en su oficina, escribiendo en el computador, bajo la mirada perpleja y curiosa de todos sus empleados. Después de transcurrida media hora comenzó a pasar por todas las oficinas personalmente, entregando ciertos informes, que se trataban del plan de trabajo que iba a salvar al Banco en dos meses y que iba a mejorar su funcionamiento en menos de una semana. En cada oficina entregaba un informe, le hacía las debidas recomendaciones a cada departamento y les explicaba el por qué había que hacer ciertas cosas. Así transcurrió toda la mañana, en la tarde comenzó a supervisar el trabajo él mismo, a la vez que exigía los resultados. Marco se multiplicaba en cada departamento para asegurar que su plan de trabajo se estaba realizando de la misma forma como él quería. En esta primera semana la gente se sentía asfixiada por Marco, no tenían tranquilidad y se sentían perseguidos. Pero poco a poco Marco fue soltando la rienda e iba volviéndose más flexible y más permisivo, sin dejar a un lado la rigidez de su supervisión, porque no se podía dar el lujo que alguien se equivocara y distorsionara su plan de trabajo, en medio de un período de recuperación. Marco manejaba cada vez mejor las cosas y se adaptaba más al medio que lo estaba rodeando, la experiencia se había convertido en su mejor virtud, tanto así que su supervisión dejó de ser una persecución, y pasó a ser una tutoría, en donde él era requerido en cada uno de los departamentos para coordinar mejor las acciones que se estaban realizando, de esta forma pasó de ser un policía castigador a ser un maestro instructor. Cada día se iba ganando la confianza y aprecio de sus empleados, que se adaptaron a su plan de trabajo, interesados por aprender más trabajando, y no de trabajar más por obligación. La personalidad, la alegría y el carácter de Marco se veían en cada rincón de la entidad, Marco había contagiado un nuevo sentimiento hacía el trabajo en todos sus empleados. Y al pasar los dos meses, la recuperación del Banco era evidente e incuestionable, el señor Alfredo quedó muy satisfecho por el trabajo de Marco y accedió a la petición de Marco de otorgarle un premio y unas bonificaciones a él y a sus empleados para estimularlos y premiarlos por el gran trabajo realizado. De esta manera hizo lo mismo que con sus empleados en su primer trabajo, realizó su partido de fútbol en la sala de juntas, les manifestó el aumento, y organizó una gran fiesta de celebración entre todos sus empleados, con lo cual cerró con broche de oro todas sus relaciones sociales, y se abrió camino a nuevas y bellas admiradoras, sin embargo todavía no conseguía romper la resistencia e indiferencia que le demostraba la mujer que lo traía sin respirar, que era la jefe del departamento de contabilidad, una hermosura completa, mona, un cuerpazo, unos ojos azules y sobre todo mucha dignidad, sólo la había tratado dos veces en forma personal y muchas veces en forma laboral, pero en esas circunstancias Marco no proponía nada, porque se concentraba mucho en su trabajo, claro que habían ocasiones en que no podía controlarse y simplemente se salía de la situación para no desconcentrarse. De ella, sólo sabía que era familia del dueño de un reconocido restaurante en Buenos Aires, pero que de todas maneras no era hija de algún ricachón, porque vivían normalmente y sin muchos lujos, sin embargo su acento no era argentino, y Marco no lograba descifrar de qué lugar provenía. En la fiesta que Marco organizó para todos sus empleados fue principalmente con el objetivo de acercarse un poco más a la mujer que lo martirizaba. Sin embargo ella se presentó acompañada del venezolano con que Marco desayuna todos los días en el hotel. Esto dejó perplejo a Marco, quién se desanimó diciéndose a sí mismo: “Que pequeño es el mundo”. Después duró mucho tiempo achantado en su puesto, ya que sus planes se habían venido abajo, sin embargo no faltó mujer que lo invitara a bailar. Bailó una pieza pero se volvió a achantar, trató de animarse y de seguirle el ambiente a la fiesta, pero toda su mente estaba concentrada en esa mujer, que no se paraba de su puesto, ni se alejaba de su compañero. Al fin Marco se atrevió a acercarse a saludar a su primer amigo en esas tierras ajenas, pronto entablaron conversación pero la mujer sólo se limitó a ser observadora, aparentando indiferencia. En plena conversación Lara (el venezolano), se dispuso a presentarle a la mujer a Marco, - “Marco, te presento a una prima, es también de Venezuela, se llama Fernanda.” Marco se la quedó viendo, sintiendo un gran alivio por dentro. Luego de un rato le contestó a su amigo Lara, que ya la conocía, que es más trabajaban juntos. De esta manera surgió una conversación en la cual participaban los tres, y cuyo  centro era Fernanda.
Esta fue una bonita oportunidad en la cual Marco trato de acercarse a la mujer que lo desconcentraba en el trabajo, la que le quitaba el sueño en las noches y la que le había quitado la tranquilidad de su mundo ideal.
De repente en medio de la conversa, José Miguel (el venezolano), se levantó de la mesa donde estaban conversando, -al parecer algunas ‘curvas’ le llamaron la atención, porque se fue como hipnotizado detrás de una mujer, quien sabe para donde, porque no se le volvió a ver la cara por un buen rato ni a él, ni a ella - dejando de esta manera a Marco y a Fernanda solos en la mesa.  Pues bien, en estas circunstancias, Marco comenzó el avance ofensivo, pero la defensiva impuesta por Fernanda estaba muy fuerte, y bien dotada de indiferencia y de cierto toque de antipatía tirando a un aire de dignidad llevado a los extremos.  Marco estuvo insistiendo en mantener una conversación constante, pero Fernanda la reducía a un interrogatorio en donde ella sólo respondía breve y llanamente a las preguntas que le formulaba Marco, frenando en seco cualquier esfuerzo por entablar un diálogo más íntimo. Esto desalentó muchísimo a Marco quien guardó silencio por un buen rato, hasta que decidió cambiar la estrategia; la invitó a bailar. Y esa vez como que sí acertó, porque después de una que otra evasiva, Fernanda decidió aceptar y de esta forma salieron los dos al ruedo. Al principio no era fácil, Fernanda mantenía esa misma muralla de indiferencia que desanimaba a Marco, y aunque él hacía todo lo posible para llamar su atención, no logró avanzar mucho. Estaban bailando una música Pop, que se bailaba totalmente suelta. La cosa siguió igual hasta que el DJ decidió cambiar el Pop por una balada más suave. De esta forma le llegó la oportunidad a Marco, a Fernanda no le quedó otra que acercarse un poco y bailar junto a él, aquí Marco comenzó a hablarle de manera más natural, y es que  sin darse cuenta volvió a ser él mismo, librándose de esa máscara que mostraba una imagen de él totalmente distorsionada. Y mientras bailaban en la pista Marco le hablaba a Fernanda en el oído seria y sinceramente, algo que no había podido hacer desde el principio por andar ‘fanfarroneando’, de modo que en poco tiempo logró sacarle varias sonrisas, hasta el punto que ya estaban conversando. Ella le contaba cosas y él le contaba otras e inconscientemente conseguía hacerla reír, algo que no le era muy difícil cuando estaba con otras mujeres en la Capital de su país. La tanda de baladas se extendió dos piezas más, tiempo en donde Marco seguía charlando con Fernanda en la pista de baile, luego cuando volvieron a colocar la música Pop, la pareja decidió