CAPITULO XVII EL ESQUEMA DE
SEGURIDAD PARA SANTA MARTA.
En una noche, José Antonio tuvo
un sueño. Que venían unos barcos ingleses y atacaron la ciudad. En el sueño era
la marina inglesa la que atacaba a la bahía, eran muchos barcos y el ataque
comenzó con la entrada de seis barcos en línea enormes de tres puentes y de 60 cañones
cada uno. La orden fue dejarlos entrar en la bahía y dispararle con todo lo que
tuvieran desde los fuertes San Vicente y San Juan de Matas, y a su vez
dispararles desde el Galeón y las dos zabras a todos los barcos cuando
estuvieran al interior de la bahía, y concentrar todo el fuego en contra de los
barcos. En ese momento su tío José Joaquín comandaba el galeón que salió al a
cañonear al primer barco que ingresaba a la bahía samaria. Las zabras también
se pusieron en posición y también comenzaron a disparar. Por más que disparan
el barco no se detenía y junto con los otros cinco se posicionaron a disparar,
tres hacía el Galeón, y tres hacía los fuertes. Con la primera andanada el
Galeón San Rafael ya estaba desarbolado y astillado, y con la segunda, se fue a
pique. En el sueño José Antonio gritaba del dolor, al ver que su tío debía
estar muerto. Por otra parte, los barcos dispararon en contra del fuerte San
Vicente, donde se encontraba Manolo, al que destrozaron también de inmediato,
José Antonio gritaba del dolor, y luego vio a los barcos enemigos que
dispararon en contra del fuerte de San Juan de Matas donde él estaba, y donde
también noventa balas de cañón provenientes de tres barcos de línea, arrasaban
con los muros y las personas de ese puente también. En el sueño, el estaba
herido y no se podía mover, entre los escombros del fuerte, y pudo ver cómo los
soldados ingleses desembarcaban en la playa samaria y comenzaban a disparar a
todo lo que se moviera, y ahí se despertó sudando junto a Priscila, mientras su
hija estaba llorando.
En sus pensamientos, dijo: esto
no puede pasar, y salió a encontrarse con su tío.
Se fue en su caballo a las 4:30
de la mañana, y llegó a la casa de su tío, a quién le tocó la puerta de su
habitación.
José Joaquín: ¡Por Dios qué
ocurre¡
José Antonio: Soy yo, José
Antonio, es urgente, tengo que hablar contigo.
José Antonio le contó el
sueño a su tío, quien dijo:
José Joaquín: bueno desde el
punto de vista militar, es muy factible que eso pueda ocurrir. Hasta el momento,
nos hemos enfrentado con barcos de mediano tamaño que no son muy resistentes al
cañoneo, y bueno, que por ser barcos piratas, tampoco son de la mejor
fabricación, por lo que no son muy resistentes. Pero un buque de guerra si nos
pondría en aprietos. Aunque tampoco resistirían tanto como en tu sueño, sin duda,
si un barco de línea bien armado, destruiría los fuertes con dos andanadas, y al
Galeón en tres.
José Antonio: ¿Y cómo
podríamos contrarrestar esa situación?
José Joaquín: ¿Me has
levantado hoy a las 4:30 de la mañana para discutir sobre tácticas militares de
un ataque que ocurrió en tu sueño?
José Antonio: Tío por favor…
préstame atención, que desde que subimos a la montaña he venido teniendo
sueños, que en parte ocurren después en mi vida diaria. Y esta era una
pesadilla horrible. No te quiero ver morir, no quiero ver morir a nadie como
ocurrió en ese sueño. Pienso que hay que evitar que podamos tener una derrota
como la que te acabo de contar en el sueño.
José Joaquín: De acuerdo con
lo que me contaste, lo que podríamos hacer es colocar baterías de calibre 18
que son las balas más grandes y que tienen pueden hundir hasta un barco en
línea, en puntos en los que los barcos no puedan dispararle.
José Antonio: Ya se en donde,
en el Morro y en punta Betín, yo me encargo hoy mismo, iré hacer los trabajos.
José Joaquín: Y hay otro tema
táctico que me preocupaba… resulta y como bien me dijiste, los desembarcos piratas
se vienen haciendo en Playa Lipe, donde los cañones de nuestros fuertes no
tienen alcance, habría que crear un nuevo fuerte que cubra esa parte, y estorbe
un desembarco exitoso en esa playa. Además sería bueno que en caso de que
superaran el fuerte, existiera una trinchera que les impida pasar el río Manzanares.
