CAPITULO VIII
CONQUISTANDO EL AMOR DE UNA
HIJA.
José Joaquín: Pero María…
¿Qué voy a hacer? De la noche a la mañana me sueltas está bomba… Tengo una hija
a la que no conozco… y al parecer me odia con toda su alma.
María: A ver José Joaquín…
que no seas tan dramático, tu siempre complicas las cosas...
José Joaquín: ¿Dramático? Es
que estoy vuelto un lío… no se qué hacer… la cabeza me da vueltas… En mi cabeza
solo estaba verte, y ver cómo te ayudaba… y ahora resulta que soy padre de una
niña, de la noche a la mañana.
María: José Joaquín… ya
cálmate… a ver respira profundo… eso… eso… ahora ve, tienes que hablar con
ella…
José Joaquín: Madre mía…
¿pero yo cómo voy a hablar con ella? Capaz y me pega con una olla.
María: ¡Qué te calmes¡ y
ahora mismo vas a hablar con ella… desde que se enteró de la verdad, creo que
quiere hablarte.
José Joaquín: Pero claro que
me ha hablado… me ha tratado como un bobo… y ella sabiendo toda la verdad…
María: JOSE JOAQUÍN…
José Joaquín: Ya… ya… ya
hablo con ella… así por las buenas claro que sí.
**********
Sale José Joaquín de la
habitación donde estaba hablando con María, se encuentra de frente con José
Antonio y Manolo.
José Antonio: ¿Qué pasó tío?
José Joaquín: Pasa que tenías
razón, que ahora tengo una hija, y tu tienes una prima, y ahora tengo que
hablarle.
José Antonio: Pero ¿ella sabe
que tú eres su padre?
José Joaquín: Lo sabe desde
que llegamos… menuda diablilla… nos ha tomado a todos por tontos… ahora tengo
que ver qué le voy a decir…
José Antonio: No te preocupes
tío… las palabras te sobran cuando para embarrarla se trata.
José Joaquín: Es en serio
José Antonio… menudo apoyo el que me das.
José Antonio: Pues date prisa
entonces… que tu entre más piensas las cosas, más las complicas. Y sobra decir…
te lo dije… sabía que era tu hija.
*****
José Joaquín toca la puerta
de la habitación de Victoria…
Victoria: ¿Quién es?
José Joaquín: Que soy yo…
niña… que quiero hablar contigo un instante…
Victoria: ¿Y si no me
apetece? Ya es muy tarde…
José Antonio y Manolo se
reían en el pasillo.
José Joaquín: A ver… niña…
ábreme la puerta que me urge hablar contigo.
Victoria: Hombre señor… ¿no
le parece muy tarde para venir a molestar?
José Antonio y Manolo se
seguían riendo en el pasillo, y Victoria los escuchó.
José Joaquín: Ábreme por
favor… niña no seas así…
Vuelven las risas… y Victoria
abre la puerta.
Victoria: Que mi nombre es
Victoria… ¿y se puede saber de qué se ríen esos dos vagos?
José Joaquín: Mira… que se
ríen de mí… quiero hablar contigo por favor.
Victoria: Miren parranda de
vagos, por qué no van y se burlan de la madre que los parió, y dejan a este
pobre señor en paz…
José Joaquín: Ya oyeron
parranda de vagos… jejeje
Victoria: Y a usted señor… le
debería dar vergüenza andarle tocando la puerta a una joven a estás horas de la
noche… ahora que si quiere entrar… tendrá que arrodillarse si de verdad quiere
hablar conmigo.
Cesaron las risas… y José
Joaquín dijo… qué más da… se arrodilló frente a todos.
Victoria: Que no señor… que lo decía en broma… parece
ya.
Victoria agarró a José
Joaquín del brazo y lo entró a su habitación.
Victoria: Pero señor ¿está
usted loco? ¿Qué le pasa?
José Joaquín: Hija mía…
Victoria le lanzó una
almohada
Victoria: No me llames así,
que aún no te has ganado ese derecho.
José Joaquín: Esta bien, esta
bien… Victoria. Ya sé que sabes que soy tu padre, supongo que desde el primer
día en que me viste. Menudo papelillo que he hecho, y bueno, quiero hablar
contigo… de verdad que yo no sabía nada, y tu madre me lo acaba de confesar, yo
de verdad pensé que todo era mentira para el juicio… y yo… de verdad… de verdad
no sé ni que decir…
Victoria: Señor, hablas
mucho… y todo enredado… a ver… si tuvieras una hija que no has visto en mucho
tiempo ¿que le dirías?
