CAPITULO XI ¿Y QUÉ PASÓ CON
EL COMPROMISO?
Quedaron pendientes dos
compromisos, el primero de José Joaquín y María. En efecto se comprometieron, y
fijaron fecha de boda. En cuanto al compromiso de Priscila…
Llegó el martes por la tarde,
y José Antonio tenía todo listo para esa noche. Tenían sus trajes, y todo
estaba preparado para impedir que se hiciera el compromiso.
José Joaquín: Bueno, ya estoy
listo, ¿Debo saber algo? ¿alguna cosa que tenga yo que hacer?
José Antonio: Tranquilo
tío... lo sabrás en su debido momento, vamos para la casa de los Velásquez.
Cuando llegan a la casa de
los Velásquez, había mucha gente, estaban las dos salas llenas de invitados,
muy bien vestidos y comiendo la comida deliciosa que estaba ofreciendo el señor
Antonio Velásquez en Anfitrión.
José Joaquín y José Antonio
se mezclaron con los asistentes, varios eran vecinos y clientes. Las dos salas,
el comedor y el patio de la casa estaban colmadas de personas, que comían, conversaban
y bebían a gusto. La reunión estaba muy bien.
De pronto, llaman a todos los
invitados al centro de la sala, porque Priscila iba a bajar por la escalera,
para ser presentada a todos los invitados.
José Joaquín: José Antonio
hijo… no se que tengas planeado… pero si no haces nada en estos momentos…
después será más difícil.
José Antonio: Tranquilo tío,
ya va a comenzar el espectáculo. Ya el arma secreta está lista.
José Joaquín: ¿Y quién es esa
arma secreta?
José Antonio: Tú…
Precisamente, cuando comenzó
a bajar la escalera Priscila se escucharon varios juegos pirotécnicos desde la
calle, había mucho ruido, incluso, se escuchaba una banda de músicos a lo
lejos, y parecía como si estuvieran pasando como veinte mulas por esa calle. En
efecto, José Antonio le había encargado a Manolo y a Isidoro para que hicieran
el mayor ruido posible en la calle. Manolo e Isidoro, contrataron una banda de
músicos, unos 20 carretillas jaladas por mulas, y comenzaron a estallar juegos
artificiales en la calle. El ruido era ensordecedor, el señor Velásquez envió a
varios de sus empleados a que trataran de acabar con el origen del ruido, pero
mientras trataban de hablar con los músicos, los juegos artificiales sonaban, y
no dejaban escuchar nada, y ni qué decir de las 20 carretas sonando, y los
burros relinchando. Todo era un caos en la calle. Así que el señor Velásquez,
no tuvo de otra que ordenar a sus empleados a que cerraran todas las ventanas
para aislar un poco los ruidos de afuera.
José Joaquín: José Antonio
que me tengo que ir…
José Antonio: Pero cómo te
vas a ir, si ahora te toca tu parte.
José Joaquín: Que yo no se
qué es lo que me ha caído mal, y tengo un dolor de estómago bárbaro…
José Antonio: Que no te
puedes ir, que ahora es cuando viene tu parte.
José Joaquín: Que no puedo
hacer nada, que tengo me ha dado un dolor de barriga y que no puedo en estos
momentos en pensar en nada, que siento que voy a estallar.
José Antonio: Tío… que
precisamente esa es tu parte, que necesito que estalles.
José Joaquín: Que cómo
quieres que estalle, si estamos en tremenda fiesta… y yo siento que voy a
estallar, que parece que hubiese comido queso de cabra, como en el barco.
José Antonio: ¿Y qué crees
que has estado comiendo durante todo este evento?
José Joaquín: Que eres un
demonio… ¿que este era tu plan? ¿Que yo me cagara en plena reunión?
José Antonio: No tanto, solo
que hagas que se suspenda la reunión, además que de seguro tendrás ayuda,
porque varios han comido el mismo queso de cabra, que entre otras cosas no
estaba muy fresco que digamos.
José Joaquín: Que por Dios
que grado de maldad…
José Antonio: Vamos tío, que
ya es hora, no podemos dejar que presenten a Priscila ante la sociedad. La idea
es que no te quedes en un solo sitio para no ser detectado.
José Joaquín: Mira desalmado,
que yo te quiero mucho, pero con esto si no te voy a ayudar, yo me voy para mi
casa.
José Antonio: Tranquilo tío
que para eso he llamados refuerzos.
En esos momentos llegó
Manolo, y han agarrado entre José Antonio y Manolo a José Joaquín, cada uno por
un brazo, y José Antonio, le dio un fuerte abrazo por el estómago a su tío.
José Joquín: José Antonio…
bellaco… eso no se hace…
Y así comenzó el bombardeo de
gases, en todas las dos salas. José Joaquín que trataba de liberarse pero José
Antonio y Manolo no lo dejaban, tenían bien agarrado y parecía que estuvieran
llevando arrastrado a un borracho, y lo pasearon por todo el salón descargando
por todas partes, su carga pestilente.
