Por: Jorge Arturo Abello Gual
CAPITULO VII
Cuando Marco llegó a “La Argentina”, se encontró con un sinnúmero de situaciones que estaban por fuera de su vida cotidiana. La primera impresión del lugar en donde estaba, a su llegada fue ese dinamismo que encontró al bajarse del avión y caminar en el aeropuerto. Sus ojos negros de mirada profunda parecían extrañados de observar algo nuevo. Iba caminando con su equipaje en los amplios pasadizos del aeropuerto mientras que miraba la diversidad de personas que habían a su alrededor, y el gran conflicto que sentía era que nadie se parecía a él, en lo más mínimo -no había ningún colombiano-. No encontraba una cara conocida, estaba perplejo, simplemente circulando y admirando todo su alrededor. Sentía ganas de hablar con alguien. Alguien a quién contar lo que le había pasado en su viaje, enterarse de algo o saber noticias de alguien, pero no encontraba a nadie con quien hablar de tú a tu, alguien con el cual se pudiera “tutear”. Había pasado horas silencioso en el avión, porque no pudo hablar con nadie más, que con la azafata, y eso para pedirle algo. Su compañero de asiento era un italiano, que tenía cara de pocos amigos y cuya mirada era sencillamente insoportable para Marco. Solo tenía un pensamiento que le revoloteaba en la cabeza y que al mismo tiempo lo consolaba, y que era: “Por ahora, lo mejor es aguantarse. Con alguien, voy a tener que hablar cuando llegue.” Y así pasó todo el viaje, callado e inmóvil, sometido por el áspero semblante de ese italiano que lo más probable es que por ser colombiano ya lo haya tildado de peligroso o de narcotraficante, y esto se le veía a simple vista porque miraba a Marco hasta con la “colita de ojo” para no perderlo de vista, y estaba muy atento a cualquier clase de movimiento que Marco hiciera. Tanto así, que hubo un momento en que Marco se durmió por un rato, y cuando despertó encontró al italiano rendido en su asiento. Al tratar de reincorporarse del sueño, Marco sintió la necesidad de ir al baño, por lo cual, trató de levantarse con todo el cuidado del caso para no incomodar a su ‘compañero’. De esta manera todo iba bien, ya se había quitado el cinturón de seguridad y se había levantado del asiento, hasta había pasado una pierna por encima de la humanidad del italiano, pero cuando trató de hacer lo mismo con la otra pierna, tropezó sin querer la rodilla del soñoliento italiano quien se despertó sobresaltado y temeroso, hasta tal punto que emitió un fuerte grito de espanto -“¡Ay Mama mía!”-, que despertó a gran parte de la tripulación que estaba durmiendo. La azafata acudió al grito preguntando que había pasado, Marco simplemente quedó perplejo e inmóvil, mientras que el italiano lo quedaba viendo fijamente y con una actitud defensiva. Luego la azafata le preguntó al italiano qué le pasaba, a lo cual contestó que nada. Marco respiró profundo, y pasó el susto enmudecido, simplemente se dirigió al baño donde le ocurrieron ciertas cosas curiosas. Cuando iba en la mitad de la ‘orinada’, el avión entro en turbulencia, lo cual descontroló a Marco, causándole miedo, así que se agarró de las paredes dejando el “mandado” ‘suelto de madrina’. En su mente solo pasaba la idea que algo malo iba ocurrir, todo se podía acabar en cualquier momento y él metido en un baño. De pronto, regresó la calma, el avión dejó de moverse, Marco volvió en sí. En ese momento exhaló un suspiro profundo, pero cuando cayó en cuenta de su realidad, estaba sumergido en un “charco de orín”. Bajo esta situación tan bochornosa, Marco buscaba una salida digna en medio de tan comprometedora situación, de tal manera que hizo lo que pudo por el baño secando lo que podía con papel higiénico y echando agüita aquí y allá, pero por sus pantalones no podía hacer mucho. Se los quitó y los puso a secar desesperadamente en el secador de manos. La burla era inevitable, la mancha húmeda corría desde la corredera o cremallera, hasta las rodillas del pantalón, que “pa’ más piedra”, era blanco, de tal forma que no se podía disimular del todo el difícil suceso, porque la “manchita amarilla” era bastante persistente, y ni que decir del ‘olorcito’. De esta forma, Marco optó por salir y afrontar la situación, para después volver a entrar y cambiarse el pantalón. Cuando iba saliendo se encontró con una mamá que estaba regañando a su hijo por haberse orinado durante la sacudida -del mismo miedo-. En esto la madre le decía al pequeño: -“¡Solo a ti te pasa esto! Eres el único que se te da por orinarte en un avión.” Y mientras iba diciendo esto pasaba Marco por allí y el niño –inocente criatura- le manifestó a su madre: -“¡Mira mamá!, Que no soy yo solo”. Marco tuvo que soportar todas esas miradas de asco, que se centraban en él, y en medio de esta situación surgió una de esas preguntas estúpidas, en donde la azafata se le acercó y le preguntó qué le había pasado. Marco hizo un gesto de ironía, como tratando de bruta o anormal a la azafata y después le respondió: -“Pasó, que me he meado los pantalones. Y qué, ¿Alguien tiene algún problema con eso?”. Entonces todos trataron de no mirarlo más y de disimular su burla. Por otra parte Marco volvió al baño y se cambió de pantalones. Cuando volvió a su puesto, el italiano le hacía la vida imposible a pesar que no pronunciaba una sola palabra, simplemente dejaba escapar ciertas carcajadas oprimidas y mal disimuladas.
Al
llegar a su destino todos se bajaron del avión, entraron en la sala de
trasbordo, donde a muchos los recibían sus familiares, y la alegría
resplandecía entre sus rostros. En ese momento Marco sintió nostalgia de su
familia, porque había salido de su tierra triste, y había llegado a su destino
igualmente triste, pero a eso se le unió la decepción de no haber entablado
relaciones con ninguna persona del avión, para que por lo menos pudiese tener
un conocido en esa tierra ajena. Pero todos sus planes fueron derribados por el
incidente en el baño, que le impidió acercársele a alguien. En unos minutos ya
no quedaba ninguno de sus compañeros de avión, ninguna cara conocida y ningún
compatriota suyo, todos se habían ido con un destino fijo. Mientras tanto él
simplemente divagaba tratando de absorber esa nueva realidad que estaba
viviendo, ese nuevo mundo que lo estaba rodeando, pero por más que miraba, todo
le parecía extraño.
Entró
en una cafetería que se encontraba en el aeropuerto cargado de todo su equipaje
que consistía en un maletín escolar, un maletín ejecutivo y una maleta grande.
Se acomodó en una de las mesas de la cafetería, y duró un buen rato hasta que
un mesero lo atendió. Tenía hambre, de esta forma le pidió al mesero el menú.
Pero al leerlo se encontró con una cantidad de nombres extraños que no le
sugerían algo seguro para comer, entonces decidió preguntarle al mesero de que
se trataba cada plato que ofrecían en el menú. Sin embargo de cada treinta
palabras que pronunciaba el mesero, diez eran totalmente desconocidas, a pesar
de que el mesero hablaba también el español. Finalmente, decidió no complicarse
y ordenar dos hamburguesas y un refresco.
Mientras
esperaba su pedido, comenzó a pensar en tantas cosas al mismo tiempo, pero su
pensamiento estaba absorbido por la situación en que se encontraba. Solo
pensaba en que había encontrado muchas adversidades en un solo día, y de que si
las cosas seguían así, su vida sería más difícil de lo que había pensado en un
principio. Cuando llegó su orden se apresuró a comer, al terminar, la cuenta
fue más alta de lo que él había estipulado. Seguía meditabundo, abstraído,
cuando se le acercó un hombre, con cara de viejo, narizón (como cosa rara),
cabello lizo negro y de vestido muy formal. Para la sorpresa de Marco, este
individuo lo llamó por su nombre. Marco confirmó su identidad pero seguía
receloso. El individuo se identificó como un agente del Banco donde Marco iba a
trabajar, mostró sus credenciales y le informó que él había sido encargado por
el mismo gerente del Banco, como guía, y de la misma forma era el encargado
también del alojamiento y del transporte de Marco en Buenos Aires. Marco siguió
al individuo, quien le confesó que no había podido llegar a tiempo para
recibirlo, porque el tráfico lo había retrasado un poco.
En
el 'tour' que le hacía el individuo, que entre otras cosas se llamaba Marcelo,
Marco trataba de absorber todo lo posible de aquel ambiente, en el cual se iba
a desarrollar su vida desde ese momento. Mientras tanto Marcelo le hablaba un
montón de cosas sin importancia con el sólo objetivo de “Caerle bien”, pero
Marco iba abstraído tratando de recordar bien todo lo que estaba viendo, hasta
llegó al punto en que hizo un mapa, en el cual ubicó la ruta para llegar al
trabajo, los sitios que le parecían atractivos, las avenidas con sus
respectivos nombres y sitios claves para poderse ubicar, en esa gran ciudad.
Al
llegar al hotel, se registró, se instaló y se despidió del altoparlante de su
guía, que hablaba muchas cosas, pero no decía nada. Cuando por fin estuvo sólo
en su habitación, buscó la forma de distraerse prendiendo la televisión, pero
no encontró nada atractivo. Estaba muy nostálgico, y las cosas que no entendía
lo ponían más triste. Llamó a la recepción y pidió que le consiguieran una
grabadora, hasta la misma conversación con el recepcionista le pareció difícil,
porque al principio no entendía dos palabras de diez que pronunciaba, por lo
cual tenía que pedir muchas explicaciones, mientras que el recepcionista
aguantaba la burla y eso sin contar el esfuerzo que hizo para darse a entender.
