viernes, 24 de julio de 2020

COMO CAMBIAR LAS COSAS EN EL TRABAJO


COMO CAMBIAR LAS COSAS EN EL TRABAJO

El nuevo trabajo, para Marco no significó una simple experiencia, sino que se convirtió en un verdadero reto. La empresa se encontraba pasando por un muy duro momento, ya que la economía había sufrido su segunda crisis en menos de seis años, y apenas se estaba volviendo a recuperar. Por lo cual, los gerentes de las empresas salían y entraban de ellas como empleados y luego como desempleados respectivamente. Era una etapa muy competente, eran muy pocos los que lograban consagrase en un cargo por mucho tiempo. La dificultad en el manejo de la inversión, junto con  la exigencia que se hacía con relación a la rentabilidad de estas, requerían más que trabajo duro y experiencia,  de mucho ingenio y capacidad algo que Marco tenía en cantidad, gracias a su capacidad de proyectar las cosas al futuro y de prevenir las consecuencias.

Cuando comenzó a trabajar fue bastante duro, lo encargaron jefe de un departamento en un Banco. El manejo del personal era un gran problema que debía de resolver. Y eso se debió definitivamente a que su corta edad, no lo ayudaba en nada para esta función. Y esto era un gran problema porque si nadie atendía sus órdenes, sus criterios e ideas no tendrían los efectos esperados.  En su primera semana de trabajo, no dijo nada, se dedicó a evaluar las cifras y las cuentas del banco, pero su verdadero objetivo era observar a las personas que le tocaría “gobernar” en ese momento, observaba detalladamente las actitudes y los gestos que hacían sus futuros compañeros de trabajo, con respecto a él, pero también tenía bien calibrado su oído para escuchar hasta el más mínimo murmullo que estuviera relacionado con su persona. De esta manera fue clasificando al personal de acuerdo con la forma en como lo acogieran, así entonces que encontró en su inmediato subalterno a un hueso duro de roer y a un factor de peligro con respecto a su trabajo, por ser un fuerte opositor. El segundo a su cargo era una persona con apariencia antipática y repelente, obeso a manera de pingüino, desde el primer día se mantuvo lanzándole indirectas a Marco, con el fin de asustarlo y de incomodarlo, era un tipo al cual Marco debía saber cómo tratar para no ganarse un problema interno dentro de su “fortín”. Al principio optó por sobrellevarlo, pero vio que esa actitud no le favorecía en nada, ya que este individuo le hacía perder mando y jerarquía dentro de su oficina, y cada día le faltaba más el respeto, con sus frecuentes indirectas, que al mismo tiempo eran más directas. En estas circunstancias, Marco buscó la manera de hacerse respetar, imponiendo multas a los trabajadores que no le obedecieran, e incluso al principio tuvo que despedir a dos funcionarios del banco –Entre ellos al fastidioso pingüino-. De esta forma se convirtió en el típico jefe cruel y despiadado –todo un ogro-,  en contra de sus principios personales, provocando que sus empleados, no fueran capaces de sostenerle ni siquiera la mirada. Su disciplina era estricta, para una situación caótica en donde no solo se estaba jugando su puesto, sino su orgullo como profesional. En una semana el banco funcionaba como un relojito, la gente trabajaba fuertemente y sin distracción alguna, por la rigurosa disciplina que imponía Marco desde su departamento. Su trabajo era estupendo, las ordenes eran ejecutadas al instante y obedecidas sin ninguna objeción, de esta forma Marco ya había logrado la primera etapa de su propuesta de trabajo, hacer que las personas trabajaran intensamente, no excesivamente, que es muy diferente, ya que la intensidad se traduce en la productividad y en la eficacia, mientras lo excesivo se traduce en el trabajo hecho de mala gana, en la explotación inhumana del hombre y en la sublevación de éste en contra del trabajo. Marco, ya estaba recogiendo los primeros frutos de su trabajo teórico y de la misma forma  ya se estaba ganando la confianza de sus superiores que lo veían ya como un salvador. Pero Marco no se sentía bien, porque le hacía falta trabajar en la parte más importante  para él, que era la persona. Durante todo ese tiempo transmitió y provocó mucha tensión a sus empleados, y esto era algo que iba en contra de su personalidad y de sus principios, además iba en contra de muchas reglas de manejo de personal. Fue entonces, cuando logró los resultados que buscaba y  se ganó el respeto de todo el personal en el banco, buscó la manera de cambiar su imagen ante sus empleados, soltando poco a poco las riendas que les había colocado para tratar de manejar la situación.
En medio de esta situación, algo ocurrió con el gerente del Banco, y en su reemplazo nombraron a Marco. El ascenso llegó muy rápido para el joven que se había ganado la confianza de los directores que supervisaban su trabajo. Su reto aumentaba, pero el deseo de mejorar sus relaciones con sus empleados y compañeros seguía en pie. No podía administrar un Banco si la gente no hacía lo que el ordenaba, pero tampoco podía descartar la confianza que debía tener en sus subalternos en un trabajo con tanta responsabilidad. El tiempo trascurría y Marco sentía la necesidad de ganarse la confianza de sus empleados.

Un día Marco entró a su oficina y convocó a una reunión  a todos los ejecutivos en la sala de juntas. Todos lucían preocupados y nerviosos, solo esperaban que el ogro hablara, al mismo tiempo que rezaban sobre manera, para conservar sus empleos. Ante esta situación Marco solo se reía, y lucía tranquilo, pero eso sí, guardando compostura y una seriedad que producía miedo. Al entrar todos los convocados en la sala que por cierto eran solo hombres –no citó a ninguna mujer-, estaban a punto de tomar asiento, pero Marco dio orden de que no se sentaran. Esta orden dejó sin aire a muchos y a otros de mal color, estaban totalmente desconcertados por la actitud de su jefe. Todos se miraban extrañados, pero no pronunciaban ninguna palabra. Al rato Marco ordenó recoger la mesa y archivarla en un rincón, junto con las sillas, argumentando que necesitaría mucho espacio para realizar la actividad que tenía en mente. Se hizo lo que se pudo, se buscó la manera de dejar el mayor espacio libre, se movieron materas, tableros y mesitas que había alrededor, y que según Marco estaban estorbando. Los hombres simplemente obedecían, dejando toda la inmobiliaria amontonada en un rincón, de tal forma que convirtieron la sala en un potrero despejado. Luego de esto todos se ubicaron enfrente de Marco quien comenzó a contar a los asistentes, quienes se asustaron más, ya que no sabían en que iba a terminar el asunto y ni siquiera se lo imaginaban. –“Bien, somos ocho. Perfecto, quedamos parejos”, señaló Marco, ante la mirada desorientada de los ejecutivos. Después les ordenó a dos hombres que cogieran una silla cada uno y que la ubicara en cada extremo de la sala. Fue cuando entonces se dispuso a hablar:

-“Pues bien caballeros, los he reunido aquí para comunicarles que gracias al trabajo duro que se ha venido realizando, y debido a la seriedad y disposición que han mostrado en la ejecución de mis ordenes, hemos logrado sacar adelante el banco, al cual pertenecemos. Por tal motivo, nos hemos ganado la confianza y admiración de la junta de socios del Banco, quienes en una reunión realizada en el día de ayer, respaldaron nuestro trabajo y apoyaron nuestras reformas -que entre otras cosas han dado muy buenos resultados-. Por esta razón, aproveche la situación y al ver que se encontraban de buen humor, tuve el atrevimiento de solicitar un premio para las personas que han logrado hacer realidad mis ideas, y gracias a esto logré conseguir.... que los accionistas destinaran un quince porciento de las utilidades que hemos obtenido, -gracias a nuestro trabajo y dedicación- para otorgar una bonificación especial, que se hará efectiva en el pago de nuestros salarios. –Todos los presentes brincaron de la emoción-. Pero también, yo les quiero manifestar mis agradecimientos, por la disposición que han presentado, y por eso los he citado aquí para realizar una pequeña sesión de relajamiento, para tratar de mitigar la tensión y el estrés que hemos sufrido todos, durante estos días.”

Esta última información, silenció todos los gritos de felicidad, por el desconcierto que originaba estas últimas palabras. Sin embargo, Marco tranquilamente se dirigió a su maletín, y de él sacó una especie de esfera de color rojo, que a simple vista parecía hecha de caucho. –“Que tal si jugamos un partidito de micro, cuatro pa’ cuatro. ¿A ver cómo nos vamos?, un equipo que juegue sin saco y el otro con él –invitó Marco con entusiasmo-. Todos acataron las órdenes, más por la alegría que por compromiso, y eso era lo que buscaba Marco, relacionarse de mejor manera con sus empleados y tratar de mermar ese odio que él creo en ellos, en contra de sí mismo. Marco sabía muy bien que una de las mejores formas de comenzar una relación con personas con que se han tenido problemas era el juego, pero el juego recreativo, no el juego competitivo, que crea más enemigos, que amigos y rompe con facilidad y en poco tiempo, amistades que duraron en forjarse años. Mientras que el juego recreativo hace que hasta las más grandes asperezas se olviden, ya que crea una relación basada en el trabajo de grupo y el compañerismo, para poder ganar, y esto era lo que pretendía Marco  –Nuevamente se salió con la suya-. El partido se llevó a cabo en la sala de juntas, los ejecutivos mostraban tanto sus incapacidades, como sus habilidades en el juego, de los ocho presentes, solo tres alcanzaban la edad de los cuarenta años, mientras el resto se veía bastante joven. El juego se tornó interesante y competitivo, un equipo marcaba un gol y el otro le respondía con otro, la “tocata” era el principal arma, porque la individualidad no salió a flote debido al espacio y las pocas condiciones de los jugadores – O mejor dicho de los patiadores-, pero sin duda la mala condición física de los ejecutivos imposibilitaba, un movimiento más espontáneo dentro del juego. Pero a pesar de esas adversidades, el talento al tocar la bola en el espacio reducido era una virtud en estos “Pateadores”, que cualquier jugador profesional de fútbol hubiese envidiado. Mientras adentro de la sala era toda una fiesta deportiva, en el exterior, el personal femenino, escuchaba con extrañeza y curiosidad, algunos movimientos y gritos que salían del improvisado estadio. Lo más simpático del asunto fue cuando uno de los equipos logró empatar, y se dispusieron a celebrar el gol con tal algarabía, que no estaba permitida dentro de las reglas de este nuevo deporte de oficina, porque una de dichas reglas era la de no gritar, para no llamar la atención. Pero la emoción fue tan grande que no se contuvo, y produjeron un ruido bastante fuerte al celebrar el gol del empate, lo que ocasionó que una de las secretarias, que se encontraba cerca de la sala, se imaginara que en la junta había surgido tremenda pelea, y de inmediato llamó al guardia de seguridad para que averiguara que estaba pasando,  y de paso controlara la situación si era el caso. El guardia subió, entró en la sala, pero no salió. Había entrado, y lo habían puesto a sustituir a uno de los jugadores que había desistido por falta de físico. Las personas que se encontraban afuera se preocuparon más, por la demora del guardia, y la sucesión de los ruidos. Pero de un momento a otro la paz volvió, la puerta se abrió, y salió Marco bastante sudado, ordenándole a una aseadora que trajera un buen número de gaseosas.