José Joaquín: Pues… le diría
que la he extrañado mucho… creo yo…
Victoria: Umm… buena
respuesta… me gusta… y si saliste de viaje, y nació cuando no estabas, ¿qué
harías si la encontrarás de regreso?
José Joaquín: Pues… brincara
de alegría… siempre quise ser padre… pues si es una niña le comprara flores…
creo…
Victoria: Mmmm, no me gustan
las flores... pero te reconozco el detalle… se supone que no la conoces muy
bien. Y dime… ¿qué harías si esa hija estuviera enfadada contigo por algo que
tu hiciste?
José Joaquín: mmm… y ¿qué va
todo esto? Pues no se, le pediría perdón.
Victoria: Pero si el perdón
no es suficiente, porque hiciste algo muy grave.
José Joaquín: Pero por Dios
niña… que no me la pongas tan dura… que yo no sabía que tenía una hija, y que
me acabo de enterar…
Victoria: Te sales de mi
cuarto… íbamos bien, pero ya tenías que embarrarla… fuera
José Joaquín: Pero…
Victoria: ¡Que te salgas¡
José Joaquín: Pero niña…
déjame hablar…
Victoria: Ya hemos hablado
suficiente, y tendrás que ganar el derecho a llamarme hija… hasta mañana. (Lo
tomó del brazo y lo sacó de la habitación)
Afuera José Antonio y Manolo,
lo esperaban con carcajadas burlescas.
José Joaquín: Muy bonito,
¡parranda de bellacos¡ váyanse a dormir vagos desvergonzados.
José Antonio: Pero si nos
toca dormir contigo.
José Joaquín: ¡Que se vallan
a dormir¡ ¡Qué muchacha tan testaruda¡
José Antonio: Pues eso
también se lo sacó a su padre.
José Joaquín: Ay, yo cómo que
nací en Sodoma y Gomorra… A dormir he dicho¡
Al día siguiente…
Cliente: Buenos días guapa,
¿cómo estás?
Victoria: Buenos días mi
señor… ¿En qué le puedo servir?
Cliente: Quiero un pan, un
huevo y un vaso de leche… y si te atreves un besito y un cariñito para mí.
José Joaquín que se
encontraba en otra silla de la panadería con José Antonio y Manolo, se paró de
su mesa y se dirigió al cliente.
José Joaquín: A ver señor… se
puede saber ¿quién le ha dado licencia para dirigirse de esa forma a esta
señorita?
Victoria: Señor, ¿qué le
pasa?
José Joaquín: Niña… que no es
asunto tuyo, que sepa este señor, que esta niña tiene un padre que la va a
hacer respetar.
Victoria: ¿Pero tu estás
loco? Nadie te ha pedido tal cosa.
Cliente: Pues me vale que sea
el padre… yo solo quiero mi desayuno, como todos los días… y bueno, espero que
su hijita lo haga como todos los días.
José Joaquín: Pues pídalo con
más respeto.
Cliente: ¿Y quién me va a
exigir respeto?
José Joaquín: Pues yo, que
soy el padre de la criatura.
Cliente: Pero ¿Cuál criatura?
Si ya está bastante crecidita.
José Joaquín: Ah ¿con que no?
José Antonio, Manolo, saquen a este tipo de mi vista.
José Antonio: Pero tío, ya este
es el tercer fulano que nos mandas a sacar, y el último sí que nos dio pelea,
que ha Manolo le ha dado una Hostia, que mejor ni te cuento…
Manolo: Que sí, Don José… que
no podemos andarnos peleando con todo el mundo.
José Joaquín: Que no me
discutan, que les pagaré por cada pelea.
Manolo: Ah bueno, así pues
sí.
José Antonio: Ningún sí, que
no podemos cuál rufianes estar golpeando a gente por cualquier motivo.
Victoria: Pero ¿qué le ocurre
señor? Que nos está espantando a la clientela. ¿Cómo se le ocurre andar sacando
a la gente de la panadería a las trompadas? Estos son clientes muy antiguos.
José Joaquín: Pero niña, es
momento de exigir respeto.
Victoria: ¡Respeto¡ pero si
son clientes de hace tiempo, y siempre me tratan así.
