martes, 5 de julio de 2022

CAPITULO XII EL NUEVO GOBERNADOR DE SANTA MARTA

 

CAPITULO XII EL NUEVO GOBERNADOR DE SANTA MARTA

 

José Joaquín: Pero por Dios… yo como que nací en Sodoma y Gomorra…

María: Pero José Joaquín, ¿qué son esas formas? ¿Qué ha pasado ahora?

José Joaquín: Que me ha llegado una carta del Rey… que dice que en virtud de su enorme participación en la defensa del reino… ha decidido nombrarme Gobernador en Santa Marta.

María: ¿Pero eso no es bueno?

José Joaquín: María… Santa Marta queda en el nuevo mundo, ¿yo que voy a hacer allá? A mi edad, ya no estoy para esos trotes. Además, cualquier otro sitio sería mejor que Santa Marta.

María: ¿Pero por qué? ¿Qué tiene Santa Marta?

José Joaquín: Resulta que he estado averiguando donde queda Santa Marta y cómo es esa tierra, que la verdad nunca la había escuchado. Y resulta que he hablado con varios marineros que vienen del nuevo mundo, y me han dicho que Santa Marta, fue una ciudad muy importante en los principios de la conquista, pues de ahí salieron las expediciones que descubrieron Santa Fe en el Virreinato de la Nueva Granada, y que después llegaron al Perú. Y qué al principio Santa Marta era un puerto próspero, y que tenía oro, además ejerce gobierno sobre Riohacha de donde sacan las perlas del mar. Pero que ahora, ya era un puerto pobre, que hace dos meses lo quemaron los ingleses, y que está rodeado por indios hostiles por todas partes. Qué en estos momentos es tierra de nadie.

María: Y por qué te nombraron gobernador de semejante desastre.

José Joaquín: Como te dije, yo como que nací en Sodoma y Gomorra, porque la carta dice que es en agradecimiento por haber salvado a Cádiz de los ingleses, pero la verdad es que parece más un castigo que un premio. Además en la misma carta, dice que no podré renunciar al encargo.

María: Por Dios y qué vamos a hacer.

José Antonio: Hola tío, ¿qué andas refunfuñando tan temprano?

José Joaquín: Que me han nombrado gobernador de Santa Marta.

José Antonio: ¿Que te han nombrado qué?

José Joaquín: Así como lo oyes… Gobernador de Santa Marta.

José Antonio: ¿Y qué vamos a hacer?

José Joaquín: Pues no lo sé… me va a tocar ir a Madrid a ver qué se puede hacer.

José Antonio: Es que Santa Marta… si no estoy mal, le escuché a unos marineros que es una ciudad que incendian mucho los piratas.

José Joaquín: Quisiera saber quién habrá sido el gracioso que me habrá recomendado para ser el Gobernador de Santa Marta, esa persona tiene que odiarme muchísimo. Enviarme a Santa Marta no solo es un castigo, es casi una pena de muerte.

José Antonio: Bueno… vámonos a Madrid a ver qué podemos hacer.

 

El tío y el sobrino partieron a Madrid, en la ciudad se reunieron con varios funcionarios, conocidos y miembros de la armada, no había nada que hacer, el encargo de Gobernador de Santa Marta, era obligatorio dada la situación de la ciudad, a la que nadie quería ir, luego de haber sido quemada y saqueada por Goodson, un pirata inglés. La orden era reconstruirla y repoblarla, y como nadie quería dicho encargo voluntariamente, decidieron hacer el encargo como una orden de su alteza real, que no admitía rechazo. También se enteraron que quien había sugerido el nombre de José Joaquín Calderón para llevar a cabo el encargo de su alteza real, había sido el Honorable Duque Fernández de Romo, ahí entendieron que se había vengado con todas sus ganas, por destruir la imagen de su primogénito que había sido nombrado como el Pedorro.

 

José Joaquín: Por Dios… ¿qué vamos a hacer?

María: Pues qué vamos a hacer José Joaquín… no vamos para Santa Marta, no queda de otra, a ti no te voy a dejar solo, y todos los que nos quieran acompañar bienvenidos sean, hablemos con todos, a ver quienes se van y quienes se quedan.

José Joaquín: Pero María…

María: No se hable más, convoca a todos los familiares y a los empleados y cada quién que decida si se queda o si se va.