Su labor había tenido un rotundo éxito en el sexo masculino, pero aún faltaba el sexo femenino, en donde las cosas van a otro precio. Con las mujeres, la estrategia a seguir era otra muy distinta, porque mientras a los hombres se les puede brindar emoción y compadrazgo, a las mujeres hay que brindarles mucha dulzura, comenzando por bajar la guardia, dejando de ser tan áspero, “echándoles  piropos” y mejorarles el trato, pero, sobretodo saciando “sus necesidades de hablar”. Cuando comenzó su misión, fue mirado con extrañeza por las integrantes de su oficina. Observaban con mucha malicia el repentino cambio que presentaba su jefe, que pasó de ser un ogro que les exigía a toda hora el trabajo, a ser un digno representante de la flexibilidad laboral, de un día para otro. Sin embargo al pasar los días esa extrañeza se convirtió en curiosidad y luego en admiración.

La vida de Marco comenzaba a tomar direcciones favorables, se convirtió en un ejecutivo de mucho prestigio y bien cotizado por su trabajo serio y su productividad. Tanto así, que le comenzaron a llover propuestas de un momento a otro, a pocos meses de estar ejerciendo. En su vida personal se encontraba bien organizado, y aunque vivía todavía bajo el mismo techo de su tío Leonardo, ya estaba dando los primeros pasos para su independencia, tratando de organizar sus gastos. Otro de los aspectos personales de bastante cambio fueron sus relaciones con las personas que lo rodeaban, en su trabajo respiraba un aroma amigable, sus compañeros lo querían y lo respetaban mucho, con sus compañeras las cosas eran de otra forma, de un momento a otro sus antiguas amigas se le convirtieron en admiradoras sentimentales, porque la admiración y la curiosidad que hubo al principio, se convirtió poco a poco en una obsesión y un deseo. Esta nueva situación que se le presentaba a Marco, le ocasionó varios problemas ya que no tenía mucha experiencia en el campo del amor,  y era presa fácil de las llamadas “Gasolineras” que sobreponen los intereses y lo material por encima del amor, o por lo menos de una relación seria. Marco solo había tenido dos novias en su vida, la primera fue finalizando el bachillerato, y le pasó como en las mejores fiestas, “En lo último, es cuando se ponen las cosas buenas, y uno no quiere irse después de haber perdido tanto tiempo al principio”. Esa fue una bonita experiencia, era una relación que se basó en el apoyo moral mutuo y en el cariño, por fuera de cualquier “Animalidad”. Pero todo terminó con el grado de Marco y su viaje a la Capital para estudiar, ella era menor que él en un año y no le quedó de otra que quedarse en La Samaria y dar todo por terminado. El segundo noviazgo fue estando en la Universidad, una de sus amigas de curso entabló una relación basada en la confianza y en una sinceridad enorme, en donde ambos se buscaban para ofrecerse apoyo, pero luego surgió el amor. Esta vez las cosas se dieron tan rápido que Marco no encontraba forma de aguantar el ímpetu de su compañera y entonces surgieron bastantes problemas que le dieron a esa relación tan rápida, un fugaz final. Sin embargo siguieron siendo amigos, y volvió a aparecer cupido con sus flechitas, y fue así como los volvió a flechar. Pero nuevamente se cayó el “mundo”, y esta vez en forma definitiva, necesitaron hablar mucho para comprender que entre ellos la única relación que podía surgir era la amistad. Es que entre Marco y esa chica llamada Patricia, habían muchas diferencias, porque a pesar de tener una misma forma de ver la vida, sus costumbres eran totalmente distintas y poco compatibles entre sí, lo cual producía una serie de desacuerdos entre ellos, en los cuales ambos salían muy lastimados.

Fuera de esas dos oportunidades Marco no conocía otra clase de amor que no haya surgido como apoyo personal, y por eso fue víctimas de muchas mujeres que para su parecer no sabían lo que era el amor, y que estaban condenadas a vivir solas o como aves de paso, que así como llegan, se van. Pero Marco encontró de todo, en el campo del amor también le tocó sufrir el sabor  de las mujeres “Pitillo” -Plásticas por fuera y vacías por dentro-, las cuales “dan” todo lo que les pidas a cambio de comodidades, pero eso de pronto es algo normal, el problema es que son muy dadas a aburrirse y cuando tú más las necesitas desaparecen –Se va la plata, se van las mujeres-, otro de los problemas de estas mujeres, es que fuera de su belleza y el mantenimiento de esta, todo les parece insignificante, no son muy instruidas, ni tampoco bien estudiadas, y por eso no saben ofrecer mucho afecto, ya que todo lo toman deportivamente y cuando hay dificultades simplemente “abandonan el barco” y se van. Sin embargo Marco decía  que “Aquel hombre que encuentre a una mujer inteligente, bella y apasionada (que ame con locura) al mismo tiempo, ha encontrado al mejor tesoro que puede existir en la Tierra, porque de ser así, ha encontrado media vida de felicidad.” Sin embargo, esa era una felicidad esquiva para él todavía, él que por más que buscaba y escogía a sus flores por medio de una selección minuciosa antes de caerle, no lograba encontrar nunca el sabor que buscaba, tal vez porque era muy exigente, pero la verdad es que más que esto, tuvo que sufrir el problema de todos los Calderón en el amor, una especie de mala suerte.

A pesar que en su mayoría todo iba por buen camino para él, siempre se preocupó por el estado de su familia y a pesar de perder en ciertas ocasiones la comunicación constante con ellos, siempre estuvo pendiente de todas sus necesidades. Todos los meses le hacía un envió a su padre  de una parte del dinero que él ganaba en su trabajo, al mismo tiempo, en que veía la forma de organizarse mejor  y tratar de mejorar sus condiciones y pretensiones como profesional.

En ese instante, el centro de su vida era el trabajo, sabía que todo lo que hiciera en ese momento sería determinante para su futuro. No podía hacer mal las cosas porque se jugaba su carrera como profesional, no podía pensar seriamente en las mujeres, porque apenas estaba comenzando, y en un mundo tan crítico como el que estaba afrontando, debía organizarse de mejor manera para tratar de poder ofrecer algo a su futura pareja. Y sobre todo, no podía volver a casa (su ciudad Natal) porque sus aspiraciones como profesional se verían frustradas en su ciudad de origen, en donde no hay industrias, los campos de acción son reducidos, y monopolizados por gente que sin ser de La Samaria, se habían apropiado de ella en poco tiempo, desplazando y marginando a sus verdaderos dueños que nunca se habían propuesto  hacerse sentir, y que de todas formas estaban ya, bajo las leyes que habían impuestos estos “invasores”. Esta era una de las situaciones que más tarde resolvería Marco, después de varios años, en donde él mismo, después de regresar a su tierra, la recuperaría para su gente. Su pensamiento al rededor de esta situación se veía reflejada en una de sus frases más utilizadas por él que era: “La Samaria, es para los samarios, el resto que espere”, y esta misma frase fue su lema cuando se lanzó en su campaña a la Gobernación del Departamento  de La Macarena, muchos años después cuando regresó triunfante a su región y a su tan querida ciudad, después de haber triunfado en otras partes del mundo, gracias a su talento y trabajo serio, pero eso ya es otra historia.

Como venía diciendo las perspectivas de Marco estaban dirigidas a cambiar y mejorar su mundo desde su trabajo, y no sólo de su pensamiento, cuidándose siempre de ser una persona más que vive en el mundo, para ser una persona activa dentro de él. Por eso, su trabajo fue la base su éxito, porque simplemente y llanamente con él pudo transformar y mejorar el mundo para acercarlo más semejante a sus sueños, porque a pesar de que los hombres no logran plasmar en la vida todo lo que piensan y construyen en su mente -ni por más cálculos y perfecciones que se le realicen a una obra-,  nunca quedará igual a la imagen creada en los planos y mucho menos a la que se creó inicialmente en la mente, porque la realidad ideal es distinta a la realidad material. Así mismo no se logrará cambiar del todo al mundo a base de buenas intenciones y de buenas ideas, pero es un hecho que en algo se puede mejorar al mundo y al ambiente en que vivimos si se trabaja fuerte y con dedicación, y Marco era conciente de ello.

Para Marco las oportunidades en la vida había que buscarlas, y no esperar que les cayeran del cielo; es decir que no bastaba con el simple hecho de rezar todos los días y de ir a la iglesia todos los Domingos, porque hasta el mismo Dios dice “¡Ayúdate!, que yo te ayudaré”. Por eso Marco buscaba por todas las formas, tratar de sobresalir en su trabajo, para encontrar opciones más favorables, y cuando se presentaba la oportunidad, exigía con argumentos y motivos suficientes para conseguir lo que se proponía. De esta forma cuando se encontraba en la gerencia del Banco, cada vez que solucionaba una crisis u obtenía un triunfo para la entidad, también procuraba conseguir para él algunos beneficios, como era el de exigir una bonificación o un estímulo que le proporcionara más bienestar económico.

