Por: Jorge Arturo Abello Gual
CAPITULO VI
Un
nuevo miembro en la familia Calderón, al cual decidieron ponerle el nombre de
Marco. Y apenas que él nació comenzaron a efectuarse grandes cambios en el
mundo que lo rodeaba, pero mientras tanto no le faltó ni el afecto y ni cariño
de sus padres y abuelos. Marco era el consentido de toda la familia, pero en
especial de Don Rodrigo, cualquier cosa que hacía Marco era bienvenida y
festejada por Don Rodrigo.
* * * *
Después
de que Marco cumplió los dos años, Don Rodrigo se sintió cansado y sin fuerzas
para seguir en el negocio del Ganado, así que
le propuso a su hermano vender el ganado que tenían y cerrar la
hacienda, ya que ninguno de los hijos de los dos hermanos Calderón tenía el
mínimo interés de hacerse cargo del negocio, y
no era justo que los dos viejos siguieran trabajando tan fuertemente sin
tener un descanso en medio de su vejez. De esta forma decidieron vender todo su
ganado y dividir el capital en partes iguales para luego distribuírselo entre
cada familia. Esta fue una época de pleno apogeo, la plata que se logró con la
venta del ganado, abasteció a los Calderón de mucho lujo y muchas comodidades
por un buen tiempo. Era la edad de oro de la familia Calderón, todo era
abundancia y comodidad. Los hermanos Calderón consideraron toda una suerte el
haber encontrado un buen comprador para su ganado en una época en que el sector
agropecuario de todo el país se sentía golpeado económicamente por la baja
inexplicable de los productos primarios, el alza desproporcionado de los
productos manufacturados y el alza en la prestación de los nuevos servicios
públicos que se prestaban, lo cual estaba ocasionando gran malestar porque los
nuevos cambios estaban en desacorde con la economía de los ciudadanos. Por otro
lado el costo de vida había subido demasiado con respecto a otros años, en fin, el Neoliberalismo estaba entrando con
fuerza en esa época y había conseguido destruir la tranquilidad económica de
toda la población Colombiana. Todos estos
aspectos eran los que esperaban a Marco en su edad adulta pero más
agravados y magnificados. En sí se avecinaban tiempos difíciles en medio de esa
apacible calma y prosperidad.
Joaquín
seguía trabajando sin dejar de disfrutar las comodidades que le brindaba la
fortuna “líquida” de su padre. Mientras que la fortuna perduró, Joaquín estuvo
muy pendiente de no malgastarla, pero tampoco dejaba pasar la oportunidad para
aprovechar el momento de buena cosecha, dándose ciertos lujos como el de viajar
y conocer junto a su esposa, su hijo, su padre y hasta con sus suegros, otras
ciudades del país. Pero a pesar de esto,
Joaquín siempre decía que había que guardar para los malos momentos, por
tal motivo, Joaquín junto con su padre administraba tan bien el dinero que ni
lo derrochaban, ni lo almacenaban ociosamente. Además con su trabajo de
odontólogo Joaquín logró mantener la fortuna casi que intacta y efectiva para
cualquier inversión libre o cualquier gasto en el hogar. Cristina se dedicaba
casi que exclusivamente a la crianza de su hijo, porque ella decía que una
sirvienta no era nunca el mejor ejemplo para los hijos. Y esto se debe a que su
madre siempre le inculcó que: “madre no es solamente la que trae a un hijo a la
vida, sino la que lo cría y lo ve crecer”. Don Francisco y Doña Sofía se amañaron
en La Samaria. Don Francisco ponía tanto su cuota personal, como su cuota
material, aportándole a toda la familia lo que pudiese, aunque era en ciertos
momentos bastante reservado, procuraba ayudar en lo que podía, además le servia
de compañía a Don Rodrigo en sus tiempos de nostalgia, y en los eternos juegos
de dominó en el patio –formaban un dúo casi que invencible-. Doña Sofía era el
alma del hogar, era ella y Don Rodrigo los típicos abuelos consentidores de
Marco, ya que a Don Francisco le costaba
más trabajo ese aspecto, porque se convirtió en un tipo seco, pero a
pesar de esto, siempre le dio mucho cariño a su nieto.
Mientras que por un lado todo era equilibrado,
por el otro lado -el lado de Don Cesar-, las cosas fueron totalmente
desmedidas, Manuel dejó de trabajar, abandonó el negocio y se dedicó a vivir
una buena vida, junto con su esposa. Sus hermanos por su parte abandonaron sus
estudios e hicieron casi lo mismo, pero con la diferencia de que Jacobo volvió
a estudiar después de un tiempo, y terminó su carrera como profesional. De este
lado de la familia la plata salía a chorros y no entraba por ningún lado. Don
Cesar y su esposa se dieron sus gustos y a veces acompañaban a la familia de
Don Rodrigo en algunos viajes, claro que siempre por cuenta del mismo Don
Cesar.
-Mientras tanto, el país seguía cambiando, la
violencia se tomaba poco a poco el campo y la droga comenzaba a ser la base de
la economía del país-.
El
ambiente en el hogar para el pequeño Marco era el ideal para cualquier niño de
su edad, a cualquiera que él se le acercara hacía un esfuerzo personal y le
dedicaba un buen rato para hablar con él, para jugar, para contarle historias,
entre otras cosas. La mayor parte del tiempo, Marco la pasaba junto a su madre,
pero disfrutaba mucho del cariño que le brindaba su abuela, y de la diversión
de su abuelo Rodrigo, pero lo más curioso es saber quién era el encargado de
dormirlo, pues bien, era el opaco Don Francisco quien se sentaba todas las
noches a leerle un cuento hasta que el pequeño se quedaba totalmente dormido, y
esa paciencia no la tenía ninguno en la casa, y así se ve que el cariño es
raro, depende de cada persona en particular, y de la manera como crece el amor
entre ambos. Mientras tanto su padre Joaquín, era al que menos veía, y al que
más esperaba, ya que las demás personas siempre estaban con él en la casa,
mientras que su padre se pasaba medio día en su consultorio, y lo veía en el
almuerzo y a veces en la comida, claro que tanto como el padre, como el hijo
disfrutaban al máximo los momentos que pasaban juntos.
De
esta forma iban transcurriendo los años, y sus cuatro años cumplidos le tocó
asistir a la escuela -que es lo más normal-, pero esto resultó muy traumático
para Marco, porque no le parecía muy
bien cambiar el ambiente de amor y juegos con la gente que lo había visto
crecer durante toda su vida, por un ambiente de tanta gente, de tantos niños
gritones y que “pa’ más piedra”, no conocía a ninguno. Esta situación lo
incomodaba demasiado, solo hallaba el consuelo en el llanto durante las horas
de clase, extrañaba la compañía de su madre, y de todas las personas que
habitualmente lo rodeaban.
-Mientras esto ocurría. En el país habían surgido
fuerzas terroristas, que poco a poco amenazaban con la seguridad nacional y con
la tranquilidad del campo, tomando poco a poco fuerza ante la prepotencia del
Ejercito Nacional, que los veía como insignificantes. El narcotráfico seguía
siendo la fuente de ingresos más rentable, y ya superaban en ganancias y en
importancia al ganado y al café.
Joaquín
y su padre seguían sin problemas económicos, pero su fortuna estaba sufriendo
una extraña devaluación, que ellos no le encontraban justificación. La Samaria
seguiría creciendo pero en vez de crecer positivamente, seguía creciendo sin
progreso, con mucho lujo pero sin mucha estabilidad e igualdad de condiciones,
ya que había o existía la concentración desproporcionada de la riqueza en toda la población.
Iban
pasando los años y la crianza de Marco estaba fundamentada, en la disciplina de
estudio que le imponía su madre Cristina, su personalidad estaba regida por el
ambiente familiar que le proporcionaban todos y cada uno de los miembros de la
familia. Joaquín usaba gran parte de su tiempo libre para dedicársela a su
hijo. Doña Sofía y Don Rodrigo gastaban
mucho tiempo en consentir a su nieto, mientras que Don Francisco seguía con una
actitud de indiferencia.
La
personalidad de Don Rodrigo se convertía en un gran patrón para imitar por
parte de Marco, la forma de tratar a las personas y la admiración que causaba o
proyectaba Don Rodrigo a las demás personas era algo que Marco, dentro de su
inocencia y poco entendimiento veía interesante. Don Rodrigo trataba y hablaba
con todo el mundo en su casa, hasta el propio Joaquín –la cabeza de la familia
en ese momento- iba constantemente en busca de la ayuda de su padre para
recibir consejos. Don Francisco, parecía cansado por el peso de los años y se
convirtió en un tipo ermitaño, sin embargo no dejaba de sentarse después del
almuerzo a intercambiar conceptos con Don Rodrigo, que se convirtió en el único
desagüe de su persona. Doña Sofía se refugió intensamente en las labores de su
hogar y en la crianza de su primer nieto, esta última labor era la que
realizaba con más dedicación, y esta actitud estuvo a punto de ocasionar cierta
malacrianza en Marco, pero que fue bien controlada por la rápida acción de
Joaquín, quien comenzó a ponerse rígido con la crianza de su hijo, para que no
se le saliera de la disciplina necesaria en la crianza de un niño de esa edad.
Esta nueva aptitud de Joaquín frente a Marco -su hijo-, le ocasionó fuertes
discusiones con su padre Rodrigo, porque éste último sostenía que “Nadie se
acuerda de cuando era niño.” Esta actitud de protección acercó más al abuelo
del nieto, ya que para Marco era un verdadero escape, el refugiarse bajo la
autoridad y comprensión de Don Rodrigo, porque además de escapar de la
disciplina de sus padres, aprendía de su abuelo con una metodología de
aprendizaje que se caracterizaba por ser paciente, dinámica y experimentada.
Era
verdaderamente impresionante ver a Don Rodrigo encerrarse por horas con su
nieto a enseñarle de manera práctica y dinámica las lecciones o tareas del
colegio –claro que esto ocurría eventualmente, sólo cuando Don Rodrigo lo
requería necesario-. Lo impresionante del asunto es cómo podía Don Rodrigo
implementar o poner en práctica una metodología de estudio con su nieto, cuando
ni siquiera le había dedicado una hora completa a su hijo Joaquín para
enseñarle una clase, y es que el primer sorprendido de este fenómeno, fue el
mismo Joaquín quién le decía con asombro a su mujer: “Me parece casi que
increíble la paciencia que mi padre muestra con Marco. Todavía creo que siento
los ‘coscorrones’ que me daba cuando le decía que 4 x 8 era veintitrés”. Y es
que definitivamente “Los abuelos parecen querer más a los nietos que los mismos padres”.
Cristina
era una madre ejemplar, siempre pendiente de su hijo –de todas maneras no tenía
más nada que hacer-, se dedicaba de tiempo completo a su hijo cuando este llegaba del colegio. Su gran
preocupación era el de darle una compañía a Marco de su misma edad para que
éste no se sintiera solo, ya que iban pasando los años y la joven pareja no se
preocupó por tener más hijos, por tratar de dedicarle la mayor atención posible
a su primogénito. En ausencia de un hermano, Cristina se hizo amiga de Lucía
–prima de Joaquín-, quien había contraído matrimonio muy joven, -lo que le
costó el retiro de sus estudios-. Lucía se casó con un prestigioso abogado de
la pujante ciudad de Mendoza. Se enamoraron mientras los dos se encontraban
estudiando en la Universidad. El nombre de él era Jacobo –igual al nombre de su
cuñado-, y era descendiente de una familia de clase media en Mendoza, pero con
mucha tradición y muy conservadora, -La familia Monrroy-. En los primeros años
del matrimonio de Lucía y Jacobo fueron de gran bonanza, ya que él se encargaba
de resolverle los problemas jurídicos al personal de la mafia.
En
fin, decía que Cristina entabló una muy buena relación con Lucía, la prima de
Joaquín, con el propósito, de que el hijo de Lucía, Guillermo fuera el
compañero fiel de Marco, a pesar de que Marco le llevara año y medio a
Guillermo. Pero entre los niños las diferencias de edades, si se notan, ya que
siempre se cumple la frase que dice: “Que el grande se complace en hacer llorar al Chico”. Pero sin duda en la
adolescencia y en la edad adulta estos dos serían los típicos ‘uña y mugre’, a
pesar de ciertas diferencias que surgían entre ellos y que les ocasionaban
continuos enfrentamientos normales entre amigos, que era producido por la
incompatibilidad de sus personalidades, que no les impedía seguir siendo
amigos, una vez solucionados sus problemas. Pero de todas maneras desde niños
pintaron ser muy buenos amigos, y muchas veces con sus cotidianas peleas,
ocasionaban lo que siempre pasa en estos casos, los niños pelean un rato, pero
al rato estaban jugando como si nada hubiera pasado, mientras que sus madres se
debatían en fuertes discusiones que ocasionaban serias grescas, que a veces
ameritaban de la intervención de Don Rodrigo o de Don Cesar, porque hasta el
mismo Joaquín se mostraba casi que impotente frente a la situación, en donde su
prima y su mujer se ensartaban en fuertes discusiones.
En
esos tiempos Manuel se encontraba viviendo en Mendoza, administrando de forma
magistral la parte de la riqueza, que tenía. No trabajaba, pero vivía de hacer
inversiones, y hasta muchas veces optó por invertir en el narcotráfico, lo cual
se le convirtió en un negocio bastante
rentable. Pero gracias a Dios, por cuestiones de escrúpulos y remordimientos de
conciencia, además de la continúa intervención y llamado de atención que le
hacía su padre, no siguió realizando esta clase de negocios. Vivía cómodamente,
-aparentemente- pero pronto se involucró en el ambiente de apariencia y
fantochería de Mendoza, y comenzó a gastar más de lo que producía, ya que en
esa ciudad lo más importante es mantener las apariencias –‘No importa lo que
comas, pero vístete bien”-, y con esto comenzó a meterse en problemas
financieros, pero que no le causó mucha dificultad, porque su talento
administrador siempre lo sacaban de los aprietos más graves, en que se solía
meter.
Mientras
tanto Don Cesar se veía totalmente desgastado económicamente, todo el dinero
que le había quedado de la venta del ganado se le había ido en lujos y en
gastos, pero la mayor parte de ese dinero se le fue en mantener ese modo de
vida, porque de acuerdo con el dinero con que se cuente, el hombre crea su
estilo de vida, y de ahí que si no controla los gastos de los ingresos, el
mantenimiento del alto nivel de vida es casi que insuficiente, y pronto se
comienza a vivir de la apariencia, cuando internamente se pudren en el vacío.
Así entonces, el dinero logró separar de cierto modo a la familia, la
abundancia de dinero provocó que la individualidad prevaleciera sobre la
colectividad, debido a que todos se sentían independientes y libres de la
responsabilidad que significaba el trabajar para sostenerse, lo que aumenta la
irresponsabilidad y la indolencia al creer que todo tiene un precio. Cada quien
se dedicó a vivir intensamente sus vidas y se olvidó de mantener la unión
familiar. De esta forma Lucía se casó mientras iniciaba los estudios y no
volvió estudiar; y de esta forma y debido a las circunstancias se sintió tan
independiente y capaz de asumir su propia vida
abriéndose nuevos caminos. Jacobo –el otro hermano- por su parte siguió
estudiando en Mendoza hasta que terminó su carrera como arquitecto. El era el
más difícil de ubicar porque era el más independiente, pero era el menos
materializado, poseía una extraña filosofía basada en la humanización que lo
hacía un ser verdaderamente sociable. Para Don Cesar, Jacobo su segundo hijo
era motivo de curiosidad, puesto que su estilo de vida, en donde las relaciones
sociales eran su principal acompañante constituía en un motivo de preocupación
para el viejo, quien estaba muy pendiente de lo que acontecía con sus hijos.
Aunque en el caso de Jacobo, todas las noticias que se referían al él le llegaban
a Don Cesar por medio de terceras personas, esto se debía a que cada vez que
llamaba a Mendoza a preguntar por su hijo, nunca lo encontraba en casa, por
esta razón, muchas veces prefería llamar a ciertos amigos de Jacobo quienes le
comunicaban los acontecimientos que tenían alusión a su hijo, y de paso probaba
su suerte a ver si conseguía encontrarlo en alguna de las casas a las cuales él
llamaba. A pesar de ser Manuel el orgullo y verdadera preocupación de Don
Cesar, encontraba en Jacobo a una digna copia de su personalidad; siempre en la
calle, en donde las amistades siempre lo acompañaban y lo apoyaban en todo lo
que a él se le ocurriera, y nunca se metía en problemas, porque era calculador
y meticuloso. Era el hombre fiesta y en Mendoza no había una fiesta que no
fuera precedida por él (Jacobo). El era el alma de una reunión y a pesar de su
vocación parrandera, era buen estudiante y siempre le quedaba tiempo de hacer
de todo un poco. Fue el que menos lidia dio y el que menos ayuda pedía, era tan
independiente que resolvía él sus propios problemas a pesar de saber muy bien
que siempre contaría con el apoyo incondicional de su padre. Era el más
descomplicado de los tres hermanos, no le importaba tanto el dinero ni el lujo
sino la felicidad de vivir intensamente. Nunca estaba de acuerdo con la forma
de vida de su hermano, al cual le criticaba su manera de pensar y de proceder,
y lo definía como de todo punto de vista maquiavélico y peligroso. A pesar de
ser él, Jacobo, un tipo despreocupado, independiente, liberal y olvidadizo,
siempre se acordaba de su familia y nunca dejaba de llamar a su casa, -cuando
no podía asistir- en las fiestas especiales de la familia (cumpleaños,
aniversarios, etc.), es que en ese aspecto no se le escapaba ni siquiera un
solo cumpleaños de un sobrino, y a pesar de estar en desacuerdo con el carácter
de su hermano, no dejaba de visitarlo los Domingos, día en el cual iba
rigurosamente a la casa de Manuel, y cada vez que se lo encontraba, aprovechaba
la situación para enterarse de la familia. Para Don Cesar una llamada de Jacobo
se traducía a un regalo del cielo, la felicidad era tan grande como la de Don
Rodrigo cuando recibía las llamadas de Joaquín desde la Capital –cuando este
estaba estudiando-. Y es que si Don Cesar en cierto día se encontraba de mal
humor, o desgastado por un problema,
pero de repente recibía una llamada de Jacobo, con solo el hecho de que
su hijo le dijera “¡Hola papá! ¿Como estas?”, ya el viejo Cesar tenía suficiente felicidad para todo un
día. Era tan impresionante el amor que le tenía a su hijo, que una vez estando
en plena crisis, Don Cesar se encontraba muy enfermo por causa de un virus, que
estuvo a punto de llevarlo a la tumba. Tal sería la gravedad de la situación
que Manuel ya hacía grandes esfuerzos para ubicar a Jacobo en Mendoza, para que
por lo menos viera por última vez a su padre con vida. Manuel estuvo mucho
tiempo preguntando e indagando donde se encontraba su hermano, hasta que al fin
se enteró que estaba pasando unos días con unos amigos en la ciudad de
Pentecostés. Al lograr localizarlo en aquella ciudad en un hotel, Manuel lo
puso al tanto de la situación. Jacobo no espero ni un minuto, habló con uno de
sus amigos, poniéndole su caso a criterio y le pidió que le consiguiera un
transporte que lo hiciera llegar lo más rápido posible a La Samaria. El amigo
hijo de una persona muy influyente, habló con su padre y consiguió que éste
pusiera una avioneta al servicio de Jacobo para que pudiese llegar a tiempo a
La Samaria. Todo esto pasó con tal rapidez, que Jacobo logró llegar primero de
Pentecostés a La Samaria, que Manuel, que se encontraba en Mendoza que se
encontraba a mitad de camino de Pentecostés. Don Cesar que se encontraba en su
alcoba en muy mal estado, con toda la familia incluyendo su hermano y su
sobrino, a excepción de sus dos hijos que no tardaban en llegar, en la casa a
la espera de lo peor.
Don
Cesar se encontraba bastante débil, había soportado tres días de fiebre intensa
y con los habituales síntomas del catarro, que lo habían diezmado de tal
manera, que el doctor ya no daba muchas esperanzas de una posible recuperación.
Todos
se encontraban reunidos en la sala, cuando Jacobo cruzó la puerta de la
entrada. Era casi que irreconocible para sus propios familiares que lo vieron
con una extraña mirada que expresa: ¿Y éste de donde salió? Su andar era rápido
y daba gestos en su rostro de desesperación. Junto a él, venían cuatro amigos
que estaban con él en Pentecostés y que habían viajado junto con él en la
avioneta. Manuel no llegaba aún, él era el único que podía reconocer a simple
vista a su hermano Jacobo. Jacobo, cuando llegó, le dio un beso a su madre
quién lo miró con extrañeza, -hallaba en su hijo a un desconocido, después de
dos o tres años, sin verlo, y del cual durante dicho período sólo había
escuchado su voz- subió por las escaleras de la casa, y se dirigió hacia la
habitación de su padre, con gran
desespero. Sus amigos se quedaron en la sala, informándoles a los presentes de
quién se trataba aquella figura que había subido “como Pedro por su casa” sin
ser reconocido.
Al
abrir bruscamente la puerta, e invadido por el miedo en todo su cuerpo, entró
en la recámara, en donde su padre se encontraba descansando, y padeciendo de su
mal estado de salud y torturado por una fiebre altísima. Se postró al pie de la
cama agarrándole la mano fuertemente a su padre. Al rato entró su madre
sobresaltada, al no reconocer a su hijo. Cuando esta gritó dentro de la
habitación -¡Jacobo! hijo mío. Don Cesar abrió
los ojos bruscamente. Jacobo se dio vuelta para ver a su madre cuando sintió el
jalón que provenía de la mano de su padre, quien al reconocerlo se trató de
incorporar. Después de hacerlo, logró abrazarlo con tal fuerza, que no
pareciese que estuviera enfermo. Don
Cesar comenzó a llorar como un niño, y Jacobo que lo abrazaba no sabía que
decir, solamente lo besaba. Don Cesar le pidió a su mujer que lo dejara solo
con su hijo, la felicidad le desbordaba por todos los poros, y sus ojos se
convertían en un mar de lágrimas. Estuvieron hablando un buen rato, casi un
lapso de dos horas y media, en ese momento llegó Manuel exaltado que enseguida
se informó de la situación. Cuando por fin se abrió la puerta Don Cesar salió
de la habitación caminando, como si nada le hubiera pasado. Era increíble lo
que se estaba viendo, un moribundo volvía a vivir. De esta forma, el doctor lo
volvió a examinar y dijo a todos los familiares que la tristeza era la que
estaba acabando con la vida de Don Cesar, todo lo que él necesitaba era un
poquito de alegría. Pero en sí, alegría era poco, comparado con lo que sentía
Don Cesar al ver a su hijo “perdido”. Después de varios días, ya Don Cesar se
encontraba totalmente restablecido. Jacobo se había encargado personalmente de cuidar de él en
esos días. Mientras tanto sus amigos disfrutaban de la hospitalidad de la madre
de Jacobo, y de la belleza de La Samaria. Habían encontrado en esa ciudad un
ambiente típico y pintoresco, que le daba a esa ciudad un tono muy especial,
que cautiva a todos sus visitantes. Este tono especial en donde se admiraba una
conservación de unas costumbres autóctonas, conservadas durante años por el
aislamiento que imperaba en la ciudad, todo era lo mismo para sus habitantes,
pero resultaba ser mágico para los visitantes, encontraban un ambiente libre e
inocente a la vez, que nunca habían encontrado ni vivido en otra ciudad.
