CAPITULO XII EL NUEVO GOBERNADOR
DE SANTA MARTA
José Joaquín: Pero por Dios…
yo como que nací en Sodoma y Gomorra…
María: Pero José Joaquín,
¿qué son esas formas? ¿Qué ha pasado ahora?
José Joaquín: Que me ha
llegado una carta del Rey… que dice que en virtud de su enorme participación en
la defensa del reino… ha decidido nombrarme Gobernador en Santa Marta.
María: ¿Pero eso no es bueno?
José Joaquín: María… Santa
Marta queda en el nuevo mundo, ¿yo que voy a hacer allá? A mi edad, ya no estoy
para esos trotes. Además, cualquier otro sitio sería mejor que Santa Marta.
María: ¿Pero por qué? ¿Qué
tiene Santa Marta?
José Joaquín: Resulta que he
estado averiguando donde queda Santa Marta y cómo es esa tierra, que la verdad
nunca la había escuchado. Y resulta que he hablado con varios marineros que
vienen del nuevo mundo, y me han dicho que Santa Marta, fue una ciudad muy
importante en los principios de la conquista, pues de ahí salieron las
expediciones que descubrieron Santa Fe en el Virreinato de la Nueva Granada, y
que después llegaron al Perú. Y qué al principio Santa Marta era un puerto
próspero, y que tenía oro, además ejerce gobierno sobre Riohacha de donde sacan
las perlas del mar. Pero que ahora, ya era un puerto pobre, que hace dos meses
lo quemaron los ingleses, y que está rodeado por indios hostiles por todas
partes. Qué en estos momentos es tierra de nadie.
María: Y por qué te nombraron
gobernador de semejante desastre.
José Joaquín: Como te dije,
yo como que nací en Sodoma y Gomorra, porque la carta dice que es en agradecimiento
por haber salvado a Cádiz de los ingleses, pero la verdad es que parece más un
castigo que un premio. Además en la misma carta, dice que no podré renunciar al
encargo.
María: Por Dios y qué vamos a
hacer.
José Antonio: Hola tío, ¿qué andas
refunfuñando tan temprano?
José Joaquín: Que me han
nombrado gobernador de Santa Marta.
José Antonio: ¿Que te han
nombrado qué?
José Joaquín: Así como lo
oyes… Gobernador de Santa Marta.
José Antonio: ¿Y qué vamos a
hacer?
José Joaquín: Pues no lo sé…
me va a tocar ir a Madrid a ver qué se puede hacer.
José Antonio: Es que Santa
Marta… si no estoy mal, le escuché a unos marineros que es una ciudad que
incendian mucho los piratas.
José Joaquín: Quisiera saber
quién habrá sido el gracioso que me habrá recomendado para ser el Gobernador de
Santa Marta, esa persona tiene que odiarme muchísimo. Enviarme a Santa Marta no
solo es un castigo, es casi una pena de muerte.
José Antonio: Bueno… vámonos
a Madrid a ver qué podemos hacer.
El tío y el sobrino partieron
a Madrid, en la ciudad se reunieron con varios funcionarios, conocidos y
miembros de la armada, no había nada que hacer, el encargo de Gobernador de
Santa Marta, era obligatorio dada la situación de la ciudad, a la que nadie
quería ir, luego de haber sido quemada y saqueada por Goodson, un pirata
inglés. La orden era reconstruirla y repoblarla, y como nadie quería dicho
encargo voluntariamente, decidieron hacer el encargo como una orden de su
alteza real, que no admitía rechazo. También se enteraron que quien había
sugerido el nombre de José Joaquín Calderón para llevar a cabo el encargo de su
alteza real, había sido el Honorable Duque Fernández de Romo, ahí entendieron
que se había vengado con todas sus ganas, por destruir la imagen de su primogénito
que había sido nombrado como el Pedorro.
José Joaquín: Por Dios… ¿qué
vamos a hacer?
María: Pues qué vamos a hacer
José Joaquín… no vamos para Santa Marta, no queda de otra, a ti no te voy a
dejar solo, y todos los que nos quieran acompañar bienvenidos sean, hablemos
con todos, a ver quienes se van y quienes se quedan.
José Joaquín: Pero María…
María: No se hable más,
convoca a todos los familiares y a los empleados y cada quién que decida si se
queda o si se va.
José Antonio por su parte
estaba muy preocupado, había averiguado todo lo que pudo sobre Santa Marta, y
las noticias no eran muy alentadoras, lo único favorable era que estaba muy
cerca de Cartagena, que era uno de los principales puertos de España en el
Caribe, y que a su vez, tenía como su principal riqueza las perlas de Riohacha.