Durante el tiempo en que trabajaba Marco en el Banco, una comisión de inspección de toda la red financiera, hacía sus respectivos controles a sus entidades en todos los países en donde tenían sucursales financieras funcionando, y cuando llegaron a Colombia, e inspeccionaron el Banco  en que trabajaba Marco, se encontraron sorprendidos por las condiciones tan favorables en que andaba la entidad, a pesar de lo que ocurría a su alrededor, en donde todos los Bancos se encontraban en grandes aprietos en cuanto a liquidez, se refiere, sin embargo, “El Banco Zapatío” tenía un funcionamiento estable, con unas ganancias significativas con respecto a otras entidades financieras. Los resultados obtenidos por Marco, representaron un buen calificativo y muchos elogios por parte del comité de inspección,  quien llamó a Marco para que participara en la reunión que se iba a realizar con la junta directiva del Banco, en donde le pedían un minucioso informe del manejo que le había dado a la entidad. La reunión estaba programada para las once de la mañana, en la oficina central en donde trabajan los miembros de la junta y de donde parten todas las órdenes que tenían que ver con la entidad. Este llamado sorprendió mucho a Marco, quien ya había entregado el informe de todo el trabajo que se había venido realizando bajo su gerencia, y que ya se encontraba muy tranquilo porque había recibido una comunicación que le hizo el presidente de la junta directiva, en la cual le informaba a Marco que no había ningún problema, que al contrario, los miembros del comité habían quedado bastante satisfechos. Sin embargo unos días después se encontró con una carta que le solicitaba su presencia para una reunión “ESPECIAL” en las instalaciones Centrales de la presidencia del Banco.  Pues bien, todo estaba listo para que Marco asistiese a esa reunión, ese día, pero por cosas de la vida, cuando uno se le presenta algo importante casi siempre surge un imprevisto. Era ya casi la hora y Marco en esos casos siempre opta por tomar un taxi, en vez de irse en buseta que era lo habitual cuando había el pico y placa que lo dejaba sin chance de usar su carro. En estas circunstancias Marco confiado en el tiempo que podía ganar al transportarse en taxi, se dejó coger del tiempo. Cuando bajó dispuesto a llamar a un taxi, se quedó parado en la esquina de una avenida esperando que pasara uno. En estas se encontraba, pero iba transcurriendo el tiempo, y comenzaba a preocuparse, porque el tiempo seguía transcurriendo, y no pasaba ni un taxi. Así que optó por cambiar de esquina, pero nada, no pasaba ninguno. Ya desesperado, sudando frío, dentro del saco, en medio de la corbata y bajo un sol de diez y cuarenta de la mañana, decidió preguntarle a un embolador de zapatos, -“¿Que era lo que ocurría? ¿Por qué no pasaba ningún taxi?”,  y el ilustre embolador siempre bien informado de la actualidad Nacional le respondió con otra pregunta: -Que Señor ¿No sabía usted, que los chóferes de taxi se habían unido para hacer un paro? A Marco se le vino el mundo abajo con esta noticia, se lamentaba por no haber estado informado, para prever esa tan indeseable situación. Y es que Marco no le quedaba tiempo para ver los noticieros ni siquiera en la noche, y cuando cogía un periódico centraba su atención –Para no decir que solo leía las cosas que le interesaban- en la sección económica -que era de donde se basaba para poner en práctica nuevas medidas en su Banco-, y la sección deportiva en donde se enteraba de los triunfos y derrotas de su “glorioso” “Ciclón Bananero”, el resto simplemente le daba un vistazo rápido, o simplemente lo daba por visto –siempre decía: “puras malas noticias”-, y de este mal hábito ya tenía sus consecuencias, solo contaba con quince minutos para llegar a la reunión de su vida, en una distancia que se puede llevar de veinticinco a media hora, -dependiendo del tráfico-, para poder recorrerla. Sin embargo en pleno desespero en donde no sabía ya ni qué hacer,  se paró un auto en frente de él. Era una de sus “conejitas” más amañadoras, que entre una y otra promesa, le hizo el gran favor de llevarlo al ya inalcanzable sitio de la reunión. Sin embargo, como “La esperanza es lo último que se pierde”, logró llegar a la reunión a pesar de un retardo de quince minutos. Al llegar al lugar, pagó su respectivo Impuesto de transporte (un beso), y el pago legal de la carrera (una cita para salir el viernes con dicha ‘conejita’), que dejaron a la improvisada taxista más que satisfecha –y es que con una belleza de ese calibre, se podría ir hasta el fin del mundo. Sin embargo con estas mujeres, antes de llegar al fin del mundo ya estarás divorciado, emproblemado, nuevamente sólo y bien confundido-. Salió del carro como un cohete, subió las escaleras como una centella y cuando le preguntó a la secretaria desesperadamente si aún estaban ahí los miembros de la junta y los supervisores en la sala de audiencia, la secretaria le respondió, que los miembros de la junta se encontraban esperando desde hace rato, pero los supervisores llamaron a comunicar su retraso porque los había cogido un trancón en plena autopista, pero dijeron que ya venían en camino. Una gran noticia en medio de una gran confusión, le devolvía a Marco su estabilidad emocional. Solo suspiró en señal de alivio y dio la vuelta, y vio al comité de supervisión que se encontraba cruzando la puerta de la recepción del piso de juntas. Cuando lo vieron lo saludaron muy cordialmente, y al mismo tiempo se disculpaban por el retrazo. Los miembros de la junta directiva, estaban comiéndose las uñas, no tanto por el retrazo de los del comité, sino por la ausencia de Marco, no veían el momento de que cruzara la puerta para estrangularlo a punta de regaños. Cuando Marco se asomó a la puerta, el presidente de la junta lleno de cólera estuvo a punto de soltar un grito, pero cuando estaba listo para articular el sonido, tuvo que frenar el “maremoto” que iba a expulsar por su boca, al ver que uno de los miembros del comité supervisor cruzaba la puerta después de Marco, de manera, que además de aguantar sus ímpetus, le tocó fingir una estúpida sonrisa que le dio a más de uno de los presentes la impresión como si se le hubiese “mojado la canoa” o estuviese seriamente en cambiar su inclinaciones sexuales.

Al dar comienzo la reunión después de una interminable sesión de saludos, y uno que otro comentario sobre la “sospechosa” sonrisa del presidente  de la junta, los miembros del comité de supervisión tomaron la palabra y dieron a conocer las causas por las cuales estaban allí reunidos. Los motivos eran muy simples, querían saber cómo y quién había planeado el funcionamiento del Banco bajo esas circunstancias. Al principio todos tuvieron algo de temor al pensar que los miembros del comité habían encontrado algo malo en el funcionamiento del Banco, y por eso nadie se animó a salir al “ruedo”. Luego vino una pequeña aclaración por parte del comité, en donde resaltaban la labor cumplida y la gran sorpresa que se llevaron al evaluar el funcionamiento del Banco, y que por eso estaban dispuestos a recomendar a aquel que haya diseñado el plan de trabajo, a uno de los principales Bancos de la cadena a la cual representaban.

Y de esta forma se levantaron tres, dos “fantoches” de la junta directiva, y Marco. El presidente no dijo nada, dejó que los tres expusieran el trabajo que se venía realizando en el Banco, y que saliera el mejor, a pesar de saber quién era el verdadero merecedor del premio.

De esta forma, subió el primer fantoche a hablar delante del comité, y lo único que consiguió fue hacer el ridículo, porque no aguantó ni las dos primeras preguntas del comité con respecto a los resultados de las acciones que estaba exponiendo. El segundo, pasó con más seguridad y muchas más bases, hasta el punto de confundir al comité que seguía lanzando preguntas para ver si en verdad era él, el  precursor del trabajo que se venía efectuando. El comité quedó con muchas dudas al respecto, sin embargo no parecían convencidos, y decidieron darle la oportunidad de exponer sus ideas a Marco, quien no vaciló en ninguna pregunta, y sus respuestas eran perfectas y certeras, como para no dejar duda alguna acerca de quién había realizado el trabajo. Los miembros del comité quedaron satisfechos. Con solo cinco preguntas profundas y difíciles habían dado con el verdadero responsable del buen funcionamiento de la entidad.

Después de esto, a la salida de la reunión los miembros del comité invitaron a Marco a cenar con él esa misma noche, en plan de negocios. Marco asistió esta vez sin ningún inconveniente a la cena, y se volvió a entrevistar con los miembros del comité, que siguieron con el interrogatorio, como tratando de medir las capacidades de Marco. Pero por más que preguntaban, siempre encontraban a una muralla que repelía toda clase de ataques, de una u otra manera pero siempre le encontraba solución al problema que ellos le planteaban.

De esta forma concluyó la cena, al día siguiente los miembros del comité partieron hacia España para rendir su informe. Por otra parte, Marco quedó más que satisfecho, y con la tranquilidad de haber dado lo mejor de sí, para que se le dieran las cosas de manera favorable.

Y fue así, como en un mes le llegó una carta, a su correspondencia en donde uno de los miembros de la red Bancaria, le ofrecía trabajo en Argentina, en uno de sus Bancos. Una bonita posibilidad para Marco, para conocer y culturizarse, sin embargo él lo tomó más como un reto profesional. En la tarde de ese mismo día recibió una llamada del presidente del Banco de Argentina, quien lo llamaba para agilizar la negociación de su posible contratación. En estas circunstancias tan rápidas, Marco no sabía que decir, sin embargo puso sus condiciones y pidió plazo hasta el día siguiente para decidir y definir así su contratación.

Al colgar el teléfono, su mente se vio en blanco, tratando de buscar respuestas y pensar mejor la situación, pero la emoción no lo dejaba pensar con claridad. Fue entonces cuando decidió llamar a su principal apoyo en la vida, su Madre, que aunque se encontrara bien lejos de él, estaba bien presente con sus enseñanzas en la mente de Marco. De esta manera Marco, marcó el numero telefónico de su casa en La Samaria, para buscar el único concepto válido para él, en ese momento, una opinión sin intereses, sin complejos, sincera y que al mismo tiempo sabía y argumentada muy bien, pero sobre todo siempre buscaba el bien de él, una opinión o un apoyo que solo una madre  podía dar.

