CAPITULO VI. EL RETORNO A TENERIFE
Por: Jorge Arturo Abello Gual.
José Joaquín: Bueno José
Antonio, se puede saber por qué si puedes visitar a Priscila en su casa,
pidiéndole el debido permiso a su padre, sigues viéndola en el tejado como un
ladrón. De verdad que me parece peligroso. Si el padre se entera menudo
problema nos vamos a ganar.
José Antonio: ¡Hombre tío¡
que una visita en su casa, no tiene emoción, no hay estrellas y no podemos ver
la luna.
José Joaquín: Ah bárbaro¡ ya
estás delirando, ahora vas a meter a las estrellas y la luna en todo esto¡ de
verdad piénsalo José Antonio, que te vas a ganar un disparo, ve que el padre de
esa joven acabó con un pobre gato sin contemplación.
José Antonio: ¡Tío que no
seas ave de mal agüero¡ la verdad es que hablamos, nos reímos, nos besamos…
José Joaquín: A ver José
Antonio, entre menos detalle sepa mejor¡ para poderte defender el día que me lo
soliciten. Pero hombre muchacho, por qué no puedes hacer las cosas de la manera
correcta, si quieres yo te acompaño y hablamos con el padre de esa criatura, y
evitamos un problema mayor¡
José Antonio: Pero tío, tu
sabes lo aburrida que es una cita en la sala de una casa, donde todo el mundo
quiere ver y vigilar, se siente uno como en un circo. En el tejado los dos así
sea por unos pocos minutos somos solo nosotros.
José Joaquín: Hombre¡ José
Antonio Muchacho¡, si antes no prestabas atención, ahora que estás enamorado
pues no supongo que vaya a ver algún cambio para mejor. Virgen de la Macarena,
yo como que nací en Sodoma y Gomorra.
En ese momento, entró Manolo
que le traía una carta a José Joaquín.
Mi señor, llegó una Carta de
la Santa Inquisición.
Válgame Dios¡ Déjame ver de qué
se trata.
José Joaquín tomó el sobre,
lo abrió y comenzó a leer con preocupación la carta, bajo la mirada de su
sobrino y Manolo que esperaban expectantes.
Al terminar de leer la carta,
con cara de acontecimiento y, les dijo: tengo que volver a Tenerife, a salvar a
María.
Ambos se miraron la cara y le
dijeron, vamos contigo.
José Joaquín, José Antonio y
Manolo, se dirigieron al puerto de Cádiz para embarcarse a un viaje a Tenerife,
hablaron con varios capitanes para ver quién los podría llevar a las islas canarias
lo más pronto posible.
Era jueves, y la Santa
Inquisición estaba citando a José Joaquín como testigo para el lunes en la
isla. La citación decía es de vital importancia su asistencia, pues de ello
depende la inocencia de la señora María Concepción Acevedo González.
José Joaquín estaba
extrañado, pues no sabía qué podría saber él de María que la pudiera salvar de
la Santa Inquisición.
Ya en el barco dispuestos a
zarpar, José Antonio se acerca a su tío y le pregunta:
¿Tienes alguna idea de por
qué has sido citado? Y sobre qué vas a declarar?
Pues no tengo ni idea, la
verdad es que al ver el nombre de María en la Carta, se me revolvieron las
tripas, y aquí estoy llevado por un impulso. No sé ni por qué voy o a qué voy,
pero solo sé que debo ir.
Y tú que decías que yo estaba
metiendo a las estrellas y la luna con Pricilla. Pues la verdad es que es un
viaje muy largo, y costoso, yo supongo que nadie espera que llegues a Tenerife.
En ese momento llegó el
capitán del barco a presentarse.
Soy Francisco Villarica, soy
el capitán de este barco que se llama la grandiosa, me dijeron que quieren
llegar a Tenerife.
Así es señor mío, mi nombre
es José Joaquín Calderon, este es mi sobrino José Antonio Calderon y mi
ayudante Manolo Roncayo.