Llegaron al comedor donde
estaban la mayoría de la familia del novio…
El papá del novio, es señor
Duque Fernández de Romo, que charlaba con otros mariscales, quedaron emboscados
con semejante olor, y rompieron de pura vergüenza su formación.
De un momento a otro, todos
los que estaban en el comedor salieron del lugar despavoridos.
Con las ventanas cerradas por
la bulla de afuera, el olor se concentró. Varios invitados comenzaron a irse de
la fiesta.
Cuando se anunció que la
novia iba a bajar de su habitación el olor estaba en su máximo apogeo. Y como
bien lo dijo José Antonio, ya el queso había tenido efecto en varios de sus
asistentes, porque varios habían comenzado a abandonar la fiesta.
José Joaquín: José Antonio,
suéltame que no aguanto más…
José Antonio: Sí tío, que ya
puedes irte, ya cumpliste tu misión.
El señor Velásquez comenzó a bajar
las escaleras con su hija, y cuando llegaron a los últimos 5 escalones se
detuvo, e iba a anunciar:
Señoras y señores, tengo el
placer… a bárbaro y a qué huele…
Muchos asistentes ya se
habían ido, y los que se quedaron, pañuelo en mano se tapaban la nariz.
El señor Velásquez llamó a
uno de sus empleados, y le pregunto: ¿Qué carajos está pasando aquí? Y el
empleado respondió: Mi señor, al parecer había algo malo en la comida, muchos
invitados se han ido, y al parecer, alguien muy a pesar de que le ha caído una
indigesta… se ha quedado y nos ha bombardeado… todo el salón esta empestado de
ese mal olor…
Priscila aprovechó para hacer
su actuación, “Papá… esto es un desastre… me niego a entrar a esta fiesta con
este olor…” Y volvió a subir a su habitación.
Los invitados murmullaron, y
el Duque Fernández de Romo, se dirigió al señor Velásquez.
Duque: señor Fernández, esto
es un desastre… nunca había sido sometido a semejante humillación. Parte de mi
familia, entre ellas el novio, han debido abandonar la fiesta, porque la comida
le ha sentado y no ha habido otro remedio que salir corriendo. Además, este
olor maldito olor ha espantado a muchos invitados. Somos el hazmerreír de todo
Cádiz.
Velásquez: La verdad… no sé
qué ha ocurrido… dispénseme por favor señor…
Duque: Aquí no hay nada que
hacer… el compromiso se rompe, no puedo permitir que mi único hijo, termine
casándose con su hija, luego de un escándalo como este. Además, cerrar todas
las ventanas de la casa, para que se concentrara ese olor infernal, me deja
mucho qué pensar.
Velásquez: Pues señor… no hay
más nada que decir, aquí no habrá compromiso, y mucho menos, si usted piensa
que algún miembro de mi familia ha orquestado semejante teatro. Además… de
seguro ese olor del demonio como usted lo dijo, tuvo que provenir de su hijo…
Bueno… en fin, el compromiso
se canceló y las dos familias, los Velásquez y los Fernández de Romo… quedaron
enemistadas, y al hijo del Duque Fernández de Romo, lo apodaron “el pedorro”,
así que se imaginarán la dicha del Duque, que se convertiría en un enemigo
acérrimo. Por otra parte, a la casa de los Velásquez la gente de Cádiz comenzó
a apodarla “la casa del Pedo”. El suceso
se supo en toda la ciudad, y por lo conocido del Duque Fernández de Romo, llegó
hasta Madrid. El pobre hijo del Duque, sufrió muchísimo por las burlas en toda
la ciudad, y demoró una década en poderse comprometer. “Esto no se quedará así”
dijo el Duque, que comenzó a planear una venganza.
Por su parte, José Antonio
llegó a su casa con Manolo e Isidoro a festejar… y se encontraron con José
Joaquín.
José Joaquín: Mira… tú… que
de no ser porque te he criado como a un hijo y que ya me toca ir nuevamente al
baño, te mataría en estos momentos por lo que me has hecho.
José Antonio: Pero tío… todo
ha sido perfecto… el compromiso se canceló y todo el mundo le hecha las culpas
del mal olor al hijo del Duque.
José Joaquín: Pues a mí no me
parece nada gracioso… me has utilizado cual cañón de artillería… te has
aprovechado de mí, para… ya vengo que voy para el escusado otra vez ¡Maldita
sea¡
Todos se rieron de José
Joaquín.
Esa noche José Antonio se fue
a la ventana de Priscila.
Tocó la ventana y ella le abrió.
José Antonio: Te dije que iba
a impedir ese compromiso y lo cumplí.