Al comenzar la conversación sólo se tocaron temas como el de la salud, el de la nostalgia y sobre todo el del amor. Marco dejó para lo último la noticia que le tenía que confiar a su madre. Cuando terminó por plantearle la situación a Cristina (su madre), ella le dio a conocer a su hijo sus dos puntos de vista como madre. El primero que tenía que ver con la distancia y el tiempo, en donde le planteaba su inconformidad al ver muy difíciles las posibilidades de volverlo a ver, en caso de irse para la Argentina, en este punto de vista también le planteaba la dificultad a su hijo de estar más solo, de volver a empezar, de volver a ganarse amistades, y de acomodarse a otra cultura. Y en el segundo punto de vista, le brindo su apoyo, manifestándole su deseo y el orgullo que sentía al ver que él se estuviera superando. Y al terminar le dio la clave que estaba buscando, Cristina le dijo a su hijo Marco, que no se preocupara tanto por pensar en los demás, que simplemente decidiera por lo que él creyese que fuera lo mejor, ya que las oportunidades sólo se presentan una vez en la vida, y por eso no hay motivo para desaprovecharlas, y como dijo la propia Cristina: -“Si crees que es lo correcto y al mismo tiempo es bueno para ti, hazlo, y no habrá ningún remordimiento de conciencia que te atormente por el resto de tu vida. Simplemente piénsalo bien, que tu decisión es como una ley que sólo a ti te va afectar.”

Después del dialogo con su madre Marco comenzó a pensar en medio de una turbulencia de pensamientos. De esta forma también comenzó a crear nuevamente un mundo ideal, un mapa de probabilidades y un cronograma de situaciones, tratando de evaluar su caso metódicamente. Sin embargo, no le era posible encontrar una razón empírica, porque no tenía muchos datos para realizar algo más concreto –que era lo que últimamente estaba realizando para planear su realidad-, de tal forma que volvió a implementar el método fantasioso –por decirlo así- que utilizaba cuando era niño, y que utilizó también en su juventud. De tal forma que se inventó una serie de posibilidades, y circunstancias, en donde él era el centro del “borbollón”, o en mejores términos él mismo se ponía en el ojo del “huracán” para evaluar así, de mejor forma la importante decisión que iba a tomar. De esta manera se la pasó en vela toda la noche, oyendo música y jugando con su mente, llegó a conciliar el sueño a las dos de la mañana, cuando sin querer se quedó dormido en el sofá de la sala de su apartamento.
Riiiiiin..... riiiiin....... riiiiiin. Estaba sonando un aparato que en ese entonces le cortó el pensamiento pasivo del Marco “soñador”. Abrió los ojos, percibió el singular sonido y al identificarlo se exaltó por completo. Saltó del sofá y buscó afanosamente al ruidoso aparato que lo había despertado de un sueño puramente instructivo. Antes de responder al aparato, miró el reloj, y soltó con muchas ganas un “madrazo” de consuelo. Eran las ocho y media de la mañana y él ya debería estar trabajando, en ese día viernes soleado y trascendental en toda su vida. Al contestar al teléfono, se encontró con el sonido de una voz muy formal y amigable, de acento castellano, que al principio lo sorprendió del todo, porque esperaba el cotidiano maremoto de los regaños del presidente de la junta directiva del Banco –que muchas veces eran sin razón, como para no perder la costumbre- o la alarma desesperante al estilo despertador que emitía su secretaría cada vez que lo llamaba a su casa para  comunicarle alguna situación concerniente a su trabajo. La voz buscó un diálogo de manera formal, a veces llevado a los extremos, sin embargo era bastante breve para decir las cosas, siempre iba al grano.

La singular voz estaba llamando desde Argentina, era de parte del  Banco que estaba interesado en los servicios de Marco. La llamada era para  concretar los datos para la contratación de Marco, al mismo tiempo que le informaban que el Banco había accedido a las exigencias básicas y más razonables que él había hecho. Todo estaba ya dado, sólo hacía falta la respuesta de Marco, un sí o un no, para que le enviaran los pasajes correspondientes, y pudiera firmar el contrato, y así comenzar a trabajar en “La Argentina” lo más pronto posible. Pero contrario a todo pronóstico, Marco no tuvo ningún problema en decidir, solamente dijo “acepto” en el momento que le tocaba hacerlo sin ninguna vacilación, algo que no era común en él, ya que siempre pensaba bien las cosas antes de decidirse, así ya lo hubiese pensado anteriormente. El siempre decía que “En un minuto, se puede acabar el mundo entero y en poco segundos se puede extinguir una vida”, de manera que siempre tenía por costumbre meditar y premeditar bien las cosas antes de acceder a ellas. Era un principio lógico que aprendió de su hogar desde pequeño, en donde de tanto observar había captado de su padre lo meticuloso y preciso que había que ser  antes de llegar a un diagnóstico. Pero al mismo tiempo y de la misma forma, había visto también los errores que cometía –no con sus pacientes, sino en la vida personal- cuando se salía de esos márgenes metódicos y caía en la intuición. Por otro lado también había aprendido a no pensar tanto las cosas, porque eso quita precisión y seguridad a la hora de tomar una decisión urgente, y este principio lo tomó de su madre, que actuaba cien por ciento por intuición, y alcanzaba una precisión de un noventa porciento de todos los objetivos que se proponía alcanzar, sin embargo, la velocidad con que hacía las cosas, le significaba el no conseguir a la perfección lo que en realidad quería y muchas veces le surgían pequeños problemas que no estaban en el inventario, pero que siempre solucionaba con su optimismo intuitivo, algo que no podía hacer Joaquín con su pesimismo metódico, que lo terminaba hundiendo en la desesperación y en el realismo subjetivo.

Estos dos aspectos son los que influyeron en Marco al tomar una determinación importante, por ello cada vez que tiene que decidir, recuerda y trata de poner en práctica las dos formas de actuar que vio desde que estaba pequeño.

De esta forma la conversación telefónica siguió transcurriendo con absoluta brevedad y consistencia, solo se limitaba a formular preguntas, -que más que curiosidades eran exigencias de lado y lado-, y cuyas respuestas completas eran un sí o un no. Las cosas estaban dándose tal y como Marco quería, de tal forma que no se le ocurría alguna objeción. Sin embargo volvió a hacer énfasis en su principal petición, que era la autonomía laboral, y esto era lo que en realidad quería Marco, que por cambiar su ambiente, sus actuales comodidades y su relativa cercanía a sus padres, le diesen libertad de desarrollar ampliamente sus ideas, sin que ningún necio, ignorante o prepotente tuviese la capacidad de restringirlo.

                   *                 *                 *                 *

En un mes ya estaba todo listo para que partiera para “La Argentina”, se despidió de sus compañeros de trabajo, quienes le brindaron una cordial despedida. Luego le llegó el turno a sus familiares, su madre, su padre y su hermana Isabel, viajaron a la Capital con el único propósito de despedirlo y desearle suerte en su viaje. Todo eso ocurrió en un lapso de cinco días, Marco se reunió con su familia en la Capital y no se separó de ella, hasta que le tocó embarcarse en el avión. La fiesta de despedida familiar tuvo lugar en la casa del tío Leonardo, quien recibió a su hermana Cristina y a toda su familia mientras estuvieron en la Capital. Marco que seguía viviendo en su apartamento de soltero arrendado, que solo tenía un cuarto, una pequeña sala y un remiendo de cocina, todo con un toque moderno y ejecutivo. Por la estrechez del apartamento de Marco sus padres no pudieron instalarse en él, porque simplemente no había el espacio para que pudieran convivir. Además el apartamento de Marco estaba ubicado a unas cuadras de donde se encontraba la casa de su tío Leonardo.

El reencuentro de Marco con su familia fue algo muy emotivo y lleno de sentimientos, ya hacía año y medio desde la última vez en que Marco estuvo junto a su madre, cuando esta decidió visitarlo en la Capital. La dura situación económica por la que atravesaba Joaquín en La Samaria y la fuerte jornada laboral que tenía Marco en la Capital se convertían en un “Muro de Berlín” que los había aislado carnalmente a los unos de los otros. Además los giros de dinero que le hacía Marco a su familia en La Samaria, solo ayudaban en parte a aliviar los gastos que tenía que afrontar Joaquín en el mantenimiento de su familia, ya que en el consultorio ya no le iba tan bien como antes, ya había mucha competencia y muchos otros doctores lo superaban en implementos y actualización. De tal forma, que Joaquín solo conservaba a sus pacientes más tradicionales. Mientras que por otro lado Cristina trabajaba en otro negocio para aliviar en gran parte los gastos de la familia. La situación era desesperante, se podría decir que la familia Calderón trabajaba para los Bancos, a los cuales les estaban debiendo el dinero que pagaron al comprar su casa.

Y esta fue otras de las circunstancias que influyeron en la determinación de Marco de irse del país, para poder mejorar su nivel de vida, mejorar sus ingresos y de esta forma ayudar de mejor manera a su familia. Porque como estaba la situación en su país, él no veía el suficiente progreso y desarrollo con el cual pudiese llenar sus aspiraciones o perspectivas. Además Marco necesitaba de un medio que no le impidiera sobresalir, o que le impidiera avanzar después de un determinado límite, porque en las sociedades con alta burocracia reinante, existe un límite de aprovechamiento del ser humano, porque en estas sociedades pueden existir muchos genios, pero no se ven los campos en los cuales se puedan desarrollar, y esto crea una desilusión en el genio y un estancamiento en la sociedad, al no haber un nivel más elevado en el cual poder desempeñarse. Esto era una conclusión a la que llegó Marco al verse cohibido de sus superiores, al ver que después de su cargo no había otro cargo más que llenara de mejor forma sus expectativas, porque después de él solo le quedaba el camino de ser inversionista, que para Marco no se constituía ya en un reto profesional. Al mismo tiempo Marco pensó que si ya estaba en uno de los cargos superiores, en donde podía tener estabilidad laboral, y un buen sueldo para pensar en casarse y organizarse, este mismo sueldo no era suficiente para ayudar a su familia y sacarla definitivamente de la situación en que se encontraba. Así que decidió irse para “La Argentina”.

LA SAMARIA, OTRA HISTORIA MACONDIANA.