Disfrutaban cada lugar que visitaban en La Samaria, todo era nuevo para ellos y
ningún plan era absolutamente despreciable.
Mientras
tanto Jacobo seguía alegrando la vida de su padre, pasaban hablando largo
tiempo, y pasaban buena parte de los días juntos, lo que causaba cierto celo,
entre Lucía y Manuel, sus otros dos hermanos. Era impresionante la similitud,
tanto temperamental, como física de Jacobo con su padre, lo cual era corroborado
por la esposa de Don Cesar que cada vez parecía más impactada por este nuevo
acontecimiento. Poco a poco Don Cesar se iba enterando de la mejor manera de
los detalles de la vida de su hijo, por medio de los relatos que este le
refería. Conoció que vivía bien, que ya había terminado sus estudios, y que
todavía seguía viviendo de la administración del dinero que Don Cesar le había
suministrado para sus estudios. Decía que no tenía necesidad de trabajar,
simplemente invertía bien su dinero, en negocios del comercio, y que no
malgastaba el dinero en nada, además recibía la ayuda constante de sus
amistades, quienes lo querían y lo trataban como un hermano. Jacobo le decía a
su padre que había tenido muchas relaciones formales con novias, pero que aún
no tenía muchas intenciones de casarse, pero que de todas maneras, ya tenía a
varias mujeres en mente que podrían proporcionarle un buen aporte como pareja,
y que en un futuro no muy lejano estaría dispuesto a casarse. Don Cesar
reconoció los valores morales y la forma de ser suya en su hijo, y de esta
manera lo iba queriendo más cada día que pasaba junto a él. Era para Don Cesar
asimilar que de pronto el hijo al cual él había dedicado menor tiempo, era el
que más se parecía a él y el que más cosas en común tenía con él, y es entonces
cuando se preguntaba: ¿Y donde estabas hijo mío que no te
reconocí en todo este tiempo en que estuviste a mi lado?
Poco
a poco su salud fue tomando un rumbo favorable y en poco tiempo Don Cesar ya se
encontraba bien del todo. Entonces Jacobo volvió a dedicarse a sus amistades,
sin dejar de cuidar a su padre de vez en cuando. Salía la mayor parte del día a
divertirse con sus amigos, mostrándoles cada rincón de La Samaria.
Mientras
tanto Lucía la única residente en La Samaria, pasaba la mayor parte del tiempo
con su madre o metida en la casa de Don Rodrigo, hablando con Cristina. La
relación con su esposo era lejana, él trabajaba todo el día, y solo la veía en
las noches, en donde “aprovechaban el tiempo perdido”. Solos en esos momento no
existían hijos, ni padres, ni amigas, ni madres, ni nada de eso, era un tiempo
sagrado para ellos dos. Sin embargo su felicidad no era total. Y esto se debía
por lo que dije al principio, el dinero los había convertido en una pareja sin
confianza, aislada, e incapaz de
convertir el hogar en un verdadero nido de amor. Lucía compartía más
similitudes con su madre, -conservando las distancias-. Su madre y Cristina
eran su consuelo, al ser las únicas personas con las cuales Lucía se
relacionaba de tiempo completo. Sus hijos, no se constituían en una forma de
vivir para ella, tuvo dos, y mantenía con ellos una clase de crianza
despreocupada mientras que su esposo, sí hacía una gran función como padre, a
pesar de que en la edad adulta de sus hijos fundamentó sus relaciones en el
dinero, o con la dependencia del dinero. Para Lucía su padre, era un
consentidor, pero no tenía la suficiente confianza con él como para contarles
sus cosas íntimas, lo cual si hacía con su madre. Con sus hermanos era casi que
indiferente, en sí vivía aislada del acontecer de ellos, más sin embargo tenía
muy buenas relaciones con su primo Joaquín, al cual si consideraba como un
hermano. De hecho se encontraba más a gusto en una reunión en la casa de Don
Rodrigo que en su casa Paterna. De su casa paterna solo compartía con su madre,
una gran relación de complicidad. Joaquín su primo, se convirtió en su hermano
mayor durante el tiempo en el que vivió en la casa de Don Cesar, cuando murió
Doña Victoria. Lucía y Manuel no se llevaban muy bien que digamos, sus
relaciones eran bastante fraccionadas, es decir era por ratos. La comunicación
entre ellos era esporádica, y la mayoría de las veces lo hacían para informarse
sobre el estado de su padre. Mientras tanto, Jacobo y Lucía desde niños fueron
uña y mugre, siempre andaban juntos, y compartían mucho tiempo juntos, eran
contemporáneos, Lucía era un año y medio menor que Jacobo, mientras Manuel le
llevaba siete años de diferencia. Sin embargo durante la adolescencia, y debido
a las circunstancias, su hermandad se vio afectada. Primero cuando ambos
dejaron los estudios universitarios, cada cual cogió por su lado. Jacobo más
independiente, Lucía más apegada a su madre. Y
segundo, y definitivo, fue el marido de Lucía, el cual nunca estuvo de
acuerdo con la cercanía de Lucía con su hermano, -la verdad es que le daban
celos- e hizo lo imposible por separarlos. Y lo consiguió fastidiando a Jacobo,
hasta que éste, decidió no volver a visitar
a su hermana, además el desprecio del marido de Lucía hacía Jacobo fue
ratificado al mudarse a La Samaria, como para que no hubiera duda alguna.
* * * *
Marco
seguía creciendo en ese ambiente de hogar caluroso. En este, todo era
equilibrio, y la paz era casi que inquebrantable, a pesar de algunas
discusiones de Cristina y Lucía, o de Cristina con Joaquín, y en otras
ocasiones de los abuelos contra los hijos al tratar de defender al nieto. Pero
la verdad es que nada pasaba a mayores, el equilibrio y la prudencia de Don
Rodrigo, se transmitía a todos los rincones de la casa. Marco cursaba segundo de primaria ya, y estaba a punto de
cumplir los ocho años. Su madre y su padre le habían infundido una disciplina
de estudio, por lo tanto, le iba muy bien en el colegio. Cada día que pasaba Marco encontraba más patrones a
imitar de su abuelo, y cada vez compartía más tiempo con él. Su amistad con
Guillermo, el hijo de Lucía, era cada día más fuerte. No estudiaban juntos
porque Cristina decía que no era benéfico que dos niños estudiaran juntos
porque no se podían concentrar bien en sus estudios, porque estaban más
pendientes del juego que del estudio. Pero eso sí, no perdonaban una tarde para
jugar, porque después de haber estudiado, Guillermo se iba rigurosamente a la
casa de Marco a jugar. Lo pasaban muy bien juntos, y se entendían de maravilla,
tanto así que cuando Don Rodrigo y Don Francisco decidieron enseñarles a jugar
dominó, después de un tiempo prudente de práctica, ya le daban sopa y seco a
los dos viejos, que la veían difícil para ganar. Sin embargo la prudencia de Don
Rodrigo, permitió que ni a Marco ni a Guillermo, el dominó, se les convirtiera
en un vicio, solo los dejaban jugar una serie, -el que gane dos de tres-. Don
Rodrigo a diario visitaba el cuarto en donde los dos niños se encontraban
jugando, y a menudo se ponía a jugar con ellos. Para Joaquín esto era casi que
increíble, porque en su vida su padre se caracterizó por ser un padre
preocupado por él, siempre estaba hablando con él y compartiendo experiencias,
pero de ahí a jugar “muñequitos” o
“soldaditos”, nunca lo había hecho. Y es que se estaba confirmando que “entre
más viejo más niño se convierte el hombre.”
Pero
poco a poco la salud y vitalidad de Don Rodrigo se iba acabando, sus problemas
de presión y sus problemas cardíacos le iban molestando cada día más y más, y
pesar de vivir una vida tranquila en su vejez, la mala vida que vivió en el
pasado, junto con la soledad lo habían afectado demasiado. Las enfermedades lo
estaban consumiendo, y aunque Doña Sofía y Cristina lo mimaban, y cuidaban
mucho, no lograron impedir su decadencia. Joaquín se hallaba bastante
preocupado, se sentía impotente frente a la decadencia inminente que estaba
sufriendo su padre, poco a poco esa preocupación se convertía en tortura,
porque la salud de su padre se iba agravando cada vez más y más. Esto lo
atormentaba tanto, porque la cercanía de la muerte de su padre, le provocaba la
nostalgia de ver decaer la imagen del padre fuerte y alegre que él siempre
conoció. Marco también se veía afectado, porque el ambiente en la casa estaba cambiando,
y aunque nadie le decía que era lo que pasaba él presentía lo que estaba
ocurriendo, cada vez que veía a su abuelo trataba de acariciarlo, y cuando lo
invitaba a jugar con él, la negativa de su abuelo le hacía prever lo que estaba
ocurriendo. Nunca su abuelo se había negado a jugar con él. Pero las sospechas
de Marco quedaron confirmadas cuando, en un día en que se encontraba jugando en
la sala con Guillermo, con sus juguetes, sintió una corredera en el segundo
piso, veía la cara de desesperación de su madre, su tía Lucía y de su abuela,
quienes corrían de un lado a otro, desesperadamente llamando por teléfono al
doctor y a Joaquín. Una palabra estaba en boca de todas las personas de su
casa, “Infarto”. El no sabía que significaba esa palabra, pero sabía que era
algo malo. Cuando su padre entró desesperado por la puerta, ni siquiera lo
saludó, a pesar que él se le prendió del
pantalón a llorarle, Joaquín siguió su camino sin prestarle la mayor atención.
Marco quería subir al segundo piso a ver qué era lo que sucedía, pero una de
las empleadas le impedía moverse más allá de la escalera. La empleada bajo la
insistencia de Marco, decidió llevarse a los dos niños al patio, y los hizo
sentar en el kiosco. Marco lloraba inconsolable, preguntándose por dentro que
era lo que estaba pasando. Y junto con Guillermo ideó un plan para burlar a la
sirvienta quien los estaba custodiando, y así él poder subir al segundo piso.
Fingieron estar jugando fútbol, y se ganaron la confianza de la sirvienta que
disminuyó la vigilancia sobre ellos, pronto, Marco pateó el balón cerca de la
cocina y se fue corriendo a buscarlo. Pero en vez de coger el balón se fue
directo hacia la escalera de la casa, la sirvienta trató de alcanzarlo pero ya
Marco le llevaba mucha ventaja, y además Guillermo se le prendió de la falda
impidiéndole correr. Al pasar Marco por el corredor, dio un vistazo a la sala y
vio que se encontraban muchos amigos de su abuelo, además de estar Don Cesar
con su esposa, con una cara de preocupación inminente. Cristina, Doña Sofía y
Don Francisco se encontraban también en la sala esperando. Cristina al ver a su
hijo en la escalera trató de alcanzarlo, pero no pudo, Marco subió las
escaleras con tal velocidad, que ni siquiera el mismo Guillermo que lo superaba
en agilidad y en velocidad lo hubiera alcanzado. Al llegar al segundo piso se
encontró con su padre que esperaba afuera de la habitación de su abuelo,
bastante preocupado. Joaquín contuvo a su hijo e impidió que este pasase al
interior de la habitación. Lo cargó y lo tranquilizó, diciéndole que el abuelo
estaba bien. Lo mantuvo cargado durante un buen tiempo, frente a la presencia
de Cristina, quien se ofrecía a llevárselo para abajo, pero Marco mostraba una
fuerte negativa. De pronto se abrió la puerta de la habitación, y salió un
hombre, desconocido para Marco, quién dijo –“Ya se encuentra estable, ya pasó
el peligro.” De la noticia, Joaquín soltó sin darse cuenta a Marco, quien
corrió rápidamente a la habitación y encontró a su abuelo tendido en la cama,
descansando. Enseguida se lanzó sobre él, con un fuerte abrazo. Marco no sabía
que le ocurría a su abuelo, pero sabía que algo malo estaba pasando. Su abuelo
abrió los ojos reaccionando bruscamente, al encontrarse debajo de la humanidad
de su nieto. Marco lloraba. Joaquín entró en la habitación después de recibir
las recomendaciones del medico. Mientras tanto Don Rodrigo y su nieto
continuaban abrazados. Marco le dijo a su abuelo: -“No te mueras abuelito”. Don
Rodrigo le respondió, entre risas: -“Claro que no “mi’jo”, todavía me falta
mucho por enseñarte.”
Cristina
entró al cabo rato. Don Rodrigo le hizo señas a su nuera de que se llevara a su
nieto. Cristina agarró a Marco y le dijo: -“Vamos Marco, deja que tu abuelito
descanse”. Salieron de la habitación, la madre y el hijo. Cuando se cerró la
puerta, Don Rodrigo le dio orden a Joaquín que cerrara la puerta con seguro.
Don Rodrigo quería tener una charla seria con su hijo. Ambos aguardaron un buen
rato silenciosos, pero Don Rodrigo interrumpió el silencio diciendo:
-No dejes pasar a nadie, a este cuarto hoy. Si quieren
verme, que me vean hasta mañana, estoy cansado de luchar en contra de la
muerte. –Joaquín se disponía a salir del cuarto, para avisar la petición de su
padre a todas las personas que se encontraban en la sala-. ¿A donde vas?, deja lo
que ibas a hacer para más luego. Ahora nada es más importante que lo que te
tengo que decir, y que de pronto en otra oportunidad, ya no pueda. Por ningún
otro propósito, estuve tan resistente a las pretensiones de la muerte de
llevarme al otro mundo. La verdad es que ¡La vi cerca!.”
Joaquín trato de evitarlo
diciéndole: -“No te preocupes por eso ahora, necesitas descansar, para tratar
de recuperarte, acabas de salvarte de milagro de una muerte instantánea. Ni
siquiera el doctor se explica cómo es que aún estas con vida. Porque dice que
aguantaste esa crisis mortal solo, durante los veinte minutos que le costó
poder trasladarse hasta aquí. Además me dijo sinceramente, que ya esperaba
encontrarte muerto.”
Don
Rodrigo accedió, porque no se sentía lo suficientemente fuerte como para decir
lo que tenía que decir, y el malestar le estaba impidiendo, expresarse de la
manera como él lo quería hacer. Además, de todas maneras sabía que aún no le
tocaba su hora, y que si la muerte regresaba por él, volvería a enfrentarla
como lo hizo la primera vez, en donde sacó uno de sus famosos ‘ganchos’ de
derecha, para poderla dejar fuera de combate por un buen rato, además si se
quería poner difícil, la golpearía en sus partes nobles.
Don
Rodrigo trataba de descansar, parecía como si dormía, pero estaba delirando.
Recordando su mortal enfrentamiento contra la muerte la cual se le apareció, mientras tomaba la siesta de
la tarde, después de su rigurosa charla con Don Francisco después del almuerzo.
Su sueño corría como cualquier otro, de lo más normal, cuando todo se le volvió
claro, y se apareció de repente un individuo con un manto morado brillante,
casi que fluorescente. Comenzaba a caminar al rededor de él, y poco a poco se
le iba acercando, -a paso lento y dando serpenteadas circulares-. Don Rodrigo
como en todos los sueños se sentía impedido y disminuido en sus movimientos. El
siniestro personaje tenía cubierta la cara y la cabeza con un manto del mismo
color del traje. Cuando se le acercó a la distancia de un metro, se detuvo, se
mantuvo inmutable por un rato, pero pronto alzó el rostro, descubriéndoselo del manto. Era un rostro
rojo, parecía un indio pintado para sus rituales, poseía ojeras negras y estaba
carente de pelo. Tenía una mirada siniestra, burlándosele a Don Rodrigo en el
rostro. Mientras tanto, Don Rodrigo comenzaba a sudar y a moverse bruscamente
en el exterior, botaba espuma por la boca, y daba señales de dolor. Cristina
que iba pasando por el cuarto se dio cuenta de la situación y se lo comunicó a
su madre. Cristina cogió de una vez el teléfono y llamó al doctor Del Valle –el
médico de la familia-, quién se puso enseguida en camino. Mientras tanto en el
sueño de Don Rodrigo, el siniestro personaje le preguntaba: “¿Sabes quién soy?”. Don Rodrigo respondió: “Supongo que
sí.” -en términos desafiantes-. El personaje se burló: “¡Vaya!, que coraje, pocos son los hombres que se me enfrentan en su
hora, la mayoría tiembla con solo verme”. Don Rodrigo estaba bañado en sudor.
Pasado un rato le respondió a la muerte: “Aquellas personas, que te demuestran
miedo saben que van a morir, y se dejan llevar fácilmente, porque ni siquiera
saben morir dignamente. Pero de todas formas yo sé, que aún no ha llegado mi
hora, porque tengo muchos asuntos y cosas que hacer en vida todavía.” La muerte
mostraba, sensación de ira y le dijo a Don Rodrigo: “El que haya llegado tu
hora, solamente la decido yo. Y no me provoques porque estoy dispuesto a
adelantar el reloj.” Don Rodrigo se rió y le dijo: “A peores situaciones me he
enfrentado. Y por eso sé que la justicia esta de parte de los que nada temen.
Yo estoy tranquilo pero tú, te muestras inseguro y eso me vuelve fuerte, porque
aunque tú seas el que te llevas a los vivos, el único que te puede autorizar es
Dios, por lo tanto mi hora no ha llegado aún.” La muerte hirvió en furia. Sacó
un puñal de su atuendo y se dispuso a matar a Don Rodrigo. Este que se vio en
peligro, retrocedió un poco y esquivo, el ‘sarpazo’ que le lanzó la muerte.
Solo lo rasguñó, pero no sentía dolor alguno. De pronto el medio se volvió más
claro, y salió una voz que le decía a Don Rodrigo: “Vamos Rodrigo, aún no es tu
hora. Enfréntate a tu destino, que aún lo puedes hacer”. De pronto Don Rodrigo
sintió que se podía mover libremente, y que su cuerpo estaba lleno de fuerza
otra vez, de esta manera se dispuso a defenderse. La muerte que se encontraba
aturdida por el cambio de luz, se incorporó y decidió volver a atacar a Don
Rodrigo. El cual volvió a esquivar el puñal, y en el intercambio le “sembró”
un coñazo en el rostro a la
muerte, que la tumbó inmediatamente. Al caer la muerte, el sueño se desintegro,
y Don Rodrigo volvió en sí. Cuando abrió los ojos, se encontró al doctor Del
Valle, encima oprimiéndole el pecho. Eso fue todo, su muerte quedó aplazada,
indefinidamente.
* * * *
Pasó
el tiempo, y Don Rodrigo se encontraba, casi que totalmente restablecido, pero
él sabía que el peligro era inminente, a pesar que sus familiares se
encontraban bastante confiados en su recuperación, no dejaban de cuidarlo. Don
Francisco que increíblemente, era el más preocupado, fue el que más lo
acompañaba y cuidaba su vida había tomado un segundo aire, para poder brindarle
gran satisfacción en sus últimos momentos a su compañero y amigo. Todos se preocupaban por él. Pero
definitivamente las cosas habían cambiado radicalmente para Marco, con respecto
a su abuelo, el extraño suceso había roto las relaciones entre ellos dos, Don
Rodrigo trataba de cuidarse más y la incomodidad que sentía al sentirse inútil
le dañó el genio paciente que tenía. Ya no hacía otra cosa que hablar con
Joaquín, charlar con Don Francisco –que era la mayor parte-, bromear con
Cristina y con Lucía –que era su principal distracción-, y fregar un poco la
vida con Doña Sofía, quien se encargó de sus cuidados, y sobre todo de su
dieta, desde que sufrió el infarto que por poco lo deja sin vivir.
Marco
sentía que su abuelo ya no le pertenecía, porque ya no estaban el mismo tiempo
juntos, pero era todo lo contrario. Las charlas de Don Rodrigo con su hijo
Joaquín era para darle instrucciones a este último, sobre la crianza de Marco,
en donde Don Rodrigo le decía a Joaquín, que siguiera siendo rígido con su
hijo, que lo corrigiera en todo error, porque el mundo que estaba viendo en los
periódicos, no era un mundo para vacíos de cerebros, que están en su mayoría
llenos de errores. Don Rodrigo en una noche, le confesó a Joaquín que se veía
reflejado en los ojos de su nieto, pero que veía algo más importante que él no
alcanzaba a saber que era, pero sin embargo tenía la certeza de que era algo
grande, porque todos los Calderón que conservan ese rasgo predominante, que es
la mirada profunda y los ojos negros, eran personas que estaban destinadas a no
dejarse vencer, y que lo más importante que se puede hacer en ellas, era
brindarles una educación rígida y un buen ejemplo, para que nunca se desviaran
a lo malo, porque sería de toda forma fatal para todo el mundo.
Don
Rodrigo no dejaba de vigilar los movimientos de su nieto, y aunque dejó de
tratarlo, seguía sus acciones paso a paso, preocupado, por esa cualidad
adicional que veía en su nieto, y que todavía no sabía que era, y le preocupaba
sobre manera que la maldad pudiera crecer en él, porque de esta forma sabía que
sería incontrolable. Dentro de sus charlas con Don Francisco, a quien convirtió en su confidente, le dejó muy claro
lo que él estaba viendo en los ojos de su nieto, y también le dejó claro que
sus horas estaban contadas en este mundo. Pero con todos los conocimientos que
Don Rodrigo le transmitió a Don Francisco, éste no pudo ser alguien influyente
en su nieto, porque simplemente su personalidad no le daba para ser eso, que
debía hacer según Don Rodrigo.