Priscila: Eres un desalmado…
volviste toda mi casa en una locura, mi pobre padre no se explica qué fue lo
que ocurrió. Sospecha que hubo sabotaje, pues los ruidos en la calle, las ventanas
cerradas, la comida dañada, el mal olor. Está muy triste, la verdad siento
pesar por él. Pero a su vez siento un gran alivio de no casarme con ese joven,
que aunque se veía buena persona, si lo he visto un par de veces es mucho. Me
parecía un poco atontado, pero la verdad no tuvimos oportunidad ni de hablar…
José Antonio: mmm suenas como
arrepentida…
Priscila: No condenado rufián…
claro que no… que me da felicidad, pero al mismo tiempo siento pesar de mi
padre que organizó todo… y de ese pobre muchacho que será el hazme reír de toda
Cádiz por un buen tiempo.
José Antonio: De verdad, que
no se me ocurrió otra manera, tu padre se ve que es buena persona, un poco
rígido y conservador, pero lo trate para reparar tu ventana, y fue muy formal y
cumplido. Espero que nunca sepa qué fue lo que realmente ocurrió, porque de
seguro no nos deja casar.
Priscila: mmm ¿alguien acaba
de decir que se casa, o fue un murmullo del viento?
José Antonio: No, no fue un
murmullo, pues este susto me ha dejado claro que no puedo permitir que se me
vuelvan a adelantar.
Priscila: ¿Y ahora qué plan
siniestro vas a armar para pedir mi mano?
José Antonio: Bueno… no había
dicho que iba a pedir tu mano…
Priscila: Mira bribón… si me
has hecho pasar este mal momento con mi familia y te vas a arrepentir, te juro
que cierro esta ventana y no te la abro más.
José Antonio: Jajajaja…
Hombre qué sí, que me casaré contigo… pero no vayas a creer que hay que planear
bien cómo debo hacerlo, porque quedaría en evidencia si lo hago inmediatamente,
sobre todo si tu padre sospecha que hubo un saboteo.
Priscila: Pues yo no creo que
haya que esperar de a mucho… con esas ganas que tiene mi padre de casarme y
luego de este espectáculo… no se qué estará pensando.
José Antonio: Sí tienes
razón… no voy a permitir que se me vuelvan a adelantar. Sabes… voy a hablar con
mi tío… necesito su consejo, aunque en estos momentos está muy enojado conmigo
por lo que hice.
Priscila: ¿Y qué le has hecho
a tu tío?
José Antonio: Mejor ni te
cuento, pero créeme que también me dio mucho pesar haberlo usado para nuestro
plan, así como sientes pesar tú por tu padre. Pero bueno… esperemos que a
partir de ahora todos nos salga bien.
En esos momentos sonaron las
campanas de la iglesia, se oían cañones disparar. La armada inglesa estaba
atacando Cádiz. 100 barcos ingleses se acercaban a Cádiz, para tomarla a sangre
y fuego, con unos 8 mil soldados. Solo unos 50 barcos españoles estaban en el
puerto, solo 15 eran de guerra, y en ese momento, la guarnición de Cádiz no
estaba lista para semejante ataque, los cuales contaban con 300 soldados
disgregados en diferentes fortalezas, solo 150 estaban en la ciudad, y no había
mucha pólvora o munición.
Priscila: ¿Qué ocurre José
Antonio?
José Antonio: No lo sé, pero
parece una guerra viniendo hacía nosotros. Deja ver qué averiguo… y si hay
peligro vendré por ti.
José Antonio comenzó a correr
por los tejados y llegó por la ventana a la habitación de su tío, que se estaba
vistiendo.
José Joaquín: Madre mía… que
me vas a matar de un susto. (cuando vio a José Antonio ingresar a su habitación
por la ventana).
José Antonio: ¿Tío qué
ocurre?
José Joaquín: Que están
sonando las campanas de la Iglesia, nos avisan a todos que nos están atacando.
José Antonio: Pero… ¿quién
tío? Que nadie antes había atacado a Cádiz que yo recuerde.
José Joaquín: Que tu no
habías nacido, pero sí, en otra época sí nos han atacado.
José Antonio: ¿Y qué hacemos?
José Joaquín: A ver José
Antonio, déjame ver (En ese momento sacó un catalejo de su closet y miró por la
ventana). Mmm… no es que se vea mucho, pero al parecer viene una flota por mar,
y los barcos españoles vienen a refugiarse
al puerto. Veo que de puerto real vienen los galeones de la armada para
tratar de evitar que los enemigos entren en la bahía. Eso nos dará un poco más
de tiempo. Rápido… dile a Isidoro que zarpe lo más pronto posible y que se
lleve el barco a puerto real. Yo iré por María y Victoria, para que estén en
esta casa y no estén solas. Nosotros tendremos que colocarnos a disposición del
General de la plaza, quién dará las instrucciones de cómo se va a defender la
plaza.
José Antonio cogió el caballo
pasó por la casa de Priscila y saludó al señor Velásquez, quién estaba en la
puerta.
José Antonio: Señor
Velásquez… ¿en qué le puedo ayudar?