irse a sentar a la mesa, en donde siguieron conversando. La extensa conversa se vio interrumpida sólo con el regreso de José Miguel que apareció en un estado de “Temple” impresionante -no podía mantenerse en pie ni siquiera-. Fernanda decidió irse, para llevar a su primo a casa. Marco se ofreció enseguida a acompañarlos, - claro esta, en taxi, porque ninguno tenía carro propio -. Marco y Fernanda ayudaron a José Miguel, a caminar y a hacerlo llegar hasta su casa, cada uno lo llevaba por un brazo y en varias ocasiones estuvieron a punto de aterrizar en el suelo los tres juntos. Sin embargo lograban sortear bien la situación para mantenerse en pie. Al llegar a la casa de los tíos de Fernanda -en donde vivían los dos primos-, José Miguel entró para descansar de una vez la borrachera, pero Marco y Fernanda se quedaron hablando un buen rato. A lo último Fernanda le dio las gracias a Marco y lo despidió con un beso de hermano, algo bastante estimulante para Marco quien no quiso presionar más por la timidez que lo caracterizaba y por ese romanticismo que lo invadía. De todas maneras para él ese beso de hermano ya tenía mucho significado y valor, puesto que por primera vez se había topado con una mujer que no veía al amor como una diversión, como un pasatiempo, demostrándolo al hacerse respetar y conservando la compostura hasta el último momento, combinando  esa indiferencia que es la que más atrae al hombre y lo obliga a exigirse y a respetar al mismo tiempo, con la decencia del buen trato y la delicadeza. Marco se dio cuenta que esa era una mujer que en realidad valía la pena, sin embargo todavía era muy prematuro pensar en algo serio, y que para personas como él era mejor estar seguro del triunfo antes que celebrar por anticipado. Desde ese día tan importante, Marco se dio cuenta de dos cosas; la primera fue la misma que aprendió su padre muchos años atrás cuando trató de conquistar a su madre -claro esta, en otro tiempo y bajo otras circunstancias, pero la situación es la misma-, y era que “No todas las mujeres son iguales, hay muchas en el mundo que son inteligentes y no viven de las palabras, ni de las ‘fanfarronerías’, y por eso es que estas son mujeres que en realidad valen la pena, puesto que no solo viven de lo material, sino de lo moral, y por ello toman las cosas con seriedad y no como simple pasatiempo.”, Debido a eso con este tipo de mujeres el trato y la misma personalidad de uno deben ser los adecuados, porque tienen el don de ir más allá de lo evidente, y piensan muy bien las cosas y no se dejan engañar por falsedades. Y la segunda cosa importante  de la cual se dio cuenta Marco era que había llegado la hora de buscarse una compañera, ya que tenía las condiciones para poder organizarse si era necesario, también tenía la edad (27 años), un buen trabajo para ofrecer condiciones y además se había dado cuenta que en ese momento y bajo esas circunstancias necesitaba de una mujer, que lo apoyara y que le organizara su vida.
Al día siguiente Marco fue a la casa de Fernanda y la invitó a almorzar. Fernanda no encontró forma de rechazarlo, además tenía a su primo y a su tío quienes ayudaron enormemente a Marco esa vez. En el almuerzo, Fernanda se mostró fría, trataba en lo posible de no hablar con Marco. Marco se mostraba incómodo con la actitud de Fernanda y vio que las cosas no iban a ser tan fáciles como él esperaba. No le estaban saliendo las cosas, y esta vez no fue por culpa de él, ya que se mostró espontáneo y sincero, como era él en realidad. El problema venía de Fernanda, que se había arrepentido del paso que estaba dando, y no se encontraba realmente interesada en Marco, o quién sabe qué otra cosa estaba pasando con ella -supiera Dios que le pasaba por la mente en esos momento, pero de todas maneras ¿Quien es tan sabio para entender a las mujeres?-.
Era Domingo y se la pasaron toda la tarde y parte de la noche juntos, estuvieron paseando por varios centros comerciales, fueron al cine, comieron varias cosas durante la jornada, pero la situación seguía igual, por lo menos parecían unos ‘buenos’ amigos. Marco no decía nada, solamente invitaba y proponía, y  Fernanda aceptaba o rechazaba la oferta. Pero a pesar de que la invitación no tomó un carácter de ‘cita’, sí hablaron mucho y se confiaron muchas cosas, así como lo hacen dos buenos amigos. Marco aguantó la situación y no desesperó, es más, aprovechó la oportunidad para tratar de conocerla mejor. Después de ese día Marco decidió enfriar sus motores y esperar otra nueva oportunidad. Y en el trabajo, aunque seguía sintiendo la misma atracción por ella, trató de controlarse y tratarla como una buena amiga, sin sospechar que de esta forma poco a poco y sin querer iba consiguiendo su objetivo -el de conquistar a la mujer de sus sueños-.
Por otro lado, las relaciones entre Marco y el señor Alfredo (su jefe) iban mejorando cada día más, a medida que Marco iba cosechando nuevos frutos dentro de su carrera como administrador. Su mentalidad innovadora, su humanismo, su poder de mando y su actitud de trabajo eran cualidades que hacían sobresalir a Marco en medio del gremio administrador contemporáneo. De la misma forma Alfredo Morano, el jefe de Marco, le iba brindando cada vez más su confianza al considerarlo como su empleado estrella. Y con el transcurrir del tiempo don Alfredo nombró a Marco asesor financiero en varios de sus negocios, lo cual le significaba a Marco más trabajo y al mismo tiempo una gran remuneración en su sueldo, y con esto tenía más facilidades para enviarle ayuda a su familia en La Samaria.
Un día que Marco comenzaba a las seis de la mañana, hora en la cual se alistaba para irse para el trabajo. Al llegar al Banco trabajaba intensamente hasta el medio día en donde suspendía sus funciones para almorzar, tiempo que aprovechaba para invitar a alguna “amiga” entre las cuales estaba Fernanda, que era la más reincidente, pero a pesar de esto Marco ya no hacía mucha fuerza para lograr algún resultado con ella. Después del almuerzo, seguía trabajando en el Banco, hasta las tres, tiempo en el cual se desplazaba a algunas empresas de Alfredo Morano para recoger informes y sacar luego boletines y planes de trabajo para mejorar la producción de cada una de las empresas de las cuales él era el asesor. De esto se desocupaba la mayoría de veces a las cinco de la tarde, cuando se trasladaba para su casa a descansar, comer y elaborar los planes de trabajo. Luego se ponía a escuchar música y a recordar viejos tiempos, acompañado de la música que escuchaba en su grabadora, con un tambor que se había conseguido de pura casualidad con un viajero brasilero con el cual se encontró un día en el restaurante del hotel. Y dependiendo de su estado de ánimo y su resistencia física, Marco se atrevía a invitar a alguna amiga a comer, pero esto era muy raro, ya que la mayoría de las veces Marco terminaba muerto del trabajo. Lo que sí hacía riguroso dos veces a la semana era llamar a su madre a La Samaria, para enterarla de los últimos acontecimientos que le habían ocurrido, además de preguntarle por el estado en que se encontraban en su tierra natal todos sus seres queridos, de esta forma les digo que una gran cantidad del sueldo de Marco se le iba en las cuentas telefónicas, porque cuando Marco hablaba con su madre, no omitía ningún acontecimiento que le hubiese ocurrido y después de esto venía la sesión de consejos por parte de su madre.