Por
otra parte Cristina comenzó a sentir malestares, debilidad, nauseas, entre otros,
por tal razón la llevaron a verse con un médico. Este le comunicó, que se
encontraba esperando otro bebé. Una noticia que llenó a toda la casa de
alegría, Joaquín y Marco no cabían dentro de su felicidad, Doña Sofía tomó
nuevas fuerzas y se volvió más
hacendosa, atendía a Cristina y a Don Rodrigo al mismo tiempo y de diferentes
formas, y de paso también atendía a Lucía que también se encontraba en estado,
claro que más adelantado. Don Francisco recibió la noticia con gran alegría, y
a esta noticia se le agregó, que Leonardo en su segundo matrimonio por fin
había logrado concebir un hijo. Don Rodrigo, en cambio, vio la noticia con
tristeza, y se decía a sí mismo: “Que lástima que no lo voy a conocer”. Y su
preocupación crecía, porque veía en su hijo a un procreador digno de los
caracteres particulares de la familia Calderón, que ya llevaban ocultas una
generación completa, y que no se habían vuelto a manifestar, por el lado de Don
Cesar. Don Rodrigo veía esta situación con preocupación. Los caracteres Calderón
se estaban volviendo a manifestar, pero de una forma desconocida, y lo que era
más peligroso, en una generación sin suficientes conocimientos sobre las
características de comportamiento de las tres formas de la estirpe Calderón, de
las cuales, tanto él, su hermano y su esposa Victoria estaban preparados para
afrontar, en caso de que se manifestasen en uno de sus hijos, -Sin embargo esa
posibilidad nunca se dio-. Habían recibido una preparación casi que académica
que les hizo la madre de Don Rodrigo, y que no les sirvió de mucho porque los
caracteres biológicos de la familia Calderón sólo se les manifestarían en sus
nietos.
Estas
características típicas en los descendientes de los Calderón se habían
manifestado de generación en generación desde la época de la colonia –desde
donde se tiene registro- no había pasado ni una sola generación en donde no se
presentara en al menos en uno de sus miembros el indicativo particular de la
familia; los ojos moros, grandes, negros y poseedores de una belleza encantadora.
Don Rodrigo en sí era miembro de la segunda clase de Calderón, Don Cesar en
cambio, no se supo en sí, si era o no, tenía los ojos pero no se manifestaban
en él ningún comportamiento característico de la familia. Mientras que Don
Rodrigo desde muy pequeño mostró aspectos marcados que hizo que su madre
reconociera en él, uno de los miembros legítimos de la familia de su esposo,
Don Luis Calderón.
Ya
era tradición de que, cuando un miembro de la familia Calderón estaba a las
puertas del matrimonio, debía recibir ciertas lecciones sobre el tratamiento
básico que se le debía dar a un miembro de la familia que presentara el símbolo
genético de los Calderón (los ojos), y que
además presentara ciertos comportamientos característicos que iban
impresos en los genes, para que después no se presentaran problemas que podrían
constituirse en un caos mayor, al salirse del dominio de sus padres. El secreto
en sí, se encontraba en la crianza del niño desde chico, una vez se le hayan
inculcado ciertas normas morales que influyeran de manera efectiva en su
comportamiento, ya la batalla estaba ganada, y solo había que esperar recoger
frutos del árbol sembrado. Pero si la educación no era la conveniente, si los
padres se salían de ciertos parámetros establecidos como son el buen ejemplo,
una disciplina rígida pero flexible al mismo tiempo, complementada con amor y
mucho diálogo, en donde jamás se debía ser alcahueta pero sí muy comprensivo,
el de preocuparse que el dinero no tuviera más del cuarenta porciento de
importancia dentro de su vida, y que sus valores y fines sean destinados a las
personas más que en lo material, y sobre todo que sus relaciones se basen en el
respeto y no en el temor, en la
confianza y no el libertinaje. Todos estos parámetros eran esencialmente importantes
dentro de la crianza de un Calderón, porque si se suprimía uno de los aspectos
anteriormente mencionados, o por lo menos se alteraba el balance que debía
existir entre estos, algo malo podía ocurrir. Las experiencias acumuladas de
todos los descendientes de los Calderón (Desde que aparecieron en España),
habían instruido a los Calderón de una manera forzosa, de cómo debían encausar
el comportamiento de la familia, para no seguir teniendo problemas que les
costaran el prestigio de la familia, que en el pasado tuvo en su seno a muchos
pilluelos, corsarios, piratas, rebeldes antinacionalistas, déspotas y
autoritarios. Poco a poco iban aprendiendo de los errores y se iban estudiando
meticulosamente los comportamientos, hasta dar con métodos o formas de evitar
desfavorables manifestaciones. La información que se sacara de cada experiencia
se iba transmitiendo de generación en generación, de esta manera se iban
sacando conclusiones, y poco a poco se iban corrigiendo los errores cometidos
en cierto momento, hasta llegar al punto de alcanzar a clasificar todos los
comportamientos característicos.
* * * *
Cada
día que pasaba la desesperación de Don Rodrigo aumentaba, al no poder darle a
su hijo la suficiente instrucción sobre la crianza de las personalidades
características de la familia Calderón, su angustia aumentaba al ver que su
hijo no le ponía la suficiente atención cuando él trataba de darle una
instrucción. Pero sus grandes decepciones eran el no poder identificar la
personalidad de su nieto y el no tener más tiempo para llegar a conocer a su futuro nieto. De la primera
estaba un poco tranquilo, porque sabía que Joaquín haría una gran labor de
padre con su nieto, y que consciente o inconsciente de la información sobre las
clases de personalidades de la familia Calderón, haría un gran papel como padre
llevando hacia adelante a Marco, forjándolo como persona. Pero de la segunda
decepción si estaba seguro, porque la muerte ya lo había vuelto a visitar en
dos ocasiones, y en la última estuvo a punto de desfallecer.
Iba
transcurriendo la mitad del año ya, y Don Rodrigo se veía cada vez más
desgastado. Cristina estaba a punto de cumplir sus nueve meses de embarazo,
solo le faltaban dos. Marco seguía siendo feliz en ese hogar, con la amistad de
Guillermo, con las atenciones de su madre y de su abuela; ya había cumplido
nueve años de vida, y su vida como estudiante era muy exitosa. Por su parte
Joaquín estaba en pleno furor de su carrera, su clientela aumentaba cada día
más y más, y de esta forma decidió complementar sus estudios con una
especialización que duró seis meses viajando periódicamente a Mendoza. Doña
Sofía vivía para atender a todos los miembros de la familia, pero sin embargo
recibía mucho amor y apoyo cuando lo necesitaba. Poco a poco se iba sintiendo
la ausencia del equilibrio que transmitía Don Rodrigo a todos los miembros de
la familia. Cada vez se convertía en un hombre más reservado y misterioso, pero
la verdad es que estaba estallando por dentro, y casi no tenía fuerzas para
seguir enfrentando a la muerte. No decía nada para no hacer sufrir a los que lo
rodeaban. Al parecer sus problemas cardíacos estaban estables, pero sin embargo
la muerte quería acabar rápido con su vida y su fuerza iba disminuyendo cada
vez que era visitado por la muerte.
El
embarazo de Cristina continuaba “viento en Popa”, su madre volvió a multiplicar
sus atenciones en torno a ella, Joaquín no hallaba la forma de multiplicarse,
porque tenía que darle amor y apoyo a su mujer, tenía que estar pendiente de
Marco, estar pendiente de la salud de
Don Rodrigo y además de los gastos de la casa y los pacientes de su
consultorio. Estos eran tiempos difíciles para Joaquín, su consultorio vivía
lleno, y no tenía tiempo ni de leer el periódico por estar trabajando. Además
Cristina constantemente lo vivía llamando, por una cosa u otra, pero más que
todo era para tenerlo vigilado y metido en los acontecimientos de su hogar.
Cuando llegaba a su casa pasaba a jugar un momento con su hijo y tratar de
hablar con él, pero definitivamente Joaquín, no era muy diestro para esto
último. Pasaba del cuarto de Marco a la sala a hablar con su mujer y con sus
suegros por un buen rato hasta la hora de la comida. De ahí pasaba al cuarto de
su padre a dialogar con él. En estos tiempos ya Don Rodrigo no salía mucho de
su cuarto, hasta la comida se la llevaban a la cama, su estado de ánimo había
decaído y cada día se sentía más débil, pero siempre sacaba fuerzas para
atender a los que entraban a su alcoba, e incluso en una ocasión en la que
Marco entró, diciéndole: - ¡Abuelito!
¿Quieres jugar conmigo?, Hoy no vino Guillermo, y nadie ha querido jugar
conmigo. Además hace mucho tiempo que no jugamos juntos. La ternura invadió a
Don Rodrigo, y por eso sacó fuerzas de donde no las tenía, para jugar con su
nieto, y compartir con él, así fuese la última vez en un juego. Marco trajo su
caja de soldados y comenzaron a jugar. Al ver a Don Rodrigo jugando con su
nieto, la mayoría de los habitantes de la casa se tranquilizaron, porque
pensaron que Don Rodrigo estaba mejorando, pero no era así, cada movimiento que
hacía al jugar, le restaba fracciones de su vida, sin embargo el amor era más
fuerte (“El amor mueve montañas”), y más que luchar contra su existencia
luchaba por ocultar su dolor ante su nieto. Pero todo era en vano, ya Marco se
había percatado en dos ocasiones, de que a su abuelo lo invadía un terrible
dolor. Don Rodrigo lo notó cuando Marco se quedó inmóvil, mirándolo fijamente a
los ojos, y le dijo: -Mejor dejemos de jugar, no quiero que sufras. Mejor cuéntame
una historia. Don Rodrigo sintió que todos sus esfuerzos por ocultar su dolor
habían sido en vano, y comprendió, que delante de la mirada de su nieto no
podía seguir fingiendo, sin embargo se hecho a reír y le dijo: -Veo que a ti no
te puedo engañar. Sí, me esta doliendo mucho el cuerpo, -cogió a su nieto, se
lo sentó en las piernas y le comenzó a hablar encima de la cama- ya no soy el
mismo de antes, ya estoy viejo, y ya casi no tengo fuerzas. Ya me queda poco
tiempo entre ustedes, pero quiero que sepas, que a donde vaya, siempre estaré
pendiente de ti, y siempre contarás con mi ayuda en lo que quieras.
Marco
se asustó y comenzó a llorar. Había descubierto una verdad, que él había
intuido desde hace tiempo. Don Rodrigo lo abrazó y le dijo: -No llores mijo.
“Los machos no lloran”. Quiero que seas un hombre de bien y quiero que me
prometas que no le vas a decir a nadie lo que hoy te he dicho. Después de que
Marco se calmó y dejó de llorar, Don Rodrigo comenzó a contarle uno de los
cuentos que le tenía reservado desde mucho tiempo, y que no había tenido la
oportunidad de contárselo, por estar más preocupado de sobrevivir, que de vivir
lo que le quedaba de vida.
De
esta manera, la mañana siguiente bajó a desayunar, como hace dos semanas que no
lo hacía. Se sentó casi toda la mañana a hablar con Don Francisco. Y a las once
de la mañana salió a la calle, en busca de su hijo. Al llegar a su consultorio,
esperó de incógnito su turno de atención, y cuando llegó, le dio una sorpresa
inmensa a su hijo que nunca esperaba esa inesperada visita. Joaquín canceló las
demás citas pendientes, y se dispuso a hablar con su padre. En esta
conversación Joaquín le confesó la difícil situación anímica por la que estaba pasando. Le dijo entre
otras cosas, que el trabajo le estaba consumiendo la mitad de su vida, y que
por ésta razón se veía impotente de afrontar las situaciones de la casa. Su
trabajo se estaba convirtiendo definitivamente en un problema, porque su mujer
ya estaba presentando síntomas de celos, y que de una u otra forma se
constituía en una presión muy grande para él, porque se sentía como perseguido,
sin estar haciendo nada malo. Además estaba muy preocupado, porque no estaba
siguiendo con las pautas que Don Rodrigo
le estaba dando para la crianza de su hijo, y esto era porque no tenía
suficiente tiempo para compartir con su hijo, por el trabajo y por los demás
problemas que tenía que afrontar en la casa, como era el de la salud de su
padre. Pero sobre todo le preocupaba la situación de que su hijo Marco se encontraba
desplazado por el nuevo hermano, que aún no había nacido y que ya estaba
recibiendo más atención que él. Joaquín moralmente o personalmente estaba
vuelto añicos. En este caso Don Rodrigo con su principal característica de
mediador, de persona que siempre busca
un equilibrio y de dar siempre un buen consejo, le propuso a su hijo que
hablara con su mujer que la invitara a salir
de tal forma que le transmitiera seguridad, y que si de esta forma no
encontraba respuesta de su mujer, entonces era necesario hablarle fuertemente y
hacerla comprender de esta manera. O si no funcionaba de esta forma, -y lo dijo
en son de burla- era necesario darle gusto a su inseguridad o en sí darle
motivos verdaderos, pero eso sí, como último recurso –después de lo dicho ambos
estallaron en risa-. Que con su trabajo lo mejor que podía hacer era reducir
las horas de atención para que le quedara más tiempo para pensar en sí mismo y
en su familia. Y si no, que se tomara unas vacaciones, y que en ellas
aprovechase todo el tiempo posible con su hijo, que era lo que en realidad le
importaba a Don Rodrigo. En cuanto a la preocupación que tenía Joaquín y que le
confió a su padre sobre su salud, el mismo Don Rodrigo le dijo: -No te
preocupes tanto por mí, ya yo viví mi vida, ahora te toca a ti, vivir la tuya.
De todas maneras la muerte llega y debemos estar preparados para enfrentarnos a
ella.
Joaquín
no intuyó el significado de esta última frase, porque estaba en cierta forma
muy emocionado por el segundo aire que le había dado su padre, y porque
simplemente veía a su padre de muy buen semblante, por lo tanto ni siquiera le
pasaba la idea por la mente, de que muy pronto dejaría de vivir. Por su parte
Don Rodrigo mostraba fortaleza, en medio de su debilidad de viejo. Estaba
resuelto a vivir intensamente sus últimos momentos de vida, y tratar de
solucionar la mayor cantidad de problemas que existían en su familia,
proporcionándoles su gran sabiduría y su eterna experiencia. Ese mismo día,
durante la tarde se sentó a hablar con su nuera sobre el problema que tenía con
su hijo, a raíz de los celos que en ese entonces los tenía desatados. Como
nunca se dispuso a hablar con Cristina, y a tratar en cierta forma de conocer
su manera de pensar, porque aunque pareciera imposible, es muy diferente el
conocer la forma de actuar, a conocer su forma de pensar. Y eso lo aprendió muy
bien Don Rodrigo cuando un día se dispuso a hablar con su mujer por un tiempo
largo y tendido, apoyado por la aparente confianza que existía entre ellos,
siendo ya marido y mujer. En esa ocasión Don Rodrigo llegaba de la hacienda,
muy tarde por cierto, debido a que se le había presentado un inconveniente con
el pago de salarios a los trabajadores, pero en fin todo quedó solucionado. Don
Rodrigo llegó a su casa y comenzó a buscar a su mujer por todas partes. La
encontró en la habitación de costura, estaba tejiendo una camisita de bebé
–Doña Victoria se encontraba en estado y aún no le decía nada a Don Rodrigo-, y
cuando sintió acercarse a su marido guardó la tela en el costurero. Don Rodrigo
la saludó de beso como siempre lo hacía, le preguntó su ocupación y ella le
dijo que estaba arreglando una camisa. Don Rodrigo la encontró tensa, trató de
acariciarla, pero no se inmutaba, estaba como nerviosa. Esto preocupó a Don
Rodrigo, quien pensó que su mujer se encontraba molesta por su llegada
retardada. De esta forma, decidió salir del cuarto de costura y recostarse un
poco, no le dio suficiente crédito a la situación. Durante la comida, notó que
su mujer no le dirigía la mirada, la notaba preocupada, abstraída. Ninguno de
los dos pronunciaba palabra alguna, hasta se podían oír los comentarios del
‘servicio’ en la parte de atrás del patio. Don Rodrigo le preguntó a su mujer,
que le sucedía, pero ella le respondió que solamente estaba cansada. Don
Rodrigo en última, optó por ofrecer disculpas por haber llegado tan tarde. Su
mujer lo único que hizo fue levantarse de la mesa e irse a la habitación en
medio de un mar de lágrimas. Don Rodrigo quedó más confundido todavía y ahí sí
salió el famoso dicho que dice: “¿Quien entiende a las mujeres?”. Se quedó
pensando en la mesa con su mirada ida y sin despabilar casi, terminándose la
comida, y tratando de ver que hacía con ese nuevo imprevisto que había surgido.
Reflexionaba dentro de sí mismo, ¿Que habré hecho mal?, ¿En que me habré
equivocado?, ¿Que puedo hacer para enmendar el supuesto error? Dentro de su
mente pasaban toda clase de ideas, tanto absurdas como lógicas, sobre dicha
situación, entre ellas las más probables eran el haberla descuidado por andar
trabajando, el que su mujer podía sentirse sola, o la más remota en la cual no
pensaba casi pero no se podía descartar era que su mujer necesitaba un hijo.
Subió
a la habitación, descontrolado, era la primera vez que se le presentaba un
hecho al cual no le tenía solución concreta, y que con solo pensar una
respuesta tenía que analizar un mar de
posibilidades. Dentro de él maldecía, ¿Y como es que pretende que yo sea
adivino y sepa que es lo que le pasa? Al llegar al frente de la puerta de la
habitación la duda se apoderó de él, una inseguridad impresionante lo
acongojaba, se arrepintió de tocar la
puerta en tres ocasiones, tuvo que llenarse de argumentos y de mucha fuerza
para que después de cinco intentos de abrir la cerradura, en donde la agarraba
y desistía nuevamente, hasta que por fin la abrió dispuesto a todo. Cuando
abrió la puerta con tal decisión, dispuesto a todo, se derrumbó enseguida al
ver a su esposa sentada a un lado del lecho, se encontraba llorando
inconsolable. Dudó más que cuando pidió la mano de Doña Victoria en casamiento,
tanto que hasta vio como única salida la retirada. Pero en ese momento Doña
Victoria acentuó el llanto, lo cual lo motivó aún más a consolarla. Se le
acercó inseguro de sí mismo, y se le arrodillo enfrente. Le agarró las manos, y
le dijo a su mujer: -Mi amor ¿Que he hecho para que te pongas así? Esta
pregunta hizo que Doña Victoria quien había suspendido el llanto por un rato,
ante la presencia de su esposo, volviera a caer en un agite sentimental. Esto
desconcertó más a Don Rodrigo quien volvió a insistir diciendo: -No se que te
hayan dicho de mí, pero te aseguro que no he hecho nada de lo cual tenga que
avergonzarme. Te lo aseguro.
Doña
Victoria siguió con su lamento desesperado. Y al rato decidió hablar diciendo:
-No es nada de eso, no te preocupes. Don Rodrigo volvió a insistir diciendo:
-Si es que te sientes sola, mañana no voy a la hacienda y me quedo aquí,
contigo. Doña Victoria se hecho a reír alegando que tampoco era eso. Don
Rodrigo lucía desesperado e impaciente. Doña Victoria le dijo que no pasaba
nada, que simplemente se había acordado de algo y que se había puesto
sentimental. Pero Don Rodrigo intuyó la mentira y optó por la tercera y última
opción tratando de animarla: -Sabes... desde hace rato vengo pensando, y he
llegado a la conclusión... de que en esta casa hace falta un hijo. Esta noticia
si le cayó en seco a Doña Victoria que no hallaba la forma de cómo comunicarle
a su esposo que se encontraba en estado, porque simplemente le daba miedo la forma
de cómo podía reaccionar. Doña Victoria guardó silencio un rato, bajo la
incertidumbre de Don Rodrigo, hasta que se decidió hablar:
-Querías un hijo. Pues ya lo tienes.
-¿Qué...Qué? –Reaccionó Don Rodrigo-
-Pues sí, ya lo tienes. Estoy embarazada.
Don
Rodrigo pegó un grito de felicidad y salió saltando por toda la habitación.
Luego volvió al punto inicial y le preguntó:
-Pero ¿Por qué no me lo habías dicho? Si uno de mis
grandes anhelos es ser padre.
-Porque me dio miedo y no sabía como ibas a reaccionar.
-Pero por Dios... Durante tres meses siendo marido y
mujer. En donde tu me has atendido como un rey, y me has solucionado millones
de cosas -porque todo te lo cuento-, desde que nos casamos, no te he ocultado
ni un minuto de mi vida, y tu no has dejado de escucharme ni de ponerme
atención. Y ahora, que te toca a ti confiar en mí, prefieres callarte,
prefieres ocultar una verdad que me ha hecho muy feliz. ¿Cómo es que yo te doy
toda mi confianza y tú no la tienes conmigo? Es que simplemente no lo puedo
concebir.
Después
de ese momento, Don Rodrigo decidió tener una charla bien seria con su mujer,
en donde más que un reclamo, parecía un cortejo, porque entre una palabra y
otra, le robaba un beso de la boca. Duraron hablando un buen rato, tratando aspectos
de su vida sentimental y su relación de pareja, y encontró que a su esposa, le
incomodaban muchas cosas, de las cuales él no tenía conocimiento todavía, ni le
habían pasado por la mente, y que por la falta de comunicación que existía
entre ellos, no hubieran salido a la luz todas esas fallas –porque en la
relación de pareja, una cosa es verse todos los días y otra muy diferente es
tratarse todos los días, porque uno ve imágenes que actúan, pero debe saber
también cómo tratar igualmente las formas de ser, y los temperamentos
diferentes- que más adelante se hubieran traducido en problemas, porque si uno
no sabe con quién trata, ¿Quien más lo va ha saber? O ¿Quien lo va a ayudar
después? De esta forma iba conociendo muchos apartes de la vida de su esposa
que ni siquiera su suegra podía saber, y que nunca hubiera podido descubrir con
el pasar de la vida, si no era hablando. Y mientras avanzaba la conversación
más se conocían el uno al otro, es que una cosa muy diferente era el contarse
los sucesos que pasaban diariamente, que preguntarse las cosas que realmente le
gustaban, o que pensaba de cierta cosa o de otra, “esos eran conocimientos que
solo se logran hablando y no narrando.”