Por lo demás, todos los marinos se referían a Santa Marta como una ciudad de
las más pobres del nuevo mundo.
En todo caso, cuando José
Joaquín se reportó con uno de los funcionarios más cercanos del Rey, le fueron
entregadas las condiciones de su encargo:
La Corona proveería al nuevo
Gobernador de Santa Marta de:
1000 ducados para la
reconstrucción de la ciudad y de la iglesia.
Un galeón con 60 cañones y
dos zabras de 25 cañones para el transporte a Santa Marta.
Siete caballos.
20 cañones de bronce para
rehacer las defensas en tierra.
50 soldados
30 barriles de pólvora
30 arcabuces
50 espadas.
30 picas
30 pistolas.
Material para construcción y
madera.
No era una mala oferta, solo
que no era una zona fácil de administrar. Santa Marta estaba ubicada al pie de
una gran montaña llamada la Sierra Nevada, era muy fácil de ubicar para los
piratas, pues la montaña surgía como un faro en medio del mar, y gritaba, aquí
estoy. Por otra parte, decían que era una plaza muy difícil de defender por que
tenía muchas bahías donde los piratas desembarcaban. Adicionalmente estaba
rodeada por tribus de indios hostiles, entre ellos los guajiros, los caribes y
los chimilas. Que no era una ciudad muy grande, y que las personas que aún habitaban
en ella, lo hacían por que tenían otras partes a donde ir.
Que contaba con pocas
edificaciones, y que una de las más importantes era la Catedral que al mismo
tiempo era utilizada como fortaleza cuando era atacada. Que los soldados eran
muy pocos, y que a veces no tenían ni pólvora para disparar.
Toda esa información fue dada
a todos los asistentes a la reunión, entre los que estaban, los empleados de la
casa de José Joaquín, los empleados de la panadería, Isidoro y sus marinos,
José Antonio, sus padres y hermanos, Victoria, María, y Priscila, quién también
fue invitada.
El panorama era de miedo. Los
padres y hermanos de José Antonio, decidieron quedarse en Cádiz, los empleados
de la casa de José Joaquín y la panadería aceptaron ir a Santa Marta, Isidoro y
sus marinos aceptaron el reto de irse a Santa Marta. José Antonio y Priscila
que estaban comprometidos, pero aún no estaban casados, dijeron que también se
iban para Santa Marta. Y se acordó esa noche comenzar con los preparativos para
el viaje y los traslados.
El padre de Priscila al
escuchar lo del viaje a Santa Marta se enfadó y dijo que eso era una locura,
que era una muerte casi segura, por lo que había escuchado, que no quería
perder a su hija, ni que muriera de esa forma. Priscila trató de tranquilizarlo,
pero Antonio Velásquez se mostró contrario a que su hija viajara en esas
condiciones, y estaba pensando seriamente en romper el compromiso a fin de que
ella no se fuera.
Por su parte, quedaban dos
temas pendientes, y era qué iban a hacer con los bienes que tenía José Joaquín
en Cádiz. Una posibilidad era dejar a cargo a los padres y a los hermanos de
José Antonio, pero Victoria y María, decidieron vender lo que más pudieran y
dejar los negocios de la carpintería a los padres y a los hermanos de José
Antonio. El barco que capitaneaba Isidoro sería llevado al nuevo mundo con la
familia. Así las cosas, Victoria comenzó a vender los muebles, las
herramientas, coches, entre otras cosas, que no se pudieran llevar al nuevo
mundo. Y vaya que lo hizo, como bien lo había hecho en Tenerife. Logró vender a
buenos precios, e incluso muchas herramientas y utensilios los vendió, a tal
punto, que un día llegó José Joaquín a la carpintería y se encontró con que sus
empleados no estaban trabajando, porque Victoria les había vendido las
herramientas.
José Joaquín: Pero hija mía… ¿cómo
vas a vender las herramientas de la carpintería? si ese es un negocio que va a
continuar aquí.
Victoria: Ya papá, ya las
vendí, muchas herramientas estaban muy viejas y muy gastadas. Aproveché las
vendí, luego negocié algunos muebles y ollas viejas y compre nuevas
herramientas, para el taller de acá, y para llevarnos y hacer otro taller en
Santa Marta. Créeme que fue un muy buen negocio.
José Joaquín: Ah bárbara… que
bien, no lo había pensado, que sería una buena idea crear una carpintería en
Santa Marta, y ¿cuándo llegan las herramientas nuevas?
Victoria: Mañana
José Joaquín: y ¿cómo
cumplimos con los pedidos de hoy?
Victoria: ya les di unos
descuentos a los clientes de hoy, y aceptaron que les entregáramos pasado
mañana.
José Joaquín: ¡Qué maravilla
hija mía¡
José Antonio: Tío, tengo
problemas.
José Joaquín: ¿Qué pasó ahora
José Antonio?
José Antonio: El señor
Antonio Velásquez quiere romper el compromiso para que Priscila no viaje con
nosotros a Santa Marta. Por ahora tendrás que esconderte de él, que no te vea…
tiene que verte primero para que rompa el compromiso… y en estos momentos viene
para acá, así que necesito que te vayas y te escondas.
José Joaquín: ¡Válgame Dios¡
Que a mi me tocan unas cosas, ahora me toca huir del señor Velásquez.
José Antonio: Sí por favor,
vete. De lo contrario se nos va a complicar la cosa.
José Joaquín: Que ya me voy…
ya me voy, pero tienes que resolver esto cuanto antes. Que nos vamos en una semana
y que no puedo andar en correrías para que no me vea el señor Velásquez.
Esa noche en el tejado.
Priscila: José Antonio que mi
padre ha estado buscando a tu tío como loco por toda Cádiz, y que a pesar de
que ha estado a punto de alcanzarlo, se le ha estado escabullendo.
José Antonio: Que sí
Priscila, que le he dicho a mi tío que lo evite a toda costa, y hoy
precisamente ha estado corriendo por toda Cádiz por culpa de nosotros.
Priscila: ¿Y qué vamos a
hacer? No podemos dejar que tu tío corra por toda Cádiz como loco, y que mi
padre vaya detrás persiguiéndolo.
José Antonio: No, ni
pensarlo… ya mi tío hoy en la comida me dijo que sintió que vio a tu padre en
cada esquina de Cádiz y que no hizo sino correr para que no lo alcanzara, y que
no podía aguantar un día más así.
Priscila: ¡Qué barbaridad¡ en
cualquier momento mi padre lo toma por sorpresa y disuelve el compromiso.
José Antonio: Priscila, no
hay de otra, no nos queda otra opción, nos escapamos, nos casamos, y ya tu
padre no podría hacer nada. Prepara tus cosas y nos vamos.
Priscila empacó lo que más
pudo en dos maletas, se las entregó a José Antonio, y salió por la ventana.
Priscila y José Antonio,
entraron a la casa de José Antonio, por la ventana de José Joaquín, quien
estaba durmiendo con María.
José Joaquín: ¡Ay mi madre¡
¿José Antonio que me vas a matar un día de estos¡
María: Jesús ¿qué pasa?
José Joaquín: José Antonio,
cómo se te ocurre entrar por mi ventana.
José Antonio: tío es la
ventana más fácil de entrar, además que vengo acompañado.
José Joaquín: Priscila hija
mía cómo te dejas engatusar de este atolondrado.
José Antonio: tío que nos
casamos ahora, y tu y María serán mis testigos.
José Joaquín: Pero por Dios
muchacho que estás loco y tu muchacha, también por lo que veo.
José Antonio: Tío que no nos
queda otra… que si nos casamos Priscila deja de estar bajo la protección de su
padre, y comienza a estar bajo la protección de su esposo, o sea yo.
Así salieron los cuatro
corriendo a la casa del cura de la iglesia más cercana, quién los recibió en
pijama. Luego de hacer la formalidad de las amonestaciones, y el interrogatorio
a los padrinos, inició la ceremonia del casorio. Cuando iban por la mitad, el
señor Antonio Velásquez comenzó a tocar la puerta de la iglesia, y el cura
aceleró la ceremonia.
Cura: Priscila Velásquez,
¿aceptas a José Antonio Calderón como tu legítimo esposo?
Priscila: Sí, acepto.
Cura: José Antonio Calderón,
¿aceptas a Priscila Velásquez como tu legítima esposa?
José Antonio: Sí, acepto.
Cura: por el poder que me ha
otorgado Dios y la Iglesia, los declaro marido y mujer… puedes besar a la
novia.
Antonio Velásquez: Alto…
Alto… cura alcahueta… que esta boda no se puede realizar… que mi hija no se
puede casar con José Antonio.
El cura: Ya están casados
señor Velásquez, ha llegado usted un poquito tarde.
Listos para el viaje….
Listos para el viaje, con el
oro y las provisiones del rey, más 50 soldados, los empleados de la casa de
José Joaquín, los empleados de la panadería de María, varios carpinteros con
sus familias, Isidoro y sus marineros con sus familias.
La flota de Santa Marta
estaba formada por el galeón San Rafael, la zabra Santa Juana, la zabra Santa
Valentina y la goleta Victoria. Cuatro barcos a los que les esperaba una
travesía de 45 días para llegar al nuevo mundo si las tormentas y los piratas
no las encontraban.
José Antonio revisó cada
barco y supervisó cada trabajo tendiente a mejorar la navegación de cada nave.
Además de los 50 soldados, cada barco contaba con una tripulación de marinos.
José Joaquín dividió la
carga, las provisiones y la municiones entre los cuatro barcos. La Goleta Victoria quedó con 8 cañones en su cubierta. José
Joaquín iba al mando del Galeón San Rafael, Isidoro comandaría la zabra Santa
Juana, Manolo la Santa Valentina, y José Antonio, en compañía de Valentín, el
que era el segundo al mando de Isidoro, comandarían la Goleta Victoria.
Ya listos y preparados para
zarpar…
Esperen, esperen…
Era el señor Antonio
Velásquez
Velásquez: Esperen… no se qué
locura estoy haciendo, pero nos vamos con ustedes.
Priscila: Pero ¿Qué dices
papá?
Velásquez: Que nos vamos con
ustedes, lo decidimos ayer.
José Joaquín: Pero señor
Velásquez, como usted lo dijo… esta es una misión altamente riesgosa.
Velásquez: No importa… ayer decidimos
que nos íbamos para Santa Marta con ustedes y así será. Traemos provisiones,
armas, municiones y nuestras pertenencias.
Priscila: Papá ¿y tus
negocios y la casa?
Velásquez: La casa, quedará
en arriendo y los negocios… pues ya lo vendí. Nos vamos.
José Joaquín: ¿bueno cuantas
personas son?
Velásquez: Somos mi esposa,
mis otras dos hijas, dos empleados y yo.
José Joaquín: Muy bien, en el
Galeón hay más espacio, vénganse conmigo.
José Antonio: ¡Válgame Dios¡
esto sí no lo esperaba.
Priscila: Pues no se qué
decirte… estoy tan sorprendida como tú, espero que esto salga bien.
Al fin zarparon.
Los barcos iban surcando las
olas y el viento era muy favorable, la velocidad de los navíos era muy buena,
el Galeón por sus dimensiones iba más lento, pero todo hasta el momento iba
bien, y sin contratiempos. La Goleta Victoria se daba el lujo de romper la
formación y darle la vuelta a todos los barcos, donde José Antonio les saludaba
con gritos.
José Joaquín: Qué presumido.
Velásquez: Es un chiquillo.
José Joaquín: Así es… pero
muy listo el bendito.
Llegó un soldado a donde José
Joaquín.
Soldado: Capitán hemos
encontrado a una joven a bordo en la bodega, dice ser sobrina suya.
José Joaquín: ¿Sobrina mía?
Traiganla.
José Joaquín: Ana, por Dios
¿Qué haces aquí?
Ana: Que quería irme de casa
tío… y que quería venir con ustedes, pero mis padres no me dejaron hablar.
José Joaquín: Por ¡Dios
Santo¡ ¿Qué va a decir tu madre? Soldado, llama urgente a mi esposa. Supongo
que no has comido nada criatura, ¡Qué barbaridad¡
María: ¿Y esta chiquilla?
José Joaquín: Es Ana, la
hermana menor de José Antonio, se ha escapado de casa y se ha metido en la
bodega.
María: Pobrecilla, cómo es
posible ¿cuántos años tienes?
Ana: Tengo 13.
José Joaquín: ¡Por Dios¡ ¿Qué
vamos a hacer? No podemos regresar, ya tenemos un día y medio de viaje, y
estamos con muy buen viento.
Ana: Yo le dejé una nota a
mis padres que me iba con ustedes.
José Joaquín: ¡Válgame¡ no me
imagino como estará Antonio mi hermano con este tema. Es que si José Antonio es
una ladilla, está chiquilla decían que era igual a su hermano pero en versión
mujer.
María: Ya me imagino, si se
ha escapado de su casa, y nosotros hasta ahora nos damos cuenta de su
presencia.
José Joaquín: Llamen a José
Antonio urgente, tenemos que decidir qué hacemos.
Los barcos pararon la marcha
y se dispusieron para que los tripulantes se reunieran en el Galeón San Rafael.
José Antonio: ¿Tío qué pasó?
Ana por Dios ¿Qué haces aquí?
José Joaquín: Acabamos de
descubrirla escondida en las bodegas.
José Antonio: Hermanita ¿qué
hiciste? Tu no puedes estar aquí, no me imagino el miedo de mi madre.
Ana: Ella sabía, yo hablé con
ella ayer, y sé que en el fondo, sabía que me iba a venir contigo, porque dice
que somos igualitos. Yo le dejé una carta donde me despido de ella. Tu sabes
que el problema es mi padre.
José Antonio, se llevó a su
hermanita a un lado del buque para hablar a solas con ella.
José Antonio: ¿Seguro que es
así? Que mi madre sabía, a ver… cuéntame.
Ana: José Antonio… tu sabes
como es mi padre, a toda hora me regaña, no puedo hacer nada… que debo lavar
platos, lavar ropa… que no puedo salir. Todos los días se estaba volviendo más
insoportable. A toda hora me dice que soy una desgracia, que me parezco a ti,
que siempre ando buscando problemas.
José Antonio: Sí te entiendo…
y con la edad que tienes, te iba se iba a volver peor.
Ana: Ya mi madre no podía
aguantarlo, hace dos noches casi me golpea de la rabia.
José Antonio: Pero ¿qué
hiciste?
Ana: Bueno, estaba apostando
a los dados con unos amigos del barrio. Pero el tema, es que no puedo volver a
casa, porque mi padre luego da saber lo que hice, de seguro me maltratará, y mi
madre se interpondrá, y será un completo desastre.
José Antonio: Sí, en eso
tienes razón, con nuestro padre no se puede, nuestra forma de ser lo molesta, y
a pesar de que sé que nos quiere, no nos entiende.
José Antonio: Tío, no hay
nada que hacer, seguiremos a Santa Marta, si ella retorna a la casa, no sé qué
podría hacerle mi padre, desde hoy, yo seré responsable de ella.
José Joaquín: Pues si vieras
lo tranquilo que quedo con eso, la verdad es que si no puedes a veces dominar
tu vida, ahora quieres hacerte cargo de tu hermana, de seguro mi hermano me va
a matar cuando me vea.
José Antonio: Yo sé tío que
no he sido lo más responsable, pero dame una oportunidad, es mi hermanita, se
parece mucho a mí, y si la devolvemos a mi padre, sabes que la castigará sin
misericordia.
José Joaquín: En eso sí
tienes mucha razón. Pero de que te hagas cargo de esta pobre cría, que ya ha
seguido tus pasos hasta acá, eso sí que no, María… Victoria, ayuden a Ana por
favor, desde hoy, será como otra hija. Lo siento, pero no hay de otra.
María: Pues ni que me
estuviera quejando, me parece emocionante tener otra hija.
Victoria: Pues yo tampoco me
quejo, voy a tener una hermanita.
José Joaquín: No se emocionen
mucho… que es la versión mujer de José Antonio, y vaya que nos dará lidia.
María: No seas exagerado, ven
mi amor, vamos a cambiarte de ropa y a limpiarte.
José Antonio: Gracias tío, te
prometo que estaré muy pendiente de ella. Sabes que si la devolvemos a mi padre
la va a maltratar.
José Joaquín: Si, se que en
el fondo es un buen hombre, pero no sabe como lidiar con los hijos rebeldes.
Muy bien todos, seguimos para tierra firme… rumbo a Santa Marta y rápido.
La caravana de barcos
continuó su viaje…
En una mañana con neblina, el
ambiente se puso tenso. José Joaquín estaba preocupado, la neblina era muy
densa, y la visibilidad era muy poca, le preocupaba que su pequeña flota familiar
se dispersara y se perdiera, dada la diferencia entre las velocidades entre los
diferentes barcos. En efecto, muy a pesar de la orden de no separarse mucho,
hubo un momento de peligro en el que el Galeón golpeó a una de las zabras, lo
cual hizo que todos los barcos se dispersaran en medio de la neblina.
José Antonio que viajaba en
la Goleta Victoria, con Priscila, y con Valentín que era el más experimentado.
Se habían distanciado del grupo, y les preocupaba encontrarse de frente con
alguno, pues la goleta era la de menor tamaño, y si chocaba de frente con el
Galeón, era muy probable que les pasara por encima. Trató de mantener una
distancia de los demás barcos, pero esa distancia lo hizo perder entre la
niebla. Por su parte José Joaquín ordenó a sus marinos que dejaran el barco lo
más inmóvil posible para evitar otro choque con los demás barcos. Eran las 4 de
la mañana, y tenían que esperar por lo menos a las 5:30 que comenzara a salir
el sol, y comenzara a mejorar la visibilidad. En ese espacio, José Antonio y
Valentín confundieron el este con el oeste, y se alejaron más del grupo. Las
dos zabras lograron encontrarse y permanecieron juntas, esperando la salida del
sol. José Antonio y Valentín se dieron cuenta que habían navegado ya media hora
con rumbo equivocado, y decidieron corregirlo. Todos estaban desesperados, José
Antonio ordenó a uno de sus marinos para que se montara en el carajo y los
guiara. De pronto, el marino gritó viene un barco enorme de frente, rápido a
estribor. Todos los marinos comenzaron a girar el barco y pudieron hacer la
maniobra. Lograron por poco evadir el barco. Era un barco inglés de tres
puentes, y al divisar a la Goleta Victoria comenzaron a moverse para atacarla.
José Antonio dio la orden de navegar a todo trapo para salir rápido de esa
situación. Los cañones del barco inglés comenzaron a sonar, y toda la
tripulación se tiró al suelo. Las balas fallaron por poco, habían salido
ilesos. De pronto el marino en el carajo gritó, otro barco muévanse, viene por
babor. Nuevamente toda la tripulación corrió a girar el barco para evitar el
choque. Nuevamente otro barco inglés, que comenzó a prepararse para disparar,
pero esta vez, la goleta iba mucho más rápido, y giró en medio de la niebla. El
barco inglés disparó tres cañonazos, pero esta vez no estuvo ni cerca. A lo
lejos José Joaquín, escuchó los cañonazos y dio la orden de prepararse para
pelear, y ordenó igualmente, alejarse del sitio donde se habían escuchado los
cañonazos. Manolo e Isidoro que estaban juntos, también escucharon los
cañonazos y también decidieron alejarse. La orden dada a todos los capitanes de
las naves, era evitar cualquier tipo de confrontación con naves enemigas, que
debían aprovechar la velocidad, y salir huyendo de cualquier nave que intentara
atacarlos.
La situación era crítica,
Manolo e Isidoro estaban juntos, el Galeón de José Joaquín estaba aislado, y
José Antonio en la Goleta, estaba muy cerca de dos fragatas inglesas.
El sol comenzó a salir, y la
niebla que protegía a José Antonio, comenzó a desaparecer. Pronto comenzaban a
verse las velas de las dos fragatas. José Antonio ordenó que se prepararan los
cañones por parte de los soldados. Las dos fragatas estaban en frente de él, y
tendría que rodearlas, porque el nuevo mundo estaba atrás de ellas. Pasar en
medio de las dos era un suicidio, así que tenía que escoger un lado para tratar
de rodearlas y pasar. Muy bien señores, amagaremos que iremos a la izquierda, y
luego giraremos a la derecha, cuando veamos que comiencen a avanzar a la
izquierda, tenemos que ser mas rápidos y evitar los cañones. Valentín, que
alisten la catapulta y los sacos con lo que acordamos. Comienza la maniobra, la
goleta comenzó a avanzar hacía la izquierda, los cañones de las fragatas
comenzaron a sonar, pero la goleta estaba aún lejos de su alcance. Cuando las
dos fragatas comenzaron a moverse para interceptar a la goleta que trataba de
rodearlas, se dio la orden de girar a la derecha a todo trapo. Las dos fragatas
un poco más lentas, comenzaron a maniobrar para dar vuelta y comenzaron a
disparar una andana en contra de la goleta de José Antonio. En ese momento
surgió el Galeón San Rafael de la niebla, por la popa de una de las fragatas y
descargó todas sus baterías en contra de ella, causándole severos daños, y
dejándola sin timón, la otra fragata sorprendida, inició las maniobras para
preparar sus cañones y girar para atacar al Galeón San Rafael, pero la Goleta
de José Antonio, les había disparado con la catapulta tres sacos de basura y
desperdicios al puente donde estaba el capitán de la nave, el piloto y los dos oficiales
de alto rango. Al caer los sacos se abrieron y se desparramaron encima de sus
víctimas. El piloto con el golpe soltó el timón que se bloqueó con los
desperdicios, y la nave quedó inmóvil, y no pudieron colocar el barco en
posición de disparar. En esos momentos, José Joaquín dio la orden de retirada y
de huir lo más rápido, la Goleta de José Antonio se puso al lado del Galeón quién
les cubrió su escape.
En el barco inglés…
Los soldados corrieron al
puente a ver que había pasado, y encontraron al capitán, al segundo oficial y
al piloto tirados en el piso en medio de basura y desperdicios, y a penas se
estaban incorporando, todos sucios. El capitán desalineado y con su peluca
sucia, aún se hallaba sentado aturdido por el golpe.