José Joaquín: Pero antes no
estaba yo aquí.
Victoria: Pues estaba mejor
sin ti, antes no pasaba nada, nos compraban comida y todos felices.
José Antonio: A ver tío, nos
hemos dado en la geta con tres tipos hasta ahora, ¿porque quieres hacer del
buen padre protector?
Victoria: Yo no te he pedido
que me protejas. Eso de verdad que no lo necesito.
Llegaron unos soldados a la
cafetería.
Soldado: Buenos días señores.
Aquí está este señor que nos dice, que un par de hombres, lo sacaron de esta
panadería y le dieron una zurra. Pueden decirnos qué fue lo que ocurrió.
José Joaquín: ¿Una qué?
Soldado: Una zurra o una
golpiza.
José Joaquín: Pues mi
respetado señor, mi nombre es José Joaquín, miembro retirado de la armada de su
majestad. En efecto, esos dos hombres, uno es mi mozo y el otro, mi sobrino, y
ellos reaccionaron, porque el señor que ha puesto a ustedes semejante queja, le
faltó al respeto a mi hija, la señorita que está aquí presente.
El cliente quejoso: Pero cual
falta de respeto, si yo solo he pedido que me sirvan el desayuno.
José Joaquín: Pues claro que
estaba pidiendo el desayuno, pero después llamó a mi hija despectivamente.
El cliente quejoso: Pero
¿cuál despectivamente? Si no solo pedí una sopa con pan.
José Joaquín: No se haga mi
señor, que se refirió a mi hija como un pan bastardo.
El cliente quejoso: Pero sí
así se llama el pan que yo pedí.
José Joaquín: Ah y mire que
lo ha admitido… es que ha salido chistosito el hombrecito.
El cliente quejoso: ¿Que le
parece un chiste, que uno pida un pan, y a cambio lo saquen como un perro y le
den una zurra?
José Joaquín: Que su golpiza
se la ha ganado usted pero por irrespetuoso.
Victoria: Pero señor usted
está loco de remate, que en nuestra panadería los panes tienen nombre, y hay
uno que se llama el bastardo, y esa fue idea de mi tío, que en paz descanse.
José Joaquín: Pero niña… ¿a
quién se le ocurre llamar a un pan como el bastardo?
Victoria: Pues, hay un pan
bastardo, hay otro que se llama pan cabrón y tenemos otro que es el pan mequetrefe.
José Joaquín: Pero ¿a quién
se le ocurre llamar así a los panes? Eso es casi un pecado.
Soldado: Entonces queda claro
que a este señor, le han dado una golpiza por solo pedir un pedazo de pan.
José Joaquín: No… señor… yo
sé muy bien lo que oí, y cómo este personaje, que ahora se hace la víctima, con
tono humillante se refería a la señorita, que como he dicho antes es mi hija.
Soldado: A ver un momento…
¿ustedes son los del juicio de la inquisición verdad? ¿Y esta es la panadería
de la acusada? Pues menudo rollo armaron que se han hecho tan famosos en toda
la isla. Pero eso no le da derecho a andar dándole golpizas a la gente, así por
que así. ¿Quiénes son los sujetos que lo golpearon?
Cliente quejoso: Fueron esos
dos (señaló a José Antonio y a Manolo)
Soldado: Pues me los llevo
arrestados.
José Joaquín: Pero hombre…
por favor… ¿Cómo se los va a llevar? Si esto es un mal entendido.
Soldado: Mejor se calla de
una vez, porque como usted fue el que dio la orden también me lo puedo llevar,
pero no lo hago por respeto a ser un miembro retirado de la marina de su
majestad, y por su pasado heroico en estás islas, pero por favor, deje de crear
problemas, porque la próxima no seré más condescendiente.
José Joaquín: Pues gracias
oficial, pero disculpe ser tan insistente… esto es un mal entendido, que estoy
dispuesto a remediar de la mejor manera, ya usted verá. Señor quejoso, estaría
usted dispuesto a retirar su queja, si a cambio, le ofrecemos su desayuno y el
almuerzo.
Cliente quejoso: mmm, no me
parece…
José Joaquín: A ver, mi
señor, ¿qué le parece si le ofrecemos un desayuno, un almuerzo y la cena del
día de hoy, a cambio de los agravios que ha sufrido de nuestra parte?
Cliente quejoso: mmm, que
sean dos días de desayuno, almuerzo y cena.
José Joaquín: mmm, que sean
desayuno, almuerzo y cena, y el desayuno del día siguiente.
Cliente quejoso: mmm, bueno
trato hecho.
José Joaquín: Vio señor
oficial, que entre caballeros podemos arreglar los malos entendidos.
Soldado: Bueno… no estoy para
perder más tiempo… si el quejoso retira su queja, no tengo más que decir… Pero
lo cierto, es que la próxima vez que arme un alboroto en esta isla, no le daré
audiencia, ni a usted, ni a los suyos, y los voy a meter en el calabozo.
José Joaquín: No pierda usted
cuidado oficial, que no volverá a tener otra queja de nosotros.
Cliente quejoso: Bueno ¿y mi
desayuno?
José Joaquín: Niña, por
favor. Servidle su desayuno a nuestro razonable cliente.
Victoria: Con mucho gusto,
siga por acá, que el señor José Joaquín pagará su cuenta.
Disipada la tempestad.
José Antonio: Tío por favor,
necesitamos definir qué vamos a hacer, que se nos está acabando el dinero, y no
tenemos pasajes de regreso a Cádiz.
José Joaquín: Mmmm, si la
verdad, ya me he dado cuenta de ese problema. Me va a tocar acudir a los judíos
a hacer algún préstamo, para poder retornar a Cádiz, pero es que siento que no
me puedo ir todavía, me siento responsable por Victoria y María.
José Antonio: A ver tío, pero
es que no nos podemos quedar aquí. Tenemos cosas pendientes en Cádiz.
José Joaquín: A ver José Antonio, yo sé que tenemos cosas
en Cádiz, y que aquí no tenemos nada, pero es que luego de todo lo que hemos
pasado, y fuera de eso me sale una hija de la nada, pienso que no puedo
dejarlas así, y si además tenemos en cuenta lo que nos pasó en el viaje de
venida con esos piratas, me da temor que nos vayamos y no las vuelva a ver.
José Antonio: Bueno… no
podemos echarle la mala suerte, pero la verdad es que somos unos imanes para
los problemas.
En esos momentos llegó
Isidoro, el contramaestre del barco en el que nuestros amigos habían llegado a
Tenerife.
Isidoro: Mi señor… lo
estábamos buscando con urgencia.
José Joaquín: Isidoro
muchacho, que pareces que has corrido media isla hasta aquí, qué te pasa.
Isidoro: Son los piratas
franceses, que están casando a todos los miembros de la tripulación uno a uno,
como represalias de la bomba apestosa.
José Joaquín: Pero ¿cómo así?
¿Y no han avisado a la guardia de eso?
Isidoro: Pues nosotros
llegamos con ustedes el mismo día, y nos bajamos del barco. El capitán le dio
permiso a unos marineros para que descansaran, otros quedaron de guardia en el
barco. Al hacer cambio de turno, tres marineros faltaron… y bueno… pensamos que
se habían emborrachado o se habían quedado enredados en las barracas… pero pasó
un día y no volvieron. Dijimos pues se fueron a otros barcos… igual, el capitán
le pareció extraño y envió a varios marinos a buscarlos. Mientras eso ocurría,
estando de guardia en el barco y junto con el capitán, fuimos atacados por tres
hombres que hablaban francés, que ingresaron al barco matando a dos marinos por
sorpresa, luego sonó la alarma, y salimos los diez marinos restantes con
garrotes, vimos a los atacantes, los perseguimos, pero huyeron, no sin antes
decirnos que el Capitán Jean Pierre cobraría su venganza por toda la mierda que
le habíamos arrojado, y que uno a uno caeríamos muertos. Y vaya que ha cumplido
su promesa, hasta ahora, ya van 7 muertos, y hoy el capitán está desaparecido.
El marino que iba acompañando al capitán, dijo que fueron atacados en el
mercado, por tres hombres que hablaban francés, al capitán y a él, los habían
amarrado, y les habían preguntado por la tripulación, sobre los nombres de los
tripulantes y los pasajeros. Dijo que fueron torturados y que el pudo escapar
en un descuido. Yo he venido a avisarles el peligro que están corriendo,
nosotros queríamos zarpar, pero estábamos esperando una carga, luego ahora sin
capitán estamos a merced de esos corsarios.
José Antonio: Pero sabes si
el capitán o el marino, ¿le dijeron los nombres?
Isidoro: Pues… yo si creo,
pues estaban siendo torturados.
José Joaquín: Yo nací en
Sodoma y Gomorra, ahora sí esto se complica. Debemos irnos, pero al mismo
tiempo no podemos, porque quedarían María y Victoria solas.
Isidoro: Y nosotros no
podemos zarpar pues estamos sin capitán, y no sabemos qué hacer.
José Antonio: Atención que
acaban de llegar tres sospechosos.
Isidoro: Si esos son, y nos
están mirando.
José Joaquín: Manolo, ves y
consíguenos armas, que aquí se va a formar un zafarrancho.
José Antonio: Estos tipos te
estaban siguiendo Isidoro, ¿qué vamos a hacer tío?
José Joaquín: No sabemos si
ya nos tienen identificados…
En esos momentos llega
Victoria a la mesa de los piratas y les preguntan qué les puede servir, y ellos
hacen su pedido y le preguntan algo. Ella les responde y señala a José Joaquín
y José Antonio.
José Antonio: Rayos, supongo
que ya Victoria le dio la información, porque ahora nos miran fijamente.
José Joaquín: Bueno
calmémonos. Al parecer no quieren armar un desorden en este lugar. Hagamos lo
siguiente… Isidoro, tus sales primero, si ellos siguen, nosotros estaremos
detrás de ti, y le caeremos por sorpresa por la espalda, a estos tíos hay que acabarlos
antes de que nos maten. Si ellos no te siguen, corre al barco y alerta a la
tripulación, trae contigo por lo menos diez marinos de los más corpulentos y
nos esperas en la placita que está a dos calles de aquí. Nosotros saldremos
después de ti, y si nos siguen, trataremos de huir de ellos, hasta la placita
para que todos le caigamos al tiempo, no podemos enfrentarlos solos, es mucho
riesgo.
Llega manolo con una bolsa,
con dos cuchillos de cocina y dos palos.
José Joaquín: Manolo… vaya
armas que nos has conseguido… volvamos con la catapulta y los barriles de
mierda mejor. Bueno Isidoro… a la cuenta de tres sales, prepárense todos.
Salió Isidoro de la
panadería, pero los piratas lo vieron, pero no se movieron, seguían viendo a
José Joaquín, José Antonio y Manolo.
José Antonio: Tío, la cosa sí
es con nosotros.
José Joaquín llama a
Victoria.
José Joaquín: Niña, qué te
han preguntado esos hombres de allá.
Victoria: Que si ustedes eran
los extranjeros que venían de Cádiz, ¿por qué?
José Joaquín: Ay mi madre…
Victoria: ¿Qué ocurre?
José Joaquín: Mira, hija mía…
que yo sé que no me he ganado el derecho de llamarte así… pero en estos
momentos no estoy para discutirlo… solo quiero decirte que te quiero con todas
las fuerzas de mi corazón, y que por ti, haría lo que fuera. Eso es por si no
te vuelvo a ver…
Victoria: Pero ¿qué pasa?
José Joaquín: Espero regresar
para contarte.
Los tres salieron de la
panadería, y los piratas se le fueron atrás, y comenzaron a correr, y comenzó
la persecución.
José Joaquín: Sepárense, den
dos vueltas y traten de llegar a la placita donde quedamos a encontrarnos con
Isidoro, tenemos que darle tiempo para que llegue con los demás miembros de la
tripulación.
Se separaron, y cada uno
comenzó a correr con un pirata que lo perseguía. Como José Joaquín era el más
lento, vio a unos soldados que estaban en la calle, y les puso conversación.
Era el soldado que había ido a la panadería antes.
José Joaquín: Mi estimado
oficial buenas tardes ¿cómo le ha ido?
Soldado: Bien, espero por su
bien que no esté tramando algo.
El pirata, desapareció de su
vista, y José Joaquín lo buscaba por todas partes, mientras el soldado y sus
dos compañeros lo miraban extrañado. José Joaquín pensó que si le decía al
soldado que lo estaba persiguiendo un pirata francés, que no se veía por ningún
lado, se lo iba a llevar por loco al calabozo, así que decidió hacer tiempo y
tratar de protegerse del pirata hablando con los soldados.
José Joaquín: Hombre, ¿qué
voy a estar tramando? Solo quería decirle que el quejoso ya había disfrutado su
desayuno y su almuerzo según lo pactado.