CAPITULO I

CAPITULO II

CAPITULO III

CAPITULO IV

CAPITULO V

CAPITULO VI

CAPITULO VII



LAS RELACIONES DE PAREJA: PELEAS, CELOS Y EL SILENCIO NO AYUDAN


LAS RELACIONES DE PAREJA: PELEAS, CELOS Y EL SILENCIO NO AYUDAN

De esta manera, la mañana siguiente bajó a desayunar, como hace dos semanas que no lo hacía. Se sentó casi toda la mañana a hablar con Don Francisco. Y a las once de la mañana salió a la calle, en busca de su hijo. Al llegar a su consultorio, esperó de incógnito su turno de atención, y cuando llegó, le dio una sorpresa inmensa a su hijo que nunca esperaba esa inesperada visita. Joaquín canceló las demás citas pendientes, y se dispuso a hablar con su padre. En esta conversación Joaquín le confesó la difícil situación anímica  por la que estaba pasando. Le dijo entre otras cosas, que el trabajo le estaba consumiendo la mitad de su vida, y que por ésta razón se veía impotente de afrontar las situaciones de la casa. Su trabajo se estaba convirtiendo definitivamente en un problema, porque su mujer ya estaba presentando síntomas de celos, y que de una u otra forma se constituía en una presión muy grande para él, porque se sentía como perseguido, sin estar haciendo nada malo. Además estaba muy preocupado, porque no estaba siguiendo con las pautas que  Don Rodrigo le estaba dando para la crianza de su hijo, y esto era porque no tenía suficiente tiempo para compartir con su hijo, por el trabajo y por los demás problemas que tenía que afrontar en la casa, como era el de la salud de su padre. Pero sobre todo le preocupaba la situación de que su hijo Marco se encontraba desplazado por el nuevo hermano, que aún no había nacido y que ya estaba recibiendo más atención que él. Joaquín moralmente o personalmente estaba vuelto añicos. En este caso Don Rodrigo con su principal característica de mediador, de persona que siempre busca  un equilibrio y de dar siempre un buen consejo, le propuso a su hijo que hablara con su mujer que la invitara a salir  de tal forma que le transmitiera seguridad, y que si de esta forma no encontraba respuesta de su mujer, entonces era necesario hablarle fuertemente y hacerla comprender de esta manera. O si no funcionaba de esta forma, -y lo dijo en son de burla- era necesario darle gusto a su inseguridad o en sí darle motivos verdaderos, pero eso sí, como último recurso –después de lo dicho ambos estallaron en risa-. Que con su trabajo lo mejor que podía hacer era reducir las horas de atención para que le quedara más tiempo para pensar en sí mismo y en su familia. Y si no, que se tomara unas vacaciones, y que en ellas aprovechase todo el tiempo posible con su hijo, que era lo que en realidad le importaba a Don Rodrigo. En cuanto a la preocupación que tenía Joaquín y que le confió a su padre sobre su salud, el mismo Don Rodrigo le dijo: -No te preocupes tanto por mí, ya yo viví mi vida, ahora te toca a ti, vivir la tuya. De todas maneras la muerte llega y debemos estar preparados para enfrentarnos a ella.
Joaquín no intuyó el significado de esta última frase, porque estaba en cierta forma muy emocionado por el segundo aire que le había dado su padre, y porque simplemente veía a su padre de muy buen semblante, por lo tanto ni siquiera le pasaba la idea por la mente, de que muy pronto dejaría de vivir. Por su parte Don Rodrigo mostraba fortaleza, en medio de su debilidad de viejo. Estaba resuelto a vivir intensamente sus últimos momentos de vida, y tratar de solucionar la mayor cantidad de problemas que existían en su familia, proporcionándoles su gran sabiduría y su eterna experiencia. Ese mismo día, durante la tarde se sentó a hablar con su nuera sobre el problema que tenía con su hijo, a raíz de los celos que en ese entonces los tenía desatados. Como nunca se dispuso a hablar con Cristina, y a tratar en cierta forma de conocer su manera de pensar, porque aunque pareciera imposible, es muy diferente el conocer la forma de actuar, a conocer su forma de pensar. Y eso lo aprendió muy bien Don Rodrigo cuando un día se dispuso a hablar con su mujer por un tiempo largo y tendido, apoyado por la aparente confianza que existía entre ellos, siendo ya marido y mujer. En esa ocasión Don Rodrigo llegaba de la hacienda, muy tarde por cierto, debido a que se le había presentado un inconveniente con el pago de salarios a los trabajadores, pero en fin todo quedó solucionado. Don Rodrigo llegó a su casa y comenzó a buscar a su mujer por todas partes. La encontró en la habitación de costura, estaba tejiendo una camisita de bebé –Doña Victoria se encontraba en estado y aún no le decía nada a Don Rodrigo-, y cuando sintió acercarse a su marido guardó la tela en el costurero. Don Rodrigo la saludó de beso como siempre lo hacía, le preguntó su ocupación y ella le dijo que estaba arreglando una camisa. Don Rodrigo la encontró tensa, trató de acariciarla, pero no se inmutaba, estaba como nerviosa. Esto preocupó a Don Rodrigo, quien pensó que su mujer se encontraba molesta por su llegada retardada. De esta forma, decidió salir del cuarto de costura y recostarse un poco, no le dio suficiente crédito a la situación. Durante la comida, notó que su mujer no le dirigía la mirada, la notaba preocupada, abstraída. Ninguno de los dos pronunciaba palabra alguna, hasta se podían oír los comentarios del ‘servicio’ en la parte de atrás del patio. Don Rodrigo le preguntó a su mujer, que le sucedía, pero ella le respondió que solamente estaba cansada. Don Rodrigo en última, optó por ofrecer disculpas por haber llegado tan tarde. Su mujer lo único que hizo fue levantarse de la mesa e irse a la habitación en medio de un mar de lágrimas. Don Rodrigo quedó más confundido todavía y ahí sí salió el famoso dicho que dice: “¿Quien entiende a las mujeres?”. Se quedó pensando en la mesa con su mirada ida y sin despabilar casi, terminándose la comida, y tratando de ver que hacía con ese nuevo imprevisto que había surgido. Reflexionaba dentro de sí mismo, ¿Que habré hecho mal?, ¿En que me habré equivocado?, ¿Que puedo hacer para enmendar el supuesto error? Dentro de su mente pasaban toda clase de ideas, tanto absurdas como lógicas, sobre dicha situación, entre ellas las más probables eran el haberla descuidado por andar trabajando, el que su mujer podía sentirse sola, o la más remota en la cual no pensaba casi pero no se podía descartar era que su mujer necesitaba un hijo.
Subió a la habitación, descontrolado, era la primera vez que se le presentaba un hecho al cual no le tenía solución concreta, y que con solo pensar una respuesta tenía que analizar  un mar de posibilidades. Dentro de él maldecía, ¿Y como es que pretende que yo sea adivino y sepa que es lo que le pasa? Al llegar al frente de la puerta de la habitación la duda se apoderó de él, una inseguridad impresionante lo acongojaba, se arrepintió de tocar  la puerta en tres ocasiones, tuvo que llenarse de argumentos y de mucha fuerza para que después de cinco intentos de abrir la cerradura, en donde la agarraba y desistía nuevamente, hasta que por fin la abrió dispuesto a todo. Cuando abrió la puerta con tal decisión, dispuesto a todo, se derrumbó enseguida al ver a su esposa sentada a un lado del lecho, se encontraba llorando inconsolable. Dudó más que cuando pidió la mano de Doña Victoria en casamiento, tanto que hasta vio como única salida la retirada. Pero en ese momento Doña Victoria acentuó el llanto, lo cual lo motivó aún más a consolarla. Se le acercó inseguro de sí mismo, y se le arrodillo enfrente. Le agarró las manos, y le dijo a su mujer: -Mi amor ¿Que he hecho para que te pongas así? Esta pregunta hizo que Doña Victoria quien había suspendido el llanto por un rato, ante la presencia de su esposo, volviera a caer en un agite sentimental. Esto desconcertó más a Don Rodrigo quien volvió a insistir diciendo: -No se que te hayan dicho de mí, pero te aseguro que no he hecho nada de lo cual tenga que avergonzarme. Te lo aseguro.
Doña Victoria siguió con su lamento desesperado. Y al rato decidió hablar diciendo: -No es nada de eso, no te preocupes. Don Rodrigo volvió a insistir diciendo: -Si es que te sientes sola, mañana no voy a la hacienda y me quedo aquí, contigo. Doña Victoria se hecho a reír alegando que tampoco era eso. Don Rodrigo lucía desesperado e impaciente. Doña Victoria le dijo que no pasaba nada, que simplemente se había acordado de algo y que se había puesto sentimental. Pero Don Rodrigo intuyó la mentira y optó por la tercera y última opción tratando de animarla: -Sabes... desde hace rato vengo pensando, y he llegado a la conclusión... de que en esta casa hace falta un hijo. Esta noticia si le cayó en seco a Doña Victoria que no hallaba la forma de cómo comunicarle a su esposo que se encontraba en estado, porque simplemente le daba miedo la forma de cómo podía reaccionar. Doña Victoria guardó silencio un rato, bajo la incertidumbre de Don Rodrigo, hasta que se decidió hablar:
-Querías un hijo. Pues ya lo tienes.

-¿Qué...Qué? –Reaccionó Don Rodrigo-

-Pues sí, ya lo tienes. Estoy embarazada.

Don Rodrigo pegó un grito de felicidad y salió saltando por toda la habitación. Luego volvió al punto inicial y le preguntó:

-Pero ¿Por qué no me lo habías dicho? Si uno de mis grandes anhelos es ser padre.

-Porque me dio miedo y no sabía como ibas a reaccionar.

-Pero por Dios... Durante tres meses siendo marido y mujer. En donde tu me has atendido como un rey, y me has solucionado millones de cosas -porque todo te lo cuento-, desde que nos casamos, no te he ocultado ni un minuto de mi vida, y tu no has dejado de escucharme ni de ponerme atención. Y ahora, que te toca a ti confiar en mí, prefieres callarte, prefieres ocultar una verdad que me ha hecho muy feliz. ¿Cómo es que yo te doy toda mi confianza y tú no la tienes conmigo? Es que simplemente no lo puedo concebir.