Para Marco ya no era un obstáculo el estar viviendo en otro ‘mundo’, poco a poco se había adaptado a las circunstancias, al crear él mismo su propio ambiente, claro está, que nunca perdió su vínculo con la tierra que lo vio nacer y por la cual suspiraba cada vez que se ponía a recordar. Y es que para él,  el mayor anhelo que tenía, era el de volver a su tierra, trabajar para su gente y cambiar muchas cosas con base en sus capacidades, porque ya tenía la experiencia y los conocimientos que necesitaba para lograr crear una realidad perfecta en teoría. Sin embargo le faltaba el dinero para poder llevar esa teoría a la realidad. Su objetivo era sacar el dinero que no podía conseguir en su tierra, en otros lugares, además de ganar experiencia y conocimientos al conocer otras culturas, para poder regresar a su tierra y sembrar del fruto que él había producido en otras.
Mientras tanto Marco seguía haciendo bien su trabajo y ganándose cada vez más la confianza de su jefe, hasta el punto de que el señor Alfredo le abrió las puertas de su casa sin ninguna discriminación, considerándolo como un familiar más de su familia. De esta forma llegó un tiempo en que Marco y el señor Alfredo pasaban mucho tiempo juntos, intercambiando ideas sobre los diferentes negocios, hasta el punto en que Marco iba muy poco a la oficina, porque se la pasaba acompañando al Señor Alfredo en sus visitas diarias a cada una de sus empresas. Durante este recorrido Marco tenía siempre la última palabra de lo que se debía hacer en materia financiera, mientras que el señor Alfredo simplemente aprobaba las decisiones de Marco. Dentro de estas circunstancias el señor Alfredo invitó en una ocasión a Marco a cenar en su casa, después de una agotadora jornada de trabajo, y fue ahí en el comedor de la casa de su jefe, donde Marco conoció a Jeny, la hija del señor Alfredo, -una hermosura en todo sentido, ojos azules, piel de porcelana, cabello rubio y un “cuerpazo”, difícil de resistir-.  Marco desde el primer momento se estremeció ante su presencia, Jeny era una joven muy encantadora y muy exótica, pero Marco se vio muy limitado y trató de soportar el impulso de su presencia, con gran disimulo y naturalidad, lo cual provocó en la misma Jeny mucha curiosidad y extrañeza, al encontrar el primer hombre que no haya caído bajo el embrujo de su belleza.
Marco siguió frecuentando la casa del señor Alfredo, por asuntos de negocios, pero estas visitas seguían inquietando a Jeny que decía: -“¿De que estará hecho ese hombre que ni siquiera me voltea a ver? La curiosidad poco a poco se iba convirtiendo en interés, a pesar de que sólo  había intercambiado algunas palabras con Marco en las comidas con la debida supervisión de su padre, que no dejaba que se pasara de la raya con sus indiscretos interrogatorios. Sin embargo, en una ocasión las circunstancias fueron propicias para un acercamiento más íntimo. Marco fue a la casa de su jefe para rendirle un informe detallado de la actual situación del Banco, pero el señor Alfredo no se encontraba. Sin embargo, la que lo atendió fue la misma Jeny en persona, quien lo hizo pasar a la sala con el único propósito de hablar con él, y someterlo a un seductor interrogatorio. Jeny le dijo a Marco que esperara a su padre, que no tardaba en llegar -claro está que era mentira-. Marco se sentó en la sala a esperar, mientras que Jeny buscaba algo de beber para brindarle. Cuando le trajo un vaso con refresco, se dispuso a hacer efectivo su interrogatorio comenzando con las típicas preguntas que no conllevan a nada, pero que forman el ambiente para una conversación posterior como son: ¿Y cómo anda el trabajo?, ¿Que tal te ha ido? Después ya entrado en la conversación llega el primer zarpazo: -¿Tienes novia? Cuando Marco respondió que no, no tenía ni idea de qué consecuencias le iban a surgir a partir de esa respuesta. Luego siguieron conversando tranquilamente, hasta que llegó el segundo zarpazo: -¿Siempre eres tan serio? (‘Palabras mayores’). A lo que Marco respondió sinceramente que no siempre, aunque su estado normal era el de estar serio. Después llegó otra pregunta indiscreta: -¿Qué haces para divertirte? -No mucho, aunque a veces salgo con algunos amigos o amigas, que son muy pocos. -respondió Marco-. Y por último llegó el gancho al hígado: -“Que tal si me invitas a salir algún día. De esta manera aprovechas y conoces más gente.” Marco no sabía que responder. Sin embargo se le ocurrió una  brutal evasiva: -No lo sé. ¿Será que tu padre se demora más? Tengo muchas cosas que hacer en la oficina. Y de esta manera, aprovechó la situación para emprender una penosa retirada. Marco, no volvió por mucho tiempo a esa casa, y cuando su jefe lo invitaba, él lo evadía, estaba inseguro de sí mismo, estaba más que todo descontrolado por una “cosquillita” en el costado, que estaba a punto de volverlo loco. De esta manera prefirió regresar a su tranquila oficina, en donde tenía a su otro martirio que era Fernanda, quien sin darse cuenta lo había echado de menos al no volverlo a ver después de unas semanas, y por eso, cuando vio a Marco entrar por la puerta de su oficina, saltó de su escritorio sin querer, y de pura alegría se le abalanzó con los brazos abiertos. Esta situación dejó fuera de foco a Marco, quien no estaba acostumbrado a esa clase de recibimientos y mucho menos por parte de Fernanda, quien al pasar el impulso, le ofreció disculpas a Marco y trató de disimular lo que había pasado, que sin querer revelaba todo lo que ella estaba sintiendo. Marco se vio sorprendido ante esta nueva situación, preguntándose a sí mismo: ¿Y  ahora que pasó? ¿Será la colonia, que compré la semana pasada? Cuando reflexionó sobre la situación se vio muy confundido, ya que en otros tiempos habría saltado de felicidad si Fernanda se le hubiese lanzado en sus brazos, pero ahora con la existencia de Jeny, la despampanante Jeny que lo estaba volviendo loco, ya no sabía ni que hacer, ni que sentir. De tal manera, que Marco se mostró insensible ante la nueva manifestación de amor que le hizo Fernanda -a decir verdad, entre esas dos bellezas, cualquier hombre se volvería loco si tuviese que escoger entre una de ellas-. Fernanda lució muy preocupada, y como decepcionada, esperaba que Marco por lo menos la invitara a cenar o algo por el estilo, para poder así, estar cerca de él, ya que ella sabía muy