 

José Antonio por su parte estaba muy preocupado, había averiguado todo lo que pudo sobre Santa Marta, y las noticias no eran muy alentadoras, lo único favorable era que estaba muy cerca de Cartagena, que era uno de los principales puertos de España en el Caribe, y que a su vez, tenía como su principal riqueza las perlas de Riohacha. Por lo demás, todos los marinos se referían a Santa Marta como una ciudad de las más pobres del nuevo mundo.

En todo caso, cuando José Joaquín se reportó con uno de los funcionarios más cercanos del Rey, le fueron entregadas las condiciones de su encargo:

 

La Corona proveería al nuevo Gobernador de Santa Marta de:

1000 ducados para la reconstrucción de la ciudad y de la iglesia.

Un galeón con 60 cañones y dos zabras de 25 cañones para el transporte a Santa Marta.

Siete caballos.

20 cañones de bronce para rehacer las defensas en tierra.

50 soldados

30 barriles de pólvora

30 arcabuces

50 espadas.

30 picas

30 pistolas.

Material para construcción y madera.

 

No era una mala oferta, solo que no era una zona fácil de administrar. Santa Marta estaba ubicada al pie de una gran montaña llamada la Sierra Nevada, era muy fácil de ubicar para los piratas, pues la montaña surgía como un faro en medio del mar, y gritaba, aquí estoy. Por otra parte, decían que era una plaza muy difícil de defender por que tenía muchas bahías donde los piratas desembarcaban. Adicionalmente estaba rodeada por tribus de indios hostiles, entre ellos los guajiros, los caribes y los chimilas. Que no era una ciudad muy grande, y que las personas que aún habitaban en ella, lo hacían por que tenían otras partes a donde ir.

Que contaba con pocas edificaciones, y que una de las más importantes era la Catedral que al mismo tiempo era utilizada como fortaleza cuando era atacada. Que los soldados eran muy pocos, y que a veces no tenían ni pólvora para disparar.

 

Toda esa información fue dada a todos los asistentes a la reunión, entre los que estaban, los empleados de la casa de José Joaquín, los empleados de la panadería, Isidoro y sus marinos, José Antonio, sus padres y hermanos, Victoria, María, y Priscila, quién también fue invitada.

El panorama era de miedo. Los padres y hermanos de José Antonio, decidieron quedarse en Cádiz, los empleados de la casa de José Joaquín y la panadería aceptaron ir a Santa Marta, Isidoro y sus marinos aceptaron el reto de irse a Santa Marta. José Antonio y Priscila que estaban comprometidos, pero aún no estaban casados, dijeron que también se iban para Santa Marta. Y se acordó esa noche comenzar con los preparativos para el viaje y los traslados.

El padre de Priscila al escuchar lo del viaje a Santa Marta se enfadó y dijo que eso era una locura, que era una muerte casi segura, por lo que había escuchado, que no quería perder a su hija, ni que muriera de esa forma. Priscila trató de tranquilizarlo, pero Antonio Velásquez se mostró contrario a que su hija viajara en esas condiciones, y estaba pensando seriamente en romper el compromiso a fin de que ella no se fuera.

Por su parte, quedaban dos temas pendientes, y era qué iban a hacer con los bienes que tenía José Joaquín en Cádiz. Una posibilidad era dejar a cargo a los padres y a los hermanos de José Antonio, pero Victoria y María, decidieron vender lo que más pudieran y dejar los negocios de la carpintería a los padres y a los hermanos de José Antonio. El barco que capitaneaba Isidoro sería llevado al nuevo mundo con la familia. Así las cosas, Victoria comenzó a vender los muebles, las herramientas, coches, entre otras cosas, que no se pudieran llevar al nuevo mundo. Y vaya que lo hizo, como bien lo había hecho en Tenerife. Logró vender a buenos precios, e incluso muchas herramientas y utensilios los vendió, a tal punto, que un día llegó José Joaquín a la carpintería y se encontró con que sus empleados no estaban trabajando, porque Victoria les había vendido las herramientas.

José Joaquín: Pero hija mía… ¿cómo vas a vender las herramientas de la carpintería? si ese es un negocio que va a continuar aquí.

Victoria: Ya papá, ya las vendí, muchas herramientas estaban muy viejas y muy gastadas. Aproveché las vendí, luego negocié algunos muebles y ollas viejas y compre nuevas herramientas, para el taller de acá, y para llevarnos y hacer otro taller en Santa Marta. Créeme que fue un muy buen negocio.

José Joaquín: Ah bárbara… que bien, no lo había pensado, que sería una buena idea crear una carpintería en Santa Marta, y ¿cuándo llegan las herramientas nuevas?