Después de ese momento, Don Rodrigo decidió tener una charla bien seria con su mujer, en donde más que un reclamo, parecía un cortejo, porque entre una palabra y otra, le robaba un beso de la boca. Duraron hablando un buen rato, tratando aspectos de su vida sentimental y su relación de pareja, y encontró que a su esposa, le incomodaban muchas cosas, de las cuales él no tenía conocimiento todavía, ni le habían pasado por la mente, y que por la falta de comunicación que existía entre ellos, no hubieran salido a la luz todas esas fallas –porque en la relación de pareja, una cosa es verse todos los días y otra muy diferente es tratarse todos los días, porque uno ve imágenes que actúan, pero debe saber también cómo tratar igualmente las formas de ser, y los temperamentos diferentes- que más adelante se hubieran traducido en problemas, porque si uno no sabe con quién trata, ¿Quien más lo va ha saber? O ¿Quien lo va a ayudar después? De esta forma iba conociendo muchos apartes de la vida de su esposa que ni siquiera su suegra podía saber, y que nunca hubiera podido descubrir con el pasar de la vida, si no era hablando. Y mientras avanzaba la conversación más se conocían el uno al otro, es que una cosa muy diferente era el contarse los sucesos que pasaban diariamente, que preguntarse las cosas que realmente le gustaban, o que pensaba de cierta cosa o de otra, “esos eran conocimientos que solo se logran hablando y no narrando.”

                   *                 *                 *                 *

Pues bien esa noche Joaquín se dispuso a hablar con su mujer. Llegó a su casa al medio día, tan concentrado estaba en lo que iba a hacer que ni siquiera saludó a su hijo. Fue directo con su mujer, le pidió un minuto para hablar y se encerraron en el cuarto. Don Rodrigo que había llegado mucho antes que su hijo, estuvo pasivo durante un buen rato, conciente de la importancia de la acción que iba a realizar su hijo con su mujer. Mientras tanto, Don Francisco y Doña Victoria lucían totalmente desorientados, mostrando mucha curiosidad por el accionar de su yerno. Esta situación solamente se había presentado en dos ocasiones, una, en donde Joaquín se mostró celoso de una visita que le hizo Cristina –sin compañía- a Manuel en su despacho, con el fin de hacer negocios, ya que Cristina quería invertir un dinero que había ahorrado su Padre en algunas cosas para tratar de obtener ganancias, y para esto quería contar con la asesoría de Manuel, quien en ese entonces le iba muy bien en La Samaria –Todo esto pasó, antes de que los dos hermanos Rodrigo y Cesar Calderón hubieran decidido vender el ganado- Joaquín, se sintió traicionado y dejó de hablarle a su mujer en el transcurso de una semana. Esa vez fue una pelea conyugal bastante fuerte, los celos se apoderaron de Joaquín quien no terminaba de confiar en la personalidad de su primo por muchos hechos que lo hacían temer de sus acciones, uno de esos hechos ocurrió en un día durante una parranda; se encontraban los dos bastante tomados. Estaban celebrando en el club La Samaria el cumpleaños de Don Cesar. Cuando comenzaron los dos primos a hacer ‘tertulias’ de borrachos –confesiones-, cuando en una de esas, Manuel le confesó a Joaquín, que todavía estaba enamorado de Cristina. Enseguida Joaquín reaccionó bruscamente y arremetió sobre la humanidad de su primo. Se trataban de dar golpes el uno al otro, pero ni acertaban, ni podían mantener el suficiente equilibrio para efectuar el balanceo necesario para propinar un buen golpe. Pronto fueron separados por los meseros, y luego suspendidos por los directivos del club durante dos meses por mal comportamiento. Al día siguiente después de pasar la borrachera lo primero que hizo Joaquín fue prohibirle a su mujer volverse a ver con Manuel, claro que le contó con pelos y señales los motivos.
Y en la segunda ocasión, pasó todo lo contrario, la pelea surgió porque una paciente de Joaquín se estaba sobrepasando, y en cierta ocasión Cristina sorprendió a dicha mujer en pleno ‘acoso’ a su marido. Entonces como siempre, los hombres siempre tienen la culpa, dejó de hablarle por un mes al pobre de Joaquín, lo echó del cuarto, y ni siquiera la mirada le dirigía. Joaquín se puso en mal estado, no soportaba la situación, y lo peor era que sin él  haber hecho nada, ya había sido señalado como un delincuente. Así que decidió refugiarse en el alcohol, hecho que empeoró la situación y le dio más motivos a su esposa de pensar mal de él y de sentir más resentimiento. Hasta el mismo Don Rodrigo tuvo que intervenir, habló con su hijo, le hizo que le confesara la verdad.
Después de encontrarlo inocente, fue a hablar con la parte agredida, quien se mostró fuerte como una roca, y es que los hechos inculpaban fuertemente a Joaquín según ella. Don Rodrigo buscaba fórmulas para solucionar la situación de su hijo, quien se hallaba desesperado. En una ocasión Don Rodrigo sorprendió a Lucía y a Doña Victoria “dándole carbón” a Cristina en contra de Joaquín, y se ideó un regaño que dejó a las tres pensando seriamente en ‘confesarse’. Las condenó por ‘Chismosas’, por ‘sizañosas’ y por levantar injurias en contra de su hijo. En ese regaño que fue más que todo, un discurso, en el cual argumentaba cada acusación que hacía con un pasaje de la Biblia, sellándolo -con broche de oro- con un verso o un dicho del “Quijote”. Y mientras iba bajándoles la moral a “las tres mosqueteras”, iba mencionando la verdad de los hechos que acusaban a su hijo. Durante su ‘discurso’ no las dejó hablar ni una palabra, ni tampoco les daba oportunidad de hacerlo, hablaba con tal elocuencia, que hasta al mismo “Gaitán” hubiera opacado, hasta tal punto que solo encontrara consuelo en el silencio. Luego de terminada su obra, subió las escaleras, entró en su cuarto, cerró con llave, y soltó la “carcajada” que le produjo la cara de las tres mujeres, que habían quedado horrorizadas de sus mismos actos. Luego Don Rodrigo se dispuso a seguir con su plan “B”. Salió de su casa, se dirigió al “bar” del club La Samaria, en donde se encontraba inconsolablemente Joaquín bebiendo. Lo sacó del “bar” a empujones, lo sentó en el comedor y lo hizo tomarse una taza de café negro para quitarle un poco la borrachera. Luego de que Joaquín se tomó el café, y al verlo un poco más calmado, Don Rodrigo se dispuso a contarle lo que había acontecido en su casa, y le dijo que si en verdad quería reconciliarse con Cristina esa era la ocasión. –“Llévale una serenata” le dijo Don Rodrigo. Joaquín no podía sobreponerse a la emoción, abrazó a su padre y comenzó a darle gracias y a llorar como un niño –Típicos síntomas del ‘borracho’-. Don Rodrigo le pegó una cachetada -muy fuerte por cierto- diciéndole:

-¡Deja la maricada! ¡Se hombre y compórtate! No es hora de hacer ‘papelitos’. Vine a buscar a mi hijo y encuentro un ‘pelagatos’, confundido por el maldito trago. ¿Desde cuándo el trago ayuda a solucionar problemas? Lo único que hace es agravarlos más, porque limita la capacidad de todo hombre de pensar y de valerse por sí mismo. ¡Apúrate! Tómate otro café, y Vámonos rápido a buscar un Grupo Musical, para darle una serenata a tu mujer y solucionar de una vez por todas este lío.

La maniobra hecha por Don Rodrigo fue exitosa. Apenas Cristina oyó el toque de guitarra de los músicos, salió por la puerta a abrazar, mansamente a su marido. Lo que siguió fue un “Parrandón”, que ni pa que les cuento. Eso sí  la joven pareja pasó en vela la noche, porque al otro día bien tarde que se levantaron, con cierto aire de complicidad. Y durante todo el día mantuvieron una risa de “fechorías”, que junto al descontrol de Don Francisco, quien refutaba continuamente: - Y lo peor es que no disimulan. Cosa que contrastaba con la risa de satisfacción de Don Rodrigo. Estos dos comportamientos creaban en la Casa Calderón un ambiente para morirse de la risa.
Pero en la tercera ocasión –en la que estoy narrando-, la ‘Charla’ tenía como fin solucionar una situación de tensión, para prevenir una posible ‘guerra’ de sentimientos provocada por los celos. En estas situaciones, en donde ninguno de los dos ha tenido participación en algo que amerite algún reclamo, o que conllevara a una discusión, es difícil demostrar quién está actuando mal o quién esta actuando bien, porque no  había surgido ningún problema, y en donde la situación descansaba en un ambiente de tensión, de observación y de ‘tanteo’ –a ver quién está más caliente-. En estas situaciones en que son muy necesarios tener la certeza de hacia donde te diriges, porque vas a protestar, y que quieres conseguir. También es muy necesario tener muy en cuenta la prudencia y la sagacidad, para conseguir lo que se quiere y no herir, ni hacer de un simple diálogo, una terrible discusión.
Joaquín se dirigió con su esposa, a la cual sujetaba por el brazo hacia su habitación. Una vez cerrada la puerta, se oyó el pestillo de la cerradura. La curiosidad mataba a Doña Sofía y a Don Francisco, a quién se le vio atento a la situación y preocupado de verdad, algo que ya no era común en él, siempre andaba pendiente de sus asuntos y abstraído totalmente, se refugiaba en la lectura, y sólo hacía contacto con el mundo cuando se ponía a hablar con Don Rodrigo.
La puerta de la habitación de los esposos continuaba cerrada, se oían murmullos y de pronto una que otra voz fuerte, pero de todas formas se podía percibir una fuerte discusión. Doña Sofía atormentada por la curiosidad patrullaba el corredor de los cuartos, tratando de oír alguna clave de lo que estaba ocurriendo en esa habitación. Pero Don Rodrigo le imposibilitaba su objetivo, ya que se puso a jugar con su nieto en el pasillo, y dentro del juego procuraba hacer todo el ruido posible, para evitar que Doña Sofía pudiera oír algo.
Las horas pasaban, la curiosidad y la angustia invadía la existencia de Doña Sofía y de Don Francisco, mientras Don Rodrigo seguía tan tranquilo jugando en el corredor con su nieto. Hasta que de pronto se abrió la puerta, salió Joaquín disparado -le echó una mirada a su padre, le ‘guiño’ el ojo a su hijo y bajó las escaleras-. Cristina salió más tarde, con una cara de enojo y de inconformidad fáciles de notar en su bello rostro. Cristina bajó y se reunió con su madre y con Lucía, las cuales en unos minutos se pusieron al tanto de la situación. Don Rodrigo hacía una reflexión interna tratando de deducir hasta qué punto su hijo había desarrollado la estrategia en contra del mal del celo. Y por más que se llenaba internamente de argumentos, sacó como conclusión que llegó hasta la segunda fase –el hablar fuerte-, pero la incertidumbre de que si su hijo llegaría hasta el final del plan, le ponía la piel de gallina, porque ya conocía muy bien el temperamento de su nuera, y sabía que con solo llegar a la fase dos era suficiente como para armar un ‘cataclismo’ dentro de la casa, porque ella nunca aceptaba perder. Don Rodrigo sabía que si Joaquín por simple orgullo “machista” llegaba hasta la fase tres dentro de sus recomendaciones, pondría en serios problemas la estabilidad de la casa y por ende de su matrimonio. Don Rodrigo solo confiaba en la mentalidad conservadora y fiel que le había infundido a su hijo desde que comenzó a educarlo por medio de las ‘Charlas’ en el comedor.
Pero contrario a lo que pensaron todos en la casa, Joaquín en el camino decidió no formar tanto problema, y decidió tomarse unas vacaciones y llevarse a su familia a Mendoza para pasarla bien e ir de compras. Había pensado en ir a Pentecostés para descansar, pero viendo el estado actual de su mujer, que estaba embarazada, prefirió no ganarse “un problema de ‘mirar muy profundo en la playa’, o ‘de mirar el fruto prohibido o tierras de bonanza ajena’” así que prefirió dejar el mundo tranquilo y disfrutar de unas vacaciones en paz. Decidió cerrar el consultorio durante la tarde, le avisó a todos sus pacientes que no atendería durante el fin de semana. Luego contrató a unos músicos y le llevó una serenata a su mujer, para limar las asperezas. Decidió que era mucho más benéfico hacer las pases que formar una guerra, es decir “Si no puedes con el enemigo, únetele.”