Velásquez: ¿Qué ocurre?
José Antonio: Están atacando
a Cádiz desde el mar.
Velásquez: Debo llevar a mis
hijas y a mi mujer a un lugar seguro.
José Antonio: Voy a averiguar
a donde están llevando a las mujeres y a los niños, ya vengo.
Velásquez: Gracias muchacho.
Mientras tanto en la
panadería.
José Joaquín: María…
Victoria. Debemos irnos, hay una flota enemiga que viene a atacarnos.
María: ¡Válgame Dios¡ Pero no
será mejor quedarnos aquí José Joaquín, mira que en la panadería tenemos los
alimentos, y en estos casos de ataques, es lo que más hace falta.
José Joaquín: Tienes razón…
le diré a mis empleados que vengan para acá y las acompañen, los alimentos son
supremamente importantes en estos casos, y no faltará el aprovechado que
intente robarlos.
José Antonio: Tío… ya le
hablé a Isidoro, ya debe estar zarpando a Puerto Real. Y me han dicho, que a
las mujeres las están llevando al castillo para que estén a salvo.
José Joaquín: No… no vamos a
ir al castillo, María tiene razón… hay muchas provisiones en la panadería, y es
lo que más necesitamos en tiempos de guerra. Trae a todos nuestros empleados,
tenemos que resguardar la panadería y a las mujeres. No estamos tan cerca de
las murallas, así que espero que no tengamos problemas con los disparos… Igual,
en caso de que veamos que los disparos se acercan tendremos que evacuar la
Panadería.
José Antonio: Voy por los
Velásquez.
Los Velásquez estaban
subiéndose a una carreta con algunas provisiones y ropa.
José Antonio: Señor
Velásquez, nuestra familia se va a resguardar en la panadería donde nos
reunimos hace unos días, previendo las provisiones, hay espacio para ustedes, y
se aseguraría la comida, en caso que faltara, además queda más cerca que el
castillo, donde hay mucha gente haciendo fila para entrar.
Velásquez: ¿Estarán seguras
en ese lugar?
José Antonio: Se lo prometo.
Yo los escoltaré hasta el lugar.
Muchas personas cuyas casas
estaban cerca de las murallas, sabían que debían evacuar, pues era muy probable
que los cañonazos los alcanzaran. Muchas mujeres y niños evacuaron al castillo principal,
el castillo de Villa. Otros se quedaron en sus casas esperando el desarrollo
del ataque. Los hombres fueron llamados a servir como voluntarios y ayudantes
de los soldados que defendían la plaza.
Como José Joaquín y Antonio
Velásquez fueron militares, y eran personas prestigiosas en Cádiz, fueron
llamados por el jefe de la plaza, para coordinar las defensas de la ciudad en
un Consejo de Guerra. Ya el jefe de la plaza había enviado emisarios a Jerez y
a los pueblos vecinos, para avisarles, y para solicitar refuerzos, municiones y
provisiones.
En el consejo de Guerra.
El jefe de la Plaza Alfonso
Guzmán: Señores, la cosa no pinta bien, en una hora tendremos al enemigo a tiro
de cañón, hemos enviado a nuestra flota de galeras para retrasarlos y
asediarlos, pero me han informado que son más de sesenta barcos y con una
fuerza de fuego enorme. Deben ser más de 7000 soldados, y eso… siendo
optimistas porque si se han atrevido a atacar Cádiz, deben ser mucho más. Este
es un ataque inesperado, la verdad nadie sospechaba esto, tenemos municiones
para día y medio, y provisiones para la tropa para tres días, no sé de verdad
cómo estarán los habitantes de la ciudad. Tendremos que detenerlos en la noche,
para que lleguen los refuerzos mañana, y podamos hacer mejor resistencia, y así
desistan de tomar la plaza. Contamos con 300 soldados, y con los voluntarios de
Cádiz, llegamos a 3000 hombres más, solo que no están entrenados para la
guerra. Dicho lo anterior, debemos decidir si utilizamos todo nuestro arsenal
al principio de la lucha, o esperamos.
La decisión del Consejo de
Guerra, fue esperar a ver donde iba a desembarcar el enemigo y concentrar todas
las fuerzas en ese lugar, sin embargo…
José Joaquín: Caballeros, no
estoy de acuerdo. Y espero que escuchen lo que voy a decir… si bien su plan no
carece de lógica y es el más seguro de todos. Pienso que si el enemigo no
encuentra resistencia desde el momento en que se acerque a la ciudad, llegará
con los ánimos exaltados y tomará nuestra estrategia como una debilidad. Dejar
al enemigo que llegue a las puertas de la ciudad sin resistencia en mi humilde
opinión no es lo más ventajoso. Si bien es cierto, tenemos que ser cautelosos por
la desventaja que tenemos en la cantidad de hombres y municiones, no es menos
cierto, que si esperamos a que el enemigo nos toque las puertas con esas
ventajas, de seguro que nos las van a derrumbar y perderemos todo.