* * * *
Pues
bien esa noche Joaquín se dispuso a hablar con su mujer. Llegó a su casa al
medio día, tan concentrado estaba en lo que iba a hacer que ni siquiera saludó
a su hijo. Fue directo con su mujer, le pidió un minuto para hablar y se
encerraron en el cuarto. Don Rodrigo que había llegado mucho antes que su hijo,
estuvo pasivo durante un buen rato, conciente de la importancia de la acción
que iba a realizar su hijo con su mujer. Mientras tanto, Don Francisco y Doña
Victoria lucían totalmente desorientados, mostrando mucha curiosidad por el
accionar de su yerno. Esta situación solamente se había presentado en dos
ocasiones, una, en donde Joaquín se mostró celoso de una visita que le hizo
Cristina –sin compañía- a Manuel en su despacho, con el fin de hacer negocios,
ya que Cristina quería invertir un dinero que había ahorrado su Padre en
algunas cosas para tratar de obtener ganancias, y para esto quería contar con
la asesoría de Manuel, quien en ese entonces le iba muy bien en La Samaria
–Todo esto pasó, antes de que los dos hermanos Rodrigo y Cesar Calderón
hubieran decidido vender el ganado- Joaquín, se sintió traicionado y dejó de
hablarle a su mujer en el transcurso de una semana. Esa vez fue una pelea
conyugal bastante fuerte, los celos se apoderaron de Joaquín quien no terminaba
de confiar en la personalidad de su primo por muchos hechos que lo hacían temer
de sus acciones, uno de esos hechos ocurrió en un día durante una parranda; se
encontraban los dos bastante tomados. Estaban celebrando en el club La Samaria
el cumpleaños de Don Cesar. Cuando comenzaron los dos primos a hacer
‘tertulias’ de borrachos –confesiones-, cuando en una de esas, Manuel le
confesó a Joaquín, que todavía estaba enamorado de Cristina. Enseguida Joaquín
reaccionó bruscamente y arremetió sobre la humanidad de su primo. Se trataban
de dar golpes el uno al otro, pero ni acertaban, ni podían mantener el
suficiente equilibrio para efectuar el balanceo necesario para propinar un buen
golpe. Pronto fueron separados por los meseros, y luego suspendidos por los
directivos del club durante dos meses por mal comportamiento. Al día siguiente
después de pasar la borrachera lo primero que hizo Joaquín fue prohibirle a su
mujer volverse a ver con Manuel, claro que le contó con pelos y señales los
motivos.
Y
en la segunda ocasión, pasó todo lo contrario, la pelea surgió porque una
paciente de Joaquín se estaba sobrepasando, y en cierta ocasión Cristina
sorprendió a dicha mujer en pleno ‘acoso’ a su marido. Entonces como siempre,
los hombres siempre tienen la culpa, dejó de hablarle por un mes al pobre de
Joaquín, lo echó del cuarto, y ni siquiera la mirada le dirigía. Joaquín se
puso en mal estado, no soportaba la situación, y lo peor era que sin él haber hecho nada, ya había sido señalado como
un delincuente. Así que decidió refugiarse en el alcohol, hecho que empeoró la
situación y le dio más motivos a su esposa de pensar mal de él y de sentir más
resentimiento. Hasta el mismo Don Rodrigo tuvo que intervenir, habló con su
hijo, le hizo que le confesara la verdad.
Después
de encontrarlo inocente, fue a hablar con la parte agredida, quien se mostró
fuerte como una roca, y es que los hechos inculpaban fuertemente a Joaquín
según ella. Don Rodrigo buscaba fórmulas para solucionar la situación de su
hijo, quien se hallaba desesperado. En una ocasión Don Rodrigo sorprendió a
Lucía y a Doña Victoria “dándole carbón” a Cristina en contra de Joaquín, y se
ideó un regaño que dejó a las tres pensando seriamente en ‘confesarse’. Las
condenó por ‘Chismosas’, por ‘sizañosas’ y por levantar injurias en contra de
su hijo. En ese regaño que fue más que todo, un discurso, en el cual
argumentaba cada acusación que hacía con un pasaje de la Biblia, sellándolo
-con broche de oro- con un verso o un dicho del “Quijote”. Y mientras iba
bajándoles la moral a “las tres mosqueteras”, iba mencionando la verdad de los
hechos que acusaban a su hijo. Durante su ‘discurso’ no las dejó hablar ni una
palabra, ni tampoco les daba oportunidad de hacerlo, hablaba con tal
elocuencia, que hasta al mismo “Gaitán” hubiera opacado, hasta tal punto
que solo encontrara consuelo en el silencio. Luego de terminada su obra, subió
las escaleras, entró en su cuarto, cerró con llave, y soltó la “carcajada” que
le produjo la cara de las tres mujeres, que habían quedado horrorizadas de sus
mismos actos. Luego Don Rodrigo se dispuso a seguir con su plan “B”. Salió de
su casa, se dirigió al “bar” del club La Samaria, en donde se encontraba
inconsolablemente Joaquín bebiendo. Lo sacó del “bar” a empujones, lo sentó en
el comedor y lo hizo tomarse una taza de café negro para quitarle un poco la
borrachera. Luego de que Joaquín se tomó el café, y al verlo un poco más
calmado, Don Rodrigo se dispuso a contarle lo que había acontecido en su casa,
y le dijo que si en verdad quería reconciliarse con Cristina esa era la ocasión.
–“Llévale una serenata” le dijo Don Rodrigo. Joaquín no podía sobreponerse a la
emoción, abrazó a su padre y comenzó a darle gracias y a llorar como un niño
–Típicos síntomas del ‘borracho’-. Don Rodrigo le pegó una cachetada -muy
fuerte por cierto- diciéndole:
-¡Deja la maricada! ¡Se hombre y compórtate! No es hora de hacer
‘papelitos’. Vine a buscar a mi hijo y encuentro un ‘pelagatos’, confundido por
el maldito trago. ¿Desde cuándo el trago ayuda a solucionar problemas? Lo único
que hace es agravarlos más, porque limita la capacidad de todo hombre de pensar
y de valerse por sí mismo. ¡Apúrate! Tómate otro café, y
Vámonos rápido a buscar un Grupo Musical, para darle una serenata a tu mujer y
solucionar de una vez por todas este lío.
La maniobra hecha por Don Rodrigo fue exitosa.
Apenas Cristina oyó el toque de guitarra de los músicos, salió por la puerta a
abrazar, mansamente a su marido. Lo que siguió fue un “Parrandón”, que ni pa’ que les cuento. Eso sí
la joven pareja pasó en vela la noche, porque al otro día bien tarde que
se levantaron, con cierto aire de complicidad. Y durante todo el día
mantuvieron una risa de “fechorías”, que
junto al descontrol de Don Francisco, quien refutaba continuamente: - Y lo peor
es que no disimulan. Cosa que contrastaba con la risa de satisfacción de Don
Rodrigo. Estos dos comportamientos creaban en la Casa Calderón un ambiente para
morirse de la risa.
Pero
en la tercera ocasión –en la que estoy narrando-, la ‘Charla’ tenía como fin
solucionar una situación de tensión, para prevenir una posible ‘guerra’ de
sentimientos provocada por los celos. En estas situaciones, en donde ninguno de
los dos ha tenido participación en algo que amerite algún reclamo, o que
conllevara a una discusión, es difícil demostrar quién está actuando mal o
quién esta actuando bien, porque no
había surgido ningún problema, y en donde la situación descansaba en un
ambiente de tensión, de observación y de ‘tanteo’ –a ver quién está más
caliente-. En estas situaciones en que son muy necesarios tener la certeza de
hacia donde te diriges, porque vas a protestar, y que quieres conseguir.
También es muy necesario tener muy en cuenta la prudencia y la sagacidad, para
conseguir lo que se quiere y no herir, ni hacer de un simple diálogo, una
terrible discusión.
Joaquín
se dirigió con su esposa, a la cual sujetaba por el brazo hacia su habitación.
Una vez cerrada la puerta, se oyó el pestillo de la cerradura. La curiosidad
mataba a Doña Sofía y a Don Francisco, a quién se le vio atento a la situación
y preocupado de verdad, algo que ya no era común en él, siempre andaba
pendiente de sus asuntos y abstraído totalmente, se refugiaba en la lectura, y
sólo hacía contacto con el mundo cuando se ponía a hablar con Don Rodrigo.
La
puerta de la habitación de los esposos continuaba cerrada, se oían murmullos y
de pronto una que otra voz fuerte, pero de todas formas se podía percibir una
fuerte discusión. Doña Sofía atormentada por la curiosidad patrullaba el
corredor de los cuartos, tratando de oír alguna clave de lo que estaba
ocurriendo en esa habitación. Pero Don Rodrigo le imposibilitaba su objetivo,
ya que se puso a jugar con su nieto en el pasillo, y dentro del juego procuraba
hacer todo el ruido posible, para evitar que Doña Sofía pudiera oír algo.
Las
horas pasaban, la curiosidad y la angustia invadía la existencia de Doña Sofía
y de Don Francisco, mientras Don Rodrigo seguía tan tranquilo jugando en el
corredor con su nieto. Hasta que de pronto se abrió la puerta, salió Joaquín
disparado -le echó una mirada a su padre, le ‘guiño’ el ojo a su hijo y bajó
las escaleras-. Cristina salió más tarde, con una cara de enojo y de
inconformidad fáciles de notar en su bello rostro. Cristina bajó y se reunió
con su madre y con Lucía, las cuales en unos minutos se pusieron al tanto de la
situación. Don Rodrigo hacía una reflexión interna tratando de deducir hasta
qué punto su hijo había desarrollado la estrategia en contra del mal del celo.
Y por más que se llenaba internamente de argumentos, sacó como conclusión que
llegó hasta la segunda fase –el hablar fuerte-, pero la incertidumbre de que si
su hijo llegaría hasta el final del plan, le ponía la piel de gallina, porque
ya conocía muy bien el temperamento de su nuera, y sabía que con solo llegar a
la fase dos era suficiente como para armar un ‘cataclismo’ dentro de la casa,
porque ella nunca aceptaba perder. Don Rodrigo sabía que si Joaquín por simple
orgullo “machista” llegaba hasta la fase tres dentro de sus
recomendaciones, pondría en serios problemas la estabilidad de la casa y por
ende de su matrimonio. Don Rodrigo solo confiaba en la mentalidad conservadora
y fiel que le había infundido a su hijo desde que comenzó a educarlo por medio
de las ‘Charlas’ en el comedor.
Pero
contrario a lo que pensaron todos en la casa, Joaquín en el camino decidió no
formar tanto problema, y decidió tomarse unas vacaciones y llevarse a su
familia a Mendoza para pasarla bien e ir de compras. Había pensado en ir a
Pentecostés para descansar, pero viendo el estado actual de su mujer, que
estaba embarazada, prefirió no ganarse “un problema de ‘mirar muy profundo en
la playa’, o ‘de mirar el fruto prohibido o tierras de bonanza ajena’” así que
prefirió dejar el mundo tranquilo y disfrutar de unas vacaciones en paz.
Decidió cerrar el consultorio durante la tarde, le avisó a todos sus pacientes
que no atendería durante el fin de semana. Luego contrató a unos músicos y le
llevó una serenata a su mujer, para limar las asperezas. Decidió que era mucho
más benéfico hacer las pases que formar una guerra, es decir “Si no puedes con
el enemigo, únetele.”
Don
Rodrigo se mostró bastante complacido con la decisión que tomó su hijo y
descansó del sentimiento de culpa que le producía el haber dado un mal consejo.
Esas
fueron unas vacaciones inolvidables para Marco, ya había viajado mucho, pero en
esos viajes pasados carecía de suficiente razón como para disfrutar al máximo
la gran experiencia que produce el conocer lugares diferentes. Los tres o mejor
dicho los cuatro la pasaron muy bien, Mendoza más que una ciudad turística, es
una ciudad comercial a la cual se va a comprar y a vivir el ambiente de una
gran civilización en comparación con La Samaria, que te brinda un ambiente
tranquilo, y casi que virgen o inocente.
Pasó
un mes después del viaje, y sólo se esperaba la venida del nuevo miembro de la
familia Calderón. Sin embargo otro acontecimiento no tan alegre se avecinaba
para toda la familia.
Don
Rodrigo volvió a decaer de salud, se quedó en cama durante cuatro días, y al
quinto quedó fulminado -al acabársele la batería y la garantía de calidad del
‘relojito’ del cuerpo-. Mientras agonizaba soñaba en su eterna lucha con la
muerte, que lo había agobiado durante los cuatro días anteriores, y en el
quinto día, Don Rodrigo seguía mostrándose fuerte y decidido ante la amenaza de
la muerte, pero ésta vez la muerte tenía un arma más fuerte. En el sueño se le
apareció junto a la imagen de Cristina embarazada. La muerte amenazó a Don
Rodrigo con maltratar a la criatura que Cristina llevaba en el vientre, y fue
así y sólo así como Don Rodrigo bajo los brazos y le dijo a la muerte:
-Has ganado. Me rindo, “El preservar una vida nueva,
será siempre una buena causa para que una vida vieja se extinga.” Porque de una
vida nueva nace una esperanza, mientras
de una vida vieja sólo puede quedar el buen recuerdo, la satisfacción de
haber vivido intensamente y de haber alcanzado los sueños y las ilusiones
marcadas. ¡Haz tu trabajo ya!, y deja a mi familia tranquila.
Dirás que has triunfado, pero en realidad el verdadero triunfador soy yo,
porque he vivido lo suficiente y he dejado buen fruto, y además de ésta forma
puedo velar más directamente por la felicidad de mi familia, al interceder por
ellos ante el dueño de nuestras vidas, y al cual tú temes tanto.
La
muerte de Don Rodrigo fue algo traumático para toda la familia, pero mientras
Cristina, Don Francisco y Doña Sofía, sufrían un inmenso dolor por la muerte de
esa persona que significaba el espíritu vivo de todo el hogar, Marco y Joaquín,
no sentían aún el dolor, porque no lograban asimilar el hecho tan fácilmente,
sentían un vacío enorme, pero no lograban captar o interpretar lo que esto
significaba en realidad, esa era la eterna dificultad de todos los
descendientes de los Calderón, asimilar de forma rápida los eventos fugaces y sorpresivos.
Don Cesar en cambio, si sentían un inmenso dolor, ya que estaba preparado desde
hace un mes para ese acontecimiento. Su hermano Rodrigo le había confesado,
todo lo que él sentía, de sus sueños con
la muerte y sus grandes preocupaciones. Don Cesar alcanzó a asimilar ese
trágico acontecimiento antes de que pasara, y vivía en un calvario de solo
pensar en que pronto su hermano, su amigo y hasta en muchas ocasiones su padre,
dejaría de existir dentro de muy poco tiempo. Lo más curioso en el entierro,
era ver que más que un entierro era un festival. Porque en medio del dolor de
toda la familia Calderón, se oyeron tres bandas musicales que acompañaban el
entierro. Esto correspondía al último deseo que pidió Don Rodrigo a sus tres
mejores amigos, (Pepe, Nando y Pacho), amigos de todas las tardes en el kiosco,
amigos y compadres del juego de Dominó, compinches en la juventud durante los
famosos y gloriosos bailes en el club La Samaria en épocas de Carnaval, en fin,
amigos de toda la vida. A cada uno le pidió un deseo, en particular, pero que
llevaba un mismo significado en sí, que era que su entierro no fuera el “mar de
lágrimas” en donde se lloraba su muerte y desaparición, ¡No Señor!, el quería que su entierro fuese un motivo de celebración, en
donde festejaran por su victoria y entrada al reino de los cielos. Y entonces
Don Rodrigo le pidió a Pepe, que le llevara una “Papallera” que calentase de
“Porros” alegres su entierro. A Nando le
pidió que le llevara una “Tambora”, que tocara la cumbia Cienaguera para que
alegrara el caminar del velorio. Y a Pacho le pidió que le llevara un “Conjunto
Vallenato”, que le tocara el “Testamento” del Maestro Escalona y una buena
“Puya” de Alejo Durán –“el pedazo de acordeón”, para que las mujeres rezaran
con alegría y con buen ritmo, el rosario durante el entierro. Pero eso sí, que
controlasen que los tres conjuntos no tocaran al mismo tiempo, para que se
oyera bien la música, y para que se viese un orden y no “una pelea de perros”
entre los ritmos. Y ¡Ya! que sus tres camaradas
cumplieron con lo prometido. A las dos horas de haber comenzado el velorio,
llegaron los tres conjuntos y aunque por muy confundidos e incómodos que se
encontraban los músicos al tocar en esa situación tan particular, comenzó el
festejo, que no se llamó el velorio de Don Rodrigo Calderón, sino “El Homenaje
a Don Rodrigo Calderón”. De esta forma
Don Rodrigo logró sus objetivos hasta después de la muerte, la confusión entre
lo que se debía hacer y lo que se estaba haciendo, produjo al principio un “choque”
en el cual Joaquín quien nunca había lanzado un puñetazo en su vida, sacó toda
su furia y se llevó a punta de golpes a media “Papallera” por delante, al
interpretar como una “broma” de mal gusto lo que estaba pasando. Pero gracias a
Dios que los tres amigos de Don Rodrigo lo sujetaron y le explicaron lo de los
tres últimos deseos de Don Rodrigo, antes de que los músicos dejaran por un
lado la obligación de tocar, para responder con violencia la agresividad de
Joaquín. Joaquín confundido, entre uno y otro motivo, terminó por aceptar la
situación; con tal de cumplir con los últimos deseos de su padre. Y en sí el
pensamiento de Don Rodrigo tuvo buen efecto en la realidad, consiguió borrar
las caras largas en los asistentes al velorio a punta de “Porros”, hizo más
amena la caminata del velorio hacía el cementerio a punta de “Cumbias” –Y para
qué, pero les mentiría si los pies de los caminantes iban al son del
“Clarinete”-, e hizo que las mujeres rezaran un rosario más animado, a punta de
“Vallenatos y Puyas” –en el entierro-. Es que increíblemente la música
provocaba un efecto inconsciente en la gente, que se abstraía de la situación
del entierro, al oír el hermoso hechizo que hacían las orquestas con su
melodía; como será, que hasta al mismo Joaquín le costaba mucho concentrarse en
lo que estaba haciendo, y convencerse que estaba enterrando a su padre y no
festejando su cumpleaños. Además, provocó que muchas señoras respetables y
hasta el mismo cura se confundieran en el rosario y comenzaran a cantar “El
Testamento”.
De
todas formas el golpe fue muy duro para toda la familia, que no tuvo mente ni
para rezarlo, ni para llorarlo, en el día del entierro.
Pero
solo al pasar de los años, Marco comprendía cada vez más la falta que le hacía
su abuelo, tanto en sus juegos, como en sus “Charlas”, y al oír hablar a su
padre o a su “Tío-abuelo” (Don Cesar), anécdotas sobre su abuelo, encontraba en
este cada día un modelo más digno de imitar.
A
los tres meses nació el nuevo miembro de la familia Calderón. Una niña blanca y
hermosa, de pelo castaño y con ojos oscuros y mágicos, que abarcaban a todo el
universo, así como los tenía su abuelo Rodrigo. Ella fue el suplemento de Don
Rodrigo en cierta forma, ya que mantenía a la familia lo suficientemente
ocupada como para que nadie tuviese oportunidad de ponerse a pensarlo y recordarlo. Esa niña nació con una energía
impresionante, requería de mucho cuidado y atención de todos los miembros de la
familia. Además, ella se convertía en ese nuevo aire que estaba esperando toda
la casa, todo ese cariño represado durante tanto tiempo por el trabajo y los
quehaceres, se desbordó junto con la alegría que salió de su cautiverio,
después de haber sido encerrada por la muerte de Don Rodrigo. Este nuevo
miembro se convirtió en el nuevo centro de la familia y que integró hasta al
tan ermitaño abuelo Francisco, quien volvió a preocuparse por las personas que
tenía a su alrededor. La ternura que despertó su nueva nieta en él era
impresionante, le cambio el rumbo de sus actividades, y es que al juzgar la
manera como se creó ese amor dentro de una persona ya resignada a terminar su
vida, nadie hubiese pensado que entre el abuelo y la nieta, se hubiese creado
un vínculo tan hermoso, como el que se hizo entre Don Rodrigo y Marco.
Y
es que cuando nació esa niña a la cual bautizarían con el nombre de Isabel, se
desató una unidad familiar en torno a ella, y que terminó integrando de una
mejor manera a toda la familia,
despertando el interés de cada
miembro, de conocerse y de tratarse entre sí nuevamente.
Cada
miembro se encargaba de realizar una función. Por su parte Marco mostraba
curiosidad y cada día formulaba más preguntas en torno a una infinidad de
inquietudes, que terminó con la cooperación de toda la familia no solo para
lidiar a Isabel, sino para abastecer la curiosidad de Marco. Hasta el punto en
que, hasta el mismo Don Francisco se preocupaba por resolver las preguntas de
Marco, y lidiar con su nieta al mismo tiempo, algo que a Don Francisco no le
hacía mucha gracia al principio, y que durante las primeras semanas trató de
buscar una manera de evadir esa obligación para tratar de seguir con su estilo
de vida. Es malestar que terminó
definitivamente un día en que Marco, Joaquín y Cristina salieron a una
fiesta de cumpleaños de un amigo de la infancia de Joaquín, para esto tuvieron
que dejar a la pequeña Isabel bajo los cuidados de sus abuelos. En primera instancia, Doña Sofía
se había hecho cargo de todo el trabajo, de cuidar a su pequeña nieta, mientras
que Don Francisco yacía en su cama viendo televisión. Pero por una de esas
circunstancias de la vida, Doña Sofía que estaba dándole de comer a la niña,
tuvo la necesidad urgente de desplegarse en retirada a toda marcha hacia el
baño. De esta forma dejó a la niña en la cuna de rapidez y salió disparada para
su destino. Al poco rato la pequeña Isabel comenzó a llorar cada vez más
fuerte, Don Francisco extrañado llamó a su mujer avisándole que la niña estaba
llorando, pero su mujer que se encontraba muy ocupada en sus ‘asuntos’, le
dijo: -¡Hay Francisco! no seas tan pesado, y atiende por lo
menos una vez a tu nieta, que yo en este momento no puedo. Don Francisco dio
muestras de fastidio y pensó en ser indiferente a la situación, pero sin
embargo la niña siguió llorando, de tal forma que Don Francisco optó por
atenderla. Al entrar en el cuarto, se acercó tímidamente a la cuna, dio una
pequeña mirada a su nieta quien guardó silencio al detectar con su mirada, a
una extraña figura que se estaba asomando en sus aposentos. Ambos se quedaron
inmóviles detallándose con la mirada, pero Don Francisco al encontrar la mirada
de su nieta quedó invadido de un extraño hechizo de ternura, que lo hizo
abstraerse y dejar de pensar en sus cosas para admirar la belleza de esos ojos
negros. Fue así, como recordó las palabras y las indicaciones de Don Rodrigo
con respecto a los ojos de los Calderón. Se encontraba tan distraído pensando
en esas cosas, que su mente solamente interrumpió su trabajo cuando escuchó esa
pequeña carcajada que produjo su nieta, invitándolo a acercarse. Don Francisco
no sabía ya que hacer, había casi que olvidado la ternura que producía una
niña, y fue de esta forma como recordó el nacimiento de su hija Cristina y el
pequeño incidente en donde había dejado a su propio hijo Leonardo olvidado en una
gaveta. Todo esto pasaba al mismo tiempo en que Isabel se reía, esperando una
caricia de su abuelo, pero a éste le costaba tanto trabajo, que no salía de las
indecisiones que lo abrumaban y de los recuerdos que lo distraían. Entre tanto
Doña Sofía entró en el cuarto y se conmovió de la situación que estaba
observando, pero al mismo tiempo en que decidió acelerar el acercamiento
diciendo: -¡Ya vez!, por andar de viejo “agrio”, es que ya no
puedes ni siquiera acercarte a este pedacito de ternura, que hace parte de ti.
Porque tú eres su abuelo, el hombre que engendró a su madre Cristina en mi
cuerpo, con un amor tan grande, del cual sólo queda el recuerdo, porque dudo en
reconocer en ti, ni siquiera la quinta parte del hombre con el cual me casé.
Don
Francisco refutó el comentario de su mujer, y se disponía a abandonar el
cuarto, pero Doña Sofía lo detuvo poniéndole a Isabel en los brazos diciéndole:
-Ni creas que vas a dejar el trabajo por la mitad. Ahora te toca dormirla. Y
seguidamente desapareció rápidamente por el umbral de la puerta dejando a su
marido más que comprometido, encartado con una labor que él había olvidado
desde hace años. Don Francisco no
conseguía ni siquiera cargar adecuadamente a Isabel, quién al sentirse
maltratada comenzó a llorar, complicándole más la situación al inexperto
abuelo. En esta situación tan incómoda recordó una de sus antiguas funciones
favoritas; el sentarse a sus hijos en las piernas y ponerse a jugar con ellos.
Pero le costó tanto trabajo acomodar a su pequeña nieta en sus piernas, por el
estado “enclenque” de su cuerpo de solo meses de vida. Así que decidió
acostarla en sus piernas, pero la niña seguía llorando. Don Francisco estaba ya
desesperado y trató de pedir ayuda a su mujer o a alguna sirvienta, pero nadie
acudía a sus llamados, porque su esposa que se encontraba en el primer piso,
ordenó a todas las sirvientas no acudir al llamado de Don Francisco, ni al
llanto de Isabel. En el fondo, Doña Sofía trató lo que no había hecho con su
marido desde que decidió tomar esa vida de ermitaño, que era el de
sensibilizarlo con algo que le produjera algo de ternura, ternura que había
perdido ante el “amargo retiro forzoso de su trabajo”.
Mientras
tanto Don Francisco se encontraba en serios aprietos porque no hallaba la forma
de calmar la “cólera” de su nieta, que jamás se había encontrado entre unas
manos tan inexpertas e incapaces de producir alguna caricia. Sin embargo la
situación requería de mucha experiencia e ingenio, que era lo que le sobraba a
Don Francisco. Sin embargo Don Francisco ya no tenía la ternura, ni la
paciencia suficiente para hacer la engorrosa labor de calmar la furia de un
bebé molesto. Pero cuando la situación se convertía cada ves más insoportable,
donde incluso Doña Sofía estaba a punto de desistir de su estrategia, y ya iba
resignada subiendo las escaleras para ir a atender a su nieta y exonerar a Don
Francisco de dicha función algo inesperado ocurrió. Don Francisco enfrascado en
medio de esa situación tan incómoda hizo un gesto con su cara, que le llamó la
atención de Isabel, quien contuvo el llanto por un instante, y se quedó viendo un rato el rostro extrañado
de su abuelo, quién se preguntaba interiormente ¿Que habría pasado? ¿Por que
habría parado de llorar la bebé? Pero después de un rato Isabel reanudó el
llanto, y al hacerlo Don Francisco repitió el gesto, lo que le llamó nuevamente
la atención, volviendo otra vez el silencio a la habitación. Mientras tanto
Doña Sofía se encontraba en las escaleras, apreciando el extraño trascender del
llanto de su nieta que comenzaba a dejar un buen rato de llorar y que después
arrancaba con su desconsuelo a todo pulmón. Hasta que por fin, hubo un momento
en que vino la calma total. Extrañada, Doña Sofía se dispuso a averiguar lo que
pasaba en la habitación. Al asomarse cuidadosamente por la puerta se encontró
con una sorpresa casi que increíble que le arrancó varias lágrimas de sus ojos,
su esposo estaba jugando con su nieta, haciéndole muecas mientras ésta
estallaba en carcajadas. Todo esto le hacía recordar a Doña Sofía cuando su
esposo solía jugar con su hija Cristina, cuando ésta era un bebé, cuando Don Francisco no estaba tan presionado
por el trabajo, y cuando solía vivir intensamente la vida.
Esa
noche Don Francisco no solo jugó e hizo que se durmiera su nieta, sino que cayó
abatido por el cansancio, con ella encima de su vientre, y así amanecieron
juntos hasta el otro día. Al otro día, Don Francisco despertó sobresaltado por
los llantos de su nieta, pero después de una buena noche en donde había
recordado la importancia de la ternura, y de lograr calmar a punta de caricias
y besos la furia de su nieta ya no era cosa de otro mundo. Mientras que Isabel,
quién se encontraba como nunca, protegida, segura y sobre todo amada por una
persona que había dejado de amar desde hace mucho tiempo, lo que convertía el
amor de ese hombre en un privilegio que no todo el mundo disfrutaba desde hace
tantos años. Y de esta forma, Don Francisco volvía a integrarse a la vida
familiar, por medio de la crianza de su nieta Isabel cuyos ojos lo embrujaron
hasta el punto de volver a amar la vida que él había desechado desde hace mucho
tiempo. Y así fue que la crianza de Isabel tuvo un factor importante como fue
el cariño, la confianza y la experiencia de su abuelo Francisco, que la apoyaba
y la “alcahueteaba” en todo lo que su nieta quería. Tan grande fue el amor que
despertó Isabel en Don Francisco, que él la convirtió en su máxima heredera,
por encima de sus hijos y sus otros nietos, porque en palabras textuales que
solía decir Don Francisco: - “Esa niña me devolvió a mi la vida, recordándome
lo más hermoso que existe de ella que es volverse a sentir vivo, y por eso no
tengo como agradecérselo.”
De
esta forma iban transcurriendo los años, en donde toda la atención de la
familia se centraba en Isabel, lo cual despertaba un sentido de independencia
por parte de Marco, quien iba madurando tanto en su pensamiento, como en su
cuerpo. Era cada vez más independiente, tenía mucho tiempo para pensar sobre
las cosas, al mismo tiempo en que adquiría mayor conocimiento de ellas y de los
saberes de la vida por medio de la observación del mundo que lo rodeaba. Iban
pasando los años, y con ellos los diferentes grados del bachillerato sin
mayores problemas. Mientras que en el mundo seguían pasando millares de cosas
que lo conduciría a buscar y a luchar sus anhelos y sus sueños. Entre estos
hechos que pasaban se encontraba la masiva migración de foráneos a La Samaria,
buscando consuelo en su paz y tranquilidad, pero también habían otros que
buscaban en esta apacible ciudad un campo en donde podían satisfacer sus ambiciones, encontrando
así en La Samaria un medio en donde se podía dominar fácilmente, debido a la
relativa indiferencia y su gran timidez de sus pobladores a pronunciarse ante
los atropellos que ocurrían en ella. De esta manera poco a poco, La Samaria
comenzó a prosperar y a desarrollarse en medio de un ambiente de intereses
oscuros, que desfavorecerían el avance del nivel de vida de sus habitantes. Todo era un monopolio y
una “sinverguenzura”, que socavaba las bases tan puras en que se fundamentó la
ciudad desde sus principios.
Y
de esta manera Marco y su hermana Isabel iban creciendo en un ambiente
familiar, en medio de una sociedad socavada por la sinverguenzura, que en ellos
repercutió en cierta forma.
Pronto
Marco se convirtió en un adolescente, casi un hombre, y llegó a cursar el
último año de su bachillerato. Era una persona bien fundamentada en lo físico y
en lo intelectual, ya que hizo varios cursos adicionales a su educación
tratando de complementar sus saberes, aprendiendo el idioma Inglés en una
escuela manejada por unos gringos que se habían especializado en enseñarles a
los habitantes de La Samaria el idioma anglosajón. Además se metió en la
escuela de los Quinteros (Músicos por
excelencia y tradición), quienes armaron una academia de música, buscando
preservar la cultura y los ritmos folclóricos de la hermosa Bahía. En dicha
escuela se especializó en la parte de percusión, los tambores y el llamador, y
junto con otros amigos formaban una muy buena banda, que entraba gratis al
estadio para ver jugar al Ciclón Bananero, el equipo que hacía sufrir a toda la
ciudad en cada partido del torneo Nacional de fútbol y que Marco aprendió a
querer desde que era muy niño. Marco y sus compañeros no se perdían de ningún
partido, y en cada partido formaban un carnaval con su música en las tribunas.
Marco
en apariencia era un joven alto, que mostraba mucha vitalidad en cada parte de
su cuerpo atlético, se mantenía en él esa mirada profunda y diciente, que
reflejaba su estado de ánimo, y que expresaba muchas veces lo que quería y lo
que le estaba ocurriendo. Por esos ojos negros que eran como una boca de volcán
por donde respiraba todo su ser, su madre lograba intuir cada uno de sus
estados de ánimo, y de esta forma sabía si estaba triste, si estaba contento,
si estaba preocupado o si algo malo le estaba ocurriendo. Su madre se
constituía en el soporte moral de su existencia, la quería tanto que hacía la
mayoría de las cosas en base a lo que ella le decía, pero debido a esa
incapacidad de expresar amor, no lograba hacerla sentir querida, pero para
suplir esto, él trataba de que ella se sintiera orgullosa de él. De esta forma
Cristina veía en Marco a su orgullo y su locura, y a la vez Marco le correspondía
a su amor viviendo de sus consejos y haciendo realidad sus anhelos, tratando
así de no defraudarla.
Su
último año como estudiante de bachillerato estuvo marcado por las condiciones
que regían en el país, la devaluación de la moneda, la caída del narcotráfico
como el principal soporte de la economía y de la inversión, el desprestigio del
Estado, y la falta de credibilidad en los gobernantes por parte del pueblo. El
resurgir de la violencia en todo el país, los grupos subversivos habían tomado
el control del campo y poco a poco la miseria y la violencia llegaba a las
ciudades. Crecía el inconformismo por la
ineficacia del Estado. El sector salud, uno de los sectores más productivos fue
fuertemente afectado por medidas del gobierno en donde se creaban instituciones
que velaban por la salud de la gente, y que restringían en una gran parte los
ingresos del personal médico, y esto perjudicó fuertemente a Joaquín, quien
tuvo un revés impresionante en sus ingresos, le tocó cambiar la calidad de sus
servicios, buscando más cantidad de pacientes. De esta forma lograba sostener
su hogar, pero a cambio de un esfuerzo casi que sobrehumano y mal gratificado.
Lo poco que quedaba de la herencia de su Padre,
que cada día se iba desvalorizando más, lo utilizó para aplicarle un
tratamiento y contratarle los cuidados necesarios a Don Cesar que se encontraba
en muy mal estado de salud, ya que sus hijos no lograban costear totalmente el
tratamiento que requería, porque Manuel aparentemente tenía un nivel de vida
muy bueno, pero también tenía muchos compromisos grandes de dinero que le
amargaban la vida, y que si se pudiera
decir así, debía hasta su apellido. Jacobo por su parte fue el que más
aportaba, pero las obligaciones que tenía también lo obligaban a restringirse
de muchas cosas, y a pesar de ser un gran profesional y de tener muy buenas
amistades, no logró muchos avances en lo económico, y a pesar de haber formado
su propia agencia de viajes, estuvo al borde de la quiebra cuando la crisis
económica se agudizo en todo el país. Lucía por su parte también padecía de
problemas económicos, su marido cayó dentro del grupo de los desempleados del
país y solo vivían de unos pocos negocios que de vez en cuando le salían a
Jacobo –su marido- y de esta manera sostenía su hogar. De todas maneras Joaquín
se vio obligado a ayudar a su tío por una petición que le había hecho su padre
antes de morir, que consistía en que nunca abandonara a su tío Cesar ni
personal ni anímicamente.
La
situación estaba dura no solo en la Casa de los Calderón sino en todas partes,
eran mayores las deudas que los ingresos, el sistema financiero estaba en
crisis nadie tenía dinero para seguir pagando, solo se tenía dinero para
subsistir. En el consultorio de Joaquín los pacientes eran pocos, pero siempre
había. A Don Francisco ya le tocaba cubrir muchos gastos que su yerno Joaquín
no podía cubrir.
En
estas condiciones transcurrían los últimos meses de estudio de bachillerato de
Marco, todo a su alrededor era un completo alboroto, no había tranquilidad en
ninguna parte. Todo lo que se transmitía por los medios de comunicación eran
malas noticias, no había escape a ese túnel oscuro y peligroso en que se había
convertido el país. La Samaria dejo de ser durante cinco años consecutivos de
sus habitantes, y se convirtió en el centro de control de grupos fuertes tanto
en lo económico, como en lo político, pero después de un tiempo llegaron más
lejos, porque llegó el momento en que hacían su propia justicia privada, y como
los habitantes de La Samaria no les preocupaba mucho esto, dejaban que las
cosas siguieran así. De esta forma todas las actividades de La Samaria giraban
en torno al beneficio no de su gente, sino de esos grupos que imponían su voluntad manejando a los
políticos como unos títeres. De todas formas la mentalidad de los políticos del
departamento de La Macarena dejaba mucho que desear, pero todo esto era culpa
de la propia gente que no les exigía lo que debían, y que dejaron que estos
“Sofistas” hicieran lo que se le diera la gana con el poder, sin tener a ningún
“Sócrates” que los defendiera. Y de la misma manera, pasaba con todo el país, los pocos buenos que
surgían –El mito de las tres G[1]- eran vilmente asesinados por los intereses oscuros
que custodiaban sigilosa y celosamente el poder en torno a su conveniencia.
Era
un mundo paralizado, sin desarrollo y con pocas oportunidades, un mundo en
donde no se podía escoger una carrera libremente, y en donde no se podía
escoger por gusto sino por circunstancia. Y eso fue uno de los problemas que
tuvo Marco y que tuvieron muchos otros jóvenes de esa generación, no podían
darse el lujo de equivocarse en escoger una carrera para estudiar en una
Universidad. Otro de los problemas que se le presentaba a Marco era que la poca
orientación que recibió de su colegio, sobre la carrera que quería ejercer, y
de esta forma era aún más difícil escoger. Todo el mundo repetía el mismo
consejo: “Estudia algo que te guste. No dejes que te obliguen. Tienes que
escoger una carrera que sea productiva, porque sino, no llegaras muy lejos.”
Eran muchas exigencias, para tan pocas bases, ya que en Colombia un bachiller
no tiene las capacidades suficientes como para conseguir un buen empleo. La
decisión de escoger una carrera es tan seria y tan subjetiva que requiere de
verdaderos consejos, verdaderas experiencias, que dejen y no simples frases
vacías, que ponen a cualquier bachiller más confuso y más indeciso. Para tomar
una decisión tan importante era necesario más colaboración, más diálogo y
experiencias por aprender, como para estar seguro de que es lo que un joven
quiere, o por lo menos, hacerlo caer en cuenta como para qué puede servir y en
que forma le gustaría a un joven desempeñarse en la sociedad, para así lograr
algo por ella. De esta forma se convertía en un dilema para Marco escoger la
carrera que él quería estudiar. Joaquín y Cristina no querían intervenir mucho
en ese aspecto, o por lo menos el temperamento de Marco parecía no permitirlo.
Guardaba cierto grado de misterio, su decisión quedó determinada a su criterio,
basado en la observación y en la proyección que él hacía dentro de su
imaginación que fueron las bases para tan seria determinación. De tal forma,
que también de una manera u otra el ambiente en que se encontraba su sociedad,
lo encarrilaba a buscar alguna alternativa que lo ayudara a colaborar o a
defenderse de la sociedad en que estaba viviendo.
Lo
que pensaba en esos momentos Marco era en todo sentido determinante, porque por
su mente pasaban todas las ideas habidas y por haber, que pudieran ayudarle a
proyectarse de cierta manera en los campos en que quería destacarse en un
futuro. De tal forma, que ésta preocupación inicial del futuro, lo volvió un
joven meditabundo, siempre abstraído a una realidad interna que el resto de
personas desconocían por completo y que no le otorgaban la importancia que para
Marco tenía ese estado de ánimo, en el que analizaba probabilidades, descartaba
unas y aceptaba otras, trataba de armar un rompecabezas en la mitad de una
calle, en donde ninguno que pasaba por ella le encontraba suficiente sentido a
lo que él estaba realizando en ese lugar, le pitaban, lo insultaban y lo
regañaban por no prestar atención en lo que estaba haciendo. Más sin embargo,
él insistía tratando de concentrase para elegir la ficha que más se le
acomodara al rompecabezas de su vida. A su alrededor el mundo seguía su curso y
él continuaba inmutable, siempre regido a su deber y limitándose a aprovechar
el tiempo para pensar. El solo pensar no le ayudó, así que decidió instruirse
mejor, buscando revistas, libros, observando películas para analizar los
estilos de vida y sobre todo analizando su realidad por los diferentes medios
de información para interpretar de mejor forma su situación y unir lo que le
gustaba con lo que le tocaría vivir,
para de esta forma descartar la infinidad de direcciones en ese mar de
conocimientos que es la vida, para solo escoger uno, y llegar a un puerto que lo satisfaga como
persona y como hombre.
Una
vez ya escogido el campo en que le gustaría actuar que estaba orientado en la
parte administrativa y pragmática, Marco era muy dado con su ingenio a aportar
soluciones inmediatas y a convertir verdaderos problemas en simples
especulaciones. Así pues, dejó que la realidad lo hiciera tomar su última
decisión. Y fue entonces, cuando se preocupó más por su medio, viendo que era
lo que más le disgustaba y la forma en como podría aportar con su persona y con
sus conocimientos a mejorar dicha situación. En este período fue en donde Marco
trataba de descubrir en realidad para que servía, que cualidad le sería útil
para llegar a ser un buen profesional. Y para esto tenía que ir más allá de su
mente, tenía que encontrarse a sí mismo y tratar en lo posible de no engañarse.
Fue
así como se decidió por administración de empresas, un campo en donde podría aprender
lo suficiente en dos de los problemas que tenía su sociedad, como lo eran la
comunicación y la economía. En poco tiempo le comunicó su determinación a sus
padres, sin contarles mayores cosas sobre su escogencia, ni mayores detalles de
todos los planes que había hecho él con su mente alrededor de
esa importante determinación. De tal forma, Marco solo esperaba que ese
último año se terminara para comenzar a forjar su destino. Un año lleno de
desaires y muchos compromisos que terminaban con desestabilizarlo
emocionalmente. Era su último año en su tierra, su último año en la vida
familiar y su último año con sus amigos, y la verdad es que anímicamente no se
sentía muy bien. La presión que ejercían todos esos compromisos de un bachiller
juntos lo atormentaba y no lo dejaban en libertad para gozarse la vida. Además
todos los problemas que surgían en su casa en torno a la situación económica,
terminaban por desestabilizar aún más su mundo, al no dejarlo disfrutar la
vida. Pareciese como si el mundo se hubiese puesto todo en su contra para
dificultar más su existencia. Buscaba la ayuda de Dios, sin excederse en
fanatismo, pero el mundo esta tan disparatado que hasta la ayuda Dios se
demoraba en llegar. No había de otra que confiar en sí mismo, en refugiarse bajo
su persona y bajo las cualidades que Dios le había dado para enfrentar la vida.
Solo rogaba porque las cosas le salieran bien y que de una u otra forma se
acabara rápido el año para enfrentarse con la realidad de su destino, para lo
cual se había venido preparando, y en lo cual sabía que él tendría todas las de
ganar. Su madurez, una buena preparación y su mente fuerte, se convertían en
sus mayores armas para afrontar la vida.
El
tiempo pasaba lento y despacioso, pero lleno de muchos eventos y compromisos
que lo abrumaban más aún, y que lo hacían desear que todo terminase ya. Estaba
muy comprometido con sus padres, con su familia, con el colegio y hasta consigo
mismo de mantener un gran nivel, y una regularidad efectiva, ya había durado
seis años estando a un mismo ritmo y faltándole meses, ya se sentía fatigado.
En estas instancias lograba comprender, que lo difícil no era llegar a la cima,
sino sostenerse en ella, y de esta manera comenzaba a preocuparse por lo que le
esperaba.
La
Universidad un ambiente para el cual, él estaba diseñado, pero que a la vez era
un diseño teórico que nunca había experimentado en la realidad y por lo cual
trataba de centrar sus pensamientos en ese ambiente para hacer los últimos
ajustes en su personalidad y no estrellarse con un simple sueño. Y en eso
centró toda su atención, para tratar de analizar las cosas en las cuales estaba
fallando, para que de esta forma pudiera ir corrigiendo las cosas que en un
futuro lo pudiesen perjudicar.
Lo
más interesante de esta situación era
que Marco vivía en medio de dos vidas paralelas; en una vivía la
realidad y en la otra vivía otra realidad pero en su mente, en ella armaba una
serie de situaciones ficticias, o más que eso una serie de posibilidades que
podrían presentársele en su propia vida, y desde esta forma abstracta de la
realidad buscaba una posible respuesta o alguna salida lógica al asunto. De
esta manera, no solo creaba una trama dentro de su mente, sino que también
creaba las situaciones, las formas de actuar de sus personajes que eran
copiadas de personajes de la vida real, y también armaba no solo la idea que le
conduciría a resolver determinada situación, sino que creaba su propia manera
de actuar y de expresar. Poco a poco, no solo reunió como parte de su
experiencia, las vivencias en el mundo real, sino las situaciones que él mismo
planteaba en su mundo mental. Estas
últimas experiencias irreales además de ayudarlo a prepararse mentalmente para
la vida real, también iban desarrollando su gran capacidad de observación, captación
e interpretación de las cosas, cualidades que demostró plenamente al ejercer su
profesión, en donde sacó a flote todo su ingenio e imaginación, para cambiar de
cierta forma los dogmas ideológicos de la gente.
* * * *
Cuando
Marco llegó a la Capital para iniciar sus estudios, comenzó de una manera u
otra a poner en práctica su mundo ideal. Sin embargo, se encontró con una
realidad bastante diferente, la cual le exigió una mejor concentración y
atención con respecto a la vida.
Pero
lo que más le costó trabajo fue adaptarse al ambiente frío de la Capital y su
gente. Ese color gris de la ciudad y el no encontrar a ningún “Compadre”
dispuesto a ayudarlo cordialmente, se constituían en un gran cambio para Marco
y su mayor problema, y mucho más como “Primíparo” en la Universidad. En cuanto
a las exigencias académicas, no encontró mayores obstáculos, se refugió a la
disciplina de estudio que le había infundido su madre desde el principio,
además de una gran disposición de trabajo, y el sacarle gusto a hacer lo que
verdaderamente le gustaba. Poco a poco se iba adaptando a la circunstancia
gracias a su gran ingenio que se
constituyó en su gran virtud y su forma de conseguir amigos, a los
cuales les transmitía su espontaneidad y su alegría, para que poco a poco se
amoldaran a su estilo de vida. Pero el factor clave y el que más le hizo falta
dentro de esta nueva realidad que estaba viviendo eran los cuidados y las
atenciones de toda su familia, de tal manera que en cada instante estaba
extrañando la virtud de cada uno de los miembros de su familia. Cómo será, que
hasta le estaba haciendo falta las molestias de su hermanita Isabel, a la cual
quería mucho, y llegó a quererla mucho más a la distancia. Lo que más llegó a
extrañar de su casa era los tiempos de dispersión con su madre, los momentos en
que dialogaba y jugaba con ella. Eran momentos inolvidables y que cada vez que
los recordaba lo hacían sentir bastante solo. Pero poco a poco iba superando
cada una de las adversidades que se le presentaban en su camino, y lo más
importante era que lo hacía solo y sin ayuda de nadie.
Aunque
Marco se alojaba en el antiguo apartamento de su padre, que era lo
suficientemente cómodo para un estudiante, siempre mantuvo fuertes los lazos
con su tío Leonardo, que también vivía en la Capital, y que aunque solo
tuvieron oportunidad de tratarse durante algunas vacaciones de mitad de año y
Navidad, en los cuales Leonardo visitaba a La Samaria para ver a sus padres y
para pasarla ‘sabroso’ y relajarse en esa tierra hermosa y cálida, olvidándose
así de la tensión que creaba en él la Capital. De todas maneras Marco procuró
cultivar más la relación con su tío, para conseguir ayuda y apoyo de él, además
logró hacer una gran amistad con su primo Fidel, mayor que él dos años, y que
estaba estudiando en la misma Universidad que Marco. Gracias a él fue que
comenzó a relacionarse con gente de la Capital, y fue también como comenzó a
adaptarse en el ambiente en que se desarrollaba la juventud Capitalina.
La
finalidad de Marco era terminar rápido su carrera de administración de
empresas, y para esto trataba de adelantar materias y avanzar otras por medio
de vacacionales, lo cual le costaba mayor concentración y disciplina en su
trabajo. Para él, estudiar su carrera no era un trabajo pesado sino un reto
personal.
Por
su ingenio y buen trabajo se ganó poco a poco la confianza de los profesores,
quienes le daban buenas recomendaciones y un trato casi que privilegiado. A
medida que iba avanzando iba aumentando su reconocimiento en toda la Universidad.
Y es que para decir verdad, su vida durante su primer año y medio de estudios
universitarios, fue el trabajo duro y serio que realizaba en su universidad. De
tal forma que al durar tres semestres estudiando, ya cursaba el cuarto semestre
de su carrera universitaria. Su visión estaba centrada en ser competente, y en
abarcar la mayor cantidad de campos de acción, en los cuales pudiese
desempeñarse, para poder ser más competitivo en el medio en que le tocaba
subsistir, en donde no valía el haber estudiado sino lo que realmente podrías
ofrecer como trabajador y cual es el resultado de todo tu trabajo. Una
situación en donde los empleos son pocos, la competencia es nefasta, los
capitalistas son los reyes de la sociedad y son ellos los que se dan el lujo de
escoger y desechar a su merced a la sociedad, ya no era un estado de oligarcas,
sino de poderes económicos y poderes violentos, que el que tenía alguno de los
dos poderes estaba en disposición de mandar y de imponer condiciones. El Estado
dejó de ser una autoridad de control en todos los campos del país cuando dejó
de ser propietario del país con la “apertura”, y pasó de ser un control
absoluto y centralizado, para convertirse en un títere de los capitalistas y
una autoridad moral, que solo trataba de controlar con las leyes, lo que no
podía hacer ya como institución y como autoridad regente. De esta forma cada
quien hacía sus propias reglas, casi que sin consultar al Gobierno, que se
convirtió en una “Caballería” que siempre llegaba tarde al sitio de la balacera.
Como sería la situación tan deprimente del Estado, que no solo perdió su
credibilidad -Después de ser el ordenador principal del país-, sino que además
tenía que pedir permiso de los Capitalistas para gobernar a su Nación. En sí,
el país parecía una cuerda de la cual tiraban de un lado los izquierdistas,
impulsados por un pensamiento socialista de provocar una revolución haciendo
decaer al Estado y a la sociedad, causando dolor, odio y temor, al mismo tiempo
en que destruían las esperanzas de la gente, por las cuales aparentemente
estaban luchando. Mientras que por el otro lado se encontraban los miembros de
la Extrema Derecha que buscan el poder basándose en lo económico, en la
explotación y el utilitarismo, y que eran de igual forma peligrosos, porque al
estar dentro de la ley, hacían igual de daño que los izquierdistas, porque a
pesar de no hacer daño físico, si hacían un daño moral en la sociedad, al
impulsar el “Maquiavelismo” para obtener poder,
causando de esta forma inconformidad en las partes explotadas que no
tienen mucho que protestar porque a fin de cuentas el ser capitalista no es un
delito.
De
esta manera Marco se preparaba para enfrentarse a un ambiente opresivo y agresivo al mismo tiempo, que ya
era señalado por el mundo entero como un peligro mundial. Y a pesar de ello en
las universidades se veía y se sentía un ambiente de repudio a lo que ocurría
al exterior, el ambiente Universitario se caracterizaba por la protesta y la
preocupación general de todos sus integrantes al ver el mundo que sus mayores
habían forjado para ellos. De esta forma la tendencia de la mayoría de
estudiantes era salir del país y buscar oportunidades en otro lado. Sin embargo
habían muchos que pensaban en darle la cara al problema y enfrentarlos,
tratando de aportar un poco de su persona al país que los vio nacer.
De
esta forma, Marco vivía otra vez entre dos mundos, el mundo universitario, de
unión y de trabajo, y el mundo de la realidad que no lo tocaba tanto a él sino
a sus padres, que cada vez se encontraban más desesperados por la situación.
Marco no hallaba que hacer, la impotencia era inminente, y es que para poder
hacer algo, primero tenía que ser, y
para llegar a ser, tenía que esperar; solo así lograría hacer algo. Un dilema
entre el cual se debatía todos los días, y sobre todo cada vez que se
comunicaba con sus padres por teléfono. Para poder colaborar con la causa de su
familia, se mudó con su tío Leonardo quien lo acogió cordialmente. Además cada
vez iba restringiéndose aún más en los gastos y tratando de conseguir ingresos
extras para acomodarse a las circunstancias en que se veía.
Pero
al ir terminando su segundo año de estudios, cursando su quinto semestre de
carrera, recibió dos golpes muy fuertes y seguidos. Fue en una tarde de
Noviembre, en que llamó su padre con un tono bastante trágico y retraído, no
encontraba en sí las palabras para comunicarle a su hijo una muy mala noticia.
-“Tu abuelo Francisco se murió”. Al pronunciar esa frase, surgió un silencio
eterno en la comunicación, ni el padre ni el hijo lograron seguir hablando.
Marco se quedó estático, con el teléfono en el oído. Pronto se puso la mano
derecha en la frente y soltó varias lágrimas. Su tío Leonardo que pasó
coincidencialmente por ahí, detectó el mal semblante de su sobrino y le preguntó
que acontecía. Marco simplemente le pasó el teléfono, poniéndose después las
dos manos en el rostro, diciéndole a su tío: - Habla tú, que ya... yo no
puedo...
Cuando
comenzó a hablar Leonardo con su cuñado y poco a poco le iba soltando la
noticia, el llanto y los gritos de dolor de Leonardo invadieron a toda la casa.
Todos los presentes acudieron a la sala a ver que pasaba.
Para
Marco el golpe fue muy duro, ya estaba lo suficiente maduro como para captar lo
que significaba la muerte, algo que no sucedió cuando se murió su abuelo
Rodrigo. Aunque las relaciones entre Marco y su abuelo Francisco no fueron tan
trascendentes como lo fueron con Don Rodrigo, Marco alcanzó a tomarle cariño y
mucho más cuando ocurrió el cambio de personalidad de Don Francisco con el
nacimiento de Isabel, en donde su abuelo se convirtió en una persona más
asequible y más agradable al tratar. Marco no sabía realmente qué hacer cuando
escuchó por primera vez la noticia, no sabía en sí qué sentir, pero cuando se
puso a pensar en el amor que había visto entre su abuelo y su abuela, y recordó
el gran amor que le tuvo a su hermanita, y al recordar las largas “Charlas” y
juegos que sostenían los dos en la terraza y en el kiosco de la casa, se le
salieron las lágrimas y sintió un gran vacío en el pecho, al pensar que esas
escenas no las volvería a ver más.
Marco
pidió permiso en la universidad y viajó el mismo día junto con su tío a La
Samaria, para asistir al velorio y al entierro. La tristeza era grande en toda
la casa, cuando regresó a ella, se encontraba de cierto modo descuidada y
deteriorada, daban muestras de la crisis que pasaba su familia. Estando junto
con su padre se atrevió a preguntarle cómo había pasado, ¿Porque se había
muerto su abuelo? Joaquín le respondió, que todo fue muy rápido, que no dio
tiempo para reaccionar. Tres días antes, en el almuerzo se quejó de un dolor en
el estómago, pero se le quitó enseguida después de un rato, luego le volvió a
dar en la comida al día siguiente, pero también se le quitó con una bebida que
le dio Doña Sofía, y hoy amaneció “Tieso”.
Doña
Sofía que se levantaba a las cuatro de la mañana, trato de despertarlo, y
simplemente permaneció inmóvil. Ella no le prestó mucha atención, pensó que
estaba cansado, se bañó y luego esperó una hora, y le pareció muy raro, porque
él no se pasaba de dormir después de las cinco de la mañana. Después, trató de
despertarlo otra vez, pero seguía inmóvil, de esta forma se angustió y se dio
cuenta que no respiraba, fue entonces cuando “Pegó” un grito, que despertó hasta
a la sirvienta que dormía en el patio. Nos despertamos todos, Cristina llamó
rápido a un doctor, pero ya no había nada que hacer, ya estaba muerto.
El
entierro fue hasta las seis, esperando a que Leonardo y Marco pudiesen llegar,
para verlo por última vez. Pasaron los días, Marco encontró a su hermana Isabel
y a su Madre bastante golpeadas, pero la verdad es que le preocupaba más su
abuela, que se veía como abstraída, como un cadáver viviente, no hablaba ni
contestaba lo que se le decía, y no comió bocado ni en el día del entierro, ni
al día siguiente. Y fue preciso, no aguantó el golpe de la muerte de su eterno
amor, su primer y último hombre de su vida, la razón más fuerte por la cual se
aferraba a la vida, levantándose todas las mañanas a encargarse de todo el
orden de la casa, su preocupación en el día, y su dulce sueño en la noche; ya
tenían sesenta y cinco años de estar juntos, de vivir debajo del mismo techo,
de compartir la misma cama, la misma realidad, el hombre por el cual trajo a la
vida a dos criaturas y por el cual suspiró hasta el último instante de su vida.
Doña Sofía no soportó su cama vacía, ni la ausencia de su sentido de vida, y a
los dos días murió, se le estalló el corazón por la tristeza. Esa mañana Marco
despertó en medio de un ambiente de trifulca y alboroto, no sabía que estaba
pasando, pero al salir de su habitación se encontró con llantos y lágrimas.
Otro duro golpe para la familia. Cristina e Isabel se hallaban como locas,
Marco simplemente veía como las personas que lo rodeaban se le iban
convirtiendo en recuerdos, recuerdos que no sabía si eran tristes o alegres,
porque al recordarlos volvía a vivir buenos tiempos, pero también se derrumbaba
ante el dolor de la ausencia. Joaquín no sabía que hacer, todo se estaba derrumbando desde su
perspectiva, y es que hasta el mismo Don Cesar se encontraba delicado y muy
próximo a morir. La muerte rondaba, yendo de un lado a otro esfumando a los
sobrevivientes de una generación muy próspera. Para mejorar el ambiente de la
familia, Joaquín decidió mudarse a otra casa, al otro lado de la ciudad.
Para
evitar los malos recuerdos, que le producían el recordar las muertes de los
tres viejos de la familia, Joaquín tuvo que vender la casa, que era uno de los
patrimonios más antiguos de la familia Calderón. Esta situación incomodó un
poco a Marco, quien no estaba de acuerdo con la acción que realizó su padre, y
se lamentaba cada día más de la situación de decadencia que sufría su familia.
Se llenó de odio por la impotencia que sentía.
Después
de tres días más, se despidió de su familia y partió a la Capital junto con su
tío, que en verdad se encontraba muy golpeado, por la muerte de sus padres. En
fin Marco y su tío duraron una semana completa en La Samaria, en la cual
surgieron acontecimientos muy lamentables para la familia Calderón.
Llegando
a la Capital y encontrándose solo y libre para pensar, comenzó a armar
nuevamente su mundo de ideas, en el cual buscaba crear todo tipo de
circunstancias que lo guiarán en la realidad a la solución de los problemas. Pero
esta vez sus ideas eran más letales, y más que ideas, eran planos o estrategias
de batalla, todo esto gracias a las experiencias y conocimientos que le
otorgaron la Universidad y su vida en la Capital. Comenzó a planear su “Tablero
de Ajedrez”, haciendo mover sus fichas;
ya no, a la deriva sino dentro de un criterio más maduro y más experimentado.
Comenzó a construir su “Rompecabezas” combinando técnica y razón. Su mente
estaba abierta y en continuo trabajar, dejando el mundo real bastante
vulnerable. Ya no era un ser existiendo, sino un ser buscando razones para
existir. Sabía que debía cambiar muchas cosas para poder hacer algo por su
familia.
Luego
de haber salido de ese “bache” de ser un ser pensante, se concentró nuevamente
a sus estudios, porque había sacado la conclusión que el primer problema era el
tiempo, no podía darse el lujo de seguir esperando siendo impotente, tenía que
ser en ese momento, alguien para poder cambiar las cosas. Sin embargo su
pensamiento cambió en mucho sentido, comenzó a producir antes de tiempo, no
siguió esperando a ser para producir. Había planteado varias probabilidades de
producir y se dedicó a buscarlas y a hacerlas realidad. Volvió a ser
polifacético, como lo era en el colegio, se dedicó a explotar sus cualidades combinándolas
con su ingenio para poder producir algo que le diera ganancias. Durante su
época de bachiller, siempre estaba dispuesto a abarcar todo, siempre encontraba
una forma de hacer las cosas y que éstas al mismo tiempo quedaran bien.
De
tal manera que Marco no solo se preocupó por adelantar materias, para terminar
rápido su carrera y poder desempeñarse como profesional, sino que también
estaba muy pendiente de realizar labores extras que le proporcionaran cierta
ganancia. Para esto se dedicó a hacer trabajos y a ayudar a estudiantes que
estuviesen en dificultades en ciertas materias, además buscaba la forma
conseguir algún trabajo u ocupación que le dejara algún capital extra. Así
entonces, Marco no solo iba cultivando su mentalidad para el estudio sino
también para el trabajo, y aunque vivía saturado de oficios, siempre tenía
tiempo para todo y no le decía “No” a nada, ya que un “No” le significaba,
decirle no a ganarse la vida. Pero este no, solo tenía un condicionamiento
ético y moral que le impedía decir que sí. Aunque la propuesta fuese muy buena,
la disciplina y la formación que recibió de su familia impedían en toda forma
desviarse a malos pasos, y es que no le faltaron personas que le propusieran
utilizar su talento para vender “basura” y hablar “mierda”. En
estos casos el usaba una ley que lo guiaba firmemente en el buen sendero:
“Hacer bien las cosas, ganar lo justo. Y sobre todo, que lo que se vaya a hacer
no perjudique a nadie”. Y esta frase se convertía en una fortaleza en
contra de la tentación, y cada vez que la comunicaba en forma elocuente ante
una tentativa amenazante, hacía que hasta el más preparado “Sofista” o
“Mañoso”, desistiera de sus propósitos después del segundo intento. Y es que
cuando los cimientos no fallan el edificio seguirá en pie, y por lo mismo: “por más fuerte que sople el
viento, la montaña siempre estará firme y desafiante.” Es importante comprender
que la mentalidad fuerte de Marco se derivaba del conocimiento pleno del mal y
de sus efectos y consecuencias. Gracias a esto, pudo crear en su mundo
imaginario una situación similar en el cual, el pudo pensar y crear una
posición fuerte en contra del mal, para que cuando esa situación se le
presentara tuviese idea de como debía actuar o si era el caso de reaccionar,
para mantener libre su conciencia.
En
este entonces fue cuando decidió aprovechar su talento musical, en cuanto a
percusión, adaptó sus conocimientos de la “Tambora”, a las “Congas”, que eran
unos instrumentos más propios del medio musical de la Capital, y con el cual
podía abarcar más ritmos musicales. Pero esto se le convertía en un problema
muchas veces, porque el temperamento “Fresco” y despreocupado de los músicos,
contrastaba con su puntualidad y responsabilidad. El problema no era solo de
temperamentos, sino de hábitos y costumbres, porque las maneras de comportarse
de estos, iban muchas veces en contra de sus principios y de su personalidad.
Pero en fin, era algo a lo cual él debía adaptarse. Otro de los problemas que
le ocasionó la música fue, la cantidad de tentaciones y dificultades que se le
planteaban mientras realizaba el trabajo, como son el trago, la dificultad que
se creaba muchas veces con el pago de un toque, los sitios en los cuales le
tocaba meterse a veces eran despreciables en todo los sentidos, tanto por la
gente, como por el mismo sitio. Sin embargo, el principal problema que se le
presentó, fue el horario, todos los toques que hacían eran durante la noche y
se prolongaban hasta la madrugada, y esto realmente no le favorecía porque las
“trasnochadas” les disminuían mucho las energías para el resto de sus
actividades. Y por todo esto después de dos meses metido de lleno en el campo
de la música, decidió retirarse porque le vio a esa actividad más desventajas
que ventajas. La decisión no fue fácil. Estaba luchando en contra de una de sus
mayores pasiones que era la música, pero cuando estuvo en dificultades en una
materia, en la Universidad, en la cual le costó bastante trabajo recuperarla,
debido a que requirió de mucho trabajo, dedicación y sobre todo mucho estudio,
algo que por estar pendiente de la música y de los compromisos que ésta
acarreaba, no lograba realizar. De esta forma, la decisión parecía bien
fundamentada hacia el abandono. Pero lo que más le preocupó y lo que lo hizo
reaccionar, fue cuando se dio cuenta que por el descuido en su disciplina de
estudio poco a poco estaba perdiendo su nivel académico, y su jerarquía en la
Universidad que tanto esfuerzo y trabajo le había costado. De esta forma se
hizo un fuerte auto análisis en el que llegó a la conclusión de que sus
aspiraciones estaban por encima de la música, y que no quería perder por ella
algo por lo que tanto había luchado. Estaba convencido de que la música le
había brindado muchas satisfacciones, pero no podía desviarse de un camino que
ya estaba próximo a terminar. Tuvo que pensar mucho, pero a fin de cuentas
llegó a la conclusión de que él seguiría siendo músico a pesar de no estar en
una banda –Ya que como buen costeño, llevaba el son de la música hasta en el
caminado-, pero de algo sí estaba seguro,
y era de que no sería profesional si no se graduaba. El talento de tocar
la percusión podía esperar, mientras que su carrera no, esto lo pensó cuando
recordó una de las frases que le había dicho su abuelo Rodrigo en una de sus “charlas”,
cuando le expresó a Marco su punto de vista sobre los estudios. En aquella
ocasión Marco fue regañado por Cristina, al negarse a hacer las tareas alegando
que si iba a ser músico, de que le serviría la “Biología” -En ese entonces
Marco ya había comenzado a ensayar con la “Tambora” y gracias a ello estaba muy
entusiasmado con su nueva ocupación-. En
la discusión Don Rodrigo intervino, se llevó a su nieto a su cuarto para
hablar, y entre tantas ideas que le transmitió a Marco ese día, sólo una, pero
la más importante, se le quedó grabada
en la memoria, para toda su vida: “Los talentos siempre estarán ahí,
esperando a que tu decidas cuándo y cómo utilizarlos, pero la oportunidad de
aprender no siempre se presenta. El hombre es un ser incompleto, y necesita
conocer para defenderse en la vida. No te conformes con lo que sabes, porque en
realidad no sabes nada. Rompe las barreras que te impiden conocer, porque estas
no te dejaran progresar como persona y te llevarán a la perdición, al notar que a
pesar de ser adulto, sabes menos que un niño.”
De
esta manera Marco decidió reservar su talento musical para dedicarse al estudio
y volver a su disciplina. Pero no le fue muy fácil, tuvo que mantener firme su
fuerza de voluntad porque sus amigos del conjunto trataban de persuadirlo para
que volviera a tocar en la banda, pero Marco los desalentaba mostrando su grado
de determinación, diciéndoles: “Que primero estaba el deber que el placer”.
Al
pasar dos meses más, Marco ya había vuelto a tomar las riendas de su carrera,
recuperó la materia en que se encontraba en dificultades, y poco a poco volvía
a adquirir la credibilidad y la confianza que había perdido durante su corto
período como músico.
Ya
había pasado un año y medio desde que Marco estuvo por última vez en La
Samaria, que fue para la muerte de sus abuelos. Desde entonces no había vuelto.