LOS PADRES, LOS HIJOS Y LOS HERMANOS: AFINIDADES Y CONTRADICCIONES


LOS PADRES, LOS HIJOS Y LOS HERMANOS: AFINIDADES Y CONTRADICCIONES.

(...)

Lucía se casó con un prestigioso abogado de la pujante ciudad de Mendoza. Se enamoraron mientras los dos se encontraban estudiando en la Universidad. El nombre de él era Jacobo –igual al nombre de su cuñado-, y era descendiente de una familia de clase media en Mendoza, pero con mucha tradición y muy conservadora, -La familia Monrroy-. En los primeros años del matrimonio de Lucía y Jacobo fueron de gran bonanza, ya que él se encargaba de resolverle los problemas jurídicos al personal de la mafia.

En fin, decía que Cristina entabló una muy buena relación con Lucía, la prima de Joaquín, con el propósito, de que el hijo de Lucía, Guillermo fuera el compañero fiel de Marco, a pesar de que Marco le llevara año y medio a Guillermo. Pero entre los niños las diferencias de edades, si se notan, ya que siempre se cumple la frase que dice: “Que el grande se complace en  hacer llorar al Chico”. Pero sin duda en la adolescencia y en la edad adulta estos dos serían los típicos ‘uña y mugre’, a pesar de ciertas diferencias que surgían entre ellos y que les ocasionaban continuos enfrentamientos normales entre amigos, que era producido por la incompatibilidad de sus personalidades, que no les impedía seguir siendo amigos, una vez solucionados sus problemas. Pero de todas maneras desde niños pintaron ser muy buenos amigos, y muchas veces con sus cotidianas peleas, ocasionaban lo que siempre pasa en estos casos, los niños pelean un rato, pero al rato estaban jugando como si nada hubiera pasado, mientras que sus madres se debatían en fuertes discusiones que ocasionaban serias grescas, que a veces ameritaban de la intervención de Don Rodrigo o de Don Cesar, porque hasta el mismo Joaquín se mostraba casi que impotente frente a la situación, en donde su prima y su mujer se ensartaban en fuertes discusiones.

En esos tiempos Manuel se encontraba viviendo en Mendoza, administrando de forma magistral la parte de la riqueza, que tenía. No trabajaba, pero vivía de hacer inversiones, y hasta muchas veces optó por invertir en el narcotráfico, lo cual se le  convirtió en un negocio bastante rentable. Pero gracias a Dios, por cuestiones de escrúpulos y remordimientos de conciencia, además de la continúa intervención y llamado de atención que le hacía su padre, no siguió realizando esta clase de negocios. Vivía cómodamente, -aparentemente- pero pronto se involucró en el ambiente de apariencia y fantochería de Mendoza, y comenzó a gastar más de lo que producía, ya que en esa ciudad lo más importante es mantener las apariencias –‘No importa lo que comas, pero vístete bien”-, y con esto comenzó a meterse en problemas financieros, pero que no le causó mucha dificultad, porque su talento administrador siempre lo sacaban de los aprietos más graves, en que se solía meter.

Mientras tanto Don Cesar se veía totalmente desgastado económicamente, todo el dinero que le había quedado de la venta del ganado se le había ido en lujos y en gastos, pero la mayor parte de ese dinero se le fue en mantener ese modo de vida, porque de acuerdo con el dinero con que se cuente, el hombre crea su estilo de vida, y de ahí que si no controla los gastos de los ingresos, el mantenimiento del alto nivel de vida es casi que insuficiente, y pronto se comienza a vivir de la apariencia, cuando internamente se pudren en el vacío. Así entonces, el dinero logró separar de cierto modo a la familia, la abundancia de dinero provocó que la individualidad prevaleciera sobre la colectividad, debido a que todos se sentían independientes y libres de la responsabilidad que significaba el trabajar para sostenerse, lo que aumenta la irresponsabilidad y la indolencia al creer que todo tiene un precio. Cada quien se dedicó a vivir intensamente sus vidas y se olvidó de mantener la unión familiar. De esta forma Lucía se casó mientras iniciaba los estudios y no volvió estudiar; y de esta forma y debido a las circunstancias se sintió tan independiente y capaz de asumir su propia vida  abriéndose nuevos caminos. Jacobo –el otro hermano- por su parte siguió estudiando en Mendoza hasta que terminó su carrera como arquitecto. El era el más difícil de ubicar porque era el más independiente, pero era el menos materializado, poseía una extraña filosofía basada en la humanización que lo hacía un ser verdaderamente sociable. Para Don Cesar, Jacobo su segundo hijo era motivo de curiosidad, puesto que su estilo de vida, en donde las relaciones sociales eran su principal acompañante constituía en un motivo de preocupación para el viejo, quien estaba muy pendiente de lo que acontecía con sus hijos. Aunque en el caso de Jacobo, todas las noticias que se referían al él le llegaban a Don Cesar por medio de terceras personas, esto se debía a que cada vez que llamaba a Mendoza a preguntar por su hijo, nunca lo encontraba en casa, por esta razón, muchas veces prefería llamar a ciertos amigos de Jacobo quienes le comunicaban los acontecimientos que tenían alusión a su hijo, y de paso probaba su suerte a ver si conseguía encontrarlo en alguna de las casas a las cuales él llamaba. A pesar de ser Manuel el orgullo y verdadera preocupación de Don Cesar, encontraba en Jacobo a una digna copia de su personalidad; siempre en la calle, en donde las amistades siempre lo acompañaban y lo apoyaban en todo lo que a él se le ocurriera, y nunca se metía en problemas, porque era calculador y meticuloso. Era el hombre fiesta y en Mendoza no había una fiesta que no fuera precedida por él (Jacobo). El era el alma de una reunión y a pesar de su vocación parrandera, era buen estudiante y siempre le quedaba tiempo de hacer de todo un poco. Fue el que menos lidia dio y el que menos ayuda pedía, era tan independiente que resolvía él sus propios problemas a pesar de saber muy bien que siempre contaría con el apoyo incondicional de su padre. Era el más descomplicado de los tres hermanos, no le importaba tanto el dinero ni el lujo sino la felicidad de vivir intensamente. Nunca estaba de acuerdo con la forma de vida de su hermano, al cual le criticaba su manera de pensar y de proceder, y lo definía como de todo punto de vista maquiavélico y peligroso. A pesar de ser él, Jacobo, un tipo despreocupado, independiente, liberal y olvidadizo, siempre se acordaba de su familia y nunca dejaba de llamar a su casa, -cuando no podía asistir- en las fiestas especiales de la familia (cumpleaños, aniversarios, etc.), es que en ese aspecto no se le escapaba ni siquiera un solo cumpleaños de un sobrino, y a pesar de estar en desacuerdo con el carácter de su hermano, no dejaba de visitarlo los Domingos, día en el cual iba rigurosamente a la casa de Manuel, y cada vez que se lo encontraba, aprovechaba la situación para enterarse de la familia. Para Don Cesar una llamada de Jacobo se traducía a un regalo del cielo, la felicidad era tan grande como la de Don Rodrigo cuando recibía las llamadas de Joaquín desde la Capital –cuando este estaba estudiando-. Y es que si Don Cesar en cierto día se encontraba de mal humor, o desgastado por un problema,  pero de repente recibía una llamada de Jacobo, con solo el hecho de que su hijo le dijera “¡Hola papá! ¿Como estas?”, ya el viejo Cesar tenía suficiente felicidad para todo un día. Era tan impresionante el amor que le tenía a su hijo, que una vez estando en plena crisis, Don Cesar se encontraba muy enfermo por causa de un virus, que estuvo a punto de llevarlo a la tumba. Tal sería la gravedad de la situación que Manuel ya hacía grandes esfuerzos para ubicar a Jacobo en Mendoza, para que por lo menos viera por última vez a su padre con vida. Manuel estuvo mucho tiempo preguntando e indagando donde se encontraba su hermano, hasta que al fin se enteró que estaba pasando unos días con unos amigos en la ciudad de Pentecostés. Al lograr localizarlo en aquella ciudad en un hotel, Manuel lo puso al tanto de la situación. Jacobo no espero ni un minuto, habló con uno de sus amigos, poniéndole su caso a criterio y le pidió que le consiguiera un transporte que lo hiciera llegar lo más rápido posible a La Samaria. El amigo hijo de una persona muy influyente, habló con su padre y consiguió que éste pusiera una avioneta al servicio de Jacobo para que pudiese llegar a tiempo a La Samaria. Todo esto pasó con tal rapidez, que Jacobo logró llegar primero de Pentecostés a La Samaria, que Manuel, que se encontraba en Mendoza que se encontraba a mitad de camino de Pentecostés. Don Cesar que se encontraba en su alcoba en muy mal estado, con toda la familia incluyendo su hermano y su sobrino, a excepción de sus dos hijos que no tardaban en llegar, en la casa a la espera de lo peor.
Don Cesar se encontraba bastante débil, había soportado tres días de fiebre intensa y con los habituales síntomas del catarro, que lo habían diezmado de tal manera, que el doctor ya no daba muchas esperanzas de una posible recuperación.