Alfonso Guzmán: De hecho,
tiene razón ¿qué sugiere entonces Capitán Calderón?
José Joaquín: Algo que
últimamente he visto que da resultados… Sabotaje.
Así acordaron el plan, y se
dispusieron a llevarlo a cabo.
Como era de esperarse, la
armada inglesa doblegó a los galeones españoles y a las galeras que hicieron
todo lo posible para retrasarlos, pero ante la superioridad numérica y el poder
de fuego del adversario, tuvieron que retroceder a la bahía de Cádiz.
Cinco barcos ingleses se
alejaron del grupo, persiguiendo a los barcos españoles y se acercaron a la
ciudad, fueron recibidos con abundante fuego de los baluartes de San Felipe,
San Carlos, Candelaria y Soledad. En efecto, lograron averiar a tres barcos,
donde los defensores gritaron un VIVA ESPAÑA.
Los ingleses que estaban
confiados y que habían doblegado a los barcos españoles, y con la información
de que la plaza tenía poca guarnición y municiones, no se esperaban semejante
golpe, mientras que los defensores que estaban temerosos, luego de ver que sí
podían hacerle daño a los barcos ingleses, se encontraban más optimistas.
Los ingleses esperaron más de
una hora, para realizar su siguiente movimiento, y ya eran las 5 de la mañana,
el sol comenzaba a iluminarlos, y se pudo ver la cantidad de barcos ingleses
que amenazaban la ciudad, pero sus defensores estaban preparados.
La siguiente jugada consistió
en colocar una línea de diez barcos españoles en la entrada de la bahía de
Cádiz y esperara a los barcos ingleses. Los ingleses decidieron atacar por el
interior de la bahía, y atacar a los barcos que bloqueaban su camino. Dos líneas
de diez barcos aceptaron el desafío de los barcos españoles y comenzaron su
ataque de frente.
Los barcos españoles tenían
ordenes de disparar una andanada y retirarse al interior de la bahía. Por su
parte, los baluartes de San Felipe, San Carlos, la Candelaria y Soledad
recibirían con fuego nutrido a los barcos ingleses ubicados en la retaguardia.
Nuevamente el saldo fue a favor de los españoles, dos barcos en la vanguardia
averiados y dos en la retaguardia. La confusión reinó en los barcos que
terminaron devolviéndose y reagrupándose nuevamente con los otros barcos.
En esos momentos llegó una
flota de 20 galeras con provisiones, refuerzos u municiones, que logró esquivar
el bloqueo de los ingleses, aprovechando que toda la flota estaba distraída con
el primer ataque del día. Otro VIVA ESPAÑA y la situación ya mejoraba con la
llegada del cargamento de las galeras.
El Almirante Inglés cayó en
el desespero, y decidió atacar con toda, ordenó el desembarco y ordenó entrar a
la bahía con 30 barcos de guerra, dejando en la retaguardia a los barcos
dañados, a los pequeños y los que llevaban las provisiones. Gracias a la divina
providencia, todo lo que hacían los ingleses favorecía al plan.
Esta vez y apertrechados los
españoles, dispararon todo lo que pudieron en contra de la flota inglesa que
buscaba entrar a la bahía, pero esta no se concentró en disparar a la ciudad, y
trató de evadir el fuego español, para concentrarse en el sitio de desembarque.
A pesar del intercambio de disparos, esta vez no se dieron pérdidas notorias en
ninguno de los bandos.
Los ingleses al pasar la
ciudad se concentraron en atacar el fuerte el Puntal, que se encontraba en la
isla de León. Seis barcos fueron usados para atacar el fuerte, que resistía con
20 cañones y 50 soldados. Los ingleses comenzaron el desembarco de 9000 hombres
en la isla de León.
José Joaquín: Muy bien José
Antonio, es hora…
Mientras que los ingleses se
concentraban en atacar con todas su fuerzas el fuerte Puntal, José Antonio
llevaba las mismas carretas que utilizó para hacer ruido en la calle de la casa
de los Velásquez, cargadas esta vez de vino y comida, pasando el puente Zuazo,
y llegando a la isla de León.
Los combates en el fuerte
Puntal duraron hasta las dos de la tarde, cuando la guarnición sin más forma de
resistir, se rindió ante el ataque por tierra y por mar. Los 20 soldados que
quedaron, fueron dejados en libertad por el Almirante, que plantó en el fuerte
su centro de operaciones, en ese momento sintió hambre y preguntó si habían
llegado las provisiones, y le contestó su primer oficial que aún no habían llegado.
En el mar, los barcos de las
provisiones habían podido pasar a la bahía, los baluartes de la ciudad, y las
galeras las cañoneaban si intentaban acercarse, incluso las galeras lograron
hundir el primer barco de provisiones que superó los cañones de la ciudad.
Almirante Inglés: Qué ocurre
con las provisiones, la tropa se va a morir del hambre.