bien que Marco sentía una gran atracción por ella, pero en lo que no estaba segura  era que si ella sentía alguna atracción por él, pero en esa ocasión no le quedaba alguna duda de lo que sentía por Marco -la ausencia surgió efecto-. Sin embargo, pasaron los días y la preocupación de Fernanda aumentó cuando vio entrar al despacho de Marco a una joven muy bien parecida -bastante competente para su belleza-, que en últimas se trataba de Jeny, que comenzaba una ofensiva masiva en contra de Marco. Cuando Marco la vio entrar en su oficina, le comenzaron a temblar las piernas, y comenzó a tragar en seco grandes cantidades de saliva. Jeny observó el cambio en Marco y decidió aprovechar las circunstancias para atacar. Supuestamente su visita tenía como objetivo llevarle un informe de su padre a Marco, pero la conversación que ella le planteaba no tenía nada que ver con las finanzas y mucho menos con las relaciones empresariales, sencillamente siguió con el indiscreto interrogatorio que no había podido terminar días atrás en su propia sala. En la conversación llegó un momento en que se paró y se le acercó Marco hasta sentarse en el escritorio, exactamente enfrente de él -Marco decía en su interior: “¡Hay mi madre! Ya se me vino”-, luego Jeny hizo la pantomima que sentía calor y comenzó a desabotonarse la camisa. La escena iba transcurriendo a una velocidad impresionante, Marco no se dio ni cuenta en qué momento Jeny se había desecho de buena parte de su ropa, dejando al descubierto toda su “petchonalidad”. La cuestión ya iba a tomar ‘altura’, pero de pronto sonó un golpeteo en la puerta. Era Fernanda que estaba tocando, a la puerta, desesperada por la curiosidad y estimulada por los celos. Jeny se vistió en un dos por tres, y en dos segundos ya estaba lista para disimular la situación. Mientras que Marco no volvía en sí, después de semejante espectáculo ‘audiovisual’. Sin embargo, cuando abrió la puerta logró disimular muy bien la situación, atendió a Fernanda con toda naturalidad, a pesar de no despejar en ella la duda, y en un momento la despidió y cerró la puerta de su oficina. Aprovechando la ocasión para despedir a Jeny, diciéndole en voz baja: -Por Dios, casi me metes en un problema. No ves que tu padre es mi jefe. Por favor te pido que no vuelvas a hacer eso. Si quieres estar conmigo, tiene que ser en el lugar y en el momento indicado, sino, olvídate. Ella se echó a reír, y le dijo: -Está bien. Despreocúpate. No volverá a ocurrir, tú solo escoge el sitio y el momento.
Después de esto se marchó, dándole un beso en la boca a Marco. Marco quedó en el limbo, no sabía ni que pensar, luego volvió en sí y se dijo a sí mismo: -¿Será el perfume? Al rato entró Fernanda a la oficina, invadida de los celos. Le preguntó a Marco qué era lo que quería esa señorita. -De señorita no tiene nada. -Murmuró en voz alta Marco-.
-¿Que dices?
-No, nada. Si supieras de la que me salvaste.
-¿De qué? Si se puede saber. -refutó Fernanda con tono desafiante-
-De nada, mejor es que no lo sepas. Y luego de un rato, Marco le preguntó a Fernanda: -¿Quieres cenar conmigo esta noche?
Fernanda rechazó la proposición, aunque dentro de sí misma estuviera diciendo que sí. Marco aceptó con resignación la negación. Sólo esperó el momento de la salida y se fue sólo a comer a un restaurante, quería pensar bien las cosas, no le parecía honesto traicionar de esa manera la confianza que le había dado su jefe, quien le había abierto las puertas de su casa, como para que él sacara partida de la situación  abriéndole las piernas a su hija. Sin darse cuenta Marco fue a comer al restaurante del tío de Fernanda. Estaba tan retraído en su pensamiento, recordando las “hermosas imágenes” que había visto por la tarde, y tratando de buscar una solución viable a su problema, que no se dio cuenta, de que Fernanda había llegado también al restaurante, como lo hacía de costumbre después de su trabajo. Fernanda en cambio, sí se percató de su presencia y se conmovió tanto por la situación de Marco que decidió acompañarlo. Se le sentó enfrente diciéndole: ¿Aún estoy invitada? Marco sólo le dijo que se sentara, que en realidad necesitaba de su compañía. Fernanda le preguntó que le pasaba, y Marco respondió con la verdad. Verdad que le dolió mucho a Fernanda al principio, pero que la dejó en cierto modo tranquila al final. Después de un minuto de silencio entre los dos, en el cual Fernanda no logró contener su enojo. Esta vez fue Marco quien preguntó que pasaba, alzándole con delicadeza la barbilla. Fernanda respondió que nada, pero después preguntó: -¿Por qué quieres estar conmigo, si estas enamorado de ella? Marco respondió de inmediato que no estaba enamorado de ella, que simplemente era ella la que lo estaba acosando. Y que con respecto a la relación que ambos tenían (Fernanda y Marco),  Marco le dijo que: -Nosotros sólo somos lo que tú has querido que seamos. Y que todo lo que pueda ocurrir entre nosotros depende de ti y sólo de ti.

                   *                 *                 *                 *

Después de un mes en que Marco y Fernanda formalizaron sus relaciones, vivieron una hermosa e intensa vida de enamorados, así como lo vivieron Joaquín y Cristina en ese mes eterno en La Samaria. Pero desgraciadamente la felicidad no fue absoluta, y durante ese tiempo tan dulce, surgieron dos nuevos percances que ocasionaron mucha amargura entre los dos enamorados. El primero, fue Jeny quien se sintió burlada y decidió poner a su padre en contra de Marco, acusándolo de varias calumnias. La otra fue que los padres de Fernanda, le comunicaron el deseo -que más bien era una orden- que se devolviera a Venezuela, esto más que todo porque no confiaban en la personalidad de Marco -sin conocerlo siquiera-. El primer problema le costó el empleo, tanto a Marco como a Fernanda porque el señor Alfredo hizo lo imposible por martirizarle la vida a Fernanda, hasta que ésta renunció, y al ocurrir esto Marco también presentó su carta de renuncia, y al quedar Fernanda sin trabajo hizo más fuerte la presión de sus padres para que ella se devolviera a Venezuela. Por otra parte a Marco no le perjudicó mucho esta adversidad, porque dos días después había recibido dos nuevas ofertas de trabajo. Pero lo que realmente le preocupaba era el segundo problema, que era la partida de su querida Fernanda, que ya parecía inevitable.