De esta forma esperó su grabadora durante un lapso de tiempo de veinte minutos,
tiempo en el cual seguía perplejo, evaluando su situación actual y tratando de
animarse diciéndose así mismo: “No todo puede ser tan malo, mañana tiene que
ser un día mejor”, pero al mismo tiempo había otro pensamiento que lo
atormentaba: “Si así es el principio, como será....”. Estaba realmente
desanimando, la nostalgia lo había vuelto pesimista, el no encontrar personas
que entiendan su realidad o que no compartieran su misma cultura, lo estaban
martirizando desde el primer día. Mientras esperaba la grabadora, se puso a
leer algunas noticias de una revista, pero todas le parecían ajenas y
totalmente desconocidas o ilógicas, se sintió incomunicado y reprimido, pero de
pronto sonó el llamado que estaba esperando. Uno de los botones del hotel traía
su grabadora, junto con una cuenta de cobro y una propina a pagar. Marco
canceló todas las deudas de inmediato, tomó su grabadora y se dirigió a su
equipaje, como para buscar algo importante. El botones todavía no se había ido
y sintió mucha curiosidad por lo que estaba ocurriendo. Marco sacó un pequeño
maletín del maletín escolar, y de él salió una caja llena de CD y “casetes”.
Entre todos, Marco escogió un casete que no tenía ni siquiera caja, se apresuró
a ponerlo en la grabadora de igual forma como un niño abre un regalo. Cuando
comenzó a sonar la música, que entre otras cosas era un vallenato, se logró ver
el cambio de semblante enseguida de Marco, mientras el botones con su
curiosidad saciada, lo trataba de loco. De esta forma, Marco se inyectó de
optimismo y de alegría, recordando y volviendo a lo suyo, en ese día en que
todo parecía ajeno. Mientras escuchaba su música recordaba todo lo bueno que
había pasado en su vida, era como si las canciones estuvieran hablando con él,
contándole anécdotas y recordándole circunstancias. De esta forma se durmió
arrullado por la voz de su gente en un país lejano y en un día ajeno.
Se
despertó a las siete de la mañana con uno de los fandangos del Joe,
había dejado la grabadora prendida, y aún así había dormido como un bebé que es
arrullado por la lectura de un libro. Se bañó y se cambió, y bajó al
restaurante del hotel a desayunar. Mientras esperaba su desayuno, se puso a
observar a su alrededor, y ya veía las cosas con otros ojos, aunque se seguía
viendo en medio de una tierra de extraños, de rasgos distintos, rostros
desconocidos y modo de vestirse totalmente diferente, esto ya no parecía afectar
a Marco, al contrario ya hasta le parecía interesante seguir aprendiendo algo
nuevo. El restaurante estaba bastante concurrido, ya no había ni una mesa
disponible, en estas, un tipo se acercó a su mesa y le pidió permiso para
sentarse. Marco aceptó cordialmente. El acento de este individuo era diferente
al acento argentino, lo cual incitó a Marco a preguntarle su procedencia, a lo
cual el individuo contestó que era venezolano, que se llamaba José Miguel Lara
y que había llegado a “La Argentina”, desde hace tres días. Esto alegró mucho a
Marco, ya que había encontrado a una persona que se encontraba en las mismas
circunstancias que él, y que era lo que estaba necesitando. Trató de entablar
enseguida una conversación con él, a lo cual el venezolano correspondió
cordialmente, ya que había tenido el mismo problema de Marco de buscar alguien
con quien hablar. Duraron hablando un buen rato de diferentes temas, hablaban
con mucha alegría y desahogo. La conversación termino cuando llegó el guía de
Marco, para llevarlo con su nuevo jefe, que estaba impaciente de que Marco
comenzara a trabajar. Marco se despidió de su nuevo amigo y se dispuso a
enfrentarse con su deber, que era la verdadera razón por la cual estaba en
Argentina. Al llegar al Banco donde iba a trabajar se entrevistó con su nuevo
jefe, con quien sostuvo una amigable conversación, como si siempre se hubieran
conocido, el jefe de Marco le brindó desde un principio su confianza y le
manifestó enseguida que todas las esperanzas para que el Banco volviera a
funcionar como en sus años dorados, estaban puestas en él, y que por eso había
sido contratado, ya habían recibido muy buenas recomendaciones de Marco por
parte del comité evaluador de la red de Bancos, en donde lo habían calificado
como una persona capaz de superar hasta la más dura crisis financiera, por la
ideología que manejaba. Tales halagos reconfortaron a Marco, al mismo tiempo
que retomaba su reto profesional y personal de no defraudar dichas
recomendaciones tan benéficas para él. El nuevo jefe de Marco se llamaba
Alfredo Morano, era dueño único del Banco, al cual le había dedicado el trabajo
y esfuerzo de toda su vida, para poder lograr el prestigio que tenía dicho
Banco, pero que en ese momento estaba afrontando una fuerte crisis financiera causada
por los malos manejos que le habían dado las administraciones antecesoras.
Además del Banco, el señor Alfredo Morano tenía otras empresas y negocios, lo
cual le garantizaba a Marco un ascenso y un gran campo en el cual desarrollarse
en caso de sobresalir en su trabajo inicial.
En
la primera conversación que sostuvo Marco con su jefe, volvió a resaltarle a
don Alfredo, que le garantizara la libertad y la confianza absoluta, para poder
trabajar y lograr así buenos resultados. Don Alfredo por su parte accedió a la
petición de Marco, después de pensarlo y razonarlo más de cinco veces. Pero a
cambio le exigió honradez y resultados rápidos en el trabajo. Marco accedió y
desde el primer día tomó las riendas de la situación. En una hora le presentó a
Marco todo el personal que iba a trabajar con él, dentro del cual la belleza
del personal femenino lo dejo verdaderamente impactado, especialmente la jefe
del departamento de contaduría, que cuando se la presentaron quedó totalmente
mudo, mientras que ella se mostró molesta por la actitud de Marco. Después de
las respectivas presentaciones, contradiciendo la costumbre del trabajo suave
mientras hay un cambio de jefe –por el empalme-, Marco exigió a sus empleados
todos lo informes habidos y por haber, para ponerse al tanto de los
acontecimientos y estudiar la situación del Banco, para tomar lo más pronto
posible los correctivos que eran necesarios. Al principio el personal trató de
ignorarlo, por lo mismo de siempre; el ser tan joven, el ser nuevo y sobre todo
por ser extranjero. Pero Marco ya tenía experiencia en esta situación, y no se
dejaría vencer tan fácilmente de esta nueva adversidad. De tal forma que volvió
a utilizar la estrategia que utilizó cuando comenzó en su primer y único empleo
hasta ese momento. De esta manera consiguió que en menos de una hora el
movimiento laboral fuera el más dinámico que cualquiera que se haya vivido en
toda la historia del Banco. Era impresionante, las oficinas se movían como
nunca, papeles iban y venían, la eficiencia era la forma de ser de los
empleados. Pero esto no lo consiguió Marco tan fácil como parece. Primero tuvo
que declamar un fuerte discurso a todos los empleados, después optó por
patrullar y supervisar el trabajo de todos personalmente, exigiéndoles y
apurándolos, después le tocó despedir a un tipo que se le dio por faltarle al
respeto, y por último simuló dos despidos y suspendió a otros dos empleados,
para lograr transmitir eficiencia y respeto al mismo tiempo. De esta manera
todos los informes que había pedido estaban en su escritorio antes del medio
día. En la tarde dejó que se respirara otra vez la tranquilidad, y se dedicó a
leer minuciosamente los informes, mientras que todos los empleados se quejaban
y comentaban sobre el mal humor del nuevo gerente. Además se dedicaron a darles
voces de aliento a los supuestamente despedidos, que ya estaban recogiendo sus
cosas. Casi al final de la jornada, Marco se volvió a pronunciar, en un
discurso más suave y más condescendiente, en donde pedía disculpas por ciertos
comportamientos y donde recalcaba que el trabajo para él era lo importante, y
además dejó muy claro que el que no quería trabajar, simplemente se iba. Por
último, llamó a los dos suspendidos y a los dos que supuestamente fueron
despedidos por ineficacia a su oficina, mantuvo una conversación bastante larga
con cada uno de ellos, en donde los reconvenía verbalmente, les levantaba el
castigo y les ofrecía disculpas por cualquier grosería, pero al que no le dio
ninguna oportunidad fue a aquel que le faltó al respeto. Los empleados lucían
confundidos por el comportamiento del nuevo gerente, porque al principio todos
lo odiaban, y luego ya no sabían ni que decir, solamente esperaban el día
siguiente para ver que acontecía. Sin embargo, el temor reinaba en la mente de
todos los empleados, que se fueron a sus casas perplejos por la singular
situación.
Al
día siguiente la mañana comenzó tranquila, Marco se encerró durante hora y
media en su oficina, escribiendo en el computador, bajo la mirada perpleja y
curiosa de todos sus empleados. Después de transcurrida media hora comenzó a
pasar por todas las oficinas personalmente, entregando ciertos informes, que se
trataban del plan de trabajo que iba a salvar al Banco en dos meses y que iba a
mejorar su funcionamiento en menos de una semana. En cada oficina entregaba un
informe, le hacía las debidas recomendaciones a cada departamento y les
explicaba el por qué había que hacer ciertas cosas. Así transcurrió toda la
mañana, en la tarde comenzó a supervisar el trabajo él mismo, a la vez que
exigía los resultados. Marco se multiplicaba en cada departamento para asegurar
que su plan de trabajo se estaba realizando de la misma forma como él quería.