Muy bien, bienvenidos, a
Tenerife tardaremos dos días en llegar, espero que disfruten el viaje,
zarparemos en media hora aproximadamente. Sus acomodaciones están en la segunda
cubierta. Un marinero se encargará de llevarlos.
Luego se despidió, y llegó un
marinero que los llevó a la segunda cubierta, donde quedaba un pequeño cuarto
con tres hamacas y un baño privado.
¡Vaya¡ si que es agradable el
Capitán y las acomodaciones están muy bien -dijo José Antonio-.
Pues por lo que me cobraron,
están apenas, lo del baño si me parece un lujo, pues en otras embarcaciones, no
tienen. Se ve que los viajes al nuevo mundo han permitido que mejoren las
condiciones de los pasajeros en los barcos. Ahora por ejemplo, viajan muchas
mujeres y para ellas sería muy incómodo ir al baño en la proa, como se
acostumbraba antes, que uno iba al castillo de proa, se agarraba de las
barandas, se bajaba los pantalones y hacía del cuerpo hacía el mar.
Bueno, por lo que dices,
tenemos un cuarto para señoritas¡
Ya José Antonio, ya vas a
empezar.
El barco zarpó de Cádiz sin
inconveniente, pasando por el estrecho de Gilbraltar para luego buscar las
islas canarias.
A los pasajeros no se les
permitía estar mucho tiempo en la cubierta, por lo que en la mayoría del tiempo
se encontraban en sus acomodaciones hablando. La comida se la llevaban, y su
contacto con el mundo exterior se limitaba al marinero que le llevaba agua y
alimentos a su habitación.
Al medio día del segundo día
de viaje, se presentó el mismo marinero para llevarles comida a los pasajeros.
La comida tenía queso y unos jamones, todos los pasajeros comieron a gusto.
Cuando el marinero pasó a recoger los platos, les preguntó si les había gustado
el queso de cabra, a lo cual Manolo y José Antonio contestaron que sí. Pero a
José Joaquín como que no le cayó bien la noticia ¿Queso de cabra? ¿Estais
seguro que eso era queso de cabra?
Sí señor, es queso de cabra.
Madre mía, definitivamente yo
nací en Sodoma y Gomorra.
¿Qué pasó tío?
Nada… Nada… (susurró para sí
mismo: Que Dios se apiade de mí y de mi estómago)
José Joaquín tenía
intolerancia hacia el queso de cabra, y le caía muy mal para el estómago. En
efecto, quince minutos más tarde sentía cómo su vientre se comenzaba a
convertir en una bomba de gases, y en efecto fue muy disimuladamente al baño
privado de su habitación, a tratar de calmar su malestar.
Al salir apesadumbrado y
sudoroso del baño, José Joaquín y Manolo, tenían la ventanita de la habitación
y la puerta abierta, estaban batiendo las sabanas para desintoxicar la
habitación. Incluso Manolo había solicitado una vela para prenderla en la
habitación, al marinero que le llevaba los alimentos, que trató de ingresar,
pero el olor lo paró en seco en la entrada y exclamó espontáneamente: ¡oh por
Dios, qué barbaridad¡
Manolo le dijo: Traed una
vela o perfume rápido que esto es una emergencia.
José Antonio dijo:
¡Emergencia¡ Rápido que nos ahogamos¡
José Joaquín por su parte
dijo: ¡Aquí no vuelvas a traer más ese
queso del infierno¡
Todos se lo quedaron mirando,
y José Antonio le dijo: Pero tío, ¡Qué poca vergüenza tienes¡ ¿Ahora la culpa es
del marinero? Por poco y nos matas, si es que todo estaba cerrado, nos has
debido advertir y no atacarnos por sorpresa.
Justo en ese momento, se dio
la voz de alarma y se sentía mucho movimiento de los marinos en la cubierta.
José Antonio y José Joaquín se asustaron, Manolo por su parte, ya había vivido
esa experiencia anteriormente, y dijo: mmmm, ¡piratas¡
Del susto, José Joaquín soltó
otra bomba.