Victoria: Mañana

José Joaquín: y ¿cómo cumplimos con los pedidos de hoy?

Victoria: ya les di unos descuentos a los clientes de hoy, y aceptaron que les entregáramos pasado mañana.

José Joaquín: ¡Qué maravilla hija mía¡

José Antonio: Tío, tengo problemas.

José Joaquín: ¿Qué pasó ahora José Antonio?

José Antonio: El señor Antonio Velásquez quiere romper el compromiso para que Priscila no viaje con nosotros a Santa Marta. Por ahora tendrás que esconderte de él, que no te vea… tiene que verte primero para que rompa el compromiso… y en estos momentos viene para acá, así que necesito que te vayas y te escondas.

José Joaquín: ¡Válgame Dios¡ Que a mi me tocan unas cosas, ahora me toca huir del señor Velásquez.

José Antonio: Sí por favor, vete. De lo contrario se nos va a complicar la cosa.

José Joaquín: Que ya me voy… ya me voy, pero tienes que resolver esto cuanto antes. Que nos vamos en una semana y que no puedo andar en correrías para que no me vea el señor Velásquez.

 

Esa noche en el tejado.

 

Priscila: José Antonio que mi padre ha estado buscando a tu tío como loco por toda Cádiz, y que a pesar de que ha estado a punto de alcanzarlo, se le ha estado escabullendo.

José Antonio: Que sí Priscila, que le he dicho a mi tío que lo evite a toda costa, y hoy precisamente ha estado corriendo por toda Cádiz por culpa de nosotros.

Priscila: ¿Y qué vamos a hacer? No podemos dejar que tu tío corra por toda Cádiz como loco, y que mi padre vaya detrás persiguiéndolo.

José Antonio: No, ni pensarlo… ya mi tío hoy en la comida me dijo que sintió que vio a tu padre en cada esquina de Cádiz y que no hizo sino correr para que no lo alcanzara, y que no podía aguantar un día más así.

Priscila: ¡Qué barbaridad¡ en cualquier momento mi padre lo toma por sorpresa y disuelve el compromiso.

José Antonio: Priscila, no hay de otra, no nos queda otra opción, nos escapamos, nos casamos, y ya tu padre no podría hacer nada. Prepara tus cosas y nos vamos.

 

Priscila empacó lo que más pudo en dos maletas, se las entregó a José Antonio, y salió por la ventana.

Priscila y José Antonio, entraron a la casa de José Antonio, por la ventana de José Joaquín, quien estaba durmiendo con María.

José Joaquín: ¡Ay mi madre¡ ¿José Antonio que me vas a matar un día de estos¡

María: Jesús ¿qué pasa?

José Joaquín: José Antonio, cómo se te ocurre entrar por mi ventana.

José Antonio: tío es la ventana más fácil de entrar, además que vengo acompañado.

José Joaquín: Priscila hija mía cómo te dejas engatusar de este atolondrado.

José Antonio: tío que nos casamos ahora, y tu y María serán mis testigos.

José Joaquín: Pero por Dios muchacho que estás loco y tu muchacha, también por lo que veo.

José Antonio: Tío que no nos queda otra… que si nos casamos Priscila deja de estar bajo la protección de su padre, y comienza a estar bajo la protección de su esposo, o sea yo.

 

Así salieron los cuatro corriendo a la casa del cura de la iglesia más cercana, quién los recibió en pijama. Luego de hacer la formalidad de las amonestaciones, y el interrogatorio a los padrinos, inició la ceremonia del casorio. Cuando iban por la mitad, el señor Antonio Velásquez comenzó a tocar la puerta de la iglesia, y el cura aceleró la ceremonia.

 

Cura: Priscila Velásquez, ¿aceptas a José Antonio Calderón como tu legítimo esposo?

Priscila: Sí, acepto.

Cura: José Antonio Calderón, ¿aceptas a Priscila Velásquez como tu legítima esposa?

José Antonio: Sí, acepto.

Cura: por el poder que me ha otorgado Dios y la Iglesia, los declaro marido y mujer… puedes besar a la novia.

 

Antonio Velásquez: Alto… Alto… cura alcahueta… que esta boda no se puede realizar… que mi hija no se puede casar con José Antonio.

El cura: Ya están casados señor Velásquez, ha llegado usted un poquito tarde.

 

Listos para el viaje….

 

Listos para el viaje, con el oro y las provisiones del rey, más 50 soldados, los empleados de la casa de José Joaquín, los empleados de la panadería de María, varios carpinteros con sus familias, Isidoro y sus marineros con sus familias.