Soldado Inglés: Capitán… Uyyy
¡Qué asco¡… ¿cómo se siente?
Capitán Inglés: como si me
hubiese pasado un caballo por encima… ¿qué fue lo que nos golpeó?
Soldado Inglés: Al parecer la
goleta que perseguíamos nos lanzó unos sacos llenos de basura y desperdicios.
Capitán Inglés: ¡Qué
barbaridad¡ Malditos españoles, hubiese sido menos humillante una bala de cañón
que ser vencido por unos sacos llenos de esta porquería. ¿Y el Galeón?
Soldado Inglés: Se escapó
junto con la goleta.
Capitán Inglés: ¿Y qué están
mirando? Limpien toda esta basura. Y el que diga o se ponga de chistoso a
comentar lo que pasó, lo fusilo.
Al salir de la escasa niebla
que quedaba, la goleta y el galeón, reconocieron las zabras de Manolo e
Isidoro, quienes se prestaron a seguirlos en el viaje. El susto fue grande,
máxime cuando tienes a toda tu familia en riesgo en los barcos.
Los días pasaban y el viaje
se volvía más agotador, trataban de avanzar lo más que podían, y el viento y la
corriente les fue muy favorables, pronto iban a llegar al mar caribe, y con
ello, los peligros de piratas, corsarios y bucaneros. En la navegación los
riesgos de encallar en los bajos, y en la tierra los ataques de los salvajes,
los mosquitos y las alimañas. En las noches se reunían los cuatro barcos, para
compartir la cena y hablar.
Ahí José Antonio le contó a
su tío que volvió a utilizar la catapulta, esta vez con sacos de basura, como
lo hicieron en el primer viaje a Tenerife. Lo cual causó mucha gracia en los
que no conocían la historia, y la escucharon por primera vez. En esos momentos
en que estaban departiendo un marino sacó una guitarra y comenzó a tocar, y
otros comenzaron a cantar.
José Antonio miró con
nostalgia a los marinos tocando, y echo de menos su guitarra. Priscila que lo
vio conmovido, se ausentó un instante y le trajo la guitarra. Anda sinvergüenza
tócame alguna canción. José Antonio tomó la guitarra y comenzó a tocar y a
cantar. El marino que estaba cantando pidió permiso para acompañarlo, y
comenzaron a cantar y a tocar.
En esos momentos José Joaquín
se le acercó a Antonio Velásquez.
José Joaquín: Linda noche.
Velásquez: Sí linda noche.
Pero hoy me siento el hombre más idiota del mundo.
José Joaquín: jajaja ¿y se
puede saber por qué?
Velásquez: Que acabo de
descubrir que estuve cazando un gato en el tejado, luego a un supuesto gitano
que cantaba en las noches, y ahora me doy cuenta quién es.
José Joaquín: jjajaja, ese es
José Antonio, siempre con alguna sorpresa, y cuando uno menos piensa le pinta a
uno la cara de tonto. No crea… que a mí también me la hizo. Yo estuve dos
semanas con él dándole casa al gitano que cantaba en los tejados, y lo tenía en
mi propia casa, en mis propias narices, y todos mis empleados lo sabían y le
hacían el tercio. Y lo peor fue que cuando lo descubrí me tocó encubrirlo de la
guardia real, y de usted, para que no lo matarán.
Velásquez: Ahora que lo
cuenta usted, suena muy gracioso, pero más de una noche me trasnochó ese
condenado. Mmm y ahora que lo pienso, supongo que José Antonio y Priscila, se
estuvieron viendo a escondidas todo ese tiempo.
José Joaquín: jjajajajaj,
pues vaya uno a saber señor Velásquez… que yo no lo acompañaba.
Velásquez: Jajajaa, menudo
tío alcahueta… jajaja. ¿Y qué va a hacer con la hermana? He sabido que ha
apostado a los dados con algunos marinos.
José Joaquín: Ni me lo diga,
que ya la he regañado un par de veces… pero es que esa niña es la versión mujer
de José Antonio, tienen el palito para meterse en problemas.
Velásquez: jajajaja, menuda
familia.
José Joaquín: Sí así es, pero
en medio de los dolores de cabeza que producen, no hay día en que me aburra…
siempre hay algo que hacer con estos condenados. Siempre andas haciendo
travesuras, pero por lo menos con José Antonio, sé que daría su vida por mí,
como yo la daría por él. Ha sido un verdadero hijo para mí. Ahora con Ana, es
un nuevo comienzo, pero ya tengo experiencia… espero que no me de tanta lata
como el hermano.
Velásquez: Es bueno saber
eso. ¿Y su hija Victoria?
José Joaquín: Es un cielo,
dicen que se parece mucho a mí. José Antonio cuando la conoció, enseguida me
dijo que parecía hija mía. Nació lejos de mí, pero aprovecho cada momento que
me permite estar cerca. Es muy independiente, y siempre me regaña. Pido a Dios
que encuentre un buen hombre que le respete su libertad. ¿Y sus hijas?
Velásquez: ¡Bueno¡ Priscila
ya se casó con su sobrino, y la veo muy feliz, y se ve que se quieren mucho, no
se separan por un segundo. Priscila es buena niña. Me gustaría decir, que por
ella estoy aquí, pero la verdad, es que estoy aquí por mi esposa. Ella siempre
quiso una aventura, y yo con mi trabajo en la marina, nunca la pude complacer.
Así que aquí estoy, por fin dándole gusto a ella. La veo feliz, y aunque a mi
no me hace mucha gracia las incomodidades del viaje, ella me anima y me da
aliento todos los días. Sofía, mi segunda hija, es una chiquilla cariñosa y
también veo que está disfrutando el viaje. Y Rebeca, la más pequeña, está
encantada, cada cosa para ella es una aventura. Creo que fuera del susto que
nos causaron los buques ingleses en la niebla, y los disparos de los cañones,
mi familia ha sido feliz. Vamos a ver que nos espera en Santa Marta.
José Antonio comenzó a tocar
flamenco, y salieron, Ana, Victoria y Priscila a bailar, mientras que los
marinos tocaban la caja, y las palmas.
José Joaquín: A ver… en qué
momento nos convertimos al gitanismo, ¿qué es ese desorden? volvamos a la
compostura.
Una botella de vino más, y
José Joaquín se puso a bailar flamenco con sus hijas, que lo combinaron a
bailar.
Desde ese día, José Antonio
tocó su guitarra, y le cantaba a Priscila, y tocaba con sus marinos canciones.
La goleta paraba de rumba gitana, por lo menos una vez al día, cuando el
trabajo en la cubierta paraba. En esas rumbas, le compuso una canción a su tío,
quién quedó gratamente sorprendido, y María y Victoria, le pedían a José
Antonio que se la cantara en las reuniones, solo para molestarlo. José Joaquín
solo decía, ¡Ahora sí me la gané… quedaré inmortalizado en una canción
flamenca¡
A los 40 días de viaje, ya se
encontraban en el mar caribe en costas de tierra firme, la preocupación por la
navegación, y los piratas fue aumentando, sin embargo, la cautela hizo que no
tuvieran mayores inconvenientes. Hicieron varias paradas en islas donde los
moradores los atendieron bien, compraron alimentos y más provisiones, y
siguieron su camino.
Cinco días después, llegaron
a Santa Marta. Los recibió una hermosa bahía custodiada por un morro, y a sus
espaldas una enorme cordillera de montañas. Eran aguas cristalinas, profundas y
confiables. Al entrar a la bahía descubrieron el puerto a su izquierda, y una
desembocadura de un río a su derecha, con playas blancas. Al acercarse a la
ciudad se veía en ruinas, sobresalía la torre de la catedral blanca. En la
playa se veían dos construcciones militares destruidas. En el puerto solo se
veían canoas de pescadores.
Todos querían bajar de los
barcos luego de semejante viaje. Pero José Joaquín dispuso que primero bajaría
él con los soldados para asegurarse de que todo estuviera tranquilo y que no
existieran riesgos. Así que acercaron los barcos lo más que pudieron a la
orilla, y se bajaron en lanchas hasta la playa de la ciudad. Cuando
desembarcaron todos los soldados, comenzaron a inspeccionar con cuidado toda la
playa y los fuertes, que se encontraban en ruinas. Luego comenzaron a avanzar
al interior de la ciudad, que parecía desocupada. Llegaron a la plaza de la
catedral, y no habían encontrado a nadie, solo perros y gatos se podían ver por
la calle. De pronto se oyó una voz:
¿Quiénes son? ¿Y de dónde
vienen?
Era un hombre desde la torre
de la catedral.
Soy el nuevo gobernador de
Santa Marta, y vengo de España. Respondió José Joaquín.
¿Cómo se llama? Volvió a
preguntar el hombre desde la torre.
Mi nombre es José Joaquín
Calderón.
El hombre dijo: Por fin… lo
estábamos esperando. Y comenzó a tocar las campanas de la iglesia. Pronto
comenzó a salir gente de la iglesia, y de las casas cercanas, que comenzaron a
aplaudir.
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