Oh por Dios¡ Tío, ya basta¡
Nos estás matando.
Manolo dijo, Si son piratas,
la situación es complicada, es necesario analizar la situación con el Capitán,
porque sí no hay mercancía, los piratas toman de rehenes a los pasajeros para
luego pedir rescate.
Deben convocar un consejo de
guerra¡ Y debemos estar presente Dijo José Joaquín, mientras que en su interior
su preocupación era bastante básica: Maldito queso de cabra, ahora me toca un
consejo de guerra y un ataque pirata en medio de un dolor de estómago.
José Antonio, dijo: Debemos
exigir que nos tengan en cuenta en el Consejo de Guerra, porque nosotros vamos
a ser la moneda de cambio.
Pues vamos con el capitán
inmediatamente… pero esperen que tengo que volver al baño…
Tío no hay tiempo… tenemos
que ir rápido con el capitán.
Pues José Antonio, tengo la barriga
que se me revienta y con estos nervios y malas noticias, no creo poder verle la
cara al capitán, antes de tener que salir corriendo a buscar un baño, así que
si me quieres en mis cinco sentidos, esperadme un rato.
Entro José Joaquín al baño,
pero salió casi enseguida. Diciendo: Falsa alarma¡ Vamonos¡
Mientras tanto, en el puente,
el Capitán también había sido víctima del queso de cabra, y salió corriendo a
sus aposentos. Le dijo al piloto, ahí te encargo… reúnan a la tripulación, y
dile al contramaestre que hablé con ella y los prepare que yo enseguida vuelvo.
El contramaestre era un
gallego, llamado Isidoro, muy diligente, muy disciplinado, pero muy ingenuo
para caer en las bromas. Así que llegó Isidoro al puente con el piloto, y
preguntó por el capitán, y el piloto le dijo que se había ido a su recamara
pero que ya volvía, que le dejó como razón que reuniera la tripulación, les
hablara y los preparara. Pero Isidoro preguntó: ¿pero que les hablara de qué? Y
el piloto por miró al cielo y lo miró con ganas de pegarle, pero se contuvo y
en su lugar le dijo: Pues de qué puedes hablarles en estás ocasiones Isidoro
¿de cómo limpiarse el culo, te parece? El piloto, pensó que Isidoro había
comprendido la ironía, pero no… su lógica gallega se lo impedía.
Isidoro: Atención a todos, el
capitán me ha solicitado que los reúna y os hable, así que todos a cubierta.
Todos los marinos, incluidos
José Joaquín, José Antonio y Manolo, llegaron a cubierta a ver las
instrucciones que iba a dar el contramaestre.
El contramaestre vio al piloto,
le guiñó el ojo, tomó aire… y dijo
Señores, el Capitán ordenó
que les diera las instrucciones de cómo limpiarse el culo:
Paso número uno …
El Piloto no lo podía creer,
Isidoro no lo hagas, detente… Nos van a matar…
José Antonio dijo: No puede
ser, en pleno ataque pirata y este tonto va a hablar de cómo limpiarse el culo…
qué despropósito.
Paso número dos…
Un marino, le gritó: Es en
serio?, a quién le importa eso¡
Otro marino: Cállate, yo no
quiero escuchar eso¡
El Capitán desde su baño
escuchaba las instrucciones del contramaestre, y dijo a ese maldito gallego, lo
voy a matar, va a causar un motín.
Paso número tres…
El piloto, decía a sus
adentros: No puede ser¡ y gritaba: Isidoro ya cállate¡
Paso número 4…
Un marino le gritó: cuantos pasos
más va a decir este mal nacido¡ esto es ridículo¡
Paso número 5…
El capitán desde su baño se
apuraba todo lo que podía. Tengo que callar a ese tonto, cómo se le ocurre dar
semejante charla, y en mi nombre… va por cinco pasos, y yo apenas conozco dos.