La flota de Santa Marta estaba formada por el galeón San Rafael, la zabra Santa Juana, la zabra Santa Valentina y la goleta Victoria. Cuatro barcos a los que les esperaba una travesía de 45 días para llegar al nuevo mundo si las tormentas y los piratas no las encontraban.

José Antonio revisó cada barco y supervisó cada trabajo tendiente a mejorar la navegación de cada nave. Además de los 50 soldados, cada barco contaba con una tripulación de marinos.

José Joaquín dividió la carga, las provisiones y la municiones entre los cuatro barcos. La Goleta Victoria  quedó con 8 cañones en su cubierta. José Joaquín iba al mando del Galeón San Rafael, Isidoro comandaría la zabra Santa Juana, Manolo la Santa Valentina, y José Antonio, en compañía de Valentín, el que era el segundo al mando de Isidoro, comandarían la Goleta Victoria.

 

Ya listos y preparados para zarpar…

 

Esperen, esperen…

 

Era el señor Antonio Velásquez

 

Velásquez: Esperen… no se qué locura estoy haciendo, pero nos vamos con ustedes.

Priscila: Pero ¿Qué dices papá?

Velásquez: Que nos vamos con ustedes, lo decidimos ayer.

José Joaquín: Pero señor Velásquez, como usted lo dijo… esta es una misión altamente riesgosa.

Velásquez: No importa… ayer decidimos que nos íbamos para Santa Marta con ustedes y así será. Traemos provisiones, armas, municiones y nuestras pertenencias.

Priscila: Papá ¿y tus negocios y la casa?

Velásquez: La casa, quedará en arriendo y los negocios… pues ya lo vendí. Nos vamos.

José Joaquín: ¿bueno cuantas personas son?

Velásquez: Somos mi esposa, mis otras dos hijas, dos empleados y yo.

José Joaquín: Muy bien, en el Galeón hay más espacio, vénganse conmigo.

 

José Antonio: ¡Válgame Dios¡ esto sí no lo esperaba.

Priscila: Pues no se qué decirte… estoy tan sorprendida como tú, espero que esto salga bien.

 

Al fin zarparon.

 

Los barcos iban surcando las olas y el viento era muy favorable, la velocidad de los navíos era muy buena, el Galeón por sus dimensiones iba más lento, pero todo hasta el momento iba bien, y sin contratiempos. La Goleta Victoria se daba el lujo de romper la formación y darle la vuelta a todos los barcos, donde José Antonio les saludaba con gritos.

José Joaquín: Qué presumido.

Velásquez: Es un chiquillo.

José Joaquín: Así es… pero muy listo el bendito.

 

Llegó un soldado a donde José Joaquín.

 

Soldado: Capitán hemos encontrado a una joven a bordo en la bodega, dice ser sobrina suya.

José Joaquín: ¿Sobrina mía? Traiganla.

 

José Joaquín: Ana, por Dios ¿Qué haces aquí?

Ana: Que quería irme de casa tío… y que quería venir con ustedes, pero mis padres no me dejaron hablar.

José Joaquín: Por ¡Dios Santo¡ ¿Qué va a decir tu madre? Soldado, llama urgente a mi esposa. Supongo que no has comido nada criatura, ¡Qué barbaridad¡

María: ¿Y esta chiquilla?

José Joaquín: Es Ana, la hermana menor de José Antonio, se ha escapado de casa y se ha metido en la bodega.

María: Pobrecilla, cómo es posible ¿cuántos años tienes?

Ana: Tengo 13.

José Joaquín: ¡Por Dios¡ ¿Qué vamos a hacer? No podemos regresar, ya tenemos un día y medio de viaje, y estamos con muy buen viento.

Ana: Yo le dejé una nota a mis padres que me iba con ustedes.

José Joaquín: ¡Válgame¡ no me imagino como estará Antonio mi hermano con este tema. Es que si José Antonio es una ladilla, está chiquilla decían que era igual a su hermano pero en versión mujer.

María: Ya me imagino, si se ha escapado de su casa, y nosotros hasta ahora nos damos cuenta de su presencia.

José Joaquín: Llamen a José Antonio urgente, tenemos que decidir qué hacemos.

 

Los barcos pararon la marcha y se dispusieron para que los tripulantes se reunieran en el Galeón San Rafael.

 

José Antonio: ¿Tío qué pasó? Ana por Dios ¿Qué haces aquí?