En esta primera semana la gente se sentía asfixiada por Marco, no tenían
tranquilidad y se sentían perseguidos. Pero poco a poco Marco fue soltando la
rienda e iba volviéndose más flexible y más permisivo, sin dejar a un lado la
rigidez de su supervisión, porque no se podía dar el lujo que alguien se
equivocara y distorsionara su plan de trabajo, en medio de un período de
recuperación. Marco manejaba cada vez mejor las cosas y se adaptaba más al
medio que lo estaba rodeando, la experiencia se había convertido en su mejor
virtud, tanto así que su supervisión dejó de ser una persecución, y pasó a ser
una tutoría, en donde él era requerido en cada uno de los departamentos para
coordinar mejor las acciones que se estaban realizando, de esta forma pasó de
ser un policía castigador a ser un maestro instructor. Cada día se iba ganando
la confianza y aprecio de sus empleados, que se adaptaron a su plan de trabajo,
interesados por aprender más trabajando, y no de trabajar más por obligación.
La personalidad, la alegría y el carácter de Marco se veían en cada rincón de
la entidad, Marco había contagiado un nuevo sentimiento hacía el trabajo en
todos sus empleados. Y al pasar los dos meses, la recuperación del Banco era
evidente e incuestionable, el señor Alfredo quedó muy satisfecho por el trabajo
de Marco y accedió a la petición de Marco de otorgarle un premio y unas
bonificaciones a él y a sus empleados para estimularlos y premiarlos por el
gran trabajo realizado. De esta manera hizo lo mismo que con sus empleados en
su primer trabajo, realizó su partido de fútbol en la sala de juntas, les
manifestó el aumento, y organizó una gran fiesta de celebración entre todos sus
empleados, con lo cual cerró con broche de oro todas sus relaciones sociales, y
se abrió camino a nuevas y bellas admiradoras, sin embargo todavía no conseguía
romper la resistencia e indiferencia que le demostraba la mujer que lo traía
sin respirar, que era la jefe del departamento de contabilidad, una hermosura
completa, mona, un cuerpazo, unos ojos azules y sobre todo mucha dignidad, sólo
la había tratado dos veces en forma personal y muchas veces en forma laboral,
pero en esas circunstancias Marco no proponía nada, porque se concentraba mucho
en su trabajo, claro que habían ocasiones en que no podía controlarse y
simplemente se salía de la situación para no desconcentrarse. De ella, sólo sabía
que era familia del dueño de un reconocido restaurante en Buenos Aires, pero
que de todas maneras no era hija de algún ricachón, porque vivían normalmente y
sin muchos lujos, sin embargo su acento no era argentino, y Marco no lograba
descifrar de qué lugar provenía. En la fiesta que Marco organizó para todos sus
empleados fue principalmente con el objetivo de acercarse un poco más a la
mujer que lo martirizaba. Sin embargo ella se presentó acompañada del
venezolano con que Marco desayuna todos los días en el hotel. Esto dejó
perplejo a Marco, quién se desanimó diciéndose a sí mismo: “Que pequeño es el
mundo”. Después duró mucho tiempo achantado en su puesto, ya que sus
planes se habían venido abajo, sin embargo no faltó mujer que lo invitara a
bailar. Bailó una pieza pero se volvió a achantar, trató de animarse y de
seguirle el ambiente a la fiesta, pero toda su mente estaba concentrada en esa
mujer, que no se paraba de su puesto, ni se alejaba de su compañero. Al fin
Marco se atrevió a acercarse a saludar a su primer amigo en esas tierras
ajenas, pronto entablaron conversación pero la mujer sólo se limitó a ser
observadora, aparentando indiferencia. En plena conversación Lara (el
venezolano), se dispuso a presentarle a la mujer a Marco, - “Marco, te presento
a una prima, es también de Venezuela, se llama Fernanda.” Marco se la quedó
viendo, sintiendo un gran alivio por dentro. Luego de un rato le contestó a su
amigo Lara, que ya la conocía, que es más trabajaban juntos. De esta manera
surgió una conversación en la cual participaban los tres, y cuyo centro era Fernanda.
Esta
fue una bonita oportunidad en la cual Marco trato de acercarse a la mujer que
lo desconcentraba en el trabajo, la que le quitaba el sueño en las noches y la
que le había quitado la tranquilidad de su mundo ideal.
De
repente en medio de la conversa, José Miguel (el venezolano), se levantó de la
mesa donde estaban conversando, -al parecer algunas ‘curvas’ le llamaron la
atención, porque se fue como hipnotizado detrás de una mujer, quien sabe para
donde, porque no se le volvió a ver la cara por un buen rato ni a él, ni a ella
- dejando de esta manera a Marco y a Fernanda solos en la mesa. Pues bien, en estas circunstancias, Marco
comenzó el avance ofensivo, pero la defensiva impuesta por Fernanda estaba muy
fuerte, y bien dotada de indiferencia y de cierto toque de antipatía tirando a
un aire de dignidad llevado a los extremos.
Marco estuvo insistiendo en mantener una conversación constante, pero
Fernanda la reducía a un interrogatorio en donde ella sólo respondía breve y
llanamente a las preguntas que le formulaba Marco, frenando en seco cualquier
esfuerzo por entablar un diálogo más íntimo. Esto desalentó muchísimo a Marco
quien guardó silencio por un buen rato, hasta que decidió cambiar la estrategia;
la invitó a bailar. Y esa vez como que sí acertó, porque después de una que
otra evasiva, Fernanda decidió aceptar y de esta forma salieron los dos al
ruedo. Al principio no era fácil, Fernanda mantenía esa misma muralla de
indiferencia que desanimaba a Marco, y aunque él hacía todo lo posible para
llamar su atención, no logró avanzar mucho. Estaban bailando una música Pop,
que se bailaba totalmente suelta. La cosa siguió igual hasta que el DJ decidió
cambiar el Pop por una balada más suave. De esta forma le llegó la oportunidad
a Marco, a Fernanda no le quedó otra que acercarse un poco y bailar junto a él,
aquí Marco comenzó a hablarle de manera más natural, y es que sin darse cuenta volvió a ser él mismo,
librándose de esa máscara que mostraba una imagen de él totalmente
distorsionada. Y mientras bailaban en la pista Marco le hablaba a Fernanda en
el oído seria y sinceramente, algo que no había podido hacer desde el principio
por andar ‘fanfarroneando’, de modo que en poco tiempo logró sacarle varias
sonrisas, hasta el punto que ya estaban conversando. Ella le contaba cosas y él
le contaba otras e inconscientemente conseguía hacerla reír, algo que no le era
muy difícil cuando estaba con otras mujeres en la Capital de su país. La tanda
de baladas se extendió dos piezas más, tiempo en donde Marco seguía charlando
con Fernanda en la pista de baile, luego cuando volvieron a colocar la música
Pop, la pareja decidió irse a sentar a la mesa, en donde siguieron conversando.
La extensa conversa se vio interrumpida sólo con el regreso de José Miguel que
apareció en un estado de “Temple” impresionante -no podía mantenerse en
pie ni siquiera-. Fernanda decidió irse, para llevar a su primo a casa. Marco
se ofreció enseguida a acompañarlos, - claro esta, en taxi, porque ninguno
tenía carro propio -. Marco y Fernanda ayudaron a José Miguel, a caminar y a
hacerlo llegar hasta su casa, cada uno lo llevaba por un brazo y en varias
ocasiones estuvieron a punto de aterrizar en el suelo los tres juntos. Sin
embargo lograban sortear bien la situación para mantenerse en pie. Al llegar a
la casa de los tíos de Fernanda -en donde vivían los dos primos-, José Miguel
entró para descansar de una vez la borrachera, pero Marco y Fernanda se
quedaron hablando un buen rato. A lo último Fernanda le dio las gracias a Marco
y lo despidió con un beso de hermano, algo bastante estimulante para Marco
quien no quiso presionar más por la timidez que lo caracterizaba y por ese
romanticismo que lo invadía. De todas maneras para él ese beso de hermano ya
tenía mucho significado y valor, puesto que por primera vez se había topado con
una mujer que no veía al amor como una diversión, como un pasatiempo,
demostrándolo al hacerse respetar y conservando la compostura hasta el último
momento, combinando esa indiferencia que
es la que más atrae al hombre y lo obliga a exigirse y a respetar al mismo
tiempo, con la decencia del buen trato y la delicadeza. Marco se dio cuenta que
esa era una mujer que en realidad valía la pena, sin embargo todavía era muy
prematuro pensar en algo serio, y que para personas como él era mejor estar
seguro del triunfo antes que celebrar por anticipado. Desde ese día tan
importante, Marco se dio cuenta de dos cosas; la primera fue la misma que
aprendió su padre muchos años atrás cuando trató de conquistar a su madre
-claro esta, en otro tiempo y bajo otras circunstancias, pero la situación es
la misma-, y era que “No todas las mujeres son iguales, hay muchas en el mundo
que son inteligentes y no viven de las palabras, ni de las ‘fanfarronerías’, y
por eso es que estas son mujeres que en realidad valen la pena, puesto que no
solo viven de lo material, sino de lo moral, y por ello toman las cosas con
seriedad y no como simple pasatiempo.”, Debido a eso con este tipo de mujeres el
trato y la misma personalidad de uno deben ser los adecuados, porque tienen el
don de ir más allá de lo evidente, y piensan muy bien las cosas y no se dejan
engañar por falsedades. Y la segunda cosa importante de la cual se dio cuenta Marco era que había
llegado la hora de buscarse una compañera, ya que tenía las condiciones para
poder organizarse si era necesario, también tenía la edad (27 años), un buen
trabajo para ofrecer condiciones y además se había dado cuenta que en ese
momento y bajo esas circunstancias necesitaba de una mujer, que lo apoyara y
que le organizara su vida.