Soldado: Pues me alegra.
En ese momento, pasó Manolo
corriendo, perseguido por un pirata por delante de los soldados.
Soldado: ¿Ese no es su mozo?
José Joaquín: Ah qué
barbaridad, creo que sí… ¿Qué le estará pasando a ese muchacho?
Soldado: Le advertí que si
vuelven a formar un desorden en esta isla, los metería al calabozo a todos.
En ese momento, pasó José
Antonio corriendo con el otro pirata detrás empujando a varias personas.
José Antonio: Tío, ya es hora
de ir a la placita.
José Joaquín: Con gusto le
explicaré, por favor sígame.
Y arrancó a correr a la
placita, los soldados lo siguieron.
Cuando llegaron a la placita,
estaban José Antonio y Manolo espalda contra espalda, armados de sus garrotes,
con los dos piratas haciéndole un cerco, armados con cuchillos.
José Antonio: Tío, no ha
llegado Isidoro.
José Joaquín: Tranquilo que
aquí traigo refuerzos.
Y llegan los tres soldados
detrás de José Joaquín.
Soldado: Pero ¿qué le pasa?
¿Está usted loco?
José Joaquín: Yo no estoy loco,
esos son piratas franceses que quieren matarnos, ayúdenos.
Soldados: ¿Piratas? A las
armas.
De la multitud salió el
tercer pirata y le disparó con una pistola a uno de los soldados, y los otros
dos piratas le cayeron de sorpresa al tercer soldado matándolo al instante.
José Joaquín reaccionó y con un garrote golpeó en la cabeza al pirata de la
pistola, José Antonio golpeó con su garrote a otro pirata, y Manolo resistió la
estocada que intentó darle el otro pirata, cuando el soldado intervino con su
espada. En ese momento, llegó Isidoro y los demás miembros de la tripulación
que agarraron a los tres piratas y los lincharon. La población los miraba
atónitos, y comenzaron a darse voces en toda la isla que habían piratas
franceses en Tenerife.
Soldado: Pero ¿Se puede saber
qué está ocurriendo aquí?
José Joaquín: Ya se lo dije
oficial, estos piratas franceses vinieron a matarnos.
Soldado: Pero ¿por qué no me
dijo? Han matado a mis compañeros, porque nos tomaron de sorpresa.
José Joaquín: Siento mucho lo
de sus compañeros de armas, pero vuestra merced no me iba a creer lo que estaba
ocurriendo.
Isidoro: Señor José Joaquín, ¿y
qué hacemos con estos facinerosos?
José Joaquín: Hay que
entregarlos a la armada y que ellos se encarguen. Mi estimado oficial, le entregamos
estos tres piratas y usted se llevará todos los méritos de su captura, pero
rinda homenaje a sus amigos caídos. Solo espero que de reporte de lo aquí
ocurrido, y que la armada este atenta, porque pueden haber más piratas, que han
jurado vengarse de mi y de la tripulación, matándolos uno a uno.
Soldado: Haré todo lo que
este a mi alcance, señor José Joaquín.
José Joaquín: Isidoro, acompañen
al soldado a entregar a estos piratas a la armada, y que los hombres sigan en
guardia en el barco y que no se separen, es muy probable que en la isla hayan
más piratas dispuestos a matarnos. Dile que preparen el barco para zarpar, que si
están dispuestos, yo seré su capitán, para que salgamos todos de aquí.
José Antonio: Tío, ¿vas a ser
capitán?
José Joaquín: Ya fui capitán
en la armada, fue mi último cargo, antes de retirarme.
Isidoro: Sí señor, ya
comunicaré a todos, estarán felices de zarpar de este puerto señor.
José Joaquín: Muy bien…
José Antonio: Y qué vas a
hacer con Victoria y María.
José Joaquín: A Victoria me la
llevaré a Cádiz, y a María le pediré matrimonio.
José Antonio: Pero tío esto
no es un plan de guerra, no creo que ni María, ni Victoria acepten, es más fácil
ganarle una batalla a un barco pirata con una catapulta y unos barriles llenos
de mierda. Ahora, ¿cómo vas a pedirle a
María que se case ¿si tú aún sigues casado?
José Joaquín: Ya no sobrino,
lamentablemente me llegó una carta hace días de Nueva España, donde se supone
que mi ex esposa se fue con su padre, informándome que había fallecido en medio
de un ataque pirata. Así que a pesar de que no me lo esperaba, estoy libre para
casarme nuevamente.