Paso número 6…
Un marino: Qué es esta
porquería… callen a ese tonto¡ no quiero escuchar más¡
José Joaquín dijo: Qué
bárbaro, ya lleva seis pasos de cómo limpiarse el culo, y al parecer tiene más…
Paso número 7…
El piloto le dijo a Isidoro,
cállate ya¡ por el amor de Dios¡
José Joaquín dijo: Qué
desagradable¡
Un marino dijo: ya no me
aguanto más esta tontería, lo voy a matar¡ y sus compañeros lo aguantaron.
Paso número 8…
José Joaquín dijo: Hemos
perdido todo el tiempo del mundo y este tonto tiene un paso número 8, válgame
Dios¡
El marino: Suéltenme que voy
a matar a ese tonto.
En ese momento llegó el
capitán corriendo.
Cállate Isidoro…
Si ya terminé capitán…
Cómo se te ocurre hablar de
semejantes cosas, en medio de un ataque pirata. Te voy a mandar a azotar luego
de que termine esto… si es que quedamos vivos.
Pero capitán, el piloto me
dijo…
¡Ah¡ es que fue el piloto, yo
sabía que semejante barbaridad no pudo haber nacido de ti de manera espontánea.
Al piloto también lo voy a mandar a azotar.
El piloto le dijo: Pero
capitán…
Cállese, usted también es
culpable de este tropel. Señores, tengan a la mano palos, cuchillos y cualquier
artefacto que pueda servirle de arma, inicialmente la idea es escapar y evitar
un combate, pero si nos abordan tenemos que estar preparados. Trataré de
negociar, pero ya saben que si no se puede, será mejor morir en una pelea, que
morir cobardemente… Así que todos a sus
puestos, y hagan que este maldito barco vuele entre las olas para que esos
piratas no nos alcancen.
Todos los marinos salieron
corriendo a sus puestos.
José Antonio, José Joaquín y
Manolo, interceptaron al Capitán, y le pidieron una reunión, a lo cual el
Capitán accedió, y los llevó al camarote, junto con dos de sus hombres de
confianza, y también le dijo al contramaestre Isidoro que terminara de preparar
las cosas en cubierta y luego fuera a la reunión.
Todos entraron a la reunión,
José Joaquín le dijo al capitán, que él fue teniente en la armada, y que Manolo
también había servido en la armada, así que estaban dispuestos a ayudar.
Igualmente, sabían que estaban en riesgo, pues los pasajeros eran considerados
por los piratas como moneda de cambio para exigir rescate, así que estaban
interesados en participara y en colaborar con las maniobras navales.
En esos momentos se sintió un
muy mal olor, que hizo que todos se callaran. Todos se miraban en silencio
tratando de buscar el culpable.
Esto es insólito, nunca había
visto un consejo de guerra en que se presentara esta situación… Dijo el capitán
en voz alta, luego de unos segundos de silencio. Todos en la reunión trataban
de hacer como si nada pasara, pero sus ojos buscaban al culpable de ese hedor.
José Antonio, golpeaba a su tío con el codo, cada vez que sentía que el olor arreciaba,
pero en un descuido, José Joaquín le dijo: No soy yo el único, aquí hay más
involucrados…
En esos momentos ingresó el
contramaestre Isidoro, y con su espontánea ingenuidad dijo Oh por Dios¡ esto
apesta¡ y abrió inmediatamente las ventanas de la habitación.
Todos descansaron con un poco
de aire fresco, pero el olor se mantenía.
El capitán solicitó al
contramaestre diera un informe de la situación, y le preguntó ¿cómo era que los
piratas se encontraran tan cerca de ellos, si el barco era muy rápido?