Primer oficial: No sabemos
señor, ya debieron haber llegado, por lo menos para el almuerzo.
Almirante Inglés: Qué extraño… si no le damos de comer a los
soldados en una hora, se nos va a formar un motín. Tome unos cincuenta hombres
y explore la zona en búsqueda de comida… urgente…
Por su parte…
José Antonio que vio
acercarse a pelotón inglés, dispararon una ráfaga y se dieron a la huida,
dejando las carretas con la comida y el vino, que los ingleses se apropiaron de
inmediato. José Antonio regresó al interior de las murallas con sus compañeros,
sin ninguna pérdida.
José Joaquín: José Antonio,
¿Cómo les fue?
José Antonio: Pues herimos a
varios, pero les dejamos las carretas llenas de comida y vino.
José Joaquín: y la comida… ¿fue
la misma de la fiesta de los Velásquez?
José Antonio: Sí, con María,
Victoria y sus empleadas, logramos preparar varios panes con queso de cabra
rancio, del que compré para la fiesta de los Velásquez… incluso pasé con
Priscila a recoger algunas sobras y más queso que le había quedado en la
fiesta, así que está mucho más rancio. Espero que esos ingleses tengan el
estómago más delicado que tú, porque no a todo el mundo le hace el mismo efecto.
José Joaquín: Excelente… que
se preparen los soldados, que en una hora vamos a atacar. Espero por nuestro
bien, que el queso haga sus efectos.
Los ingleses llevaron las
carretas al fuerte, donde ya estaban los soldados exigiendo la comida, e
iniciaron un intento de motín. Cuando llegaron las carretas, los soldados que
las traían gritaban de jubilo… COMIDA Y VINO. No hubo orden, y el Almirante
dejó que los soldados se saciaran, muchos se emborracharon con el vino.
Eran las cuatro de la tarde...
Primer oficial Inglés:
Almirante… me informan que un ejercito de españoles se acerca.
Almirante inglés: Aliste a
los hombres para el combate…
De pronto, el Almirante
sintió un dolor de estómago y dejó salir una flatulencia.
Almirante Inglés: ¡Qué mal
momento para un dolor de estómago¡ ¿De dónde provino toda esa comida?
Primer oficial: Al parecer un
grupo de soldados la llevaba a la ciudad, y al vernos la dejaron abandonada.
Almirante Inglés: Esto no me
huele bien.
Primer oficial: A mí tampoco
señor.
Almirante Inglés: ¿Qué ha
dicho?
Primer oficial: Nada
Almirante discúlpeme.
Almirante Inglés: Dé las
ordenes para que los soldados formen para el combate, en un momento salgó, pero
antes, tendré que hacer del cuerpo, que barbaridad.
Sale el Almirante
Almirante inglés: Reporte de
novedades.
Primer oficial: Mi señor, la
tropa es un desastre, los que no están borrachos tienen dolor de estómago.
Almirante inglés: Malditos
españoles nos han purgado… en estos momentos no se si pueda subirme a un
caballo con este dolor de estómago.
Primer oficial: Mi señor… que
yo también he hecho del cuerpo ya dos veces, y con los nervios creo que voy a
tener que ir una vez más.
Almirante inglés: Pues no me
imagino cómo está un soldado en pleno frente de batalla.
En el frente de batalla…
Un capitán inglés intenta
formar a sus soldados:
Capitán: Soldados, preparen
los arcabuces… fórmense para combatir al enemigo, vamos a demostrarles quiénes
somos los ingleses.
Y en ese momento un soldado
se cagó… y el resto de soldados murmuró “Qué asco”, sin embargo, lo secundaron
tres soldados más que también se cagaron.
Capitán: Por Dios… que el
miedo no se apodere de sus cuerpos…
Soldado: Que no es el miedo
Capitán… que ha sido la comida…
Capitán: Qué barbaridad… que
hacemos… que los que tengan dolor de estómago que se retiren, para que hagan
del cuerpo en otro lado.
Y salieron todos los soldados
excepto los cagados que no querían correr.
Capitán: Ahora sí nos
jodimos… y ustedes vayan a limpiarse a otro lugar.
En esos momentos se acercaron
los españoles en formación de combate y comenzaron a disparar sus cañones.
En esos momentos, muchos
soldados ingleses, literalmente se cagaron, y salieron corriendo, lo que generó
un desorden en las filas inglesas, quienes comenzaron a correr en retirada,
mientras que los españoles continuaron disparando e iniciaron la carga. Los
ingleses borrachos disparaban a cualquier lado, y los que padecían dolor de
barriga, dispararon pero no daban ni para cargar, ni para sostener los
arcabuces. Entre borrachos y cagados, no hubo resistencia en el campo de
batalla, y masacraron a los que encontraron rezagados. Los ingleses se
refugiaron en las ruinas del castillo Puntal, donde el Almirante luego de salir
de un cuartico que había convertido en un excusado, retornaba al campo de batalla
luego de haber hecho del cuerpo otra vez. Al volver encontró que se estaba
tocando la retirada, que sus soldados huían en desbandada y se refugiaban en el
castillo, y que el enemigo los tenía acorralados.