José Joaquín, José Antonio y Manolo
volvieron a la panadería, donde Victoria y María los estaban esperando.
María: Por Dios José Joaquín,
¿estás bien? Estábamos muy preocupadas, en toda Tenerife se ha dado la alerta
que hay piratas franceses asesinos. Y nos dijeron que hubo una refriega en la plaza a dos cuadras
donde mataron dos soldados.
José Joaquín: Sí,
desafortunadamente en nuestro viaje de Cádiz hasta acá, fuimos atacados por
unos piratas franceses, a los cuales le hicimos frente y los derrotamos con una
catapulta y unos barriles llenos de basura y de mierda. Su capitán ha jurado
vengarse de tal ofrenda, y ya ha matado a siete tripulantes del barco que nos
trajo y posiblemente ya han matado al capitán. Esos tres piratas vinieron hasta
aquí para matarnos.
María: Oh por Dios, y ¿qué
van a hacer? Tienen que irse rápido.
José Joaquín: No puedo irme
sin ustedes. Esos tipos no tienen escrúpulos de ningún tipo, y si saben que
Victoria es mi hija, no me quiero imaginar qué les podrían hacer.
María: Pero nosotras ¿por
qué? Nosotras no tenemos a donde ir y estamos solas.
José Joaquín: Mira, no fue mi
intención meteros en estos problemas. Vine por ti, y esos piratas nos atacaron.
Ahora quieren matarnos, y si saben que ustedes son mi familia muy seguramente les
harán algo malo. Ya no estáis solas, quiero proponerte que vengas conmigo a
Cádiz.
María: Pero ¿cómo quieres que
vaya a Cádiz contigo? Y Victoria y la panadería.
José Joaquín: Victoria vendrá
con nosotros, lo de la panadería, no sé, has lo que quieras, pero María, hace
16 años me fui de aquí y te dejé, no voy a cometer el mismo error.
María: José Joaquín, estás
loco, ya han pasado 16 años.
José Joaquín: ¡cásate conmigo¡
María: Pero ¿tú te estás
volviendo loco? De donde has sacado esa idea, otra vez, vas con tus impulsos.
Ha pasado mucho tiempo ya.
Victoria: A ver señor… usted
no puede venir a jugar al Dios con nosotras. A mí no me puede llevar a su antojo
a donde sea… y ahora no puede proponerle matrimonio a mi mamá para llevarnos a
las dos, ¿qué le pasa?
José Joaquín: Miren las dos,
yo se que esto les cae por sorpresa y que implica un cambio muy grande en sus
vidas, pero que ustedes no están seguras aquí en Tenerife, y yo no las puedo
dejar aquí a merced de esos piratas.
Victoria: Pero entonces, ¿No
tenemos otra opción que dejar nuestra vida e irnos con usted a Cádiz? Y fuera
de eso mi mamá tendrá que casarse con usted, pues gran pedida de mano se ha
gastado, qué estrategia.
José Joaquín: Bueno, si lo
miras así no se oye del todo bien… pero no es lo que quiero decir.
José Antonio: A ver a ver a
ver… mi tío todo lo enreda y la verdad no es en mucho lo que el quiere decir,
dejadme explicarles mejor, y que esta propuesta no suene tan fea, que de verdad
tío que no te salió para nada bien. Miren… lo que ustedes no saben es que mi
tío sigue amando a la señora aquí presente, la señora María (la señala con su
mano), y por eso se vino como loco a Tenerife a salvarla de la Santa
Inquisición sin saber, ni siquiera por qué la estaban procesando, ni cual era
el pecado que había cometido, solo vio el nombre de María, y ya estábamos los tres
montados en un barco que nos trajo a Tenerife, ¿si eso no es amor? Pues que nos
lleve el Diablo… Por otro lado… y déjenme que no he terminado… cuando este
hombre supo anoche que Victoria era su hija, se arrodilló para poder entrar en
su habitación… no saben lo testarudo que es este hombre, y es la primera vez
que lo veo tan dócil… En conclusión… este hombre que ven aquí las ama, y no
importa cuantos años han pasado, o si se acaban de conocer, el corazón de este hombre
en este momento suspira por vosotras, y les aseguro, que no descansará para
verlas felices. Miren, ese hombre es quisquilloso, complicado, enredado, mal
humorado, pero tiene uno de los mejores corazones del mundo, y que a pesar de
que yo siempre me las arreglo para ponerlo en problemas, me ha criado y querido
como un hijo, y por eso, te digo Victoria, que si lo aceptas, será el mejor
papá para ti, y créeme que esta vez no te dejará y es capaz de quedarse contigo
para protegerte. Y piensen… Cádiz es una ciudad hermosa, con mucha gente,
pueden abrir fácilmente otra panadería y volver a empezar libres de todo asedio
de los pobladores de esta isla, que quisieron que la Santa Inquisición las
condenara a muerte. Igualmente, no las podemos dejar en esta isla, sabiendo que
hay una banda pirata que les puede hacer daño, ya han matado a siete marineros,
ayer mataron a dos soldados y además casi nos matan. Si además que conveniente
es que nos vayamos todos para Cádiz, hay la posibilidad de que un padre este
cerca de su hija, y de que recupere a un viejo amor, no entiendo que os conduce
a seguir afirmando la necesidad de permanecer en esta isla.