Isidoro contestó: Pues por la
misma razón del mal olor en esta habitación capitán, resulta que algo en el
desayuno le cayó muy mal a la tripulación, de 20 tripulantes, 14 se enfermaron
del estómago…
José Joaquín, interrumpió:
debió ser ese queso de cabra del demonio…
José Antonio: Tío… silencio…
Isidoro: Seguramente… mmm, en
todo caso, cuando avisamos a los piratas, ninguno de los marinos estaba en
disposición de subir a las velas, había cuatro haciendo del cuerpo en la proa,
cuatro más esperando turno, y -yo creo que varios terminaron utilizando la sentina-,
otros cuatro dijeron que eran incapaces de subir con dolor de estómago a los
mástiles, así que tuvimos que despertar a los marinos que estaban de descanso
para que vinieran a ayudar, y así fue que pudimos izar las velas, pero perdimos
mucho tiempo, y por eso esos piratas, están a punto de alcanzarnos. Fuera de
eso, aún tenemos a 7 marinos enfermos del estómago y todo el barco oliendo a
pedos, cómo esta habitación.
José Joaquín: ¿Cuantos
hombres conforman la tripulación?
El capitán: Somos 23.
Isidoro: Pero hay 14 enfermos
del estómago y de verdad que no creo que estén en condiciones de una pelea.
Además, hay más de un pedorreo que tampoco creo que de para entablar un combate
con piratas.
José Joaquín: Si seguramente…,
digo que seguramente no estamos en la mejor posición de entablar un combate con
tantos marineros enfermos. Por otro lado ¿Qué tipo de mercancía transportan?
Capitán: Hay como unos 30
costales de trigo solamente, y ustedes como pasajeros.
José Joaquín: No es mucho… ¿oro,
joyas o monedas?
Capitán: Solo tenemos la paga
que ustedes nos han dado, y uno que otro chelín que tenga la tripulación
ahorrada, pero no es mucho.
José Joaquín: ¿Hay armas o
cañones, o pólvora?
Capitán: No, tenemos cuchillos,
palos, garrotes, yo tengo un sable, pero es todo. Nunca habíamos estado en esta
condición, nuestro barco siempre ha sido bastante rápido, y siempre dejamos a
los piratas atrás. Esta vez si nos tomaron por sorpresa.
Isidoro: Sí, literalmente con
los pantalones abajo. Pero Capitán, sí tenemos un arma…
Capitán: Isidoro por favor,
eso no es un arma, es una reliquia, ya te lo dije.
José Joaquín: ¿De qué trata?
Capitán: Bueno es al parecer
un arma antigua, que nos entregaron como el pago de un viaje. El cliente no
tenía el dinero que nos había prometido, y nos ofreció como pago esa reliquia,
que traté un par de veces de venderla pero ya nadie la quiere, y terminó en la
bodega del barco.
José Joaquín: Bueno, ¿y de
qué trata?
Capitán: Es como una especie
de catapulta, incluso está desarmada en partes, pero cuando nos las dieron, algunos
marinos la probaron, y servía.
José Joaquín: Bueno no estaríamos
mal en utilizarla… para situaciones
extremas, soluciones desesperadas, os aseguro, que si los piratas nos abordan,
no tendremos mucho que hacer, y por la carga y el dinero que llevamos dentro,
lo más probable es que no nos vaya muy bien en una negociación. Mi consejo
sobre esto, es llame a toda la tripulación que está en enfermería y dígale que
tiene que trabajar, que el barco necesita volar entre las olas, y que no habrá
un mañana si los piratas nos atrapan. Yo iré junto con mi sobrino, Manolo, y con
el contramaestre a sacar esa catapulta de las bodegas a ver cómo la podemos
usar para defendernos.
Mientras tanto, el barco
pirata seguía acercándose, y ya comenzaban a disparar un cañón desde la proa, a
ver si le daban alcance al barco de nuestros amigos.
Por su parte, Isidoro, José
Antonio, Manolo y José Joaquín, inspeccionaban la bodega a ver el arma. En
efecto se trataba de una catapulta. Decidieron subirla a la cubierta para
armarla. Con la experiencia de José Antonio en la Carpintería y de Manolo en
las armas pudieron armarla rápidamente. No era muy grande, era un modelo de catapulta
estilo romano, muy pequeño, así que comenzaron a armarla atrás del timón de
popa.