Primer oficial inglés: Sus
órdenes señor.
Almirante Inglés: ¿Qué
ordenes puedo dar? Que llamen a los barcos que nos vamos de aquí cuanto antes,
que esto ha sido un completo desastre.
Primer oficial inglés: Sí
señor, jajajajaja.
Almirante Inglés: Y qué te
causa tanta gracia.
Primer oficial inglés:
Jejejejej solo me compadezco por la persona a quién le den la orden de limpiar
todo esto, hay mierda por todos los lados.
Almirante Inglés: No se ría
mucho, por lo que veo, no me imagino cómo quedarán esos barcos, y cómo será el
viaje de regreso. Más bien fíjese bien donde pisa, que veo muy pocos lugares
despejados.
Un VIVA ESPAÑA otra vez. Los
ingleses se embarcaron nuevamente en sus barcos, con el constante asedio de los
disparos españoles, fue una muy dolorosa derrota para la Corona Inglesa, que
buscaba darle un golpe a España tomándose a Cádiz. Los españoles nunca habían
visto un ejercito inglés con tan mala puntería.
Desde el frente español…
Oficial español: Muy bien
retomen el fuerte Puntal, ya los inglese lo abandonaron.
Fueron como treinta soldados
y volvieron enseguida.
Soldado español: Señor, todo
despejado…
Oficial español: Pero ¿qué
están haciendo aquí? Les dije que retomaran el fuerte.
Soldado español: Imposible
por ahora señor…
Oficial español:
¿Imposible? ¡Es una orden¡
Soldado español: Que no
podemos… que no se puede señor…
Oficial español: Pero ¿a qué
se refiere soldado?
Soldado español: Pues señor…
si quiere vamos y lo ve usted con sus propios ojos…
Cinco minutos más tarde.
Oficial español: ¡Madre mía¡
Que estos ingleses han dejado esta zona como un excusado ¡Qué barbaridad¡ ¡Qué
asco¡ Ahora entiendo porque este es el ejercito ingles con la peor puntería que
había visto. El plan no solo era emborracharlos con el vino, sino que también
los purgaron con la comida.
Soldado español: ¿Y qué
hacemos ahora?
Oficial español: No digamos
nada, porque si esto se sabe, nos quitará todos los méritos de la victoria.
Ordénele a 30 soldados de los más indisciplinados que limpien toda esta mierda,
y que más nadie sepa de este tema.
Tres días después de superado
el ataque inglés…
José Antonio: Tío que tienes
que decirle.
José Joaquín: Que hombre José
Antonio, que me da vergüenza.
José Antonio: Que tienes que
decirle.
María: ¿Qué tiene que decirme
qué?
José Joaquín: Ah, igual sí
tienes que saber. José Antonio por favor déjanos a solas.
María: ¿Qué me tienes que
decir? Ahora ¿Qué ocurrencia nueva vas a sacar?
José Joaquín: María… mira me
da vergüenza pero es algo que debes de saber antes que nos casemos. Yo sufrí
una herida de guerra en uno de mis testículos, lo cual no es para nada… por
decirlo de alguna manera… estético… y al contrario… me causa mucha vergüenza, y
bueno… eso fue lo que ocasionó que mi esposa anterior me dejara…
María: A ver José Joaquín…
que yo te quiero… y bueno… ya no somos unos niños… a ver muéstrame a ver qué es
lo que tu dices que no es estético.
José Joaquín: Pero María…
¿Qué me estás pidiendo?
María: Tu me has pedido
matrimonio y yo te pido que te bajes los pantalones y me dejes ver.
José Joaquín: Pero cómo me
voy a bajar los pantalones.
María: Que José Joaquín, que
te los bajes ahora…
José Joaquín: Está bien… aquí
va.
En esos momentos entró
Victoria.
Victoria: Oh por Dios papá
que te hace falta un huevo…
José Joaquín: Hija mía que
esto no es para que tu lo andes viendo.
María: A ver José Joaquín… Yo
puedo vivir perfectamente con ese huevo… para mí no es ningún problema, pensé
que era algo peor, además ya nosotros dos tuvimos a esta hija, y ya no estoy en
edad para andar buscando otro crío, así que despreocúpate, que yo te quiero así
como estás, aunque sea con un solo huevo. Pero sí te quiero preguntar algo… (Y
le habló al oído para que no escuchara Victoria), fuera del huevo que no está,
¿el resto de cosas funciona bien?
José Joaquín: Pues… si mujer.
María: Magnífico… ¿cuando es
que nos casamos?
José Joaquín: Por mí mañana
mismo, que no vaya a haber otro ataque enemigo, de piratas o un terremoto.