Sacrificaba sus vacaciones estudiando, y adelantando materias en la
Universidad. Llamaba dos veces por mes a su familia en La Samaria, para
enterarse de como iban las cosas en su casa paterna, y para hablar con sus
padres y su hermana, que ya había dejado de ser una niña, para convertirse en
una adolescente. Pero por motivo de las distancias las conversaciones entre los
dos hermanos se veían afectadas por el paso de los tiempos y por la falta de
comunicación que existía entre ellos. A pesar de eso el cariño de Marco hacia
su hermana seguía siendo el mismo o mayor, desde cuando la trató por última vez
en persona. Mientras que Isabel recordaba a su hermano de otra forma, lo veía
como una figura que admiraban sus padres, y a pesar de concebir su existencia,
para ella más que su hermano era una persona de la cual no tenía muchos
recuerdos, y al cual desconocía de trato, y que por esto sus sentimientos hacía
él no estaban definidos. Mientras que en la memoria de Isabel solo existía la
imagen de un hermano molestón, que a toda hora le llenaba los cachetes de
besos, y que le impedía jugar tranquilamente con sus muñecas, para Marco la
imagen de su hermana le inspiraba cariño y ternura, porque a pesar de ser su
hermano y no tener las mismas obligaciones de tratarla y de criarla como la
tenían sus padres, a él le tocó en cierta forma colaborar o influir dentro de
su educación y dentro de su temperamento, ya que el trato que él le proporcionaba
a su hermana Isabel, también tuvo en cierta forma un carácter formativo que
pudo ser negativo o positivo, pero lo
más importante fue que Marco influyó en su hermana durante una edad tan
importante como es la niñez, en donde el niño aprende más cosas, y en donde
comienza a diferenciar entre lo bueno y lo malo. Para Marco el ambiente que le
brindó su hogar durante su infancia, fue muy influyente en su personalidad y en
su manera de actuar, cada persona de su familia le proporcionaba muchas clases
de apoyo y de enseñanza. De su padre vio la seriedad, de su madre la fortaleza
y el apoyo moral, de su abuelo Rodrigo la sabiduría y la prudencia, de su
hermana diversión y responsabilidad hacía ella, de su abuela Sofía, el trabajo
y la dedicación, y de su abuelo Francisco la capacidad de cambiar y de volver a
empezar. Todo esto se convertía en su soporte y en su ley de la vida, tomando
el ejemplo de cada persona de su familia Marco lograba no solo solucionar
muchos de los problemas que se le presentaban, sino que lograba darse fuerzas a
sí mismo para seguir luchando.
* * * *
Al
graduarse Marco como Administrador de Empresas de la Universidad, decidió
seguir sus estudios y realizar una especialización para complementar sus
conocimientos y para ser más competitivo en su campo de acción. Una vez
terminados sus estudios y lograr su título de especialista en Administración,
decidió ponerse a buscar trabajo, cosa que al principio vio muy difícil, sin
embargo, poco a poco le iban saliendo las cosas. Dentro de esta tarea de tratar
de buscar empleo en un País como Colombia, en donde ni siquiera los colombianos
confían en sus compatriotas, y en donde se desecha el talento criollo para
favorecer a las “Culturas superiores”, que en su mayoría de veces vienen a aplicar
conceptos que no van en favor de la sociedad Colombiana, y que no les importa
mucho los daños que le ocasionen a su gente, porque simplemente no tienen un
sentido de pertenencia que los conduzca a buscar un bien, y es que de todas
maneras cuando ni siquiera el propio colombiano se preocupaba por su país, es
casi que imposible que un extranjero llegue a hacerlo.
Sin
embargo, en estas condiciones fue cuando las amistades, los contactos, la buena
imagen y la jerarquía que había dejado Marco en su universidad, le favorecieron
mucho para encontrar un buen empleo, que le sirvió como un verdadero trampolín,
dentro de su gran carrera como profesional. El propio Decano de la facultad de
Administración lo recomendó con el dueño de un Banco que llevaba de nombre de “Banco
Zapatío”, y que a pesar de ser una entidad con poco renombre en el país, hacía
parte de una muy importante cadena financiera con centros en Madrid y en Buenos
Aires, que contaba con pequeñas sucursales en varios países de Centro y
Suramérica. El nuevo trabajo, para Marco no significó una simple experiencia,
sino que se convirtió en un verdadero reto. La empresa se encontraba pasando
por un muy duro momento, ya que la economía había sufrido su segunda crisis en
menos de seis años, y apenas se estaba volviendo a recuperar. Por lo cual, los
gerentes de las empresas salían y entraban de ellas como empleados y luego como
desempleados respectivamente. Era una etapa muy competente, eran muy pocos los
que lograban consagrase en un cargo por mucho tiempo. La dificultad en el
manejo de la inversión, junto con la
exigencia que se hacía con relación a la rentabilidad de estas, requerían más
que trabajo duro y experiencia, de mucho
ingenio y capacidad algo que Marco tenía en cantidad, gracias a su capacidad de
proyectar las cosas al futuro y de prevenir las consecuencias.
Cuando
comenzó a trabajar fue bastante duro, lo encargaron jefe de un departamento en
un Banco. El manejo del personal era un gran problema que debía de resolver. Y
eso se debió definitivamente a que su corta edad, no lo ayudaba en nada para
esta función. Y esto era un gran problema porque si nadie atendía sus órdenes,
sus criterios e ideas no tendrían los efectos esperados. En su primera semana de trabajo, no dijo
nada, se dedicó a evaluar las cifras y las cuentas del banco, pero su verdadero
objetivo era observar a las personas que le tocaría “gobernar” en ese momento,
observaba detalladamente las actitudes y los gestos que hacían sus futuros
compañeros de trabajo, con respecto a él, pero también tenía bien calibrado su
oído para escuchar hasta el más mínimo murmullo que estuviera relacionado con
su persona. De esta manera fue clasificando al personal de acuerdo con la forma
en como lo acogieran, así entonces que encontró en su inmediato subalterno a un
hueso duro de roer y a un factor de peligro con respecto a su trabajo, por ser
un fuerte opositor. El segundo a su cargo era una persona con apariencia
antipática y repelente, obeso a manera de pingüino, desde el primer día se
mantuvo lanzándole indirectas a Marco, con el fin de asustarlo y de
incomodarlo, era un tipo al cual Marco debía saber cómo tratar para no ganarse
un problema interno dentro de su “fortín”. Al principio optó por sobrellevarlo,
pero vio que esa actitud no le favorecía en nada, ya que este individuo le
hacía perder mando y jerarquía dentro de su oficina, y cada día le faltaba más
el respeto, con sus frecuentes indirectas, que al mismo tiempo eran más
directas. En estas circunstancias, Marco buscó la manera de hacerse respetar, imponiendo
multas a los trabajadores que no le obedecieran, e incluso al principio tuvo
que despedir a dos funcionarios del banco –Entre ellos al fastidioso pingüino-.
De esta forma se convirtió en el típico jefe cruel y despiadado –todo un ogro-, en contra de sus principios personales,
provocando que sus empleados, no fueran capaces de sostenerle ni siquiera la
mirada. Su disciplina era estricta, para una situación caótica en donde no solo
se estaba jugando su puesto, sino su orgullo como profesional. En una semana el
banco funcionaba como un relojito, la gente trabajaba fuertemente y sin
distracción alguna, por la rigurosa disciplina que imponía Marco desde su
departamento. Su trabajo era estupendo, las ordenes eran ejecutadas al instante
y obedecidas sin ninguna objeción, de esta forma Marco ya había logrado la
primera etapa de su propuesta de trabajo, hacer que las personas trabajaran
intensamente, no excesivamente, que es muy diferente, ya que la intensidad se
traduce en la productividad y en la eficacia, mientras lo excesivo se traduce
en el trabajo hecho de mala gana, en la explotación inhumana del hombre y en la
sublevación de éste en contra del trabajo. Marco, ya estaba recogiendo los
primeros frutos de su trabajo teórico y de la misma forma ya se estaba ganando la confianza de sus
superiores que lo veían ya como un salvador. Pero Marco no se sentía bien,
porque le hacía falta trabajar en la parte más importante para él, que era la persona. Durante todo ese
tiempo transmitió y provocó mucha tensión a sus empleados, y esto era algo que
iba en contra de su personalidad y de sus principios, además iba en contra de
muchas reglas de manejo de personal. Fue entonces, cuando logró los resultados
que buscaba y se ganó el respeto de todo
el personal en el banco, buscó la manera de cambiar su imagen ante sus
empleados, soltando poco a poco las riendas que les había colocado para tratar
de manejar la situación.
En
medio de esta situación, algo ocurrió con el gerente del Banco, y en su
reemplazo nombraron a Marco. El ascenso llegó muy rápido para el joven que se
había ganado la confianza de los directores que supervisaban su trabajo. Su
reto aumentaba, pero el deseo de mejorar sus relaciones con sus empleados y
compañeros seguía en pie. No podía administrar un Banco si la gente no hacía lo
que el ordenaba, pero tampoco podía descartar la confianza que debía tener en
sus subalternos en un trabajo con tanta responsabilidad. El tiempo trascurría y
Marco sentía la necesidad de ganarse la confianza de sus empleados.
Un
día Marco entró a su oficina y convocó a una reunión a todos los ejecutivos en la sala de juntas.
Todos lucían preocupados y nerviosos, solo esperaban que el ogro hablara, al
mismo tiempo que rezaban sobre manera, para conservar sus empleos. Ante esta situación
Marco solo se reía, y lucía tranquilo, pero eso sí, guardando compostura y una
seriedad que producía miedo. Al entrar todos los convocados en la sala que por
cierto eran solo hombres –no citó a ninguna mujer-, estaban a punto de tomar
asiento, pero Marco dio orden de que no se sentaran. Esta orden dejó sin aire a
muchos y a otros de mal color, estaban totalmente desconcertados por la actitud
de su jefe. Todos se miraban extrañados, pero no pronunciaban ninguna palabra.
Al rato Marco ordenó recoger la mesa y archivarla en un rincón, junto con las
sillas, argumentando que necesitaría mucho espacio para realizar la actividad
que tenía en mente. Se hizo lo que se pudo, se buscó la manera de dejar el
mayor espacio libre, se movieron materas, tableros y mesitas que había
alrededor, y que según Marco estaban estorbando. Los hombres simplemente
obedecían, dejando toda la inmobiliaria amontonada en un rincón, de tal forma
que convirtieron la sala en un potrero despejado. Luego de esto todos se
ubicaron enfrente de Marco quien comenzó a contar a los asistentes, quienes se
asustaron más, ya que no sabían en que iba a terminar el asunto y ni siquiera
se lo imaginaban. –“Bien, somos ocho. Perfecto, quedamos parejos”, señaló
Marco, ante la mirada desorientada de los ejecutivos. Después les ordenó a dos
hombres que cogieran una silla cada uno y que la ubicara en cada extremo de la
sala. Fue cuando entonces se dispuso a hablar:
-“Pues bien caballeros, los he reunido aquí para
comunicarles que gracias al trabajo duro que se ha venido realizando, y debido
a la seriedad y disposición que han mostrado en la ejecución de mis ordenes,
hemos logrado sacar adelante el banco, al cual pertenecemos. Por tal motivo,
nos hemos ganado la confianza y admiración de la junta de socios del Banco,
quienes en una reunión realizada en el día de ayer, respaldaron nuestro trabajo
y apoyaron nuestras reformas -que entre otras cosas han dado muy buenos
resultados-. Por esta razón, aproveche la situación y al ver que se encontraban
de buen humor, tuve el atrevimiento de solicitar un premio para las personas
que han logrado hacer realidad mis ideas, y gracias a esto logré conseguir....
que los accionistas destinaran un quince porciento de las utilidades que hemos
obtenido, -gracias a nuestro trabajo y dedicación- para otorgar una
bonificación especial, que se hará efectiva en el pago de nuestros salarios.
–Todos los presentes brincaron de la emoción-. Pero también, yo les quiero
manifestar mis agradecimientos, por la disposición que han presentado, y por
eso los he citado aquí para realizar una pequeña sesión de relajamiento, para
tratar de mitigar la tensión y el estrés que hemos sufrido todos, durante estos
días.”
Esta
última información, silenció todos los gritos de felicidad, por el desconcierto
que originaba estas últimas palabras. Sin embargo, Marco tranquilamente se
dirigió a su maletín, y de él sacó una especie de esfera de color rojo, que a
simple vista parecía hecha de caucho. –“Que tal si jugamos un partidito de
micro, cuatro pa’ cuatro. ¿A ver cómo nos vamos?, un equipo que juegue sin saco
y el otro con él –invitó Marco con entusiasmo-. Todos acataron las órdenes, más
por la alegría que por compromiso, y eso era lo que buscaba Marco, relacionarse
de mejor manera con sus empleados y tratar de mermar ese odio que él creo en
ellos, en contra de sí mismo. Marco sabía muy bien que una de las mejores
formas de comenzar una relación con personas con que se han tenido problemas
era el juego, pero el juego recreativo, no el juego competitivo, que crea más
enemigos, que amigos y rompe con facilidad y en poco tiempo, amistades que
duraron en forjarse años. Mientras que el juego recreativo hace que hasta las
más grandes asperezas se olviden, ya que crea una relación basada en el trabajo
de grupo y el compañerismo, para poder ganar, y esto era lo que pretendía
Marco –Nuevamente se salió con la suya-.
El partido se llevó a cabo en la sala de juntas, los ejecutivos mostraban tanto
sus incapacidades, como sus habilidades en el juego, de los ocho presentes,
solo tres alcanzaban la edad de los cuarenta años, mientras el resto se veía
bastante joven. El juego se tornó interesante y competitivo, un equipo marcaba
un gol y el otro le respondía con otro, la “tocata” era el principal
arma, porque la individualidad no salió a flote debido al espacio y las pocas
condiciones de los jugadores – O mejor dicho de los patiadores-, pero sin duda
la mala condición física de los ejecutivos imposibilitaba, un movimiento más
espontáneo dentro del juego. Pero a pesar de esas adversidades, el talento al
tocar la bola en el espacio reducido era una virtud en estos “Pateadores”, que
cualquier jugador profesional de fútbol hubiese envidiado. Mientras adentro de
la sala era toda una fiesta deportiva, en el exterior, el personal femenino,
escuchaba con extrañeza y curiosidad, algunos movimientos y gritos que salían
del improvisado estadio. Lo más simpático del asunto fue cuando uno de los
equipos logró empatar, y se dispusieron a celebrar el gol con tal algarabía,
que no estaba permitida dentro de las reglas de este nuevo deporte de oficina,
porque una de dichas reglas era la de no gritar, para no llamar la atención.
Pero la emoción fue tan grande que no se contuvo, y produjeron un ruido
bastante fuerte al celebrar el gol del empate, lo que ocasionó que una de las
secretarias, que se encontraba cerca de la sala, se imaginara que en la junta
había surgido tremenda pelea, y de inmediato llamó al guardia de seguridad para
que averiguara que estaba pasando, y de
paso controlara la situación si era el caso. El guardia subió, entró en la
sala, pero no salió. Había entrado, y lo habían puesto a sustituir a uno de los
jugadores que había desistido por falta de físico. Las personas que se
encontraban afuera se preocuparon más, por la demora del guardia, y la sucesión
de los ruidos. Pero de un momento a otro la paz volvió, la puerta se abrió, y
salió Marco bastante sudado, ordenándole a una aseadora que trajera un buen
número de gaseosas.
Su
labor había tenido un rotundo éxito en el sexo masculino, pero aún faltaba el
sexo femenino, en donde las cosas van a otro precio. Con las mujeres, la
estrategia a seguir era otra muy distinta, porque mientras a los hombres se les
puede brindar emoción y compadrazgo, a las mujeres hay que brindarles mucha
dulzura, comenzando por bajar la guardia, dejando de ser tan áspero,
“echándoles piropos” y mejorarles el
trato, pero, sobretodo saciando “sus necesidades de hablar”. Cuando comenzó su
misión, fue mirado con extrañeza por las integrantes de su oficina. Observaban
con mucha malicia el repentino cambio que presentaba su jefe, que pasó de ser
un ogro que les exigía a toda hora el trabajo, a ser un digno representante de
la flexibilidad laboral, de un día para otro. Sin embargo al pasar los días esa
extrañeza se convirtió en curiosidad y luego en admiración.
La
vida de Marco comenzaba a tomar direcciones favorables, se convirtió en un
ejecutivo de mucho prestigio y bien cotizado por su trabajo serio y su
productividad. Tanto así, que le comenzaron a llover propuestas de un momento a
otro, a pocos meses de estar ejerciendo. En su vida personal se encontraba bien
organizado, y aunque vivía todavía bajo el mismo techo de su tío Leonardo, ya
estaba dando los primeros pasos para su independencia, tratando de organizar sus
gastos. Otro de los aspectos personales de bastante cambio fueron sus
relaciones con las personas que lo rodeaban, en su trabajo respiraba un aroma
amigable, sus compañeros lo querían y lo respetaban mucho, con sus compañeras
las cosas eran de otra forma, de un momento a otro sus antiguas amigas se le
convirtieron en admiradoras sentimentales, porque la admiración y la curiosidad
que hubo al principio, se convirtió poco a poco en una obsesión y un deseo.
Esta nueva situación que se le presentaba a Marco, le ocasionó varios problemas
ya que no tenía mucha experiencia en el campo del amor, y era presa fácil de las llamadas
“Gasolineras” que sobreponen los intereses y lo material por encima del amor, o
por lo menos de una relación seria. Marco solo había tenido dos novias en su
vida, la primera fue finalizando el bachillerato, y le pasó como en las mejores
fiestas, “En lo último, es cuando se ponen las cosas buenas, y uno no quiere
irse después de haber perdido tanto tiempo al principio”. Esa fue una bonita experiencia,
era una relación que se basó en el apoyo moral mutuo y en el cariño, por fuera
de cualquier “Animalidad”. Pero todo terminó con el grado de Marco y su
viaje a la Capital para estudiar, ella era menor que él en un año y no le quedó
de otra que quedarse en La Samaria y dar todo por terminado. El segundo
noviazgo fue estando en la Universidad, una de sus amigas de curso entabló una
relación basada en la confianza y en una sinceridad enorme, en donde ambos se
buscaban para ofrecerse apoyo, pero luego surgió el amor. Esta vez las cosas se
dieron tan rápido que Marco no encontraba forma de aguantar el ímpetu de su
compañera y entonces surgieron bastantes problemas que le dieron a esa relación
tan rápida, un fugaz final. Sin embargo siguieron siendo amigos, y volvió a
aparecer cupido con sus flechitas, y fue así como los volvió a flechar. Pero
nuevamente se cayó el “mundo”, y esta vez en forma definitiva, necesitaron
hablar mucho para comprender que entre ellos la única relación que podía surgir
era la amistad. Es que entre Marco y esa chica llamada Patricia, habían muchas
diferencias, porque a pesar de tener una misma forma de ver la vida, sus
costumbres eran totalmente distintas y poco compatibles entre sí, lo
cual producía una serie de desacuerdos entre ellos, en los cuales ambos salían
muy lastimados.
Fuera
de esas dos oportunidades Marco no conocía otra clase de amor que no haya
surgido como apoyo personal, y por eso fue víctimas de muchas mujeres que para
su parecer no sabían lo que era el amor, y que estaban condenadas a vivir solas
o como aves de paso, que así como llegan, se van. Pero Marco encontró de todo,
en el campo del amor también le tocó sufrir el sabor de las mujeres “Pitillo” -Plásticas por fuera
y vacías por dentro-, las cuales “dan” todo lo que les pidas a cambio de
comodidades, pero eso de pronto es algo normal, el problema es que son muy
dadas a aburrirse y cuando tú más las necesitas desaparecen –Se va la plata, se
van las mujeres-, otro de los problemas de estas mujeres, es que fuera de su
belleza y el mantenimiento de esta, todo les parece insignificante, no son muy
instruidas, ni tampoco bien estudiadas, y por eso no saben ofrecer mucho
afecto, ya que todo lo toman deportivamente y cuando hay dificultades
simplemente “abandonan el barco” y se van. Sin embargo Marco decía que “Aquel hombre que encuentre a una
mujer inteligente, bella y apasionada (que ame con locura) al mismo tiempo, ha
encontrado al mejor tesoro que puede existir en la Tierra, porque de ser así,
ha encontrado media vida de felicidad.” Sin embargo, esa era una felicidad
esquiva para él todavía, él que por más que buscaba y escogía a sus flores por
medio de una selección minuciosa antes de caerle, no lograba encontrar nunca el
sabor que buscaba, tal vez porque era muy exigente, pero la verdad es que más
que esto, tuvo que sufrir el problema de todos los Calderón en el amor, una
especie de mala suerte.
A
pesar que en su mayoría todo iba por buen camino para él, siempre se preocupó
por el estado de su familia y a pesar de perder en ciertas ocasiones la
comunicación constante con ellos, siempre estuvo pendiente de todas sus
necesidades. Todos los meses le hacía un envió a su padre de una parte del dinero que él ganaba en su
trabajo, al mismo tiempo, en que veía la forma de organizarse mejor y tratar de mejorar sus condiciones y
pretensiones como profesional.
En
ese instante, el centro de su vida era el trabajo, sabía que todo lo que
hiciera en ese momento sería determinante para su futuro. No podía hacer mal
las cosas porque se jugaba su carrera como profesional, no podía pensar
seriamente en las mujeres, porque apenas estaba comenzando, y en un mundo tan
crítico como el que estaba afrontando, debía organizarse de mejor manera para
tratar de poder ofrecer algo a su futura pareja. Y sobre todo, no podía volver
a casa (su ciudad Natal) porque sus aspiraciones como profesional se verían
frustradas en su ciudad de origen, en donde no hay industrias, los campos de
acción son reducidos, y monopolizados por gente que sin ser de La Samaria, se
habían apropiado de ella en poco tiempo, desplazando y marginando a sus
verdaderos dueños que nunca se habían propuesto
hacerse sentir, y que de todas formas estaban ya, bajo las leyes que
habían impuestos estos “invasores”. Esta era una de las situaciones que más
tarde resolvería Marco, después de varios años, en donde él mismo, después de
regresar a su tierra, la recuperaría para su gente. Su pensamiento al rededor
de esta situación se veía reflejada en una de sus frases más utilizadas por él
que era: “La Samaria, es para los samarios, el resto que espere”, y esta misma
frase fue su lema cuando se lanzó en su campaña a la Gobernación del
Departamento de La Macarena, muchos años
después cuando regresó triunfante a su región y a su tan querida ciudad,
después de haber triunfado en otras partes del mundo, gracias a su talento y
trabajo serio, pero eso ya es otra historia.