Los piratas ya estaban muy
cerca, cuando Manolo y José Antonio terminaron de armar la catapulta.
José Antonio: Muy bien, ya
está armada, ahora qué vamos a disparar.
Manolo le pidió a Isidoro que
trajera objetos pesados para lanzarlos.
Isidoro: pues hay varios
barriles de basura.
Manolo: Si tráiganlos eso nos
sirve.
Mientras que los piratas
disparaban balas de cañón, nuestros amigos iban a lanzar barriles de basura.
En efecto, cargaron la
catapulta, prepararon el primer barril, y dispararon. El barril salió disparado
por los cielos, pero el barril sobrepasó el barco. Habían subestimado el
alcance de la catapulta.
Cargaron nuevamente, y
adaptaron la catapulta, y dispararon. Esta vez le dieron a la cubierta, y se
oyeron gritos en el barco pirata.
En el barco pirata, cuyos
tripulantes eran franceses:
Marino 1: Nos dieron…
Capitán: Qué fue eso…
Marino2: Capitán nos
arrojaron un barril con basura.
Capitán: Españoles
asquerosos, nos están arrojando sus porquerías al barco… dispárenles. Ya verán
cuando los atrapemos, los podremos a limpiar todo el barco con sus lenguas.
La catapulta, fue cargada
nuevamente, y dispararon con otro barril. Nuevamente le dieron a la cubierta.
Los piratas franceses, ya
tenían un basurero en la cubierta, el capitán le ordenó a dos marinos para que
con palas, sacaran toda esa basura del barco.
Los piratas seguían
disparando su único cañón en la proa y ya habían asestado dos disparos en
cubierta, sin heridos hasta el momento.
Manolo: No lograremos nada si
seguimos lanzándoles basura. Tenemos que incendiar los barriles y tratar de
causarles un incendio en el barco.
Así, Isidoro trajo el
siguiente barril, lo bañaron de aceite, cargaron la catapulta y le prendieron
fuego al barril. Al lanzarlo, les llegó nuevamente a los piratas en cubierta, y
con la basura que ya estaba toda regada en la cubierta, comenzó a hacerse un
incendio, que hizo que la tripulación tuviera que dedicarse a buscar agua para
apagarlo.
Mientras tanto, en el barco
pirata…
Malditos españoles, primero nos
lanzaron basura y ahora les están arrojando fuego a su basura, qué malditos¡ ¡que
jugarreta¡ no son tan tontos después de todo.
Rápido limpien este basurero.
Mientras tanto, en el barco
español, solo quedaban dos barriles de basura.
Cargaron nuevamente el barril
en la catapulta, le pusieron aceite y le prendieron fuego, y volvieron a
disparar.
Solo nos queda un solo
barril, debemos saber a dónde disparar que nos pueda dar una ventaja.
Cargaron nuevamente el barril
en la catapulta, lo volvieron a incendiar y dispararon.
Volvió a dar en cubierta,
pero no tuvo ningún efecto. Los franceses con agua estaban apagando los
incendios.
Manolo: Se nos acabaron los
barriles de basura, ahora ¿qué lanzamos?
Dijo Isidoro Hay un barril
con ron en la bodega… Todos los marineros miraron a Isidoro con ganas de
matarlo.
Isidoro: Bueno, está bien, hay
dos barriles vacíos, llénenlos con algo, con trigo o con lo que sea para
lanzarlo… vayan ustedes dos y busquen costales de trigo para llenar esos
barriles.
Los marinos volvieron con los
dos barriles cargados.
Isidoro: ¡Qué hedor¡ ¡eso no
es trigo¡
Marino: No, definitivamente
no es trigo, pero no preguntes qué es, solo lánzalo, es para los franceses.
Isidoro: Ah pues sí, eso es
problema de ellos.
Manolo: Por Dios Isidoro, ¿qué
es eso? Huele horrible.
Isidoro: No importa, es para
los franceses.