El nuevo trabajo de Marco era más exigente, pero al mismo tiempo más gratificante en el aspecto económico. Al posesionarse en su nuevo trabajo, Marco le consiguió un nuevo empleo a Fernanda, pero sin embargo, ya era demasiado tarde, la decisión de los padres de Fernanda, de que esta volviera al seno del hogar era ineludible, hasta los mismos padres viajaron a Buenos Aires para llevarse a su hija a casa. Marco en su intento desesperado por retener a Fernanda habló con sus padres, hasta llegó a pedirles formalmente la mano de Fernanda, pero ellos dudaron de las palabras de Marco porque pensaron que era un recurso para retenerla en Buenos Aires. Además no creían en el amor que sentía Marco por Fernanda, por el corto tiempo en que estuvieron de novios. Todo fue inútil, Fernanda se fue de Buenos Aires y esta vez para siempre. Al principio Marco no supo que hacer, no se hallaba sin la presencia de Fernanda, vivía solo en base a su trabajo, pero con la mente pensando en la mujer de sus ojos -en pocas palabras: “Tenía su cuerpo en Buenos Aires, pero su alma estaba en Caracas”-. No podía abandonar tan fácilmente su trabajo para irse en su búsqueda, ya que había firmado un contrato por año y medio, y además de su trabajo estaba dependiendo el bienestar de su familia en La Samaria. Era una situación muy difícil para Marco, no se resignaba a haber perdido para siempre el amor de su vida, sólo hallaba consuelo cantando vallenatos. Tanto así que su disco preferido llegó a ser en ese tiempo la famosa “Molinera” de Rafael Escalona.
Transcurrieron tres meses dentro de esa tortura, pero Marco no soportó más y decidió buscar a su amor secuestrado por una paternidad sobre protectora. Y de esta manera se le presentó a su jefe y le pidió permiso para ausentarse dos semanas, por motivos personales. A pesar de todas las ofertas que le hizo el jefe para que se quedara Marco estaba totalmente decidido a irse, obligando así a su jefe a concederle el permiso así fuera a regañadientes. Dado el permiso, dejó todo listo en su trabajo conforme a su estricta disciplina, luego agarró el primer vuelo a Caracas, pero antes pasó por donde su fiel amigo Lara (el venezolano) a quien le preguntó por el paradero de Fernanda en Caracas. Hecho esto agarró sus maletas y visitó por segunda vez el sitio más extraño para él en Argentina, aquel que le dio la bienvenida cuando pisó por primera vez el suelo “gaucho” (El aeropuerto), el cual, le pareció tan extraño como la primera vez que estuvo en ese lugar.
Cuando llegó a Venezuela, buscó un hotel para dejar el equipaje. Después salió corriendo a ubicar la dirección de Fernanda, la cual le había suministrado su amigo Lara en Buenos Aires. Al estar enfrente de la supuesta casa de Fernanda en Caracas, Marco esperó un buen rato, para cerciorares de que fuera verdad de que Fernanda vivía en ese lugar. Al cabo de dos horas, se estacionó un taxi enfrente de la casa, del cual se bajaron dos mujeres, entre ellas iba Fernanda, la otra era totalmente desconocida para Marco, pero también era joven y bonita, es más se veía un poco más joven que Fernanda. En este momento, Marco aguantó las ganas de lanzarse en busca de la joven, quien entre otras cosas había cambiado de peinado, llevaba el pelo más largo y suelto, al contrario de como lo llevaba cuando estaba en Buenos Aires, corto hasta los hombros y en muchas ocasiones recogido con una cola de caballo. Marco se contuvo, porque tenía muchas cosas que hacer antes de presentarse ante ella, y porque además de tratar de impactarla, lo primordial era impactar a sus futuros suegros, que no habían creído en él. Marco utilizó todo el tiempo de la tarde entre las cuatro y las seis para arreglar la sorpresa que le iba a dar a Fernanda. Primero se fue a una peluquería en donde se hizo un corte de pelo más formal, es decir más corto, porque debido a la situación en que se veía envuelto con un trabajo fuerte y el corazón partido en mil pedazos, no le había dado tiempo de dedicarse un tiempo a sí mismo. En el mismo lugar pidió afeitarse a lo niño quinceañero. También desde la peluquería mando a ordenar cinco arreglos florales a una floristería, para que los llevaran a la casa de Fernanda a las siete de la noche, cada uno portaba una tarjeta que decía: PARA LA SEÑORITA FERNANDA: “LLEGARE PRONTO. TE QUIERO MUCHO. POR FAVOR ESPÉRAME”. Esta nota confundió mucho a Fernanda que sospechó por un instante que Marco hubiese sido el autor de esa frase, sin embargo en definitiva, se resistió a creerlo. Marco mandó también a contratar a unos “mariachis”, para ponerle una serenata a Fernanda a las doce de la noche. Hasta ahí, todo marchaba bien, pero el problema era la otra música con la cual Marco quería contar, porque para hacer su acto completo, Marco quería contar con un conjunto vallenato para que tocara después de los mariachis, y darle así su toque cultural al asunto. Para esto, Marco tenía que contar con un grupo de compatriotas, lo cual no le pareció tan difícil de encontrar en Venezuela, que es uno de los países que tiene grandes colonias de colombianos. Sin embargo ya iba llegando la hora de la “verdad”, y todavía no había conseguido a alguien que tocara la caja y la guacharaca, eso sí había encontrado a docenas de colombianos en Caracas pero ninguno de ellos, sabía tocar algún instrumento vallenato. Al fin llegada la hora consiguió reunir a un grupo completo de Vallenatos que sabían tocar de todo y no le costó mucho trabajo convencerlos de que tocarán, puesto que la distancia y la nostalgia además del motivo fueron suficientes para ellos para tocar gratis toda una noche. Llegaron a la hora precisa  -las doce de la noche-. Al principio, todos en la casa de Fernanda estaban intrigados, primero cinco arreglos florales sin un autor definido, y luego una serenata. El papá de Fernanda estaba muy alterado y muy nervioso al mismo tiempo por la situación, pero cuando abrió la puerta de su casa  para averiguar quién era el culpable de toda esa intriga, se encontró con Marco. En este momento no se atrevió a decir nada, en parte se alegró, porque el haber visto a su hija tan triste durante esos tres meses que habían estado en Caracas, le había hecho comprender que el habérsela llevado de Buenos Aires había sido un terrible error, porque le  había quitado al rostro de su hija la alegría  que producía en ella la ilusión del amor, por puros celos paternales. Y al ver a Marco parqueado en la puerta de su casa con unos mariachis, el señor Lorenzo -el padre de Fernanda- recapacitó y volvió a recordar que el amor no tendrá nunca fronteras, “si en verdad se ama”. El volver a ver a Marco, creó en Lorenzo -un hombre puramente conservador, pero justo en su forma de actuar -un sentimiento de culpa, por haberse equivocado en principio con Marco, y sobre todo por haberlo juzgado tan mal, ya que el día en que Marco se entrevistó con él, no le dio ni una oportunidad de expresar lo que sentía por Fernanda, simplemente hacía caso omiso a todo lo que Marco le decía, minimizando y menospreciando los sentimientos que Marco le expresaba.