José Joaquín: Acabamos de descubrirla escondida en las bodegas.

José Antonio: Hermanita ¿qué hiciste? Tu no puedes estar aquí, no me imagino el miedo de mi madre.

Ana: Ella sabía, yo hablé con ella ayer, y sé que en el fondo, sabía que me iba a venir contigo, porque dice que somos igualitos. Yo le dejé una carta donde me despido de ella. Tu sabes que el problema es mi padre.

 

José Antonio, se llevó a su hermanita a un lado del buque para hablar a solas con ella.

 

José Antonio: ¿Seguro que es así? Que mi madre sabía, a ver… cuéntame.

Ana: José Antonio… tu sabes como es mi padre, a toda hora me regaña, no puedo hacer nada… que debo lavar platos, lavar ropa… que no puedo salir. Todos los días se estaba volviendo más insoportable. A toda hora me dice que soy una desgracia, que me parezco a ti, que siempre ando buscando problemas.

José Antonio: Sí te entiendo… y con la edad que tienes, te iba se iba a volver peor.

Ana: Ya mi madre no podía aguantarlo, hace dos noches casi me golpea de la rabia.

José Antonio: Pero ¿qué hiciste?

Ana: Bueno, estaba apostando a los dados con unos amigos del barrio. Pero el tema, es que no puedo volver a casa, porque mi padre luego da saber lo que hice, de seguro me maltratará, y mi madre se interpondrá, y será un completo desastre.

José Antonio: Sí, en eso tienes razón, con nuestro padre no se puede, nuestra forma de ser lo molesta, y a pesar de que sé que nos quiere, no nos entiende.

 

 

José Antonio: Tío, no hay nada que hacer, seguiremos a Santa Marta, si ella retorna a la casa, no sé qué podría hacerle mi padre, desde hoy, yo seré responsable de ella.

José Joaquín: Pues si vieras lo tranquilo que quedo con eso, la verdad es que si no puedes a veces dominar tu vida, ahora quieres hacerte cargo de tu hermana, de seguro mi hermano me va a matar cuando me vea.

José Antonio: Yo sé tío que no he sido lo más responsable, pero dame una oportunidad, es mi hermanita, se parece mucho a mí, y si la devolvemos a mi padre, sabes que la castigará sin misericordia.

José Joaquín: En eso sí tienes mucha razón. Pero de que te hagas cargo de esta pobre cría, que ya ha seguido tus pasos hasta acá, eso sí que no, María… Victoria, ayuden a Ana por favor, desde hoy, será como otra hija. Lo siento, pero no hay de otra.

María: Pues ni que me estuviera quejando, me parece emocionante tener otra hija.

Victoria: Pues yo tampoco me quejo, voy a tener una hermanita.

José Joaquín: No se emocionen mucho… que es la versión mujer de José Antonio, y vaya que nos dará lidia.

María: No seas exagerado, ven mi amor, vamos a cambiarte de ropa y a limpiarte.

José Antonio: Gracias tío, te prometo que estaré muy pendiente de ella. Sabes que si la devolvemos a mi padre la va a maltratar.

José Joaquín: Si, se que en el fondo es un buen hombre, pero no sabe como lidiar con los hijos rebeldes. Muy bien todos, seguimos para tierra firme… rumbo a Santa Marta y rápido.

 

La caravana de barcos continuó su viaje…

 

En una mañana con neblina, el ambiente se puso tenso. José Joaquín estaba preocupado, la neblina era muy densa, y la visibilidad era muy poca, le preocupaba que su pequeña flota familiar se dispersara y se perdiera, dada la diferencia entre las velocidades entre los diferentes barcos. En efecto, muy a pesar de la orden de no separarse mucho, hubo un momento de peligro en el que el Galeón golpeó a una de las zabras, lo cual hizo que todos los barcos se dispersaran en medio de la neblina.

José Antonio que viajaba en la Goleta Victoria, con Priscila, y con Valentín que era el más experimentado. Se habían distanciado del grupo, y les preocupaba encontrarse de frente con alguno, pues la goleta era la de menor tamaño, y si chocaba de frente con el Galeón, era muy probable que les pasara por encima. Trató de mantener una distancia de los demás barcos, pero esa distancia lo hizo perder entre la niebla. Por su parte José Joaquín ordenó a sus marinos que dejaran el barco lo más inmóvil posible para evitar otro choque con los demás barcos. Eran las 4 de la mañana, y tenían que esperar por lo menos a las 5:30 que comenzara a salir el sol, y comenzara a mejorar la visibilidad. En ese espacio, José Antonio y Valentín confundieron el este con el oeste, y se alejaron más del grupo. Las dos zabras lograron encontrarse y permanecieron juntas, esperando la salida del sol. José Antonio y Valentín se dieron cuenta que habían navegado ya media hora con rumbo equivocado, y decidieron corregirlo. Todos estaban desesperados, José Antonio ordenó a uno de sus marinos para que se montara en el carajo y los guiara. De pronto, el marino gritó viene un barco enorme de frente, rápido a estribor. Todos los marinos comenzaron a girar el barco y pudieron hacer la maniobra. Lograron por poco evadir el barco. Era un barco inglés de tres puentes, y al divisar a la Goleta Victoria comenzaron a moverse para atacarla. José Antonio dio la orden de navegar a todo trapo para salir rápido de esa situación. Los cañones del barco inglés comenzaron a sonar, y toda la tripulación se tiró al suelo. Las balas fallaron por poco, habían salido ilesos. De pronto el marino en el carajo gritó, otro barco muévanse, viene por babor. Nuevamente toda la tripulación corrió a girar el barco para evitar el choque. Nuevamente otro barco inglés, que comenzó a prepararse para disparar, pero esta vez, la goleta iba mucho más rápido, y giró en medio de la niebla. El barco inglés disparó tres cañonazos, pero esta vez no estuvo ni cerca. A lo lejos José Joaquín, escuchó los cañonazos y dio la orden de prepararse para pelear, y ordenó igualmente, alejarse del sitio donde se habían escuchado los cañonazos. Manolo e Isidoro que estaban juntos, también escucharon los cañonazos y también decidieron alejarse. La orden dada a todos los capitanes de las naves, era evitar cualquier tipo de confrontación con naves enemigas, que debían aprovechar la velocidad, y salir huyendo de cualquier nave que intentara atacarlos.

La situación era crítica, Manolo e Isidoro estaban juntos, el Galeón de José Joaquín estaba aislado, y José Antonio en la Goleta, estaba muy cerca de dos fragatas inglesas.

El sol comenzó a salir, y la niebla que protegía a José Antonio, comenzó a desaparecer. Pronto comenzaban a verse las velas de las dos fragatas. José Antonio ordenó que se prepararan los cañones por parte de los soldados. Las dos fragatas estaban en frente de él, y tendría que rodearlas, porque el nuevo mundo estaba atrás de ellas. Pasar en medio de las dos era un suicidio, así que tenía que escoger un lado para tratar de rodearlas y pasar. Muy bien señores, amagaremos que iremos a la izquierda, y luego giraremos a la derecha, cuando veamos que comiencen a avanzar a la izquierda, tenemos que ser mas rápidos y evitar los cañones. Valentín, que alisten la catapulta y los sacos con lo que acordamos. Comienza la maniobra, la goleta comenzó a avanzar hacía la izquierda, los cañones de las fragatas comenzaron a sonar, pero la goleta estaba aún lejos de su alcance. Cuando las dos fragatas comenzaron a moverse para interceptar a la goleta que trataba de rodearlas, se dio la orden de girar a la derecha a todo trapo. Las dos fragatas un poco más lentas, comenzaron a maniobrar para dar vuelta y comenzaron a disparar una andana en contra de la goleta de José Antonio. En ese momento surgió el Galeón San Rafael de la niebla, por la popa de una de las fragatas y descargó todas sus baterías en contra de ella, causándole severos daños, y dejándola sin timón, la otra fragata sorprendida, inició las maniobras para preparar sus cañones y girar para atacar al Galeón San Rafael, pero la Goleta de José Antonio, les había disparado con la catapulta tres sacos de basura y desperdicios al puente donde estaba el capitán de la nave, el piloto y los dos oficiales de alto rango. Al caer los sacos se abrieron y se desparramaron encima de sus víctimas. El piloto con el golpe soltó el timón que se bloqueó con los desperdicios, y la nave quedó inmóvil, y no pudieron colocar el barco en posición de disparar. En esos momentos, José Joaquín dio la orden de retirada y de huir lo más rápido, la Goleta de José Antonio se puso al lado del Galeón quién les cubrió su escape.

 

En el barco inglés…

 

Los soldados corrieron al puente a ver que había pasado, y encontraron al capitán, al segundo oficial y al piloto tirados en el piso en medio de basura y desperdicios, y a penas se estaban incorporando, todos sucios. El capitán desalineado y con su peluca sucia, aún se hallaba sentado aturdido por el golpe.

 

Soldado Inglés: Capitán… Uyyy ¡Qué asco¡… ¿cómo se siente?

Capitán Inglés: como si me hubiese pasado un caballo por encima… ¿qué fue lo que nos golpeó?

Soldado Inglés: Al parecer la goleta que perseguíamos nos lanzó unos sacos llenos de basura y desperdicios.

Capitán Inglés: ¡Qué barbaridad¡ Malditos españoles, hubiese sido menos humillante una bala de cañón que ser vencido por unos sacos llenos de esta porquería. ¿Y el Galeón?

Soldado Inglés: Se escapó junto con la goleta.

Capitán Inglés: ¿Y qué están mirando? Limpien toda esta basura. Y el que diga o se ponga de chistoso a comentar lo que pasó, lo fusilo.

 

 

Al salir de la escasa niebla que quedaba, la goleta y el galeón, reconocieron las zabras de Manolo e Isidoro, quienes se prestaron a seguirlos en el viaje. El susto fue grande, máxime cuando tienes a toda tu familia en riesgo en los barcos.

 

Los días pasaban y el viaje se volvía más agotador, trataban de avanzar lo más que podían, y el viento y la corriente les fue muy favorables, pronto iban a llegar al mar caribe, y con ello, los peligros de piratas, corsarios y bucaneros. En la navegación los riesgos de encallar en los bajos, y en la tierra los ataques de los salvajes, los mosquitos y las alimañas. En las noches se reunían los cuatro barcos, para compartir la cena y hablar.

Ahí José Antonio le contó a su tío que volvió a utilizar la catapulta, esta vez con sacos de basura, como lo hicieron en el primer viaje a Tenerife. Lo cual causó mucha gracia en los que no conocían la historia, y la escucharon por primera vez. En esos momentos en que estaban departiendo un marino sacó una guitarra y comenzó a tocar, y otros comenzaron a cantar.

José Antonio miró con nostalgia a los marinos tocando, y echo de menos su guitarra. Priscila que lo vio conmovido, se ausentó un instante y le trajo la guitarra. Anda sinvergüenza tócame alguna canción. José Antonio tomó la guitarra y comenzó a tocar y a cantar. El marino que estaba cantando pidió permiso para acompañarlo, y comenzaron a cantar y a tocar.

En esos momentos José Joaquín se le acercó a Antonio Velásquez.

José Joaquín: Linda noche.

Velásquez: Sí linda noche. Pero hoy me siento el hombre más idiota del mundo.

José Joaquín: jajaja ¿y se puede saber por qué?

Velásquez: Que acabo de descubrir que estuve cazando un gato en el tejado, luego a un supuesto gitano que cantaba en las noches, y ahora me doy cuenta quién es.

José Joaquín: jjajaja, ese es José Antonio, siempre con alguna sorpresa, y cuando uno menos piensa le pinta a uno la cara de tonto. No crea… que a mí también me la hizo. Yo estuve dos semanas con él dándole casa al gitano que cantaba en los tejados, y lo tenía en mi propia casa, en mis propias narices, y todos mis empleados lo sabían y le hacían el tercio. Y lo peor fue que cuando lo descubrí me tocó encubrirlo de la guardia real, y de usted, para que no lo matarán.

Velásquez: Ahora que lo cuenta usted, suena muy gracioso, pero más de una noche me trasnochó ese condenado. Mmm y ahora que lo pienso, supongo que José Antonio y Priscila, se estuvieron viendo a escondidas todo ese tiempo.

José Joaquín: jjajajajaj, pues vaya uno a saber señor Velásquez… que yo no lo acompañaba.

Velásquez: Jajajaa, menudo tío alcahueta… jajaja. ¿Y qué va a hacer con la hermana? He sabido que ha apostado a los dados con algunos marinos.

José Joaquín: Ni me lo diga, que ya la he regañado un par de veces… pero es que esa niña es la versión mujer de José Antonio, tienen el palito para meterse en problemas.

Velásquez: jajajaja, menuda familia.

José Joaquín: Sí así es, pero en medio de los dolores de cabeza que producen, no hay día en que me aburra… siempre hay algo que hacer con estos condenados. Siempre andas haciendo travesuras, pero por lo menos con José Antonio, sé que daría su vida por mí, como yo la daría por él. Ha sido un verdadero hijo para mí. Ahora con Ana, es un nuevo comienzo, pero ya tengo experiencia… espero que no me de tanta lata como el hermano.