José Joaquín: Qué barbaridad¡
no quiero ni preguntar que hay ahí dentro, pero si le lanzan esa bomba
apestosa, de seguro los piratas nos atacarán con más rabia, espero que sepan qué van a hacer con eso¡
Manolo: Hay que apuntar al
cañón de proa esta vez¡
Cargaron como pudieron la
catapulta, rociaron de aceite el barril, y lo lanzaron. Dio en la proa y armó
un incendio en el barco pirata, el cañón de los piratas se silenció.
Con la bomba apestosa, el
barco español se seguía alejando del barco pirata. Los marinos trabajan para
que el barco volara entre las olas. Y la distracción de los incendios, hizo que
el barco pirata perdiera velocidad
Mientras tanto en el barco
pirata…
Al caer el barril con su
carga, se esparció por toda la proa, precisamente alrededor del cañón que
estaban disparando. Los marinos que estaban maniobrando el cañón salieron
corriendo asqueados. Los que estaban con las palas recogiendo la basura, fueron
corriendo a ver si podían limpiar, pero al ver lo que tenían que recoger se
devolvieron. Mientras tanto, el fuego que generó el último barril, se extendió
por la proa y alcanzó la cureña del cañón y lo inutilizó. Los marinos trataron
de apagar el incendio con agua, pero ya era demasiado tarde, el cañón había quedado
inutilizado. Los españoles habían logrado silenciar el cañón de los piratas que
estaba causándole estragos.
Capitán pirata: Malditos
españoles, son muy astutos, pero los vamos a agarrar, y los echaré a todos por
la borda.
En el barco español, todos
estaban felices, se estaban alejando del barco pirata y el cañón de su
adversario había dejado de disparar.
Capitán: Ya estamos cerca de
las islas canarias, necesitamos ir más rápido y dejarlos atrás.
José Antonio: Los barriles
nos han dado tiempo, el fuego los distrae y pierden velocidad, debemos disparar
otro.
Isidoro: Carguen el otro
barril apestoso.
Cargaron el barril, lo
bañaron con aceite, prepararon la catapulta, pero antes de que dispararan dijo
Manolo.
Manolo: Esta vez vamos a
apuntar al puente, al piloto, si logramos hacer un incendio en ese lugar,
seguramente perderán su dirección y la velocidad.
Prepararon la catapulta y
apuntaron.
Manolo: Desde este punto es
imposible darle directamente al castillo de popa, las velas y los mástiles
ocultan el castillo de popa.
José Joaquín: Pues trata un
tiro de rebote, era una táctica que se usa cuando le disparas a un barco de
frente. Apunta a un lado del último mástil, y si la bala rebota, llega al
castillo de proa.
José Antonio: Caramba tío
quién lo dijera.
José Joaquín: La experiencia
no se improvisa sobrino.
Manolo, preparó y apuntó la
catapulta con ayuda de Isidoro y de José Antonio, y dispararon.
El barril se elevó por el
aire haciendo una pequeña parábola, pero parecía más un tiro directo. Rebotó en
la cubierta, donde se comenzó a desarmar, y su contenido salió disparado de
rebote para el castillo de popa, donde se encontraban el capitán del barco
pirata, el contramaestre y el piloto.
En el barco pirata….
Los marineros que estaban
limpiando el barco con las palas, al ver el nuevo barril, exclamaron: Noooo,
por Dios¡
El resto de los marinos en
cubierta: Viene otro barril apestoso… cúbranse¡
Cuando vieron cómo rebotó el
barril y se fue al castillo de popa: Cuidado capitán¡
El impacto llegó al puente, y
con ello, se giró el barco todo a estribor, perdieron el rumbo de la
persecución, y todo el barco casi se desbarata. Todos los marinos cayeron al
suelo.
El capitán, el piloto y el
contramaestre también cayeron al piso, luego de haber sido impactados por la
carga del barril. Y no abrieron los ojos hasta qué…
Capitán: Fransua, estás vivo.
Contramaestre: Sí, capitán… pero
creo que estoy herido.