Al
día siguiente Marco fue a la casa de Fernanda y la invitó a almorzar. Fernanda
no encontró forma de rechazarlo, además tenía a su primo y a su tío quienes
ayudaron enormemente a Marco esa vez. En el almuerzo, Fernanda se mostró fría,
trataba en lo posible de no hablar con Marco. Marco se mostraba incómodo con la
actitud de Fernanda y vio que las cosas no iban a ser tan fáciles como él
esperaba. No le estaban saliendo las cosas, y esta vez no fue por culpa de él,
ya que se mostró espontáneo y sincero, como era él en realidad. El problema
venía de Fernanda, que se había arrepentido del paso que estaba dando, y no se
encontraba realmente interesada en Marco, o quién sabe qué otra cosa estaba
pasando con ella -supiera Dios que le pasaba por la mente en esos momento, pero
de todas maneras ¿Quien es tan sabio para entender a las mujeres?-.
Era
Domingo y se la pasaron toda la tarde y parte de la noche juntos, estuvieron
paseando por varios centros comerciales, fueron al cine, comieron varias cosas
durante la jornada, pero la situación seguía igual, por lo menos parecían unos
‘buenos’ amigos. Marco no decía nada, solamente invitaba y proponía, y Fernanda aceptaba o rechazaba la oferta. Pero
a pesar de que la invitación no tomó un carácter de ‘cita’, sí hablaron mucho y
se confiaron muchas cosas, así como lo hacen dos buenos amigos. Marco aguantó
la situación y no desesperó, es más, aprovechó la oportunidad para tratar de
conocerla mejor. Después de ese día Marco decidió enfriar sus motores y esperar
otra nueva oportunidad. Y en el trabajo, aunque seguía sintiendo la misma
atracción por ella, trató de controlarse y tratarla como una buena amiga, sin
sospechar que de esta forma poco a poco y sin querer iba consiguiendo su
objetivo -el de conquistar a la mujer de sus sueños-.
Por
otro lado, las relaciones entre Marco y el señor Alfredo (su jefe) iban
mejorando cada día más, a medida que Marco iba cosechando nuevos frutos dentro
de su carrera como administrador. Su mentalidad innovadora, su humanismo, su
poder de mando y su actitud de trabajo eran cualidades que hacían sobresalir a
Marco en medio del gremio administrador contemporáneo. De la misma forma
Alfredo Morano, el jefe de Marco, le iba brindando cada vez más su confianza al
considerarlo como su empleado estrella. Y con el transcurrir del tiempo don
Alfredo nombró a Marco asesor financiero en varios de sus negocios, lo cual le
significaba a Marco más trabajo y al mismo tiempo una gran remuneración en su
sueldo, y con esto tenía más facilidades para enviarle ayuda a su familia en La
Samaria.
Un
día que Marco comenzaba a las seis de la mañana, hora en la cual se alistaba
para irse para el trabajo. Al llegar al Banco trabajaba intensamente hasta el
medio día en donde suspendía sus funciones para almorzar, tiempo que
aprovechaba para invitar a alguna “amiga” entre las cuales estaba Fernanda, que
era la más reincidente, pero a pesar de esto Marco ya no hacía mucha fuerza
para lograr algún resultado con ella. Después del almuerzo, seguía trabajando
en el Banco, hasta las tres, tiempo en el cual se desplazaba a algunas empresas
de Alfredo Morano para recoger informes y sacar luego boletines y planes de
trabajo para mejorar la producción de cada una de las empresas de las cuales él
era el asesor. De esto se desocupaba la mayoría de veces a las cinco de la
tarde, cuando se trasladaba para su casa a descansar, comer y elaborar los
planes de trabajo. Luego se ponía a escuchar música y a recordar viejos
tiempos, acompañado de la música que escuchaba en su grabadora, con un tambor
que se había conseguido de pura casualidad con un viajero brasilero con el cual
se encontró un día en el restaurante del hotel. Y dependiendo de su estado de
ánimo y su resistencia física, Marco se atrevía a invitar a alguna amiga a
comer, pero esto era muy raro, ya que la mayoría de las veces Marco terminaba
muerto del trabajo. Lo que sí hacía riguroso dos veces a la semana era llamar a
su madre a La Samaria, para enterarla de los últimos acontecimientos que le
habían ocurrido, además de preguntarle por el estado en que se encontraban en
su tierra natal todos sus seres queridos, de esta forma les digo que una gran
cantidad del sueldo de Marco se le iba en las cuentas telefónicas, porque
cuando Marco hablaba con su madre, no omitía ningún acontecimiento que le
hubiese ocurrido y después de esto venía la sesión de consejos por parte de su
madre.
Para
Marco ya no era un obstáculo el estar viviendo en otro ‘mundo’, poco a poco se
había adaptado a las circunstancias, al crear él mismo su propio ambiente,
claro está, que nunca perdió su vínculo con la tierra que lo vio nacer y por la
cual suspiraba cada vez que se ponía a recordar. Y es que para él, el mayor anhelo que tenía, era el de volver a
su tierra, trabajar para su gente y cambiar muchas cosas con base en sus
capacidades, porque ya tenía la experiencia y los conocimientos que necesitaba
para lograr crear una realidad perfecta en teoría. Sin embargo le faltaba el
dinero para poder llevar esa teoría a la realidad. Su objetivo era sacar el
dinero que no podía conseguir en su tierra, en otros lugares, además de ganar
experiencia y conocimientos al conocer otras culturas, para poder regresar a su
tierra y sembrar del fruto que él había producido en otras.
Mientras
tanto Marco seguía haciendo bien su trabajo y ganándose cada vez más la
confianza de su jefe, hasta el punto de que el señor Alfredo le abrió las
puertas de su casa sin ninguna discriminación, considerándolo como un familiar
más de su familia. De esta forma llegó un tiempo en que Marco y el señor
Alfredo pasaban mucho tiempo juntos, intercambiando ideas sobre los diferentes
negocios, hasta el punto en que Marco iba muy poco a la oficina, porque se la
pasaba acompañando al Señor Alfredo en sus visitas diarias a cada una de sus
empresas. Durante este recorrido Marco tenía siempre la última palabra de lo
que se debía hacer en materia financiera, mientras que el señor Alfredo
simplemente aprobaba las decisiones de Marco. Dentro de estas circunstancias el
señor Alfredo invitó en una ocasión a Marco a cenar en su casa, después de una
agotadora jornada de trabajo, y fue ahí en el comedor de la casa de su jefe,
donde Marco conoció a Jeny, la hija del señor Alfredo, -una hermosura en todo
sentido, ojos azules, piel de porcelana, cabello rubio y un “cuerpazo”, difícil
de resistir-. Marco desde el primer
momento se estremeció ante su presencia, Jeny era una joven muy encantadora y
muy exótica, pero Marco se vio muy limitado y trató de soportar el impulso de
su presencia, con gran disimulo y naturalidad, lo cual provocó en la misma Jeny
mucha curiosidad y extrañeza, al encontrar el primer hombre que no haya caído
bajo el embrujo de su belleza.
Marco
siguió frecuentando la casa del señor Alfredo, por asuntos de negocios, pero
estas visitas seguían inquietando a Jeny que decía: -“¿De que estará hecho ese
hombre que ni siquiera me voltea a ver? La curiosidad poco a poco se iba
convirtiendo en interés, a pesar de que sólo
había intercambiado algunas palabras con Marco en las comidas con la
debida supervisión de su padre, que no dejaba que se pasara de la raya con sus
indiscretos interrogatorios. Sin embargo, en una ocasión las circunstancias
fueron propicias para un acercamiento más íntimo. Marco fue a la casa de su
jefe para rendirle un informe detallado de la actual situación del Banco, pero
el señor Alfredo no se encontraba. Sin embargo, la que lo atendió fue la misma
Jeny en persona, quien lo hizo pasar a la sala con el único propósito de hablar
con él, y someterlo a un seductor interrogatorio. Jeny le dijo a Marco que
esperara a su padre, que no tardaba en llegar -claro está que era mentira-.
Marco se sentó en la sala a esperar, mientras que Jeny buscaba algo de beber
para brindarle. Cuando le trajo un vaso con refresco, se dispuso a hacer
efectivo su interrogatorio comenzando con las típicas preguntas que no
conllevan a nada, pero que forman el ambiente para una conversación posterior
como son: ¿Y cómo anda el trabajo?, ¿Que tal te ha ido? Después ya entrado en
la conversación llega el primer zarpazo: -¿Tienes novia? Cuando Marco respondió
que no, no tenía ni idea de qué consecuencias le iban a surgir a partir de esa
respuesta. Luego siguieron conversando tranquilamente, hasta que llegó el segundo
zarpazo: -¿Siempre eres tan serio? (‘Palabras mayores’). A lo que Marco
respondió sinceramente que no siempre, aunque su estado normal era el de estar
serio. Después llegó otra pregunta indiscreta: -¿Qué haces para divertirte? -No
mucho, aunque a veces salgo con algunos amigos o amigas, que son muy pocos.
-respondió Marco-. Y por último llegó el gancho al hígado: -“Que tal si me
invitas a salir algún día. De esta manera aprovechas y conoces más gente.”
Marco no sabía que responder. Sin embargo se le ocurrió una brutal evasiva: -No lo sé. ¿Será que tu padre
se demora más? Tengo muchas cosas que hacer en la oficina. Y de esta manera,
aprovechó la situación para emprender una penosa retirada. Marco, no volvió por
mucho tiempo a esa casa, y cuando su jefe lo invitaba, él lo evadía, estaba
inseguro de sí mismo, estaba más que todo descontrolado por una “cosquillita”
en el costado, que estaba a punto de volverlo loco. De esta manera prefirió
regresar a su tranquila oficina, en donde tenía a su otro martirio que era
Fernanda, quien sin darse cuenta lo había echado de menos al no volverlo a ver
después de unas semanas, y por eso, cuando vio a Marco entrar por la puerta de
su oficina, saltó de su escritorio sin querer, y de pura alegría se le abalanzó
con los brazos abiertos. Esta situación dejó fuera de foco a Marco, quien no
estaba acostumbrado a esa clase de recibimientos y mucho menos por parte de
Fernanda, quien al pasar el impulso, le ofreció disculpas a Marco y trató de
disimular lo que había pasado, que sin querer revelaba todo lo que ella estaba
sintiendo. Marco se vio sorprendido ante esta nueva situación, preguntándose a
sí mismo: ¿Y ahora que pasó? ¿Será la
colonia, que compré la semana pasada? Cuando reflexionó sobre la situación se
vio muy confundido, ya que en otros tiempos habría saltado de felicidad si
Fernanda se le hubiese lanzado en sus brazos, pero ahora con la existencia de
Jeny, la despampanante Jeny que lo estaba volviendo loco, ya no sabía ni que
hacer, ni que sentir. De tal manera, que Marco se mostró insensible ante la
nueva manifestación de amor que le hizo Fernanda -a decir verdad, entre esas
dos bellezas, cualquier hombre se volvería loco si tuviese que escoger entre
una de ellas-. Fernanda lució muy preocupada, y como decepcionada, esperaba que
Marco por lo menos la invitara a cenar o algo por el estilo, para poder así,
estar cerca de él, ya que ella sabía muy bien que Marco sentía una gran
atracción por ella, pero en lo que no estaba segura era que si ella sentía alguna atracción por
él, pero en esa ocasión no le quedaba alguna duda de lo que sentía por Marco
-la ausencia surgió efecto-. Sin embargo, pasaron los días y la preocupación de
Fernanda aumentó cuando vio entrar al despacho de Marco a una joven muy bien
parecida -bastante competente para su belleza-, que en últimas se trataba de
Jeny, que comenzaba una ofensiva masiva en contra de Marco. Cuando Marco la vio
entrar en su oficina, le comenzaron a temblar las piernas, y comenzó a tragar
en seco grandes cantidades de saliva. Jeny observó el cambio en Marco y decidió
aprovechar las circunstancias para atacar. Supuestamente su visita tenía como
objetivo llevarle un informe de su padre a Marco, pero la conversación que ella
le planteaba no tenía nada que ver con las finanzas y mucho menos con las
relaciones empresariales, sencillamente siguió con el indiscreto interrogatorio
que no había podido terminar días atrás en su propia sala. En la conversación
llegó un momento en que se paró y se le acercó Marco hasta sentarse en el
escritorio, exactamente enfrente de él -Marco decía en su interior: “¡Hay mi
madre! Ya se me vino”-, luego Jeny hizo la pantomima que sentía calor y comenzó
a desabotonarse la camisa. La escena iba transcurriendo a una velocidad
impresionante, Marco no se dio ni cuenta en qué momento Jeny se había desecho
de buena parte de su ropa, dejando al descubierto toda su “petchonalidad”. La
cuestión ya iba a tomar ‘altura’, pero de pronto sonó un golpeteo en la
puerta. Era Fernanda que estaba tocando, a la puerta, desesperada por la
curiosidad y estimulada por los celos. Jeny se vistió en un dos por tres, y en
dos segundos ya estaba lista para disimular la situación. Mientras que Marco no
volvía en sí, después de semejante espectáculo ‘audiovisual’. Sin embargo,
cuando abrió la puerta logró disimular muy bien la situación, atendió a
Fernanda con toda naturalidad, a pesar de no despejar en ella la duda, y en un
momento la despidió y cerró la puerta de su oficina. Aprovechando la ocasión
para despedir a Jeny, diciéndole en voz baja: -Por Dios, casi me metes en un
problema. No ves que tu padre es mi jefe. Por favor te pido que no vuelvas a
hacer eso. Si quieres estar conmigo, tiene que ser en el lugar y en el momento
indicado, sino, olvídate. Ella se echó a reír, y le dijo: -Está bien.
Despreocúpate. No volverá a ocurrir, tú solo escoge el sitio y el momento.
Después
de esto se marchó, dándole un beso en la boca a Marco. Marco quedó en el limbo,
no sabía ni que pensar, luego volvió en sí y se dijo a sí mismo: -¿Será el
perfume? Al rato entró Fernanda a la oficina, invadida de los celos. Le
preguntó a Marco qué era lo que quería esa señorita. -De señorita no tiene
nada. -Murmuró en voz alta Marco-.
-¿Que dices?
-No, nada. Si supieras de la que me salvaste.
-¿De qué? Si se puede saber. -refutó Fernanda con tono
desafiante-
-De nada, mejor es que no lo sepas. Y luego de un
rato, Marco le preguntó a Fernanda: -¿Quieres cenar conmigo esta noche?
Fernanda
rechazó la proposición, aunque dentro de sí misma estuviera diciendo que sí.
Marco aceptó con resignación la negación. Sólo esperó el momento de la salida y
se fue sólo a comer a un restaurante, quería pensar bien las cosas, no le
parecía honesto traicionar de esa manera la confianza que le había dado su
jefe, quien le había abierto las puertas de su casa, como para que él sacara
partida de la situación abriéndole las
piernas a su hija. Sin darse cuenta Marco fue a comer al restaurante del tío de
Fernanda. Estaba tan retraído en su pensamiento, recordando las “hermosas
imágenes” que había visto por la tarde, y tratando de buscar una solución
viable a su problema, que no se dio cuenta, de que Fernanda había llegado
también al restaurante, como lo hacía de costumbre después de su trabajo.
Fernanda en cambio, sí se percató de su presencia y se conmovió tanto por la
situación de Marco que decidió acompañarlo. Se le sentó enfrente diciéndole:
¿Aún estoy invitada? Marco sólo le dijo que se sentara, que en realidad
necesitaba de su compañía. Fernanda le preguntó que le pasaba, y Marco
respondió con la verdad. Verdad que le dolió mucho a Fernanda al principio,
pero que la dejó en cierto modo tranquila al final. Después de un minuto de
silencio entre los dos, en el cual Fernanda no logró contener su enojo. Esta
vez fue Marco quien preguntó que pasaba, alzándole con delicadeza la barbilla.
Fernanda respondió que nada, pero después preguntó: -¿Por qué quieres estar
conmigo, si estas enamorado de ella? Marco respondió de inmediato que no estaba
enamorado de ella, que simplemente era ella la que lo estaba acosando. Y que
con respecto a la relación que ambos tenían (Fernanda y Marco), Marco le dijo que: -Nosotros sólo somos lo
que tú has querido que seamos. Y que todo lo que pueda ocurrir entre nosotros
depende de ti y sólo de ti.
* * * *
Después
de un mes en que Marco y Fernanda formalizaron sus relaciones, vivieron una
hermosa e intensa vida de enamorados, así como lo vivieron Joaquín y Cristina
en ese mes eterno en La Samaria. Pero desgraciadamente la felicidad no fue
absoluta, y durante ese tiempo tan dulce, surgieron dos nuevos percances que
ocasionaron mucha amargura entre los dos enamorados. El primero, fue Jeny quien
se sintió burlada y decidió poner a su padre en contra de Marco, acusándolo de
varias calumnias. La otra fue que los padres de Fernanda, le comunicaron el
deseo -que más bien era una orden- que se devolviera a Venezuela, esto más que
todo porque no confiaban en la personalidad de Marco -sin conocerlo siquiera-.
El primer problema le costó el empleo, tanto a Marco como a Fernanda porque el
señor Alfredo hizo lo imposible por martirizarle la vida a Fernanda, hasta que
ésta renunció, y al ocurrir esto Marco también presentó su carta de renuncia, y
al quedar Fernanda sin trabajo hizo más fuerte la presión de sus padres para
que ella se devolviera a Venezuela. Por otra parte a Marco no le perjudicó
mucho esta adversidad, porque dos días después había recibido dos nuevas
ofertas de trabajo. Pero lo que realmente le preocupaba era el segundo
problema, que era la partida de su querida Fernanda, que ya parecía inevitable.
El
nuevo trabajo de Marco era más exigente, pero al mismo tiempo más gratificante
en el aspecto económico. Al posesionarse en su nuevo trabajo, Marco le
consiguió un nuevo empleo a Fernanda, pero sin embargo, ya era demasiado tarde,
la decisión de los padres de Fernanda, de que esta volviera al seno del hogar
era ineludible, hasta los mismos padres viajaron a Buenos Aires para llevarse a
su hija a casa. Marco en su intento desesperado por retener a Fernanda habló
con sus padres, hasta llegó a pedirles formalmente la mano de Fernanda, pero
ellos dudaron de las palabras de Marco porque pensaron que era un recurso para
retenerla en Buenos Aires. Además no creían en el amor que sentía Marco por
Fernanda, por el corto tiempo en que estuvieron de novios. Todo fue inútil,
Fernanda se fue de Buenos Aires y esta vez para siempre. Al principio Marco no
supo que hacer, no se hallaba sin la presencia de Fernanda, vivía solo en base
a su trabajo, pero con la mente pensando en la mujer de sus ojos -en pocas
palabras: “Tenía su cuerpo en Buenos Aires, pero su alma estaba en Caracas”-.
No podía abandonar tan fácilmente su trabajo para irse en su búsqueda, ya que
había firmado un contrato por año y medio, y además de su trabajo estaba
dependiendo el bienestar de su familia en La Samaria. Era una situación muy
difícil para Marco, no se resignaba a haber perdido para siempre el amor de su
vida, sólo hallaba consuelo cantando vallenatos. Tanto así que su disco
preferido llegó a ser en ese tiempo la famosa “Molinera” de Rafael Escalona.
Transcurrieron
tres meses dentro de esa tortura, pero Marco no soportó más y decidió buscar a
su amor secuestrado por una paternidad sobre protectora. Y de esta manera se le
presentó a su jefe y le pidió permiso para ausentarse dos semanas, por motivos
personales. A pesar de todas las ofertas que le hizo el jefe para que se
quedara Marco estaba totalmente decidido a irse, obligando así a su jefe a
concederle el permiso así fuera a regañadientes. Dado el permiso, dejó todo listo
en su trabajo conforme a su estricta disciplina, luego agarró el primer vuelo a
Caracas, pero antes pasó por donde su fiel amigo Lara (el venezolano) a quien
le preguntó por el paradero de Fernanda en Caracas. Hecho esto agarró sus
maletas y visitó por segunda vez el sitio más extraño para él en Argentina,
aquel que le dio la bienvenida cuando pisó por primera vez el suelo “gaucho”
(El aeropuerto), el cual, le pareció tan extraño como la primera vez que estuvo
en ese lugar.
Cuando
llegó a Venezuela, buscó un hotel para dejar el equipaje. Después salió
corriendo a ubicar la dirección de Fernanda, la cual le había suministrado su
amigo Lara en Buenos Aires. Al estar enfrente de la supuesta casa de Fernanda
en Caracas, Marco esperó un buen rato, para cerciorares de que fuera verdad de
que Fernanda vivía en ese lugar. Al cabo de dos horas, se estacionó un taxi
enfrente de la casa, del cual se bajaron dos mujeres, entre ellas iba Fernanda,
la otra era totalmente desconocida para Marco, pero también era joven y bonita,
es más se veía un poco más joven que Fernanda. En este momento, Marco aguantó
las ganas de lanzarse en busca de la joven, quien entre otras cosas había
cambiado de peinado, llevaba el pelo más largo y suelto, al contrario de como
lo llevaba cuando estaba en Buenos Aires, corto hasta los hombros y en muchas
ocasiones recogido con una cola de caballo. Marco se contuvo, porque tenía
muchas cosas que hacer antes de presentarse ante ella, y porque además de
tratar de impactarla, lo primordial era impactar a sus futuros suegros, que no
habían creído en él. Marco utilizó todo el tiempo de la tarde entre las cuatro
y las seis para arreglar la sorpresa que le iba a dar a Fernanda. Primero se
fue a una peluquería en donde se hizo un corte de pelo más formal, es decir más
corto, porque debido a la situación en que se veía envuelto con un trabajo
fuerte y el corazón partido en mil pedazos, no le había dado tiempo de
dedicarse un tiempo a sí mismo. En el mismo lugar pidió afeitarse a lo niño
quinceañero. También desde la peluquería mando a ordenar cinco arreglos
florales a una floristería, para que los llevaran a la casa de Fernanda a las
siete de la noche, cada uno portaba una tarjeta que decía: PARA LA SEÑORITA
FERNANDA: “LLEGARE PRONTO. TE QUIERO MUCHO. POR FAVOR ESPÉRAME”. Esta nota
confundió mucho a Fernanda que sospechó por un instante que Marco hubiese sido
el autor de esa frase, sin embargo en definitiva, se resistió a creerlo. Marco
mandó también a contratar a unos “mariachis”, para ponerle una serenata a
Fernanda a las doce de la noche. Hasta ahí, todo marchaba bien, pero el
problema era la otra música con la cual Marco quería contar, porque para hacer
su acto completo, Marco quería contar con un conjunto vallenato para que tocara
después de los mariachis, y darle así su toque cultural al asunto. Para esto,
Marco tenía que contar con un grupo de compatriotas, lo cual no le pareció tan
difícil de encontrar en Venezuela, que es uno de los países que tiene grandes
colonias de colombianos. Sin embargo ya iba llegando la hora de la “verdad”, y
todavía no había conseguido a alguien que tocara la caja y la guacharaca, eso
sí había encontrado a docenas de colombianos en Caracas pero ninguno de ellos,
sabía tocar algún instrumento vallenato. Al fin llegada la hora consiguió
reunir a un grupo completo de Vallenatos que sabían tocar de todo y no le costó
mucho trabajo convencerlos de que tocarán, puesto que la distancia y la
nostalgia además del motivo fueron suficientes para ellos para tocar gratis
toda una noche. Llegaron a la hora precisa
-las doce de la noche-. Al principio, todos en la casa de Fernanda
estaban intrigados, primero cinco arreglos florales sin un autor definido, y
luego una serenata. El papá de Fernanda estaba muy alterado y muy nervioso al
mismo tiempo por la situación, pero cuando abrió la puerta de su casa para averiguar quién era el culpable de toda
esa intriga, se encontró con Marco. En este momento no se atrevió a decir nada,
en parte se alegró, porque el haber visto a su hija tan triste durante esos
tres meses que habían estado en Caracas, le había hecho comprender que el
habérsela llevado de Buenos Aires había sido un terrible error, porque le había quitado al rostro de su hija la alegría que producía en ella la ilusión del amor, por
puros celos paternales. Y al ver a Marco parqueado en la puerta de su casa con
unos mariachis, el señor Lorenzo -el padre de Fernanda- recapacitó y volvió a
recordar que el amor no tendrá nunca fronteras, “si en verdad se ama”. El
volver a ver a Marco, creó en Lorenzo -un hombre puramente conservador, pero
justo en su forma de actuar -un sentimiento de culpa, por haberse equivocado en
principio con Marco, y sobre todo por haberlo juzgado tan mal, ya que el día en
que Marco se entrevistó con él, no le dio ni una oportunidad de expresar lo que
sentía por Fernanda, simplemente hacía caso omiso a todo lo que Marco le decía,
minimizando y menospreciando los sentimientos que Marco le expresaba.
Por
otra parte Fernanda seguía con la expectativa de lo que estaba pasando afuera
de su casa, no se atrevía a asomarse ni siquiera por la ventana, por miedo a
darle motivos a algún pretendiente indeseado de cortejarla. Sólo permanecía en
su cama en compañía de su hermana, retraída, pensando en millones de cosas que
le ayudaran a ignorar la música de los mariachis. Pero a pesar de ello, su
hermana la empujaba y la animaba a asomarse, haciendo que la curiosidad la
invadiera y estuviese a punto de derrumbar su fuerza de voluntad. La curiosidad
mataba a Fernanda, que se dirigía a la ventana, pero se devolvía al acercarse a
ella. La indecisión continuó, hasta que la madre de Fernanda, la señora Alicia,
entró en la habitación de sus hijas. Fernanda le preguntó enseguida: -¿Quién es
mamá? Y su madre Alicia dirigiéndose a
Fernanda le preguntó con sorpresa: -¿Es que no te has asomado aún? Es nada más
y nada menos que tu novio de Buenos Aires. Fernanda estalló de felicidad,
corriendo hacia la ventana. Cuando logró abrirla para asomarse, buscó
desesperadamente a Marco con su mirada. El estaba ahí, afeitado, motilado y
vestido como para un matrimonio, con saco y corbata. Fernanda no podía aguantar
la alegría, casi que sale a su encuentro sin darse unos toques en su
apariencia, que de no ser por su hermana y su madre, que la contuvieron y
trataron de arreglarla un poco, Fernanda se hubiera resfriado si hubiese salido
al encuentro con Marco en la calle con su “pequeña” y “desprotegida” pijama.
El
encuentro fue emotivo, Fernanda arremetió enseguida contra los labios de Marco,
y acogiéndose al calor de sus brazos. Los mariachis no paraban de tocar,
mientras que los padres y la hermana de Fernanda miraban con aprobación la
tierna escena. Y después que terminaron los mariachis, entraron a la casa donde
continuó la música vallenata, con la cual Marco recordó sus épocas como músico,
en el colegio y en la universidad, en donde en ocasiones le tocaba cantar. Así
fue, como él mismo le cantó a su amada Fernanda la dichosa “Molinera” y el
impecable “Pirata” del maestro Escalona. De esta manera la serenata se extendió
hasta las tres de la mañana.
* * * *
Marco
duró una semana completa en Caracas junto a Fernanda, semana en la que
aprovechó la oportunidad para pedir formalmente la mano de Fernanda a sus
padres. El único problema que se presentó al principio era que la boda tenía
que ser de inmediato, porque sólo tenía permiso de dos semanas en su trabajo, y
ya había transcurrido una, y no podía irse con Fernanda a Argentina, porque
Lorenzo, no lo permitiría, y Marco no podría volver a Caracas hasta cumplir un
año de trabajo -según las reglas de la empresa en la cual estaba trabajando
Marco-, por lo tanto de ser por esta alternativa, Marco y Fernanda no estarían
juntos sino después de un año, algo que ninguno de los dos consentía, así que
los padres de Fernanda no tuvieron otra alternativa que aceptar el fugaz
casorio. De esta forma siendo domingo, se programó la boda para el viernes de
la siguiente semana. Así que Marco tenía que viajar de inmediato a La Samaria a
comunicarles a sus padres sobre su determinación de casarse con Fernanda. Y así
lo hizo Marco, ese mismo día se despidió de su prometida en el medio día y
viajó rumbo a La Samaria en un “Lechero” (un avión de trasbordo, que hacía
escala en la Capital). Marco regresó a su tierra cuando la tarde moría. Cuando
llegó, se sintió asfixiado por el intenso calor y sintió ganas de devolverse,
pero cuando logró ver el mar desde la sala de espera del aeropuerto, y volvió a
ver ese hermoso atardecer que sólo había podido ver en su tierra cuando el
astro sol que calienta sin misericordia a La Samaria durante el día, se sumerge
en el inmenso mar, dándole paso a la suave brisa marina, que se mezcla con los
vientos que bajan de la Sierra, y que a veces forman el famoso ciclón,
característica propia del clima de La Samaria, quedó embrujado y encantado por
aquella terapia que hacía años que no veía. Marco recogió su equipaje, y tomó
un taxi hasta su casa. En el camino observaba a esa ciudad que tanto amaba y
que tanto había deseado volver a ver desde su exilio. No había cambiado nada,
todo estaba intacto, uno que otro edificio nuevo, pero más nada -pensaba Marco
dentro de sí mismo-. Llegó a su casa, en donde nadie lo esperaba. Tocó a la
puerta. Escuchó la voz de su padre, y se sintió incapaz de responderle, por el
gran sentimiento que le causaba ese momento. En el camino pensó en muchas cosas
menos en qué haría en el momento en que se encontrara de nuevo con su familia
después de un año y medio de ausencia. Durante todo el viaje de regreso a su
verdadero hogar su mente estuvo abstraída por la emoción que le producía su
matrimonio y la sensación de haber vuelto a su tierra después de seis años,
cuando estuvo por última vez en La Samaria, cuando sus dos abuelos murieron.
Su
padre preguntaba detrás de la puerta: -¿Quién es? Pero Marco era incapaz de
responderle, simplemente no le salían las palabras de la boca, pero sí le
salían muchas lágrimas de los ojos. Joaquín se atrevió a abrir la puerta, se
había asomado por el “ojo mágico”, pero solo había visto a un hombre al cual él
no reconocía, que llevaba un saco en el
hombro, unas gafas oscuras sobre la cabeza y una enorme maleta con un maletín
ejecutivo. Cuando abrió la puerta, se lo
quedó viendo fijamente como diciendo “A este tipo yo lo he visto en algún lado.
¿Dónde será?”, Pero lo que más le extrañó fue cuando notó que el hombre estaba
llorando. Joaquín seguía sin reconocer a su propio hijo, hasta que por fin, de
la boca de Marco salieron palabras en medio de llantos – ¿Cómo estas papá? La
impresión fue grande para Joaquín, quien agarró a su hijo entre sus brazos y
comenzó a llorar como un niño. Al rato se asomó al umbral Cristina, quién se
asustó al oír unos llantos en la puerta, al reconocer a Marco se le lanzó
también inconsolable. La última que salió a recibirlo fue su hermana Isabel,
que no sabía como reaccionar ante la situación y se quedó impávida observando
la escena. Cuando Marco la vio se impresionó porque simplemente no lograba
reconocerla, estaba hecha toda una mujer, y sintió nostalgia por haber estado
ausente tantos años alejado de su verdadera familia.
Después
de la calurosa bienvenida, Marco fue al grano e informó a su familia de su
nuevo proyecto. -Me caso anunció con seguridad Marco -, y enseguida retumbaron
dos preguntas en la reunión: ¿Cuando? Y ¿Con quien? Marco puso al tanto a toda
su familia de todo los aconteceres de su vida hasta el momento, con todos sus
pelos y señales, tanto así que cuando fueron a ver, ya eran las doce de la
noche en La Samaria, y todos estaban muertos del cansancio.
Durante
los tres siguientes días Marco se dedicó a recorrer a su ciudad y recordar su
feliz niñez en esa tierra feliz por naturaleza y esclava por actitud y
mentalidad. Marco también se dedicó a pasar el mayor tiempo posible con su
familia y a tratar de solucionar ciertos problemas económicos que estaban
sufriendo ellos, con una gran cantidad de dinero que había estado ahorrando y
que decidió utilizarla para poder realizar su viaje y cubrir todos los eventos
que necesitara para él mismo, como lo era su matrimonio y los pasajes y estadía
de su familia en Caracas, para que pudieran asistir a su boda.
De esta forma, llegó el jueves y la familia
Calderón se dispuso a viajar a Caracas, para acompañar al primogénito de la
familia a su boda. Al llegar a Caracas se instalaron en un hotel, y luego se
hicieron las debidas presentaciones con la familia de Fernanda. A Cristina le
encantó el porte y el físico de Fernanda y dio de inmediato su aprobación, por
el lado de Joaquín no hubo ningún problema, ya que siempre adoptaba la posición
de apoyar a su hijo en todo lo que él quisiera
Al
día siguiente todo estaba listo, a las diez de la mañana se llevaría a cabo la
ceremonia en un juzgado, ya que se tuvieron que casar por lo civil al no tener
tiempo de recibir las amonestaciones para poder casarse por la iglesia, que era
lo que en realidad querían.
La
ceremonia fue corta, pero el beso fue bastante largo. La fiesta fue
despampanante, Lorenzo el padre de Fernanda hizo un gran esfuerzo para darle
una gran fiesta a su hija. Al día siguiente de la ceremonia la joven pareja se
fugó a Buenos Aires, donde pasaron una corta luna de miel, recordando los
buenos tiempos, cuando los dos eran novios. En eso fue que se basó, la luna de
miel en recordar y compartir lo buenos momentos que pasaron en la capital
Argentina, acompañado claro de un intenso y agotador trabajo en las noches en
donde se consumían el uno al otro a punta de amor. El lunes, ya Marco había
regresado a trabajar, su familia ya había regresado a La Samaria después de
pasar tres días en Caracas, disfrutando de unas cortas vacaciones por cuenta de
Marco.
* * * *
En
el tiempo que siguió Marco se dedicó a reunir capital, trabajando fuertemente y
cosechando nuevos triunfos, y ganándose la confianza de sus jefes, para ir
ascendiendo en su escalafón e ir consiguiendo unos mejores ingresos para poder
aumentar su nivel de vida.
Después
de tres meses de convivencia la joven pareja sufrió de la ausencia de la
familia, y como nunca ninguno de los dos la habían sentido. Hasta el punto de
tener algunos problemas de discusiones, ya que Fernanda se deprimía mucho sola
en su casa. De manera que a veces le formaba unos buenos ‘sambembes’ a Marco,
debido a la nostalgia que sentía por estar lejos de su familia. Y fue así, como
en Noviembre, Marco con un poco de más holgura económica, mandó traer a la
Argentina a su hermana Isabel y a la hermana menor de Fernanda, Gabriela. Con
el objetivo de que se quedaran a vivir con ellos en Buenos Aires. De esta forma
logró calmar la nostalgia que sentía
Fernanda en ese tiempo. Luego a finales de Noviembre, Marco decidió
montar un restaurante, y con esto mandó a viajar a toda su familia a Buenos
Aires para que se instalaran definitivamente allí, y así poder estar siempre
juntos y en familia. Marco había logrado muchos triunfos para el grupo de
empresas para el cual estaba trabajando, así que todo lo que él pedía, en la
mayoría de las veces era concedido casi que sin ninguna discusión. El trabajo
de Marco se traducía en ganancias para cualquier empresa que dispusiera de sus
servicios, de manera que su trabajo era muy bien remunerado por la rentabilidad
que lograba a base a su trabajo. De esta forma los ingresos de Marco eran
grandes y el restaurante le ayudaba también a cubrir los gastos.
Cuando
llegó Diciembre se presentó un nuevo problema entre Marco y Fernanda. Fernanda
quería viajar a Caracas junto con su hermana para pasar la Navidad con sus
padres y Marco se oponía a pasar su primera Navidad como hombre casado y
comprometido, lejos de su mujer. Esto ocasionó una serie de disgustos entre
ellos. Pero la verdad es que Marco estaba preparándole una sorpresa a su
esposa; le iba a traer a sus padres a Buenos Aires, para que pasaran la Navidad
juntos, como una gran familia, así como la vivieron los Calderón y los padres
de Cristina, cuando Don Rodrigo todavía estaba vivo.
Durante
este tiempo Fernanda pasó dos días molesta con Marco, y durante el último día
no le dirigió ni siquiera la palabra, lo cual molestó a Marco, ya que por
tratar de hacer un bien, le estaba yendo muy mal. Al cuarto día bien temprano,
Marco levantó a su mujer, la vistió y la bañó él mismo a la fuerza, después la
obligó a que lo acompañara al aeropuerto. Así mismo le avisó a su cuñada, para
que lo acompañase también. Fernanda no comprendía la actitud de su esposo, que
jamás le había exigido algo y que jamás se había comportado como lo había hecho
ese día. Ella en un principio pensó que estaba muy molesto por su actitud y
luego, sólo decidió seguirle la corriente. Ese día Marco, abrió los ojos con un
fuerte ímpetu de ternura y amor hacia su esposa, a pesar de estar en una de
esas llamadas crisis conyugales, en la cual él estaba siendo la víctima. De
esta forma vio a su mujer al lado suyo y la levantó con un fuerte beso en los
labios que terminó en un mordisco cruel, que molestó bastante a Fernanda. Luego
le dijo que lo acompañase al aeropuerto en ese momento, a lo cual Fernanda se
rehusó a pesar de la tierna súplica de Marco. Así que Marco se vio obligado a
cargarla a la fuerza, desvestirla de la misma manera, y bañarla el mismo. De
esta manera tuvieron una pasión matutina en medio de una crisis conyugal.
Fernanda se sentía mal y atropellada por la actitud de su esposo. Pero Marco la
llenó de besos y caricias mientras estaban en el baño, algo que le diezmó la furia
inicial, cambiándosela por una extraña atracción enojosa. Cuando salieron del
baño, se vistieron y se fueron al aeropuerto. Donde esperaron en silencio los
tres, sentados en una banca, sin aportar una sola palabra de ningún tipo,
aunque se podía ver la diferencia entre los semblantes de Fernanda y de Marco.
En Fernanda dominaba un semblante de extrañeza y de molestia, mientras a Marco
se le veía sereno, satisfecho y con una risa interior que se le notaba con sólo
verle los ojos -esto molestaba más a Fernanda que se sentía como utilizada-.
Pero de pronto sonó la bocina, anunciando la llegada de un vuelo procedente de
Caracas. Marco se levantó y dijo: -Ya llegaron. A Fernanda le atacó la
curiosidad y preguntó que quienes habían llegado. Marco sólo respondió que unos
socios de la empresa que venían de Caracas. Fernanda lució desilusionada.
Cuando se pararon a esperar por la puerta de salida del vuelo, las dos hermanas
comenzaron a hablar entre sí restándole atención a los pasajeros que salían por
la puerta, es más a últimas hasta le dieron la espalda en forma grosera a
Marco. Después de un rato, Marco le tocó el hombro a Fernanda y le dijo: -Mira
mi amor, te presento a los socios que estábamos esperando. Fernanda brincó de
alegría cuando vio que se trataban de sus padres. Las dos hermanas que se
habían mostrado molestas por la actitud de Marco de no dejar que pasaran la
Navidad con sus padres, ya no sabían como dirigirle la palabra a Marco, ya que
ambas le habían hecho desaires, por esta situación. Durante todo el camino a
casa las dos hermanas guardaron silencio, y se limitaban a dialogar con sus
padres, mientras que Marco soportaba en silencio, la indiferencia de las dos
ingratas. Cuando llegaron al apartamento en donde Marco, Fernanda y Gabriela
vivían -porque la Familia de Marco vivía en el apartamento del frente- Marco
descargó el equipaje de sus suegros y salió naturalmente a su trabajo, ya se le
notaba en sus ojos lo molesto que estaba. Fernanda que ya había aprendido a ver
a través de los ojos de su marido, observaba con temor su semblante, pero no se
atrevía a verle los ojos. Fernanda y Gabriela se sentían muy mal con Marco por
la forma como lo habían tratado durante los últimos días.
Sin
embargo cuando Marco llegó a la casa a las nueve de la noche, encontró a toda
su familia reunida con la familia de su esposa en la casa, de tal forma que se
dispuso a entrar en la reunión como si nada, sin embargo en sus ojos se le notaba lo enojado que estaba.
Su madre y hasta su hermana lo habían notado apenas que lo vieron. Y así estuvo
hasta que terminó la reunión, y hasta que todos se fueron a dormir. Fue entonces cuando Marco se quedó
en la sala tomándose un Güisqui, sentado en el sofá, pensando miles de cosas.
Al rato se le acercó Fernanda dispuesta a todo para lograr su perdón, en esto
comenzó diciéndole: -Perdóname Nenito -así le llamaba a Marco-, trata de
comprenderme. Yo no sabía lo que tú habías planeado. Ahora me arrepiento de
haberte tratado así pero esa no fue mi intención, tú sabes que yo te adoro, y
sé que “Te negué mi cariño y ahora te debo mi felicidad”. Marco se conmovió con
estas palabras y le contestó: -No sabes
cuánto me has hecho sufrir, “pero con una palabra tuya bastaba para sanar”.
Sólo espero que comprendas que por el amor que te tengo estoy dispuesto a mover
cielo y tierra, y por amor es que he hecho todo lo que he hecho. Por favor no
seas tan incrédula de mi amor, y confía en mí que yo no te defraudaré mientras
que tú me des lo único que te he exigido hasta ahora; que es tu amor.
Luego
de esa hermosa reconciliación, se consumó el amor y se apretaron mucho más los
lazos entre ellos.
Aquella
fue una Navidad que ninguno de los presentes podrá olvidar, se repartieron
regalos, se compartió en familia y se integraron como un conjunto de células que
conforman un cuerpo, que cooperan y trabajan los unos en favor de los otros, de
tal manera que Marco volvió a crear aquella familia que logró reunir su abuelo
Rodrigo, en donde él (Marco) era el centro y soporte principal tanto económico
como afectivo, de la misma forma como lo fue Don Rodrigo para la familia
Calderón en sus tiempos, de tal forma que estaba por comenzar un nuevo ciclo en
la familia Calderón, un nuevo comienzo, con una nueva generación, que comenzará
en un lugar distinto al del lugar en que se inició, pero que en un futuro no
muy lejano volverán al núcleo de donde salieron que es la antigua ciudad de
Salamanca, en este momento aislada de las circunstancias pero bien presente en
el mapa de cada uno de los miembros de la nueva familia Calderón, y que por lo
tanto dentro de muy pronto volverán a la sagrada y hermosa Salamanca, y así
como los descendientes de los colonos regresaron a ella, abandonando a
Pentecostés, de la misma forma entonces, la nueva generación Calderón
regresarán a la histórica Salamanca en donde los años parecen siglos y los
meses años. Así como le sucedió a Joaquín y a Cristina, en su historia de amor,
una ciudad en donde no le pasan los años sino por encima, una ciudad mágica y
llena de leyendas, que no se borran nunca mientras exista alguna huella de
ella, ya que la ciudad a pesar de llamarse La Samaria, sigue llamándose
Salamanca, y esto debido a que no se borraron todos los vestigios de aquella
sufrida Salamanca que sus nuevos colonizadores quisieron desaparecer por completo,
pero que no pudieron, puesto que por muchos carteles de Salamanca que quemaron
para borrar la desdicha de esa ciudad, todavía sigue existiendo un letrero
escondido y oculto en el gran Morro que custodia su bahía y que sigue sellando
a la ciudad de La Samaria, con la desdicha de la antigua ciudad de Salamanca, y
que no desaparecerá hasta ser destruido.
De
esta manera la nueva generación Calderón volverá a Salamanca más pronto de lo
esperado, con un nuevo líder, fuerte e inteligente, dispuesto a ser el soporte
de su familia o mejor dicho de su gens, a la cual levantará bien en alto. De
esta forma vendrán épocas de estabilidad y prosperidad en el exilio, así como
la que ocurrió en Pentecostés, seguida de una época dorada como la que
protagonizó Don Rodrigo Calderón, y una época de crisis donde la fuerza y la
inteligencia de Marco saldrá a relucir en todo su esplendor para poder sacar a
su familia adelante, evitando los traumas sufridos por su padre Joaquín, quién
originó la dispersión de toda la familia, y su decadencia al carecer del ímpetu
que reflejan los ojos de los Calderón, que ayudan a predecir y concebir al
mundo. Pero ya todo esto es otra historia, que no se podrá ver más que por los
ojos de un verdadero Calderón, los cuales han de volver a dominar a Salamanca,
hoy apodada La Samaria.
Pero
para terminar de narrar esta historia es necesario contar la antesala de la
otra historia que comenzará con la misma canción con la que terminará ésta.
Pues bien, durante la fiesta de Navidad y Año nuevo la nueva familia Calderón
le exigió a la joven pareja, la cual conforman la nueva cabeza de familia que
es Marco con su joven esposa Fernanda, la procreación de la raza Calderón, lo
cual se hizo de manera tardía después de un año y nueve meses más en medio de
nuevas complicaciones que ya hacen parte de la otra historia. Pero sin embargo
el nacimiento del nuevo o mejor dicho de los nuevos descendientes, porque
fueron dos desde la primera intención -gemelos-, marcaron una nueva pauta y un
nuevo rumbo en la vida de la cabeza y centro de la familia Calderón, al saciar
su instinto paterno, que es congénito entre los Calderón y que se perdió de
cierta forma con la personalidad pasiva de Joaquín, pero que siguió
transmitiéndose en sus genes. Esa nueva sensación de ser padre imprimió más
brillo en esos ojos encantadores y al mismo tiempo expresivos de Marco, dándole
un nuevo aire y una nueva personalidad que se introduce por medio de esta
canción vallenata de
Juan Segundo Lagos:
Juan Segundo Lagos:
Yo tengo un cultivo, en mis ilusiones,
Sembrado de flores, que lindo jardín,
Tengo Margaritas, tengo girasoles,
Orquídeas bonitas, rosas y jazmín.
Pero soy un “Chupaflor”, que como puedo volar,
Porque tengo que cuidar mi último nido de amor,
En él tengo lo mejor que mi Dios me pudo dar,
Un par de polluelos, que llevo en el alma,
Y a la madre de ellos, que a mí me acompaña,
Un par de polluelos que quiero, y que llevo bajo mis
alas,
Un par de polluelos que tengo, y que viven bajo mis
alas.
Los hijos pequeños, son tan vulnerables,
Por eso sus padres, los deben cuidar,
Se queda la madre, y el palomo sale
A traer más tarde, un poco de pan
Cuando yo salgo a volar y el jardín empiezo a ver,
Me dan ganas de olvidar, que yo tengo que volver,
Pero me pongo a pensar, que primero está el deber,
Vuelo bajitico, juntico a las flores,
Las miro un poquito y me marcho entonces,
Llevando alimento en el pico, para que coman mis
pichones,
FIN
LA SAMARIA, OTRA HISTORIA MACONDIANA.
CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO III
CAPITULO IV
CAPITULO V
CAPITULO VI
CAPITULO VII
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