María: Pues sí… nos casamos
mañana entonces… antes que otra cosa ocurra.
José Antonio: Tío…
José Joaquín: ¿Ahora qué?
José Antonio.
José Antonio: ¿Te vas a
casar?
José Joaquín: Que sí, mañana
mismo nos casamos, consígueme al cura, y dile a las empleadas que preparen la
casa para boda.
José Antonio: Ya me encargo
de eso, pero una cosa antes por favor.
José Joaquín: ¿Qué cosa? ¿Qué
es tan importante que no puede esperar?
José Antonio: Que me
acompañes a pedir la mano de Priscila.
José Joaquín: Dios mío, si te
digo que no, se que no me vas a dejar en paz. Bueno si no hay más remedio,
vamos.
José Joaquín: Señor Velásquez
buenas tardes.
Velásquez: Buenas tardes al
héroe de Cádiz.
José Joaquín: Hombre, me
alaga con su comentario pero doy gracias a la divina providencia que todo
saliera mejor de lo planeado.
Velásquez: Aún no nos queda
claro como 3000 soldados españoles, pusieron en fuga a 9000 soldados ingleses.
José Joaquín: El hambre y el
licor mermaron los ánimos de la tropa inglesa sin duda. (El hecho de la comida
descompuesta quedó en secreto)
Velásquez: Seguramente… y a
qué debo el honor de su visita.
José Joaquín: Vine con mi
sobrino… quien quiere hacerle una propuesta.
Velásquez: Si, su sobrino…
escuché también de su buen actuar en toda la estrategia. A ver joven y ¿qué me
quiere proponer? ¿Algún negocio? ¿Algún viaje?
José Antonio: No señor
Velásquez… Quiero que me conceda la mano de su hija Priscila en matrimonio.
Velásquez quedó asombrado, se
secó el sudor con un pañuelo.
Velásquez: Pero ¿estás seguro
de eso? Mi hija como bien lo sabes estuvo comprometida y tú fuiste testigo del
espectáculo que se armó.
José Antonio: Sí señor
Velásquez, yo fui testigo de lo que pasó, y de verdad quiero casarme con su
hija.
Velásquez: Es que esto me
parece increíble… Si hace tres días en esta casa se hizo una fiesta de
compromiso que resultó un desastre… que toda Cádiz lo sabe… y además, ahora le
dicen a mi casa la casa del Pedo. ¿Estás seguro de lo que estás haciendo
muchacho?
José Antonio: Sí señor,
quiero casarme con su hija.
Velásquez: No sé si estás
loco, pero bueno… no tengo más que decir… Priscila.
Priscila: Dime papá.
Velásquez: Que este muchacho
me ha pedido tu mano en matrimonio… que si estás de acuerdo… pues yo doy mi
consentimiento.
Priscila: Siiii papá.
Velásquez: Pues no se diga
más, José Antonio y señor José Joaquín, hagamos lo que toque hacer, tienen mi
consentimiento, y ve que se los advertí, en todo caso, no había visto a
Priscila tan feliz, lo cual me alegra sobre manera.
José Joaquín: Ahora que vamos
a ser familia, aprovecho para invitarlo a mi ceremonia de boda de mañana.
Velásquez: ¿Mañana?
José Joaquín: Sí, es mañana…
la verdad lo decidí hoy. Me caso con María, y queremos casarnos mañana, antes
de que otra cosa acontezca.
Velásquez: Jajajaaja,
definitivamente lo entiendo… pasan muchas cosas.
Así José Antonio y Priscila,
quedaron comprometidos, y quedaba pendiente el matrimonio. Igualmente José
Antonio visitaba a Priscila en la sala de su casa, pero también hacía lo mismo
en el tejado, eso sí, ya Priscila lo dejaba entrar a su habitación de vez en
cuando.
En cuanto a la boda de José
Joaquín y María, se celebró al día siguiente, estuvieron presentes los padres
de José Antonio y varios de sus hermanos. Victoria acompañó a su madre al altar
junto con José Antonio. Fue una ceremonia muy bonita, los dos viejos se habían
al fin reencontrado. Isidoro, algunos marinos, empleados también asistieron a
la boda. Hubo música, comida de la buena, y vino.
En la noche, al final de la
fiesta, en la alcoba nupcial…
María: José Joaquín… Ayúdame
a quitarme el vestido.
José Joaquín: ya voy mujer.
María: José Joaquín, ¿seguro
que lo demás funciona? Ve que hace años yo… Uy… Uy… si funciona… si funciona…
En el tejado de Priscila
José Antonio: Hola… ¿cómo
está señorita?
Priscila: Muy contenta.
José Antonio: ¿Y se puede
saber el motivo de esa felicidad?
Priscila: Que estoy
comprometida con un hombre al que quiero.
José Antonio: ¿Y seré yo el
afortunado?
Priscila: Ven acá bribón…
pensé que después del matrimonio no ibas a venir.
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