El sistema
defensivo quedaría completo así:
José Antonio y Manolo llevaron
a varios trabajadores al Morro en la Goleta y construyeron un fuerte, al que
llamaron el Fuerte del Morro con varios cañones, luego fueron a Punta Betín e
hicieron una plataforma con troneras donde también instalaron unos cañones. Luego
fueron a un cerro ubicado cerca de la playa Lipe y construyeron el fuerte de
San Fernando. Por último, construyeron unas trincheras de madera pasando el río
manzanares. Las obras se hicieron en un mes, lo complicado fue llevar al Morro
y a Punta Betín los cañones, pues había que subirlos al cerro.
Diez días después, sonó el
cuerno del Veladero con fuerza y varias veces. El soldado informó que vio diez
barcos con velas negras acercándose, sin duda eran piratas. Se tocó la alarma
por toda la ciudad. Los soldados reclutados y permanentes ya llegaban a 70
hombres, y en la milicia, ya se sumaban 70 hombres más, fuera de los marinos
que conformaban la tripulación del Galeón San Rafael y las dos zabras.
Entre los barcos enemigos se
veía uno enorme al parecer de tres puentes.
José Joaquín se embarcó en el
Galeón y las dos zabras, que se ubicaron en el centro de la bahía para esperar
los barcos enemigos. Por su parte, José Antonio y Manolo se embarcaron en la
Goleta Victoria con 10 soldados, y zarparon rumbo al Morro, ahí se iban a
preparar para hacer fuego en contra del enemigo. Los soldados y la Milicia se
repartieron entre los fuertes San Vicente, San Juan de Matas, y los nuevos
fuertes de Betín y San Fernando. Esta vez la pólvora no escaseaba. El plan era
nuevamente dejar entrar a los barcos enemigos en la bahía y aprovechar todos
los fuertes para concentrarles el fuego. Pero al ver José Antonio el tamaño de
dos barcos, uno que era más grande que el Galeón San Rafael, y el otro que
parecía tener el mismo tamaño, decidió no acatar la orden, y les comenzó a
disparar todo lo que tenía desde el momento en que quedaron al alcance de sus
cañones. En esta ocasión, a diferencia de su sueño, no iba a permitir que esos
barcos le dispararan al Galeón San Rafael, ni a los fuertes en Tierra.
Los barcos enemigos eran 10,
y entraron en la bahía en dos líneas de cinco, unos entre los más grandes tomaron
dirección al centro de la bahía para atacar al Galeón San Rafael, y los otros
cinco buscaron desembarcar en la playa Lipe. Los que fueron al centro de la
bahía Samaria recibieron todo el fuego de los barcos, y de los fuertes del
Morro, San Vicente y San Juan de Matas. El Galeón y las zabras también le
dispararon, y luego se replegaron al puerto. Luego entró en escena la
plataforma de Betín que descargó toda su furia en contra de los barcos. Luego
del bautizo de fuego, los barcos grandes soportaron, pero quedaron bastante
averiados y magullados, los barcos pequeños se fueron a pique, y los barcos
grandes a pesar de estar en posición para disparar, ya no tenían blanco fácil,
pues el Galeón y las zabras estaban lejos, los fuertes también estaban lejos
desde el centro de la bahía, y no había forma que los cañones del barco tuvieran
el ángulo suficiente para dispararle al Morro o a el fuerte de Betín. A pesar
de eso dispararon una andanada en contra de los barcos replegados en el puerto,
con sus sesenta cañones, sin causar muchos daños. José Antonio y Manolo
doblegaron esfuerzos para disparar más seguido a los barcos, y así dispararon
dos andanadas más que hicieron que se dieran a la huida.
Por otra parte, el fuerte de
San Fernando cañoneaba con todo lo que tenía a los barcos que trataban de
cubrir la operación de desembarque, logrando hundir varias lanchas que buscaban
llegar a playa Lipe. Cuando José Antonio y Manolo lograron que los barcos
grandes salieran huyendo del centro de la bahía, se concentraron en los barcos
que cubrían el desembarco en la playa Lipe, con la primera andanada hundieron
el primer barco. Los demás al ver el desastre, iniciaron la retirada, pero una
nueva andanada del fuerte de San Fernando y otra del fuerte del Morro hundieron
otro barco que estallo como una bomba. Los barcos que quedaron salieron huyendo
de la bahía samaria.
Nuevamente se escucho un VIVA
ESPAÑA.
Desde ese día, se corrió la
voz, Santa Marta, ya no era un puerto fácil de atacar.
Los barcos ya entraban más
confiados al puerto, el comercio de Santa Marta creció y la ciudad también. Llegaron
nuevos habitantes y muchos barcos también llegaban al puerto samario para ser
reparados por el taller de carpintería de los Calderón.
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