Velásquez: Es bueno saber eso. ¿Y su hija Victoria?

José Joaquín: Es un cielo, dicen que se parece mucho a mí. José Antonio cuando la conoció, enseguida me dijo que parecía hija mía. Nació lejos de mí, pero aprovecho cada momento que me permite estar cerca. Es muy independiente, y siempre me regaña. Pido a Dios que encuentre un buen hombre que le respete su libertad. ¿Y sus hijas?

Velásquez: ¡Bueno¡ Priscila ya se casó con su sobrino, y la veo muy feliz, y se ve que se quieren mucho, no se separan por un segundo. Priscila es buena niña. Me gustaría decir, que por ella estoy aquí, pero la verdad, es que estoy aquí por mi esposa. Ella siempre quiso una aventura, y yo con mi trabajo en la marina, nunca la pude complacer. Así que aquí estoy, por fin dándole gusto a ella. La veo feliz, y aunque a mi no me hace mucha gracia las incomodidades del viaje, ella me anima y me da aliento todos los días. Sofía, mi segunda hija, es una chiquilla cariñosa y también veo que está disfrutando el viaje. Y Rebeca, la más pequeña, está encantada, cada cosa para ella es una aventura. Creo que fuera del susto que nos causaron los buques ingleses en la niebla, y los disparos de los cañones, mi familia ha sido feliz. Vamos a ver que nos espera en Santa Marta.

 

José Antonio comenzó a tocar flamenco, y salieron, Ana, Victoria y Priscila a bailar, mientras que los marinos tocaban la caja, y las palmas.

José Joaquín: A ver… en qué momento nos convertimos al gitanismo, ¿qué es ese desorden? volvamos a la compostura.

Una botella de vino más, y José Joaquín se puso a bailar flamenco con sus hijas, que lo combinaron a bailar.

Desde ese día, José Antonio tocó su guitarra, y le cantaba a Priscila, y tocaba con sus marinos canciones. La goleta paraba de rumba gitana, por lo menos una vez al día, cuando el trabajo en la cubierta paraba. En esas rumbas, le compuso una canción a su tío, quién quedó gratamente sorprendido, y María y Victoria, le pedían a José Antonio que se la cantara en las reuniones, solo para molestarlo. José Joaquín solo decía, ¡Ahora sí me la gané… quedaré inmortalizado en una canción flamenca¡

 

A los 40 días de viaje, ya se encontraban en el mar caribe en costas de tierra firme, la preocupación por la navegación, y los piratas fue aumentando, sin embargo, la cautela hizo que no tuvieran mayores inconvenientes. Hicieron varias paradas en islas donde los moradores los atendieron bien, compraron alimentos y más provisiones, y siguieron su camino.

Cinco días después, llegaron a Santa Marta. Los recibió una hermosa bahía custodiada por un morro, y a sus espaldas una enorme cordillera de montañas. Eran aguas cristalinas, profundas y confiables. Al entrar a la bahía descubrieron el puerto a su izquierda, y una desembocadura de un río a su derecha, con playas blancas. Al acercarse a la ciudad se veía en ruinas, sobresalía la torre de la catedral blanca. En la playa se veían dos construcciones militares destruidas. En el puerto solo se veían canoas de pescadores.

Todos querían bajar de los barcos luego de semejante viaje. Pero José Joaquín dispuso que primero bajaría él con los soldados para asegurarse de que todo estuviera tranquilo y que no existieran riesgos. Así que acercaron los barcos lo más que pudieron a la orilla, y se bajaron en lanchas hasta la playa de la ciudad. Cuando desembarcaron todos los soldados, comenzaron a inspeccionar con cuidado toda la playa y los fuertes, que se encontraban en ruinas. Luego comenzaron a avanzar al interior de la ciudad, que parecía desocupada. Llegaron a la plaza de la catedral, y no habían encontrado a nadie, solo perros y gatos se podían ver por la calle. De pronto se oyó una voz:

¿Quiénes son? ¿Y de dónde vienen?

Era un hombre desde la torre de la catedral.

Soy el nuevo gobernador de Santa Marta, y vengo de España. Respondió José Joaquín.

¿Cómo se llama? Volvió a preguntar el hombre desde la torre.

Mi nombre es José Joaquín Calderón.

El hombre dijo: Por fin… lo estábamos esperando. Y comenzó a tocar las campanas de la iglesia. Pronto comenzó a salir gente de la iglesia, y de las casas cercanas, que comenzaron a aplaudir.

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