Por otra parte Fernanda seguía con la expectativa de lo que estaba pasando afuera de su casa, no se atrevía a asomarse ni siquiera por la ventana, por miedo a darle motivos a algún pretendiente indeseado de cortejarla. Sólo permanecía en su cama en compañía de su hermana, retraída, pensando en millones de cosas que le ayudaran a ignorar la música de los mariachis. Pero a pesar de ello, su hermana la empujaba y la animaba a asomarse, haciendo que la curiosidad la invadiera y estuviese a punto de derrumbar su fuerza de voluntad. La curiosidad mataba a Fernanda, que se dirigía a la ventana, pero se devolvía al acercarse a ella. La indecisión continuó, hasta que la madre de Fernanda, la señora Alicia, entró en la habitación de sus hijas. Fernanda le preguntó enseguida: -¿Quién es mamá?  Y su madre Alicia dirigiéndose a Fernanda le preguntó con sorpresa: -¿Es que no te has asomado aún? Es nada más y nada menos que tu novio de Buenos Aires. Fernanda estalló de felicidad, corriendo hacia la ventana. Cuando logró abrirla para asomarse, buscó desesperadamente a Marco con su mirada. El estaba ahí, afeitado, motilado y vestido como para un matrimonio, con saco y corbata. Fernanda no podía aguantar la alegría, casi que sale a su encuentro sin darse unos toques en su apariencia, que de no ser por su hermana y su madre, que la contuvieron y trataron de arreglarla un poco, Fernanda se hubiera resfriado si hubiese salido al encuentro con Marco en la calle con su “pequeña” y “desprotegida” pijama.
El encuentro fue emotivo, Fernanda arremetió enseguida contra los labios de Marco, y acogiéndose al calor de sus brazos. Los mariachis no paraban de tocar, mientras que los padres y la hermana de Fernanda miraban con aprobación la tierna escena. Y después que terminaron los mariachis, entraron a la casa donde continuó la música vallenata, con la cual Marco recordó sus épocas como músico, en el colegio y en la universidad, en donde en ocasiones le tocaba cantar. Así fue, como él mismo le cantó a su amada Fernanda la dichosa “Molinera” y el impecable “Pirata” del maestro Escalona. De esta manera la serenata se extendió hasta las tres de la mañana.

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Marco duró una semana completa en Caracas junto a Fernanda, semana en la que aprovechó la oportunidad para pedir formalmente la mano de Fernanda a sus padres. El único problema que se presentó al principio era que la boda tenía que ser de inmediato, porque sólo tenía permiso de dos semanas en su trabajo, y ya había transcurrido una, y no podía irse con Fernanda a Argentina, porque Lorenzo, no lo permitiría, y Marco no podría volver a Caracas hasta cumplir un año de trabajo -según las reglas de la empresa en la cual estaba trabajando Marco-, por lo tanto de ser por esta alternativa, Marco y Fernanda no estarían juntos sino después de un año, algo que ninguno de los dos consentía, así que los padres de Fernanda no tuvieron otra alternativa que aceptar el fugaz casorio. De esta forma siendo domingo, se programó la boda para el viernes de la siguiente semana. Así que Marco tenía que viajar de inmediato a La Samaria a comunicarles a sus padres sobre su determinación de casarse con Fernanda. Y así lo hizo Marco, ese mismo día se despidió de su prometida en el medio día y viajó rumbo a La Samaria en un “Lechero” (un avión de trasbordo, que hacía escala en la Capital). Marco regresó a su tierra cuando la tarde moría. Cuando llegó, se sintió asfixiado por el intenso calor y sintió ganas de devolverse, pero cuando logró ver el mar desde la sala de espera del aeropuerto, y volvió a ver ese hermoso atardecer que sólo había podido ver en su tierra cuando el astro sol que calienta sin misericordia a La Samaria durante el día, se sumerge en el inmenso mar, dándole paso a la suave brisa marina, que se mezcla con los vientos que bajan de la Sierra, y que a veces forman el famoso ciclón, característica propia del clima de La Samaria, quedó embrujado y encantado por aquella terapia que hacía años que no veía. Marco recogió su equipaje, y tomó un taxi hasta su casa. En el camino observaba a esa ciudad que tanto amaba y que tanto había deseado volver a ver desde su exilio. No había cambiado nada, todo estaba intacto, uno que otro edificio nuevo, pero más nada -pensaba Marco dentro de sí mismo-. Llegó a su casa, en donde nadie lo esperaba. Tocó a la puerta. Escuchó la voz de su padre, y se sintió incapaz de responderle, por el gran sentimiento que le causaba ese momento. En el camino pensó en muchas cosas menos en qué haría en el momento en que se encontrara de nuevo con su familia después de un año y medio de ausencia. Durante todo el viaje de regreso a su verdadero hogar su mente estuvo abstraída por la emoción que le producía su matrimonio y la sensación de haber vuelto a su tierra después de seis años, cuando estuvo por última vez en La Samaria, cuando sus dos abuelos murieron.
Su padre preguntaba detrás de la puerta: -¿Quién es? Pero Marco era incapaz de responderle, simplemente no le salían las palabras de la boca, pero sí le salían muchas lágrimas de los ojos. Joaquín se atrevió a abrir la puerta, se había asomado por el “ojo mágico”, pero solo había visto a un hombre al cual él no reconocía,  que llevaba un saco en el hombro, unas gafas oscuras sobre la cabeza y una enorme maleta con un maletín ejecutivo.  Cuando abrió la puerta, se lo quedó viendo fijamente como diciendo “A este tipo yo lo he visto en algún lado. ¿Dónde será?”, Pero lo que más le extrañó fue cuando notó que el hombre estaba llorando. Joaquín seguía sin reconocer a su propio hijo, hasta que por fin, de la boca de Marco salieron palabras en medio de llantos – ¿Cómo estas papá? La impresión fue grande para Joaquín, quien agarró a su hijo entre sus brazos y comenzó a llorar como un niño. Al rato se asomó al umbral Cristina, quién se asustó al oír unos llantos en la puerta, al reconocer a Marco se le lanzó también inconsolable. La última que salió a recibirlo fue su hermana Isabel, que no sabía como reaccionar ante la situación y se quedó impávida observando la escena. Cuando Marco la vio se impresionó porque simplemente no lograba reconocerla, estaba hecha toda una mujer, y sintió nostalgia por haber estado ausente tantos años alejado de su verdadera familia.
Después de la calurosa bienvenida, Marco fue al grano e informó a su familia de su nuevo proyecto. -Me caso anunció con seguridad Marco -, y enseguida retumbaron dos preguntas en la reunión: ¿Cuando? Y ¿Con quien? Marco puso al tanto a toda su familia de todo los aconteceres de su vida hasta el momento, con todos sus pelos y señales, tanto así que cuando fueron a ver, ya eran las doce de la noche en La Samaria, y todos estaban muertos del cansancio.
Durante los tres siguientes días Marco se dedicó a recorrer a su ciudad y recordar su feliz niñez en esa tierra feliz por naturaleza y esclava por actitud y mentalidad. Marco también se dedicó a pasar el mayor tiempo posible con su familia y a tratar de solucionar ciertos problemas económicos que estaban sufriendo ellos, con una gran cantidad de dinero que había estado ahorrando y que decidió utilizarla para poder realizar su viaje y cubrir todos los eventos que necesitara para él mismo, como lo era su matrimonio y los pasajes y estadía de su familia en Caracas, para que pudieran asistir a su boda.
 De esta forma, llegó el jueves y la familia Calderón se dispuso a viajar a Caracas, para acompañar al primogénito de la familia a su boda. Al llegar a Caracas se instalaron en un hotel, y luego se hicieron las debidas presentaciones con la familia de Fernanda. A Cristina le encantó el porte y el físico de Fernanda y dio de inmediato su aprobación, por el lado de Joaquín no hubo ningún problema, ya que siempre adoptaba la posición de apoyar a su hijo en todo lo que él quisiera
Al día siguiente todo estaba listo, a las diez de la mañana se llevaría a cabo la ceremonia en un juzgado, ya que se tuvieron que casar por lo civil al no tener tiempo de recibir las amonestaciones para poder casarse por la iglesia, que era lo que en realidad querían.
La ceremonia fue corta, pero el beso fue bastante largo. La fiesta fue despampanante, Lorenzo el padre de Fernanda hizo un gran esfuerzo para darle una gran fiesta a su hija. Al día siguiente de la ceremonia la joven pareja se fugó a Buenos Aires, donde pasaron una corta luna de miel, recordando los buenos tiempos, cuando los dos eran novios. En eso fue que se basó, la luna de miel en recordar y compartir lo buenos momentos que pasaron en la capital Argentina, acompañado claro de un intenso y agotador trabajo en las noches en donde se consumían el uno al otro a punta de amor. El lunes, ya Marco había regresado a trabajar, su familia ya había regresado a La Samaria después de pasar tres días en Caracas, disfrutando de unas cortas vacaciones por cuenta de Marco.

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En el tiempo que siguió Marco se dedicó a reunir capital, trabajando fuertemente y cosechando nuevos triunfos, y ganándose la confianza de sus jefes, para ir ascendiendo en su escalafón e ir consiguiendo unos mejores ingresos para poder aumentar su nivel de vida.
Después de tres meses de convivencia la joven pareja sufrió de la ausencia de la familia, y como nunca ninguno de los dos la habían sentido. Hasta el punto de tener algunos problemas de discusiones, ya que Fernanda se deprimía mucho sola en su casa. De manera que a veces le formaba unos buenos ‘sambembes’ a Marco, debido a la nostalgia que sentía por estar lejos de su familia. Y fue así, como en Noviembre, Marco con un poco de más holgura económica, mandó traer a la Argentina a su hermana Isabel y a la hermana menor de Fernanda, Gabriela. Con el objetivo de que se quedaran a vivir con ellos en Buenos Aires. De esta forma logró calmar la nostalgia que sentía  Fernanda en ese tiempo. Luego a finales de Noviembre, Marco decidió montar un restaurante, y con esto mandó a viajar a toda su familia a Buenos Aires para que se instalaran definitivamente allí, y así poder estar siempre juntos y en familia. Marco había logrado muchos triunfos para el grupo de empresas para el cual estaba trabajando, así que todo lo que él pedía, en la mayoría de las veces era concedido casi que sin ninguna discusión. El trabajo de Marco se traducía en ganancias para cualquier empresa que dispusiera de sus servicios, de manera que su trabajo era muy bien remunerado por la rentabilidad que lograba a base a su trabajo. De esta forma los ingresos de Marco eran grandes y el restaurante le ayudaba también a cubrir los gastos. 
Cuando llegó Diciembre se presentó un nuevo problema entre Marco y Fernanda. Fernanda quería viajar a Caracas junto con su hermana para pasar la Navidad con sus padres y Marco se oponía a pasar su primera Navidad como hombre casado y comprometido, lejos de su mujer. Esto ocasionó una serie de disgustos entre ellos. Pero la verdad es que Marco estaba preparándole una sorpresa a su esposa; le iba a traer a sus padres a Buenos Aires, para que pasaran la Navidad juntos, como una gran familia, así como la vivieron los Calderón y los padres de Cristina, cuando Don Rodrigo todavía estaba vivo.
Durante este tiempo Fernanda pasó dos días molesta con Marco, y durante el último día no le dirigió ni siquiera la palabra, lo cual molestó a Marco, ya que por tratar de hacer un bien, le estaba yendo muy mal. Al cuarto día bien temprano, Marco levantó a su mujer, la vistió y la bañó él mismo a la fuerza, después la obligó a que lo acompañara al aeropuerto. Así mismo le avisó a su cuñada, para que lo acompañase también. Fernanda no comprendía la actitud de su esposo, que jamás le había exigido algo y que jamás se había comportado como lo había hecho ese día. Ella en un principio pensó que estaba muy molesto por su actitud y luego, sólo decidió seguirle la corriente. Ese día Marco, abrió los ojos con un fuerte ímpetu de ternura y amor hacia su esposa, a pesar de estar en una de esas llamadas crisis conyugales, en la cual él estaba siendo la víctima. De esta forma vio a su mujer al lado suyo y la levantó con un fuerte beso en los labios que terminó en un mordisco cruel, que molestó bastante a Fernanda. Luego le dijo que lo acompañase al aeropuerto en ese momento, a lo cual Fernanda se rehusó a pesar de la tierna súplica de Marco. Así que Marco se vio obligado a cargarla a la fuerza, desvestirla de la misma manera, y bañarla el mismo. De esta manera tuvieron una pasión matutina en medio de una crisis conyugal. Fernanda se sentía mal y atropellada por la actitud de su esposo. Pero Marco la llenó de besos y caricias mientras estaban en el baño, algo que le diezmó la furia inicial, cambiándosela por una extraña atracción enojosa. Cuando salieron del baño, se vistieron y se fueron al aeropuerto. Donde esperaron en silencio los tres, sentados en una banca, sin aportar una sola palabra de ningún tipo, aunque se podía ver la diferencia entre los semblantes de Fernanda y de Marco. En Fernanda dominaba un semblante de extrañeza y de molestia, mientras a Marco se le veía sereno, satisfecho y con una risa interior que se le notaba con sólo verle los ojos -esto molestaba más a Fernanda que se sentía como utilizada-. Pero de pronto sonó la bocina, anunciando la llegada de un vuelo procedente de Caracas. Marco se levantó y dijo: -Ya llegaron. A Fernanda le atacó la curiosidad y preguntó que quienes habían llegado. Marco sólo respondió que unos socios de la empresa que venían de Caracas. Fernanda lució desilusionada. Cuando se pararon a esperar por la puerta de salida del vuelo, las dos hermanas comenzaron a hablar entre sí restándole atención a los pasajeros que salían por la puerta, es más a últimas hasta le dieron la espalda en forma grosera a Marco. Después de un rato, Marco le tocó el hombro a Fernanda y le dijo: -Mira mi amor, te presento a los socios que estábamos esperando. Fernanda brincó de alegría cuando vio que se trataban de sus padres. Las dos hermanas que se habían mostrado molestas por la actitud de Marco de no dejar que pasaran la Navidad con sus padres, ya no sabían como dirigirle la palabra a Marco, ya que ambas le habían hecho desaires, por esta situación. Durante todo el camino a casa las dos hermanas guardaron silencio, y se limitaban a dialogar con sus padres, mientras que Marco soportaba en silencio, la indiferencia de las dos ingratas. Cuando llegaron al apartamento en donde Marco, Fernanda y Gabriela vivían -porque la Familia de Marco vivía en el apartamento del frente- Marco descargó el equipaje de sus suegros y salió naturalmente a su trabajo, ya se le notaba en sus ojos lo molesto que estaba. Fernanda que ya había aprendido a ver a través de los ojos de su marido, observaba con temor su semblante, pero no se atrevía a verle los ojos. Fernanda y Gabriela se sentían muy mal con Marco por la forma como lo habían tratado durante los últimos días.