Como
venía diciendo las perspectivas de Marco estaban dirigidas a cambiar y mejorar
su mundo desde su trabajo, y no sólo de su pensamiento, cuidándose siempre de
ser una persona más que vive en el mundo, para ser una persona activa dentro de
él. Por eso, su trabajo fue la base su éxito, porque simplemente y llanamente
con él pudo transformar y mejorar el mundo para acercarlo más semejante a sus
sueños, porque a pesar de que los hombres no logran plasmar en la vida todo lo
que piensan y construyen en su mente -ni por más cálculos y perfecciones que se
le realicen a una obra-, nunca quedará igual
a la imagen creada en los planos y mucho menos a la que se creó inicialmente en
la mente, porque la realidad ideal es distinta a la realidad material. Así
mismo no se logrará cambiar del todo al mundo a base de buenas intenciones y de
buenas ideas, pero es un hecho que en algo se puede mejorar al mundo y al
ambiente en que vivimos si se trabaja fuerte y con dedicación, y Marco era
conciente de ello.
Para
Marco las oportunidades en la vida había que buscarlas, y no esperar que les
cayeran del cielo; es decir que no bastaba con el simple hecho de rezar todos
los días y de ir a la iglesia todos los Domingos, porque hasta el mismo Dios
dice “¡Ayúdate!, que yo te ayudaré”. Por eso Marco buscaba
por todas las formas, tratar de sobresalir en su trabajo, para encontrar
opciones más favorables, y cuando se presentaba la oportunidad, exigía con
argumentos y motivos suficientes para conseguir lo que se proponía. De esta
forma cuando se encontraba en la gerencia del Banco, cada vez que solucionaba
una crisis u obtenía un triunfo para la entidad, también procuraba conseguir
para él algunos beneficios, como era el de exigir una bonificación o un
estímulo que le proporcionara más bienestar económico.
Durante
el tiempo en que trabajaba Marco en el Banco, una comisión de inspección de
toda la red financiera, hacía sus respectivos controles a sus entidades en
todos los países en donde tenían sucursales financieras funcionando, y cuando
llegaron a Colombia, e inspeccionaron el Banco
en que trabajaba Marco, se encontraron sorprendidos por las condiciones
tan favorables en que andaba la entidad, a pesar de lo que ocurría a su
alrededor, en donde todos los Bancos se encontraban en grandes aprietos en
cuanto a liquidez, se refiere, sin embargo, “El Banco Zapatío” tenía un
funcionamiento estable, con unas ganancias significativas con respecto a otras
entidades financieras. Los resultados obtenidos por Marco, representaron un
buen calificativo y muchos elogios por parte del comité de inspección, quien llamó a Marco para que participara en
la reunión que se iba a realizar con la junta directiva del Banco, en donde le
pedían un minucioso informe del manejo que le había dado a la entidad. La
reunión estaba programada para las once de la mañana, en la oficina central en
donde trabajan los miembros de la junta y de donde parten todas las órdenes que
tenían que ver con la entidad. Este llamado sorprendió mucho a Marco, quien ya
había entregado el informe de todo el trabajo que se había venido realizando
bajo su gerencia, y que ya se encontraba muy tranquilo porque había recibido
una comunicación que le hizo el presidente de la junta directiva, en la cual le
informaba a Marco que no había ningún problema, que al contrario, los miembros
del comité habían quedado bastante satisfechos. Sin embargo unos días después
se encontró con una carta que le solicitaba su presencia para una reunión
“ESPECIAL” en las instalaciones Centrales de la presidencia del Banco. Pues bien, todo estaba listo para que Marco
asistiese a esa reunión, ese día, pero por cosas de la vida, cuando uno se le
presenta algo importante casi siempre surge un imprevisto. Era ya casi la hora
y Marco en esos casos siempre opta por tomar un taxi, en vez de irse en buseta
que era lo habitual cuando había el pico y placa que lo dejaba sin chance de
usar su carro. En estas circunstancias Marco confiado en el tiempo que podía
ganar al transportarse en taxi, se dejó coger del tiempo. Cuando bajó dispuesto
a llamar a un taxi, se quedó parado en la esquina de una avenida esperando que
pasara uno. En estas se encontraba, pero iba transcurriendo el tiempo, y
comenzaba a preocuparse, porque el tiempo seguía transcurriendo, y no pasaba ni
un taxi. Así que optó por cambiar de esquina, pero nada, no pasaba ninguno. Ya
desesperado, sudando frío, dentro del saco, en medio de la corbata y bajo un
sol de diez y cuarenta de la mañana, decidió preguntarle a un embolador de
zapatos, -“¿Que era lo que ocurría? ¿Por qué no pasaba ningún taxi?”, y el ilustre embolador siempre bien informado
de la actualidad Nacional le respondió con otra pregunta: -Que Señor ¿No sabía
usted, que los chóferes de taxi se habían unido para hacer un paro? A Marco se
le vino el mundo abajo con esta noticia, se lamentaba por no haber estado
informado, para prever esa tan indeseable situación. Y es que Marco no le quedaba
tiempo para ver los noticieros ni siquiera en la noche, y cuando cogía un
periódico centraba su atención –Para no decir que solo leía las cosas que le
interesaban- en la sección económica -que era de donde se basaba para poner en
práctica nuevas medidas en su Banco-, y la sección deportiva en donde se
enteraba de los triunfos y derrotas de su “glorioso” “Ciclón Bananero”, el
resto simplemente le daba un vistazo rápido, o simplemente lo daba por visto
–siempre decía: “puras malas noticias”-, y de este mal hábito ya tenía sus
consecuencias, solo contaba con quince minutos para llegar a la reunión de su
vida, en una distancia que se puede llevar de veinticinco a media hora,
-dependiendo del tráfico-, para poder recorrerla. Sin embargo en pleno
desespero en donde no sabía ya ni qué hacer,
se paró un auto en frente de él. Era una de sus “conejitas” más
amañadoras, que entre una y otra promesa, le hizo el gran favor de llevarlo al
ya inalcanzable sitio de la reunión. Sin embargo, como “La esperanza es lo
último que se pierde”, logró llegar a la reunión a pesar de un retardo de
quince minutos. Al llegar al lugar, pagó su respectivo Impuesto de transporte
(un beso), y el pago legal de la carrera (una cita para salir el viernes con
dicha ‘conejita’), que dejaron a la improvisada taxista más que satisfecha –y
es que con una belleza de ese calibre, se podría ir hasta el fin del mundo. Sin
embargo con estas mujeres, antes de llegar al fin del mundo ya estarás
divorciado, emproblemado, nuevamente sólo y bien confundido-. Salió del carro
como un cohete, subió las escaleras como una centella y cuando le preguntó a la
secretaria desesperadamente si aún estaban ahí los miembros de la junta y los
supervisores en la sala de audiencia, la secretaria le respondió, que los miembros
de la junta se encontraban esperando desde hace rato, pero los supervisores
llamaron a comunicar su retraso porque los había cogido un trancón en plena
autopista, pero dijeron que ya venían en camino. Una gran noticia en medio de
una gran confusión, le devolvía a Marco su estabilidad emocional. Solo suspiró
en señal de alivio y dio la vuelta, y vio al comité de supervisión que se
encontraba cruzando la puerta de la recepción del piso de juntas. Cuando lo
vieron lo saludaron muy cordialmente, y al mismo tiempo se disculpaban por el
retrazo. Los miembros de la junta directiva, estaban comiéndose las uñas, no
tanto por el retrazo de los del comité, sino por la ausencia de Marco, no veían
el momento de que cruzara la puerta para estrangularlo a punta de regaños.
Cuando Marco se asomó a la puerta, el presidente de la junta lleno de cólera
estuvo a punto de soltar un grito, pero cuando estaba listo para articular el
sonido, tuvo que frenar el “maremoto” que iba a expulsar por su boca, al ver
que uno de los miembros del comité supervisor cruzaba la puerta después de
Marco, de manera, que además de aguantar sus ímpetus, le tocó fingir una
estúpida sonrisa que le dio a más de uno de los presentes la impresión como si
se le hubiese “mojado la canoa” o estuviese seriamente en cambiar su
inclinaciones sexuales.
Al
dar comienzo la reunión después de una interminable sesión de saludos, y uno
que otro comentario sobre la “sospechosa” sonrisa del presidente de la junta, los miembros del comité de
supervisión tomaron la palabra y dieron a conocer las causas por las cuales
estaban allí reunidos. Los motivos eran muy simples, querían saber cómo y quién
había planeado el funcionamiento del Banco bajo esas circunstancias. Al
principio todos tuvieron algo de temor al pensar que los miembros del comité
habían encontrado algo malo en el funcionamiento del Banco, y por eso nadie se
animó a salir al “ruedo”. Luego vino una pequeña aclaración por parte del
comité, en donde resaltaban la labor cumplida y la gran sorpresa que se llevaron
al evaluar el funcionamiento del Banco, y que por eso estaban dispuestos a
recomendar a aquel que haya diseñado el plan de trabajo, a uno de los
principales Bancos de la cadena a la cual representaban.
Y
de esta forma se levantaron tres, dos “fantoches” de la junta directiva, y
Marco. El presidente no dijo nada, dejó que los tres expusieran el trabajo que
se venía realizando en el Banco, y que saliera el mejor, a pesar de saber quién
era el verdadero merecedor del premio.
De
esta forma, subió el primer fantoche a hablar delante del comité, y lo único
que consiguió fue hacer el ridículo, porque no aguantó ni las dos primeras
preguntas del comité con respecto a los resultados de las acciones que estaba
exponiendo. El segundo, pasó con más seguridad y muchas más bases, hasta el
punto de confundir al comité que seguía lanzando preguntas para ver si en
verdad era él, el precursor del trabajo
que se venía efectuando. El comité quedó con muchas dudas al respecto, sin
embargo no parecían convencidos, y decidieron darle la oportunidad de exponer
sus ideas a Marco, quien no vaciló en ninguna pregunta, y sus respuestas eran
perfectas y certeras, como para no dejar duda alguna acerca de quién había
realizado el trabajo. Los miembros del comité quedaron satisfechos. Con solo
cinco preguntas profundas y difíciles habían dado con el verdadero responsable
del buen funcionamiento de la entidad.
Después
de esto, a la salida de la reunión los miembros del comité invitaron a Marco a
cenar con él esa misma noche, en plan de negocios. Marco asistió esta vez sin
ningún inconveniente a la cena, y se volvió a entrevistar con los miembros del
comité, que siguieron con el interrogatorio, como tratando de medir las
capacidades de Marco. Pero por más que preguntaban, siempre encontraban a una
muralla que repelía toda clase de ataques, de una u otra manera pero siempre le
encontraba solución al problema que ellos le planteaban.
De
esta forma concluyó la cena, al día siguiente los miembros del comité partieron
hacia España para rendir su informe. Por otra parte, Marco quedó más que
satisfecho, y con la tranquilidad de haber dado lo mejor de sí, para que se le
dieran las cosas de manera favorable.
Y
fue así, como en un mes le llegó una carta, a su correspondencia en donde uno
de los miembros de la red Bancaria, le ofrecía trabajo en Argentina, en uno de
sus Bancos. Una bonita posibilidad para Marco, para conocer y culturizarse, sin
embargo él lo tomó más como un reto profesional. En la tarde de ese mismo día
recibió una llamada del presidente del Banco de Argentina, quien lo llamaba
para agilizar la negociación de su posible contratación. En estas
circunstancias tan rápidas, Marco no sabía que decir, sin embargo puso sus
condiciones y pidió plazo hasta el día siguiente para decidir y definir así su
contratación.
Al
colgar el teléfono, su mente se vio en blanco, tratando de buscar respuestas y
pensar mejor la situación, pero la emoción no lo dejaba pensar con claridad.
Fue entonces cuando decidió llamar a su principal apoyo en la vida, su Madre,
que aunque se encontrara bien lejos de él, estaba bien presente con sus
enseñanzas en la mente de Marco. De esta manera Marco, marcó el numero
telefónico de su casa en La Samaria, para buscar el único concepto válido para
él, en ese momento, una opinión sin intereses, sin complejos, sincera y que al
mismo tiempo sabía y argumentada muy bien, pero sobre todo siempre buscaba el
bien de él, una opinión o un apoyo que solo una madre podía dar.
Al
comenzar la conversación sólo se tocaron temas como el de la salud, el de la
nostalgia y sobre todo el del amor. Marco dejó para lo último la noticia que le
tenía que confiar a su madre. Cuando terminó por plantearle la situación a
Cristina (su madre), ella le dio a conocer a su hijo sus dos puntos de vista
como madre. El primero que tenía que ver con la distancia y el tiempo, en donde
le planteaba su inconformidad al ver muy difíciles las posibilidades de
volverlo a ver, en caso de irse para la Argentina, en este punto de vista
también le planteaba la dificultad a su hijo de estar más solo, de volver a
empezar, de volver a ganarse amistades, y de acomodarse a otra cultura. Y en el
segundo punto de vista, le brindo su apoyo, manifestándole su deseo y el
orgullo que sentía al ver que él se estuviera superando. Y al terminar le dio
la clave que estaba buscando, Cristina le dijo a su hijo Marco, que no se
preocupara tanto por pensar en los demás, que simplemente decidiera por lo que
él creyese que fuera lo mejor, ya que las oportunidades sólo se presentan una
vez en la vida, y por eso no hay motivo para desaprovecharlas, y como dijo la
propia Cristina: -“Si crees que es lo correcto y al mismo tiempo es bueno para
ti, hazlo, y no habrá ningún remordimiento de conciencia que te atormente por
el resto de tu vida. Simplemente piénsalo bien, que tu decisión es como una ley
que sólo a ti te va afectar.”
Después
del dialogo con su madre Marco comenzó a pensar en medio de una turbulencia de
pensamientos. De esta forma también comenzó a crear nuevamente un mundo ideal,
un mapa de probabilidades y un cronograma de situaciones, tratando de evaluar
su caso metódicamente. Sin embargo, no le era posible encontrar una razón
empírica, porque no tenía muchos datos para realizar algo más concreto –que era
lo que últimamente estaba realizando para planear su realidad-, de tal forma
que volvió a implementar el método fantasioso –por decirlo así- que utilizaba
cuando era niño, y que utilizó también en su juventud. De tal forma que se
inventó una serie de posibilidades, y circunstancias, en donde él era el centro
del “borbollón”, o en mejores términos él mismo se ponía en el ojo del
“huracán” para evaluar así, de mejor forma la importante decisión que iba a
tomar. De esta manera se la pasó en vela toda la noche, oyendo música y jugando
con su mente, llegó a conciliar el sueño a las dos de la mañana, cuando sin
querer se quedó dormido en el sofá de la sala de su apartamento.
Riiiiiin.....
riiiiin....... riiiiiin. Estaba sonando un aparato que en ese entonces le cortó
el pensamiento pasivo del Marco “soñador”. Abrió los ojos, percibió el singular
sonido y al identificarlo se exaltó por completo. Saltó del sofá y buscó
afanosamente al ruidoso aparato que lo había despertado de un sueño puramente
instructivo. Antes de responder al aparato, miró el reloj, y soltó con muchas
ganas un “madrazo” de consuelo. Eran las ocho y media de la mañana y él
ya debería estar trabajando, en ese día viernes soleado y trascendental en toda
su vida. Al contestar al teléfono, se encontró con el sonido de una voz muy
formal y amigable, de acento castellano, que al principio lo sorprendió del
todo, porque esperaba el cotidiano maremoto de los regaños del presidente de la
junta directiva del Banco –que muchas veces eran sin razón, como para no perder
la costumbre- o la alarma desesperante al estilo despertador que emitía su
secretaría cada vez que lo llamaba a su casa para comunicarle alguna situación concerniente a
su trabajo. La voz buscó un diálogo de manera formal, a veces llevado a los extremos,
sin embargo era bastante breve para decir las cosas, siempre iba al grano.
La
singular voz estaba llamando desde Argentina, era de parte del Banco que estaba interesado en los servicios
de Marco. La llamada era para concretar
los datos para la contratación de Marco, al mismo tiempo que le informaban que
el Banco había accedido a las exigencias básicas y más razonables que él había
hecho. Todo estaba ya dado, sólo hacía falta la respuesta de Marco, un sí o un
no, para que le enviaran los pasajes correspondientes, y pudiera firmar el contrato,
y así comenzar a trabajar en “La Argentina” lo más pronto posible. Pero
contrario a todo pronóstico, Marco no tuvo ningún problema en decidir,
solamente dijo “acepto” en el momento que le tocaba hacerlo sin ninguna
vacilación, algo que no era común en él, ya que siempre pensaba bien las cosas
antes de decidirse, así ya lo hubiese pensado anteriormente. El siempre decía
que “En un minuto, se puede acabar el mundo entero y en poco segundos se puede
extinguir una vida”, de manera que siempre tenía por costumbre meditar y
premeditar bien las cosas antes de acceder a ellas. Era un principio lógico que
aprendió de su hogar desde pequeño, en donde de tanto observar había captado de
su padre lo meticuloso y preciso que había que ser antes de llegar a un diagnóstico. Pero al
mismo tiempo y de la misma forma, había visto también los errores que cometía
–no con sus pacientes, sino en la vida personal- cuando se salía de esos
márgenes metódicos y caía en la intuición. Por otro lado también había
aprendido a no pensar tanto las cosas, porque eso quita precisión y seguridad a
la hora de tomar una decisión urgente, y este principio lo tomó de su madre,
que actuaba cien por ciento por intuición, y alcanzaba una precisión de un
noventa porciento de todos los objetivos que se proponía alcanzar, sin embargo,
la velocidad con que hacía las cosas, le significaba el no conseguir a la
perfección lo que en realidad quería y muchas veces le surgían pequeños
problemas que no estaban en el inventario, pero que siempre solucionaba con su
optimismo intuitivo, algo que no podía hacer Joaquín con su pesimismo metódico,
que lo terminaba hundiendo en la desesperación y en el realismo subjetivo.
Estos
dos aspectos son los que influyeron en Marco al tomar una determinación
importante, por ello cada vez que tiene que decidir, recuerda y trata de poner
en práctica las dos formas de actuar que vio desde que estaba pequeño.
De
esta forma la conversación telefónica siguió transcurriendo con absoluta
brevedad y consistencia, solo se limitaba a formular preguntas, -que más que
curiosidades eran exigencias de lado y lado-, y cuyas respuestas completas eran
un sí o un no. Las cosas estaban dándose tal y como Marco quería, de tal forma
que no se le ocurría alguna objeción. Sin embargo volvió a hacer énfasis en su
principal petición, que era la autonomía laboral, y esto era lo que en realidad
quería Marco, que por cambiar su ambiente, sus actuales comodidades y su
relativa cercanía a sus padres, le diesen libertad de desarrollar ampliamente
sus ideas, sin que ningún necio, ignorante o prepotente tuviese la capacidad de
restringirlo.
* * * *
En
un mes ya estaba todo listo para que partiera para “La Argentina”, se despidió
de sus compañeros de trabajo, quienes le brindaron una cordial despedida. Luego
le llegó el turno a sus familiares, su madre, su padre y su hermana Isabel,
viajaron a la Capital con el único propósito de despedirlo y desearle suerte en
su viaje. Todo eso ocurrió en un lapso de cinco días, Marco se reunió con su
familia en la Capital y no se separó de ella, hasta que le tocó embarcarse en
el avión. La fiesta de despedida familiar tuvo lugar en la casa del tío
Leonardo, quien recibió a su hermana Cristina y a toda su familia mientras
estuvieron en la Capital. Marco que seguía viviendo en su apartamento de
soltero arrendado, que solo tenía un cuarto, una pequeña sala y un remiendo de
cocina, todo con un toque moderno y ejecutivo. Por la estrechez del apartamento
de Marco sus padres no pudieron instalarse en él, porque simplemente no había
el espacio para que pudieran convivir. Además el apartamento de Marco estaba
ubicado a unas cuadras de donde se encontraba la casa de su tío Leonardo.
El
reencuentro de Marco con su familia fue algo muy emotivo y lleno de
sentimientos, ya hacía año y medio desde la última vez en que Marco estuvo
junto a su madre, cuando esta decidió visitarlo en la Capital. La dura
situación económica por la que atravesaba Joaquín en La Samaria y la fuerte
jornada laboral que tenía Marco en la Capital se convertían en un “Muro de
Berlín” que los había aislado carnalmente a los unos de los otros. Además los
giros de dinero que le hacía Marco a su familia en La Samaria, solo ayudaban en
parte a aliviar los gastos que tenía que afrontar Joaquín en el mantenimiento
de su familia, ya que en el consultorio ya no le iba tan bien como antes, ya
había mucha competencia y muchos otros doctores lo superaban en implementos y
actualización. De tal forma, que Joaquín solo conservaba a sus pacientes más
tradicionales. Mientras que por otro lado Cristina trabajaba en otro negocio
para aliviar en gran parte los gastos de la familia. La situación era
desesperante, se podría decir que la familia Calderón trabajaba para los
Bancos, a los cuales les estaban debiendo el dinero que pagaron al comprar su
casa.
Y
esta fue otras de las circunstancias que influyeron en la determinación de
Marco de irse del país, para poder mejorar su nivel de vida, mejorar sus
ingresos y de esta forma ayudar de mejor manera a su familia. Porque como
estaba la situación en su país, él no veía el suficiente progreso y desarrollo
con el cual pudiese llenar sus aspiraciones o perspectivas. Además Marco
necesitaba de un medio que no le impidiera sobresalir, o que le impidiera
avanzar después de un determinado límite, porque en las sociedades con alta
burocracia reinante, existe un límite de aprovechamiento del ser humano, porque
en estas sociedades pueden existir muchos genios, pero no se ven los campos en
los cuales se puedan desarrollar, y esto crea una desilusión en el genio y un
estancamiento en la sociedad, al no haber un nivel más elevado en el cual poder
desempeñarse. Esto era una conclusión a la que llegó Marco al verse cohibido de
sus superiores, al ver que después de su cargo no había otro cargo más que
llenara de mejor forma sus expectativas, porque después de él solo le quedaba
el camino de ser inversionista, que para Marco no se constituía ya en un reto
profesional. Al mismo tiempo Marco pensó que si ya estaba en uno de los cargos
superiores, en donde podía tener estabilidad laboral, y un buen sueldo para
pensar en casarse y organizarse, este mismo sueldo no era suficiente para
ayudar a su familia y sacarla definitivamente de la situación en que se
encontraba. Así que decidió irse para “La Argentina”.
LA SAMARIA, OTRA HISTORIA MACONDIANA.
CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO III
CAPITULO IV
CAPITULO V
CAPITULO VI
CAPITULO VII
[1] Gaitán, Galán y
Garzón