Todos se encontraban reunidos en la sala, cuando Jacobo cruzó la puerta de la entrada. Era casi que irreconocible para sus propios familiares que lo vieron con una extraña mirada que expresa: ¿Y éste de donde salió? Su andar era rápido y daba gestos en su rostro de desesperación. Junto a él, venían cuatro amigos que estaban con él en Pentecostés y que habían viajado junto con él en la avioneta. Manuel no llegaba aún, él era el único que podía reconocer a simple vista a su hermano Jacobo. Jacobo, cuando llegó, le dio un beso a su madre quién lo miró con extrañeza, -hallaba en su hijo a un desconocido, después de dos o tres años, sin verlo, y del cual durante dicho período sólo había escuchado su voz- subió por las escaleras de la casa, y se dirigió hacia la habitación de su padre, con  gran desespero. Sus amigos se quedaron en la sala, informándoles a los presentes de quién se trataba aquella figura que había subido “como Pedro por su casa” sin ser reconocido.

Al abrir bruscamente la puerta, e invadido por el miedo en todo su cuerpo, entró en la recámara, en donde su padre se encontraba descansando, y padeciendo de su mal estado de salud y torturado por una fiebre altísima. Se postró al pie de la cama agarrándole la mano fuertemente a su padre. Al rato entró su madre sobresaltada, al no reconocer a su hijo. Cuando esta gritó dentro de la habitación -¡Jacobo! hijo mío. Don Cesar abrió los ojos bruscamente. Jacobo se dio vuelta para ver a su madre cuando sintió el jalón que provenía de la mano de su padre, quien al reconocerlo se trató de incorporar. Después de hacerlo, logró abrazarlo con tal fuerza, que no pareciese que estuviera enfermo.  Don Cesar comenzó a llorar como un niño, y Jacobo que lo abrazaba no sabía que decir, solamente lo besaba. Don Cesar le pidió a su mujer que lo dejara solo con su hijo, la felicidad le desbordaba por todos los poros, y sus ojos se convertían en un mar de lágrimas. Estuvieron hablando un buen rato, casi un lapso de dos horas y media, en ese momento llegó Manuel exaltado que enseguida se informó de la situación. Cuando por fin se abrió la puerta Don Cesar salió de la habitación caminando, como si nada le hubiera pasado. Era increíble lo que se estaba viendo, un moribundo volvía a vivir. De esta forma, el doctor lo volvió a examinar y dijo a todos los familiares que la tristeza era la que estaba acabando con la vida de Don Cesar, todo lo que él necesitaba era un poquito de alegría. Pero en sí, alegría era poco, comparado con lo que sentía Don Cesar al ver a su hijo “perdido”. Después de varios días, ya Don Cesar se encontraba totalmente restablecido. Jacobo se había  encargado personalmente de cuidar de él en esos días. Mientras tanto sus amigos disfrutaban de la hospitalidad de la madre de Jacobo, y de la belleza de La Samaria. Habían encontrado en esa ciudad un ambiente típico y pintoresco, que le daba a esa ciudad un tono muy especial, que cautiva a todos sus visitantes. Este tono especial en donde se admiraba una conservación de unas costumbres autóctonas, conservadas durante años por el aislamiento que imperaba en la ciudad, todo era lo mismo para sus habitantes, pero resultaba ser mágico para los visitantes, encontraban un ambiente libre e inocente a la vez, que nunca habían encontrado ni vivido en otra ciudad. Disfrutaban cada lugar que visitaban en La Samaria, todo era nuevo para ellos y ningún plan era absolutamente despreciable.

Mientras tanto Jacobo seguía alegrando la vida de su padre, pasaban hablando largo tiempo, y pasaban buena parte de los días juntos, lo que causaba cierto celo, entre Lucía y Manuel, sus otros dos hermanos. Era impresionante la similitud, tanto temperamental, como física de Jacobo con su padre, lo cual era corroborado por la esposa de Don Cesar que cada vez parecía más impactada por este nuevo acontecimiento. Poco a poco Don Cesar se iba enterando de la mejor manera de los detalles de la vida de su hijo, por medio de los relatos que este le refería. Conoció que vivía bien, que ya había terminado sus estudios, y que todavía seguía viviendo de la administración del dinero que Don Cesar le había suministrado para sus estudios. Decía que no tenía necesidad de trabajar, simplemente invertía bien su dinero, en negocios del comercio, y que no malgastaba el dinero en nada, además recibía la ayuda constante de sus amistades, quienes lo querían y lo trataban como un hermano. Jacobo le decía a su padre que había tenido muchas relaciones formales con novias, pero que aún no tenía muchas intenciones de casarse, pero que de todas maneras, ya tenía a varias mujeres en mente que podrían proporcionarle un buen aporte como pareja, y que en un futuro no muy lejano estaría dispuesto a casarse. Don Cesar reconoció los valores morales y la forma de ser suya en su hijo, y de esta manera lo iba queriendo más cada día que pasaba junto a él. Era para Don Cesar asimilar que de pronto el hijo al cual él había dedicado menor tiempo, era el que más se parecía a él y el que más cosas en común tenía con él, y es entonces cuando se preguntaba: ¿Y donde estabas hijo mío que no te reconocí en todo este tiempo en que estuviste a mi lado?

Poco a poco su salud fue tomando un rumbo favorable y en poco tiempo Don Cesar ya se encontraba bien del todo. Entonces Jacobo volvió a dedicarse a sus amistades, sin dejar de cuidar a su padre de vez en cuando. Salía la mayor parte del día a divertirse con sus amigos, mostrándoles cada rincón de La Samaria.

Mientras tanto Lucía la única residente en La Samaria, pasaba la mayor parte del tiempo con su madre o metida en la casa de Don Rodrigo, hablando con Cristina. La relación con su esposo era lejana, él trabajaba todo el día, y solo la veía en las noches, en donde “aprovechaban el tiempo perdido”. Solos en esos momento no existían hijos, ni padres, ni amigas, ni madres, ni nada de eso, era un tiempo sagrado para ellos dos. Sin embargo su felicidad no era total. Y esto se debía por lo que dije al principio, el dinero los había convertido en una pareja sin confianza,  aislada, e incapaz de convertir el hogar en un verdadero nido de amor. Lucía compartía más similitudes con su madre, -conservando las distancias-. Su madre y Cristina eran su consuelo, al ser las únicas personas con las cuales Lucía se relacionaba de tiempo completo. Sus hijos, no se constituían en una forma de vivir para ella, tuvo dos, y mantenía con ellos una clase de crianza despreocupada mientras que su esposo, sí hacía una gran función como padre, a pesar de que en la edad adulta de sus hijos fundamentó sus relaciones en el dinero, o con la dependencia del dinero. Para Lucía su padre, era un consentidor, pero no tenía la suficiente confianza con él como para contarles sus cosas íntimas, lo cual si hacía con su madre. Con sus hermanos era casi que indiferente, en sí vivía aislada del acontecer de ellos, más sin embargo tenía muy buenas relaciones con su primo Joaquín, al cual si consideraba como un hermano. De hecho se encontraba más a gusto en una reunión en la casa de Don Rodrigo que en su casa Paterna. De su casa paterna solo compartía con su madre, una gran relación de complicidad. Joaquín su primo, se convirtió en su hermano mayor durante el tiempo en el que vivió en la casa de Don Cesar, cuando murió Doña Victoria. Lucía y Manuel no se llevaban muy bien que digamos, sus relaciones eran bastante fraccionadas, es decir era por ratos. La comunicación entre ellos era esporádica, y la mayoría de las veces lo hacían para informarse sobre el estado de su padre. Mientras tanto, Jacobo y Lucía desde niños fueron uña y mugre, siempre andaban juntos, y compartían mucho tiempo juntos, eran contemporáneos, Lucía era un año y medio menor que Jacobo, mientras Manuel le llevaba siete años de diferencia. Sin embargo durante la adolescencia, y debido a las circunstancias, su hermandad se vio afectada. Primero cuando ambos dejaron los estudios universitarios, cada cual cogió por su lado. Jacobo más independiente, Lucía más apegada a su madre. Y  segundo, y definitivo, fue el marido de Lucía, el cual nunca estuvo de acuerdo con la cercanía de Lucía con su hermano, -la verdad es que le daban celos- e hizo lo imposible por separarlos. Y lo consiguió fastidiando a Jacobo, hasta que éste, decidió no volver a visitar  a su hermana, además el desprecio del marido de Lucía hacía Jacobo fue ratificado al mudarse a La Samaria, como para que no hubiera duda alguna.

(...)

Apartes de la novela:



LA SAMARIA, OTRA HISTORIA MACONDIANA.

CAPITULO I
https://literaturaymusicaag.blogspot.com/2017/10/la-samaria-capitulo-i.html

CAPITULO II
https://literaturaymusicaag.blogspot.com/2017/10/la-samaria-capitulo-ii.html

CAPITULO III
https://literaturaymusicaag.blogspot.com/2017/10/la-samaria-capitulo-iii.html

CAPITULO IV
https://literaturaymusicaag.blogspot.com/2017/10/la-samaria-capitulo-iv.html

CAPITULO V
https://literaturaymusicaag.blogspot.com/2017/10/la-samaria-capitulo-v.html

CAPITULO VI
https://literaturaymusicaag.blogspot.com/2017/10/la-samaria-capitulo-vi.htm

CAPITULO VII

https://literaturaymusicaag.blogspot.com/2017/10/la-samaria-capitulo-vii.html

EL SÍNDROME DE PETER

El síndrome de Peter.  Psicologo: buenos días, John de que vamos a hablar?  John Alejandro: ah yo no se doctor, si usted no sabe, menos yo, ...