Sin embargo cuando Marco llegó a la casa a las nueve de la noche, encontró a toda su familia reunida con la familia de su esposa en la casa, de tal forma que se dispuso a entrar en la reunión como si nada, sin embargo en  sus ojos se le notaba lo enojado que estaba. Su madre y hasta su hermana lo habían notado apenas que lo vieron. Y así estuvo hasta que terminó la reunión, y hasta que todos se fueron  a dormir. Fue entonces cuando Marco se quedó en la sala tomándose un Güisqui, sentado en el sofá, pensando miles de cosas. Al rato se le acercó Fernanda dispuesta a todo para lograr su perdón, en esto comenzó diciéndole: -Perdóname Nenito -así le llamaba a Marco-, trata de comprenderme. Yo no sabía lo que tú habías planeado. Ahora me arrepiento de haberte tratado así pero esa no fue mi intención, tú sabes que yo te adoro, y sé que “Te negué mi cariño y ahora te debo mi felicidad”. Marco se conmovió con estas palabras  y le contestó: -No sabes cuánto me has hecho sufrir, “pero con una palabra tuya bastaba para sanar”. Sólo espero que comprendas que por el amor que te tengo estoy dispuesto a mover cielo y tierra, y por amor es que he hecho todo lo que he hecho. Por favor no seas tan incrédula de mi amor, y confía en mí que yo no te defraudaré mientras que tú me des lo único que te he exigido hasta ahora; que es tu amor.
Luego de esa hermosa reconciliación, se consumó el amor y se apretaron mucho más los lazos entre ellos.
Aquella fue una Navidad que ninguno de los presentes podrá olvidar, se repartieron regalos, se compartió en familia y se integraron como un conjunto de células que conforman un cuerpo, que cooperan y trabajan los unos en favor de los otros, de tal manera que Marco volvió a crear aquella familia que logró reunir su abuelo Rodrigo, en donde él (Marco) era el centro y soporte principal tanto económico como afectivo, de la misma forma como lo fue Don Rodrigo para la familia Calderón en sus tiempos, de tal forma que estaba por comenzar un nuevo ciclo en la familia Calderón, un nuevo comienzo, con una nueva generación, que comenzará en un lugar distinto al del lugar en que se inició, pero que en un futuro no muy lejano volverán al núcleo de donde salieron que es la antigua ciudad de Salamanca, en este momento aislada de las circunstancias pero bien presente en el mapa de cada uno de los miembros de la nueva familia Calderón, y que por lo tanto dentro de muy pronto volverán a la sagrada y hermosa Salamanca, y así como los descendientes de los colonos regresaron a ella, abandonando a Pentecostés, de la misma forma entonces, la nueva generación Calderón regresarán a la histórica Salamanca en donde los años parecen siglos y los meses años. Así como le sucedió a Joaquín y a Cristina, en su historia de amor, una ciudad en donde no le pasan los años sino por encima, una ciudad mágica y llena de leyendas, que no se borran nunca mientras exista alguna huella de ella, ya que la ciudad a pesar de llamarse La Samaria, sigue llamándose Salamanca, y esto debido a que no se borraron todos los vestigios de aquella sufrida Salamanca que sus nuevos colonizadores quisieron desaparecer por completo, pero que no pudieron, puesto que por muchos carteles de Salamanca que quemaron para borrar la desdicha de esa ciudad, todavía sigue existiendo un letrero escondido y oculto en el gran Morro que custodia su bahía y que sigue sellando a la ciudad de La Samaria, con la desdicha de la antigua ciudad de Salamanca, y que no desaparecerá hasta ser destruido.
De esta manera la nueva generación Calderón volverá a Salamanca más pronto de lo esperado, con un nuevo líder, fuerte e inteligente, dispuesto a ser el soporte de su familia o mejor dicho de su gens, a la cual levantará bien en alto. De esta forma vendrán épocas de estabilidad y prosperidad en el exilio, así como la que ocurrió en Pentecostés, seguida de una época dorada como la que protagonizó Don Rodrigo Calderón, y una época de crisis donde la fuerza y la inteligencia de Marco saldrá a relucir en todo su esplendor para poder sacar a su familia adelante, evitando los traumas sufridos por su padre Joaquín, quién originó la dispersión de toda la familia, y su decadencia al carecer del ímpetu que reflejan los ojos de los Calderón, que ayudan a predecir y concebir al mundo. Pero ya todo esto es otra historia, que no se podrá ver más que por los ojos de un verdadero Calderón, los cuales han de volver a dominar a Salamanca, hoy apodada La Samaria.
Pero para terminar de narrar esta historia es necesario contar la antesala de la otra historia que comenzará con la misma canción con la que terminará ésta. Pues bien, durante la fiesta de Navidad y Año nuevo la nueva familia Calderón le exigió a la joven pareja, la cual conforman la nueva cabeza de familia que es Marco con su joven esposa Fernanda, la procreación de la raza Calderón, lo cual se hizo de manera tardía después de un año y nueve meses más en medio de nuevas complicaciones que ya hacen parte de la otra historia. Pero sin embargo el nacimiento del nuevo o mejor dicho de los nuevos descendientes, porque fueron dos desde la primera intención -gemelos-, marcaron una nueva pauta y un nuevo rumbo en la vida de la cabeza y centro de la familia Calderón, al saciar su instinto paterno, que es congénito entre los Calderón y que se perdió de cierta forma con la personalidad pasiva de Joaquín, pero que siguió transmitiéndose en sus genes. Esa nueva sensación de ser padre imprimió más brillo en esos ojos encantadores y al mismo tiempo expresivos de Marco, dándole un nuevo aire y una nueva personalidad que se introduce por medio de esta canción vallenata de 



Juan Segundo Lagos:

Yo tengo un cultivo, en mis ilusiones,
Sembrado de flores, que lindo jardín,
Tengo Margaritas, tengo girasoles,
Orquídeas bonitas, rosas y jazmín.

Pero soy un “Chupaflor”, que como puedo volar,
Porque tengo que cuidar mi último nido de amor,
En él tengo lo mejor que mi Dios me pudo dar,
Un par de polluelos, que llevo en el alma,
Y a la madre de ellos, que a mí me acompaña,
Un par de polluelos que quiero, y que llevo bajo mis alas,
Un par de polluelos que tengo, y que viven bajo mis alas.

Los hijos pequeños, son tan vulnerables,
Por eso sus padres, los deben cuidar,
Se queda la madre, y el palomo sale
A traer más tarde, un poco de pan

Cuando yo salgo a volar y el jardín empiezo a ver,
Me dan ganas de olvidar, que yo tengo que volver,
Pero me pongo a pensar, que primero está el deber,
Vuelo bajitico, juntico a las flores,
Las miro un poquito y me marcho entonces,
Llevando alimento en el pico, para que coman mis pichones,


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