Capitán: Yo también creo que
estoy herido… el impacto fue muy grande,
y siento que tengo sangre por todos lados, no quiero abrir los ojos. Siento
mucho frío y huele horrible.
Contramaestre: Yo tampoco he
querido abrir los ojos, siento que estoy bañado de sangre espesa, capitán. Al
piloto, o alguno de nosotros nos han destrozado los intestinos, a eso huele
cuando pasa eso.
Piloto: Ay me duele todo,
siento que me pesa el cuerpo… Qué fue lo que nos golpeó? Yo solo vi una mancha
marrón, y luego todo se puso oscuro.
Capitán: No sé exactamente
qué fue lo que nos golpeó, siento que estoy como cubierto de barro, pero
también siento mucho peso, y lo que he tocado, parece que estuviera todo
destrozado, no soy capaz de abrir los ojos y ver qué tan desfigurado quedé. No
siento los brazos, las piernas no me responden, y ese maldito olor me está
matando.
Los marineros llegaron al
puente corriendo y vieron al capitán, al contramaestre y al piloto tirados en
el piso y dijeron: Oh por Dios¡ Qué horror¡
Los tres que aún no habían
abierto los ojos se asustaron más, porque pensaron que estaban destrozados.
Hasta que uno de los marinos
que llegó después dijo: Qué asco¡ ¿Eso es mierda?
Los tres abrieron los ojos, y
a pesar de lo tétrico de la imagen, fue un alivio ver lo que veían y no sangre.
Capitán: ¿Mierda? ¿Nos han
disparado mierda?
Marino: Los últimos dos
barriles al parecer estaban llenos de mierda, hay mierda por todos los lados
capitán¡
Capitán: Esto no se puede
quedar así, tenemos que atraparlos, tenemos que matar a esos asquerosos
españoles.
Marino: Capitán, ya los
perdimos… ustedes soltaron el timón y el barco giró todo a estribor. Ya no
podemos darle alcance, y ya están cerca de las islas canarias, que es puerto
seguro para ellos.
Contramaestre: Más bien,
tenemos que limpiar el barco, y salir de esta posición, porque cualquier barco
de la armada española nos podrá capturar.
Por otro lado en el barco
español, todos celebraban¡
Capitán: Lo logramos¡
José Joaquín: No quiero ni
preguntar que había en ese barril que hizo que los piratas perdieran el rumbo
de esa forma tan abrupta.
Manolo: Hemos vencido a un
barco pirata con una catapulta vieja¡ eso nunca se ha escrito en la guerra
naval.
Isidoro: Qué viva la bomba
apestosa¡
Marinos: Qué viva¡
Capitán: Y ya estamos
llegando a las islas canarias, ya se ve Tenerife en el horizonte¡
Y llegaron al fin a Tenerife,
el sábado, como lo habían planeado, dos días antes de la audiencia de la
inquisición.
José Antonio, José Joaquín y Manolo
se despidieron del capitán y de los otros miembros de la tripulación. Agarraron
sus pertenencias y se bajaron del barco.
Para José Joaquín era revivir
muchos recuerdos, la primera vez que se bajó en el puerto, su desfile en todo
el pueblo, la panadería de María, el padre de María, sus superiores, el fuerte,
y la batalla con los ingleses.
Buscaron una posada, donde dejar
sus pertenencias, y luego José Joaquín y sus compañeros de viaje se dirigieron
a la panadería de María, para ver si encontraban a algún familiar que les
informara qué estaba pasando.
Cuando llegaron a la
panadería, encontraron a una joven, y José Joaquín le dijo: Buenas tardes, yo
soy José Joaquín Calderón, y vengo para el juicio de María.
La joven luego de verlo,
frunció el ceño, y le dijo: Ah, ¿con que usted es el causante de todo esto?
José Joaquín: A ver niña, que
no hay necesidad de ponernos agresivos. Es que no entiendo. Yo he venido a ayudar
a María, no a causarle ningún daño ¿tú la conoces?
La niña le contestó: Pues
claro que la conozco, que es mi madre señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario