CAPITULO XVIII. EL FINAL DE
LA HISTORIA.
Luego
de tantas aventuras, pues los Calderón se instalaron permanentemente en Santa
Marta. José Antonio y Priscila vivieron muy felices y tuvieron dos hijos,
primero nació Carolina, y después nació José Ignacio, también
con la ayuda del gran Martelo.
Ana y Victoria organizaban
festivales de música y poesía, para atraer a más gente, y activar más el
comercio. Esas ferias volvían loco a José Joaquín que tenía que lidiar con la
seguridad, porque así como venían artistas y músicos, también venían rufianes y
ladrones de otras partes.
Ana y Victoria también fundaron
la primera escuela para niños y niñas en Santa Marta, donde se les enseñaba a
leer y a escribir.
Luego de cinco años, la
familia recibió una visita inesperada, la madre de José Antonio decidió mudarse
también a Santa Marta, luego de que su esposo muriera.
José Joaquín y María vivieron
felices con sus nietos y sus negocios. José Joaquín volvió a salvar a Santa
Marta de dos ataques piratas más y fue muy condecorado.
Victoria se casó con Manolo y
también tuvieron sus hijos.
El señor Velásquez y su
esposa también vivieron felices con sus nietos, y lograron casar a sus otras
dos hijas con buenos hombres.
Ana vivió con su madre un
tiempo, y luego se casó con un hombre que respetó su espíritu libre.
Hortencio tuvo un hijo con su
amiga de infancia, y mantuvo su linaje, pero su hijo se casó con una Aruhaca.
José Antonio quiso organizar
una corrida de toros en Santa Marta, y los músicos perdieron las partituras de
los pasos dobles españoles. Al improvisar la música, con músicos criollos, les
salió un porro, y a la banda la llamaron papayera.
Hasta aquí llega esta
historia, pero les puedo contar más, pero en otro libro.
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