martes, 14 de julio de 2020

UNA HISTORIA DE AMOR DESDE LA NIÑEZ


Por: Jorge Arturo Abello Gual.

Joaquín se enamoró de una mujer hermosa proveniente de San Rafael un pueblo vecino de la Samaria, característico por sus bonitas mujeres. Joaquín en plena pubertad fue víctima del primer día de clases en donde ella entró en su curso como alumna nueva. La sola presencia de esta joven le provocó a  Joaquín las primeras sensaciones de amor, que jamás había experimentado por alguna muchacha. Nunca nadie le había interesado, siempre tuvo amigas, que no le causaban atracción alguna, a excepción de una novia que tuvo al cumplir los 15 años y que aún mantenían una especie de relación donde ella quería pero él no estaba seguro, pero esta muchacha muy bonita por cierto, no lo había puesto a sudar frío, ni le había hecho palpitar el corazón tan rápido, ni mucho menos le había enredado la lengua al hablar como lo había hecho la nueva alumna de la clase. Por primera vez tuvo un reto ya que durante tres años él había sido uno  de los niños bonitos de todo el colegio junto a su primo Manuel. Este sí que era un verdadero reto, ya que esa niña tan hermosa no le ponía atención ni en lo más mínimo, no hallaba manera de hacer que ella le pusiera atención, había probado miles de artimañas y todavía no conseguía ni siquiera una sola mirada, y es más, lo único que logró conseguir fue una buena cachetada, cuando se atrevió a escribirle en un papel, una carta de amor que podría llamarse un digno ejemplo de cursilería. La verdad es que Joaquín donde ponía el ojo la embarraba, y en vez de conquistarla le seguía demostrando que era todo un idiota, y poco a poco destruía sus posibilidades  en cada intento por conquistarla.
Durante mucho tiempo Joaquín no quiso contarle lo que le pasaba con esa muchacha a su padre, hasta que se vio perdido y su padre lo encontró pensativo en su alcoba. Al encontrarlo así Don Rodrigo le preguntó preocupado -¿Qué te pasa Joaquín? Cuando Don Rodrigo escuchó la razón, se preocupó muchísimo, porque pensó en como podría él, que había fracasado en tres relaciones serias en menos de un año, darle un consejo a su hijo en un problema en el que se consideraba todo un desastre. La cara de su hijo esperaba una respuesta, pero Don Rodrigo siguió pensando que le diría, al fin se le ocurrió la única táctica que le había funcionado en toda su vida y que fue la que bastó para casarse por única y ultima vez. Le dijo que a veces las tácticas del orgulloso, del importante y el arrogante, no dan resultados con cierto tipo de mujeres que más que bonitas son inteligentes, y que para esa clase de mujeres lo único que funciona es pedir disculpas y sobre todo ser tu mismo.
Al día siguiente Joaquín decidió poner en práctica el consejo de su padre, pero ya era demasiado tarde, su propio primo Manuel le había tomado la delantera y había conquistado en una tarde a la mujer que en una semana le dio tanto que hacer a Joaquín. Pero Joaquín supo resignarse, y respetó la relación que había surgido entre la mujer que lo volvía loco y su primo. Pero esta situación no le perjudicó en lo absoluto -ya que no hay mal que por bien no venga-, porque de esta forma y como novia de su primo tuvo oportunidad de tratarla y conocerla sin ningún compromiso, y de esta forma se ganó su confianza y la admiración que no pudo conseguir de ella mientras se lo propuso. De esta forma comprendió que definitivamente su padre tenía razón con la idea de ser él mismo, ya había conseguido lo que no pudo hacer fanfarroneando, ni haciéndose el importante. Al pasar el tiempo la relación entre esta muchacha y su primo iba decayendo, y se iba acercando la posibilidad de que él pudiese por fin mirarla con otros ojos. Cada día su primo y ella andaban menos juntos, y peleaban más, hasta que llegó el día en que la relación se acabó, después de seis meses ya Joaquín había esperado mucho, y soportado mucho,  porque ver la mujer que él quería en brazos y en labios de su primo, no debió ser nada fácil. Así, después de terminada la relación, siguió viéndola en “Son” de amistad, y luego de un tiempo prudente para quedar bien con su primo se dispuso a cortejarla. Las cosas iban bastante bien, ella aceptaba toda sus invitaciones, y todos sus cumplidos, solo faltaba la famosa pregunta: “¿Qu..qu..ie..res ser mi n..no..no..via?.”

Cierto día Joaquín se dispuso a realizar esa famosa pregunta. Y sentados los dos en una banca del parque Central, a las 8 de la noche, él se dispuso a preguntárselo. El gran problema era comenzar, pero contra todo pronóstico no se le enredó la lengua y las palabras salieron de su boca con absoluta fluidez, pero pasó algo inesperado, (cuando no es una cosa es otra) al oír esa “chica” tan linda (cuyo nombre era Cristina) la pregunta de Joaquín, lo primero que hizo fue darle un beso en la boca. Bueno eso parecía ser un sí, pero el problema se presentó cuando se agarró a llorar inconsolablemente de un momento a otro, después del fugaz evento. Joaquín confundido le pregunto ¿Qué era lo que le pasaba?, y ella le respondió, que había estado esperando esa pregunta desde hace mucho tiempo, antes de ser novia de su primo, -“Pero  solamente estaba esperando a que me demostraras quién eras en realidad” -dijo ella-, pero ahí no paraba la cosa, ya venía la peor parte para Joaquín. Ella le dijo que lamentablemente a su padre lo habían trasladado de ciudad y que dentro de un mes tendrían que mudarse a otra ciudad llamada Micaután. Joaquín quedó impávido, y se quedo pensando un buen instante como si se le hubiese detenido el tiempo, tuvo tiempo de admirar las luces amarillas del parque y las calles iluminadas por sus destellos amarillentos. Quedó mucho tiempo enmudecido, solo pronunció algunas palabras después de que le quedó la mente en blanco durante un buen lapso de tiempo (casi cinco minutos) en donde Cristina, esperaba una reacción. Después de ese rato concentró su mirada impávida en los ojos de su pareja, y soportando un ciclón (una brisa huracanada y seca característica de la ciudad que arrastra consigo una nube de polvo y provocaba un gran espectáculo de miradas por debajo de las faldas), le tomó la mano y  le dijo: -“No me importa el tiempo que pueda pasar contigo, porque cada vez que estoy cerca de ti se me vuelve una eternidad en la cual disfruto cada uno de los minutos que pasan indiferentes, y que con un mes bastará y sobrará para que mi amor pudiese quedar saciado”. Cristina no contuvo su llanto, y sentados los dos en la banca del Parque Central, gastaron las primeras horas de su interminable tiempo de novios, que solo contaba con un mes, pero que para ellos duró todo un año.


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Al día siguiente, los dos ya más “conscientes” y bien preparados para el fatídico momento pasaron un gran susto, porque  Joaquín tuvo un contratiempo al tratar de conseguir las flores que le entregaría junto con una carta que le había escrito a la mujer de su vida. Llegó a la estación del tren casi que a tiempo para ver a Cristina embarcarse, sus padres la llamaban para abordar pero ella siguió esperando y en ese momento la detuvo Joaquín, le dio las flores, la carta y un gran beso de amor y de despedida. Arrancó el tren y puso distancia entre dos personas que se amaban.


Joaquín duró toda la tarde sentado en el parque Central en el cual le había declarado su amor un mes antes a Cristina, Don Rodrigo que venía de hacer una diligencia cerca encontró la inconfundible figura de su hijo sentado en una banca del parque. Se extrañó tanto, que se acercó y le preguntó que ocurría, y Joaquín con la mirada extraviada le contesto: “Nada es estático, todo fluye, y no nos podemos bañar dos veces en el mismo río”, un mes tan largo como este no podía volver a existir.

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Mientras su padre hacia prosperar el negocio, Joaquín luchaba en la universidad por estudiar fuerte y aguantar todas las primiparadas que le preparaban sus compañeros. Y en una de esas cosas  de  la vida, mientras iba ocupado en sus trabajos universitarios, pasaba por un parque, leyendo un libro mientras caminaba, cuando sin querer tropezó con cierta persona, que no reconoció sino al detallarla bien, después de la confusión del encuentro. Era nada más y nada menos que Cristina. Ella quedo impávida al verlo, y él saltaba de alegría cuando la reconoció. Pero otra vez la desventura en el amor de los Calderón se interpondría. Después de ese choque accidentado, y después de la alegría del reencuentro, se acercó un joven por detrás de Cristina preguntándole, que quien era ese tipo (Joaquín), y ella no le dio chance a Joaquín de pronunciar  palabra alguna, cuando le dijo a su compañero, que se trataba de un viejo amigo, mientras que a Joaquín le dijo que aquel joven era su novio. El semblante de Joaquín cambió casi que instantáneamente, y en ese momento sintió que el pecho se le abría, y cada músculo de su cuerpo se relajaba sin querer, por la decepción. Joaquín le pidió disculpas, saludó al joven, le preguntó a Cristina que cómo le iba en su vida, a lo cual ella contestó que estaba estudiando en la universidad Tecnológica, a lo que él dio también cuenta de qué estaba estudiando, dando el respectivo nombre de su universidad, y luego de esto se marchó sin despedirse de ella. Ese encuentro que él esperaba que le iba a causar algún daño emocional, no tuvo su efecto, ya que lo asimiló de tal manera que no tuvo ningún inconveniente de estudiar para su primer parcial en la universidad. Su vida transcurrió tranquila y normalmente, tanto que se sacó un cuatro con cinco en ese primer parcial. Algo que no pasó con Cristina, a la cual le impactó mucho el reencuentro, y sufría de remordimiento con el dolor que le había ocasionado a su viejo amor.


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Durante los primeros tres meses que estuvo Joaquín trabajando con el doctor Embargas, adquirió mucha experiencia no solo como odontólogo, sino en el campo del amor, ya que él no fue indiferente  a aprender las tácticas del doctor, y además de esto, tenía que soportar el mal humor con el que amanecía la secretaria -que entre otras cosas se llamaba Rosita-, a causa de los celos. Además le tocó vivir el matrimonio del doctor Embargas después de los cinco meses de estar trabajando con él. Se casó con una rubia hermosa, el único problema que se le notaba, era un extraño abultamiento en la barriga –decía la secretaria, que tenía tres meses ya-. Rosita lloró tanto ese matrimonio, que Joaquín no sabía de donde le salía el agua para tantas lágrimas. La exótica enfermera  solo se lamentaba de no haber utilizado la misma técnica que uso la mujer que se casó con el doctor. Pero la verdad es que no solo Rosita lloró el matrimonio del doctor, ya que antes del matrimonio fueron muchas mujeres al consultorio, preguntando y cerciorándose de la boda del doctor. Joaquín sentía gran admiración por el doctor Embargas, de su talento para conquistar y seducir a las mujeres, al mismo tiempo que criticaba su actitud desvergonzada e irresponsable.

Después de la boda mientras que el doctor “disfrutaba” su luna de miel con su esposa (embarazada), Joaquín se convirtió en el rey del consultorio, mujeres por aquí y por allá, Joaquín casi que no podía soportar tanto acoso, hasta Rosita –que entre nos, era toda una reina- comenzaba a insinuársele.

En este ambiente, Joaquín buscaba la forma de ajustarse y al mismo tiempo sacar provecho de dicha situación. Todo esto ocurría con gran eventualidad,  hasta que un día, Joaquín recibió una visita inesperada, Rosita le avisó que una señorita de nombre Cristina, estaba a la espera. El no le prestó mucha atención al principio al dichoso nombre, pero luego se puso a pensar en la probabilidad de que esa señorita llamada Cristina, fuera la misma mujer con la que vivió un mes eterno. Estaba pensando en eso, pero descartó de inmediato esa posibilidad al considerarla como una anhelada y remota coincidencia, de tal forma, que cuando la vio entrar en su consultorio, volvió a quedarse impávido como en aquella primera vez que la vio en el colegio. Ella se vio tan afectada como él, ambos fingieron indiferencia y comenzaron a tratarse como dos extraños, duraron sumergidos en una conversación tan absurda, y de la cual ninguno de los dos quería salir, en donde Joaquín trataba de hacerle un diagnóstico bastante superficial, preguntándole sobre que se sentía, desde cuando lo sentía, y que quería hacerse. Pero cuando Joaquín comenzó a examinarla su fuerza se desvaneció y tuvo que darle la espalda, apoyándose en el escritorio. Sentía como si hubiese sido arrollado por un bus, nada de su cuerpo le respondía, tenía un nudo que le comprimía  la garganta. Duró un rato sin moverse, tratando de disimular, hasta que la escuchó llorar. El le volvió a dar el frente extrañado y comprobó su llanto y le dijo: “¿Que le pasa señorita?”.

Ella le respondió: -“Nada doctor. Es que me hizo recordar a un viejo amigo que he estado buscando”.

El le respondió, aparentando fortaleza: -“Pues ya lo encontraste, y ahora dime ¿Para que soy bueno?”.

Ella siguió llorando. Paso un buen rato para que se incorporara y se tranquilizara. Luego Joaquín dijo: -“Supongo que ya te casaste”.

Ella contestó: -“Pues supones bien mal. Estoy viviendo con mis padres todavía. Me enteré por una amiga de que estabas trabajando aquí, y que suplías y ayudabas al doctor Embargas. Quise verte y aquí estoy”.

Joaquín se sobresalto y dijo: -“¿Para qué quieres verme? Para lastimarme. Cada vez que te he visto en esta ciudad, te he visto con un acompañante distinto, y duro horas para recuperarme. Porque han pasado tantos años, pero ese mes eterno y feliz que pasamos juntos, no se ha borrado para nada y sigue haciéndome daño cada vez que trato de entablar una relación con alguna mujer”.

Ella continuó llorando por un buen rato.

Joaquín más calmado le dijo: -“Lo siento... Lo siento mucho. Pero es que aún no he podido olvidarte. Y me duele que tu, si hayas podido hacerlo conmigo”.

-Entre lágrimas Cristina le dijo: “Eso no es cierto. El único hombre que ha habido en mi vida eres tú. Sí, he tenido muchos novios, pero todos, ¡Escúchame bien! Todos han cumplido la función de calmar la soledad que me produce tu ausencia. Y durante tantos años estuve muy afligida, y después cuando llegué a la Capital, y decido por primera vez aceptar a otro hombre, al ver que jamás te volvería a ver, me encuentro nuevamente contigo. Cuando te tropezaste conmigo en ese parque, lo primero que quise fue abrazarte, besarte, y tratar de empezar nuevamente lo que un día dejamos sin terminar. Pero era inútil ya tenía otro compromiso, y no podía ni siquiera expresarte un poquito de amor, porque te hubieras metido en graves problemas con mi novio.”

Joaquín con estas palabras volvió a derrumbarse en el escritorio, y luego dijo en voz baja, con cansancio y  dolor.

-“Hubiese preferido tener un problema con cualquiera. Hubiese preferido que me destrozasen el rostro. Que a resignarme a perder tu amor. Con ese coraje que me ocasionaste hubiese destruido a mil “Gorilas” juntos, sin embargo me vi obligado a utilizar ese coraje para enterrar mi amor, y seguir la vida de sonámbulo que llevo”.


Después de ese tan afortunado evento, se reinició esa relación que comenzó en el Parque Central de La Samaria, que tuvo como duración el mes más largo de toda la historia, y que luego tuvo una interrupción de ocho años y medio, para que luego de dos meses más, de noviazgo, se parasen los dos, frente a un altar, y uniesen sus vidas para toda la eternidad.

LA PEDIDA DE MANO

La reunión siguió desarrollándose normalmente, Don Francisco sostenía una conversación con Don Rodrigo acerca de la situación de La Samaria, contaban anécdotas que habían vivido los dos en esa ciudad. Don Rodrigo le preguntó a Don Francisco que si pensaba seguir viviendo en la Capital por el resto de su vida. Don Francisco le respondió que la verdad es que no sabía, que estaba a su concepto y a su antojo su estadía en la Capital o un posible traslado a otra ciudad, ya que había alcanzado la jubilación y que por esto no le importaba  más, que la búsqueda de su tranquilidad. Mientras tanto, Doña Sofía conversaba con Cristina y Joaquín, sobre cosas del matrimonio, solo estaban esperando la llegada del hermano mayor de Cristina, Leonardo que era Abogado, y que había confirmado su asistencia esa noche. Leonardo siempre había tenido lapsos amistosos con Joaquín e incluso cuando vivían en La Samaria, salía con él a parrandear, cuando su hermana todavía era novia de Manuel. Cuando Joaquín llegó a la Capital, y se encontró por primera vez con Leonardo, se convidaron a salir, para recordar viejos tiempos, salieron dos o tres veces con sus respectivas acompañantes, que Leonardo conseguía y salían de rumba hasta la madrugada. El problema que surgió era que Leonardo se pasaba de copas y le tocaba a Joaquín llevarlo a su casa, por el estado en que se ponía al tomar de más. Entonces cuando lo regresaba hacia su casa, coincidía con la llegada de Cristina con su acompañante que la dejaba en su casa y de ‘ñapa’ le tocaba admirar el ‘Show’ de la despedida con beso y todo incluido, lo cual no le hacía ninguna gracia a Joaquín, así que prefirió evadir los encuentros con Leonardo para evitar toparse con esas escenas que eran malas para su salud.

Cuando llegó Leonardo a la casa, no llegó solo, trajo a una acompañante. Se le hizo la bienvenida, y se dispuso la mesa con un puesto más. Durante la cena no se habló más que para admirar la sazón de Doña Sofía, pero sus hijos y su marido estaban un poquito incrédulos sobre la "autoría" de esa cena, ya que Doña Sofía sobresalía en muchas cosas, pero la verdad es que la cocina no era su fuerte en ese entonces. Y en efecto ella la había mandado a hacer. Luego de haberse consumido el postre, Don Rodrigo -que estaba sentado al lado derecho de su hijo-, le dio un ‘puntapié’ a Joaquín que se encontraba un poco nervioso sobre las palabras que debería pronunciar. Todos los presentes en la mesa y en especial Cristina y Don Rodrigo esperaban su pronunciamiento, pero él daba rodeos y rodeos tratando de recordar el discurso que había preparado horas antes y que en el momento se le había esfumado de su memoria. El primer puntapié de su padre le recordó el final del discurso. Luego de un rato Don Rodrigo ya preocupado soltó otro ‘puntapié’ y un secreto diciéndole: -¿Que esperas? Ya es hora. Joaquín disimuladamente le respondió entre dientes, que estaba pensando, porque todo lo que había practicado durante dos horas enfrente de su padre se le había olvidado, y que no sabía que hacer. Don Rodrigo le soltó otro secreto diciéndole: -“¡Di Algo rápido! Todo el mundo te espera, Habla lo que se te ocurra, lo único que tienes que hacer es pararte, atraer la atención y si no tienes nada más que decir, ve al grano de inmediato.” Todo el mundo comenzaba a mirarlo en son de espera, lo cual lo ponía más nervioso. Fue entonces cuando vio a su padre dando muestras de dolor disimulado, sobándose la canilla. Joaquín se extraño y le preguntó que le pasaba. En efecto había sido Cristina que había disparado otro puntapié dirigido a su prometido, y que por equivocación se lo dio a Don Rodrigo. Los presentes en la mesa seguían esperando, ya sonaban las nueve, y Joaquín todavía con la mente en blanco. Cristina volvió a soltar otro puntapié, pero volvió a darle a Don Rodrigo, que por motivo de espacio en la mesa tenía su pierna bien junta con la de su hijo. Esta vez no pudo disimular tanto el puntazo, que dio inclementemente con su espinilla. Don Rodrigo sin querer, soltó un quejido, -¡Aahí!-. Cristina se dio cuenta de su error y articuló un perdón mudo para Don Rodrigo. Don Rodrigo ya había encontrado el actor material e intelectual del intento de homicidio en contra de su espinilla. La atención de todos los presentes se centró en el nuevo fenómeno, que estaba ocurriendo debajo de la mesa, que ya había dejado una víctima, pero que ninguno de los presentes  tenía la idea precisa  de que era lo que estaba pasando.  Doña Sofía le preguntó a Don Rodrigo, qué le había ocurrido. Y Don Rodrigo emparapetó la cosa, diciendo que se había golpeado con la pata de la mesa. Cristina desesperada y apenada con su suegro, vio debajo de la mesa, apuntó y disparó otro zapatazo que esta vez sí llegó a su destino. El impacto hizo que Joaquín instantáneamente se levantara, lo cual cortó con la espera de los presentes. Estando de pié, Joaquín se quedó en silencio por unos segundos, aturdido por el golpe, y luego, ya metido a la fuerza en esa difícil situación, comenzó a hablar y poco a poco fue recordando ciertas estrofas del discurso que preparó con su padre en su apartamento de soltero, antes de llegar a la casa de su prometida. Luego del discurso y de la petición de mano que hizo Joaquín, vinieron las palabras de aceptación de Don Francisco. Cuando todos se levantaron para hacer el brindis, Don Rodrigo tuvo muchos problemas para levantarse. Pasó de los dos intentos, pero el dolor en la espinilla se lo impedía, no alcanzaba a ponerse rígido cuando se veía nuevamente sentado en la silla. Necesitó de la ayuda de su hijo, para poder ponerse en pie. Listos para el brindis, todos se empinaron la copa de Champaña. Al hacer esto, a Don Rodrigo le falló la pierna y se fue de espaldas, cayendo al suelo después de hacer una parada fugaz en la silla, que lo acompañó cordialmente hasta el suelo. Todos los presentes, bastante extrañados por el episodio, lo ayudaron a incorporarse, Don Francisco comentó, que si a Don Rodrigo le habían hecho daño los traguitos, que anteriormente se habían tomado. Don Rodrigo contestó que No, que él no era tan guarapero. Entonces vino el pronunciamiento de Cristina confesando la verdad de lo que había pasado. La cuestión le añadió mucho humor a la reunión, que después de ocurrido el suceso fue comentado por un buen rato con muchas carcajadas incluidas. Estaban en esas, cuando se realizó el segundo pronunciamiento en la reunión. Leonardo realizó la presentación oficial de su prometida ante sus padres. Lo cual hizo merecimiento a otro brindis, en donde Don Rodrigo recibió esta vez la asistencia de su hijo para evitar otra posible caída. En esa misma reunión se fijó la fecha para la boda, pero el lugar de la misma, estaba todavía muy confuso. Don Rodrigo ofrecía una gran ceremonia si se realizaba en La Samaria, y si No, se realizaría una ceremonia modesta, en la Capital invitando a los más allegados a la pareja. La decisión fue encomendada a la pareja, para que lo pudieran pensar mejor, y se decidió que fuera una ceremonia modesta en la Capital, ya que ninguno de los dos quería una ceremonia enorme, en donde les tocara gastar demasiada energía, en busca de la alegría de mucha gente desconocida.

LA BODA.

La ceremonia en la iglesia seguía desarrollándose normalmente, mientras Don Rodrigo seguía repasando en su mente, páginas de su vida. Llegó el momento en el cual el padre dice: “Ya puede besar a la novia”. Y mientras, Joaquín atacaba los labios de Cristina amorosamente, Leonardo no conseguía deshacerse del velo nupcial de Natalia. Ese fue mucho velo indomable, que no cedía, por más intentos desesperados que hacía Leonardo y hasta la misma Natalia, la razón era que la suegra de Leonardo acomodó dos alfileres y un par de costuras que aseguraban que ni el velo, ni la parte superior del vestido se fueran a salir de su sitio. La gente daba muestras de burla frente al episodio. Y mientras Leonardo luchaba con el velo, su suegra se hallaba satisfecha de su primera acción en contra de su yerno.
Luego llegados al sitio de la ceremonia de bodas, otros accidentes pasaron. El lugar era un gran salón dentro de un centro ejecutivo que se alquiló y se adaptó a las circunstancias por parte de Don Francisco y Doña Sofía. Durante la limpieza del sitio Doña Sofía decidió que se le echara cera al piso para que tuviera realce. Y en el proceso de restriegue cierto sitio, quedó con abundante cera. De esta forma en plena celebración varios fueron víctimas fatales de la trampa del piso resbaloso. Pasaron de diez las víctimas de la fatal trampa, todas caían “patas arriba” en el piso, y luego se incorporaban aprisa, buscando pasar desapercibidos y para pasar el dolor de la caída a otro lugar, donde trataban de aliviar el dolor con sobes o con hielo. La cosa era tan graciosa que los pocos niños que fueron a la reunión se sentaron en frente del piso encerado muy juiciosos, esperando que alguien se cayera para reírse y así pasar el momento que para ellos es tan formal que lo hace demasiado aburrido. Las carcajadas infantiles ponían en descubierto a las víctimas quienes luego de levantarse adoloridos regañaban a los niños como si ellos fueran los culpables de la situación bochornosa.

Pasada las doce, no se les volvió a ver  a ninguna de las dos parejas, así que se dio por terminada la fiesta. Los novios aparecieron después de una semana, tan campantes y sonantes, después de su luna de miel que pasaron en una ciudad vecina considerada como un centro turístico por el ambiente que brindan a los visitantes, por su paisaje típico y su gente acogedora y servicial. Y así después de su regreso (y de tan arduo y agotador trabajo nocturno) procuraron seguir su nueva vida en parejas.

(...)

Apartes de la novela:

LA SAMARIA, OTRA HISTORIA MACONDIANA.

CAPITULO I

CAPITULO II

CAPITULO III

CAPITULO IV

CAPITULO V

CAPITULO VI

CAPITULO VII

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