Victoria: Mira José Antonio,
muy lindo tu discurso, pero es que ustedes quieren que saltemos al vacío, y nos
vayamos todos a Cádiz, con los ojos cerrados. ¿Qué tal si de todo esto lo que
resulta es un desastre? Qué ese señor se aburra de nosotras y quedemos en la
calle. Aquí tenemos un trabajo, una casa, un techo y un hogar que hemos
construido en años. Tenemos muchos enemigos que nos quiere quitar nuestro hogar,
pero también tenemos muchos clientes que nos apoyan. No es la primera vez que
tenemos que protegernos de gente peligrosa, y estamos en nuestra propia tierra.
José Joaquín: A ver Victoria,
escúchame por una vez… Se que soy nuevo en tu vida y que no me conoces. Siempre
quise tener un hijo, y bueno, la vida me entregó este sinvergüenza al que quiero
como un hijo, y el que hoy esta hablando por mí de la mejor manera y con las
mejores intenciones. Quiero ser tu padre… ya
soy tu padre, y como tal, quiero protegerte de que no te pase nada malo,
déjame acercarme… déjame conquistarte como papá, solo te pido que me des una oportunidad…
algo que te puedo dar en Cádiz y que hoy las condiciones implican que sería más
seguro para ustedes, que vinieran a Cádiz con nosotros. ¿Qué quieres hacer? Montar
una panadería en Cádiz, te la monto. Quieres una posada, también… dime qué
quieres que no te negaré nada, con tal de que estés cerca de mí.
Y tú María, perdóname por no
haberme quedado hace 16 años, perdóname por no haber vuelto hace 16 años, ahora
estoy aquí, vine por ti, te propongo matrimonio desde el fondo de mi corazón,
pero no estás obligada a aceptar esa propuesta. Piensa en tu hija y en su
futuro, en Cádiz trataré de que no les falte nada. Déjame enmendar mis errores.
María: Ay Dios mío José Joaquín…
¿cuántas veces me vas a enredar la vida? Espero no arrepentirme de lo que voy a
hacer. Victoria… Habla con el señor Bertonio, y dile que le venderé la panadería,
al precio que te propuso cuando yo estaba encerrada en el calabozo. Y Victoria,
comienza a empacar tus cosas, y lo más indispensables. José Joaquín, espero que
cumplas con tu promesa de que podamos abrir algún negocio en Cádiz, y si me
fallas, te lo juro por nuestra hija que te mato. Y Victoria, deja de joder de
una vez por todas, y dile a este, como siempre le has querido decir, y que me
dijiste hoy en la mañana… dile papá. Y bueno señores… nos vamos para Cádiz. Ah,
José Joaquín, ¿cómo es eso que te quieres casar conmigo si tu ya estas casado,
es que has perdido la cabeza?
José Joaquín: Eh, no… es que
hace unos días me enteré que soy viudo…
María: Ah bueno… entonces déjame
pensar qué haré con tu propuesta, pero no creas que con ese discurso me olvidé
que todos estos 16 años… así que dame un tiempo y lo pienso bien… Ahora… todo
el mundo a hacer maletas que nos vamos.
Victoria: Pero mamá…
María: Mamá nada… empaca tus
cosas que nos vamos… es lo mejor para nosotras.
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