CAPITULO X: LA LLEGADA A
CADIZ
El viaje de regreso a Cádiz
fue más o menos tranquilo. Había mucho oleaje y causó muchas nauseas entre
algunos pasajeros que no estaban acostumbrados al vaivén de las olas.
En últimas, la presión por la
partida de Tenerife bajó luego de la muerte del capitán pirata, y nuestros
amigos pudieron ingresar más mercancía a sus bodegas y cobrar por el transporte
a Cádiz de algunos pasajeros de más, por lo cual, el negocio del transporte le
favoreció a José Joaquín, quién llegó resuelto a Cádiz a comprar el barco que
los transportaba. En efecto, pensó que una ruta permanente entre Cádiz y
Tenerife era un buen negocio, sabiendo qué podía transportar y comerciar de
esas dos ciudades.
Y así fue, lo primero que
hizo José Joaquín al llegar fue conseguir dinero para pagarle a María, y para
comprar el barco a su verdadero dueño. Ambos negocios los realizó el mismo día.
Además, logró conseguir una casa muy cerca a la suya para que María, su hija y
sus ayudantes, se alojaran. María no aceptó quedarse en la casa de José Joaquín
por más que el pasara todo el viaje de regreso insinuándoselo. María le pidió a
José Joaquín que le consiguiera una casa, para acomodarse y comenzar a armar la
panadería, a lo cual José Joaquín aceptó.
José Joaquín retomó el mando
de su negocio de carpintería, y se dedicó a organizar su nuevo proyecto de
transporte marítimo, con su nuevo barco, al cual rebautizó “el Victoria”. Eso
no es que le haya gustado mucho a su hija, que se sentía avergonzada por ese
hecho, sin embargo, respiró profundo y aceptó con resignación esa nueva muestra
de amor de su padre. José Joaquín contrató a Isidoro y lo colocó como capitán,
decisión que no le gustó a más de uno, pero poco a poco las cosas iban
resultado, y a pesar de ser Isidoro un poco atolondrado, era una buena persona,
y resultó muy responsable con todos los temas del dinero y las mercancías.
Y bueno, las cosas marchaban
bien, Victoria y María armaron su panadería y les iba bien. Había mucha gente
en Cádiz, y muchos marinos que la conocían desde Tenerife, así que cuando abrió
tuvo bastante acogida, pero en todo caso, aún estaban despegando como nuevo
negocio.
José Joaquín comenzó a
organizar reuniones con posibles clientes para su nuevo negocio de transporte
marítimo e instaló como su centro de reuniones la panadería de María. Victoria
y María se sintieron acosadas al principio, pero José Joaquín les traía
clientes y les pagaba, igual los invitados reincidían y pronto se volvían
clientes permanentes, así que la jugada de José Joaquín resultó fructífera para
María y su hija. Obvio que José Joaquín lo hacía a propósito para verles las
caras a las dos, pero trataba de no molestarlas ni de acosarlas, para que no lo
botaran después de la panadería, que él era muy consciente de que cualquiera de
las dos les sobraba arresto para hacerlo. Así que se relajó, saludaba
cariñosamente, pedía algo de comer cuando estaba solo, y esperaba a sus
clientes, con los cuales conversaba, los invitaba a una comida, arreglaban los
negocios y luego se despedía.
María y Victoria se sentían
bien, estaban trabajando, eran independientes y ambas sentían mucho cariño por
José Joaquín, quién llevaba a muchas personas a su panadería, y compraba muchos
productos. Igualmente, les llevaba regularmente alimentos y regalos, y a pesar
de que se moría por tenerlas en su casa, decidió mantener una distancia, para
no incomodarlas. De la otra parte, las dos mujeres hablaban entre ellas en las
noches, Victoria sonreía cuando hablaba de qué le había dicho su padre, o qué
le había dado su padre, y siempre estaba cerca cuando lo veía trabajar,
haciendo negocios de la carpintería y del transporte marítimo, decía que era
muy hábil para los negocios, pero que si fuera ella, ganaría mucho más. María
también estaba contenta al ver a su hija feliz, al ver que el negocio
prosperaba, y se burlaba mucho de José Joaquín, decía que le daba mucha risa
escucharlo discutir, y sobre todo, le hacía mucha gracia los esfuerzos que
estaba haciendo para estar cerca de ellas, sin llegar a sofocarlas. Al parecer
el viejo estaba conquistando a las dos, con mucha paciencia, y lo estaba
consiguiendo.
Por su parte, José Antonio se
concentró controlar personalmente los negocios de su tío. Estaba al pie de los
trabajadores y de los marinos y supervisaba que los trabajos quedaran bien. Así
que mientras que su tío hacía los negocios en la cafetería de María, José
Antonio supervisaba que todo se cumpliera. Por las noches, el bribón de José
Antonio continuaba visitando a Priscila a escondidas, le tocaba algunas
canciones y conversaban mucho. Al parecer la adrenalina del secreto llevaba a
los jóvenes a mantener su relación. En
más de una ocasión casi los sorprenden, pero salieron bien librados. Sin
embargo, el padre y las hermanas de Priscila ya comenzaban a sospechar que algo
raro estaba pasando.
En una conversación en el
comedor:
José Joaquín: José Antonio
¿cómo llegó la mercancía de hoy?
José Antonio: Llegó bien,
enseguida pasaron los clientes a recogerla, y estaban pendientes de hacer un
nuevo pedido, pero yo les dije que hablaran contigo.
José Joaquín: Sí, me mandaron
a una persona a pedirme cita, mañana quedé en atenderlos en la panadería de
María.
José Antonio: Bueno al
parecer la panadería te ha resultado ser una muy buena oficina, me han dicho
que los clientes no solo van por ti, sino por la comida que les ofreces.
José Joaquín: Jajajaja, pues
sí, las atenciones son muy buenas y todos terminamos favorecidos.
José Antonio: Tío, pero dime,
cuando vas a hablar con María y que se arreglen
José Joaquín: A ver José
Antonio, que no es fácil, llevamos ya tres meses en la misma ciudad, nos vemos
todos los días, y hasta el momento no hemos tenido ninguna discusión, todo va
bien por ahora. Y no quiero alejarlas de mi.
José Antonio: mmm tío pero si
no haces nada, pues no va a pasar nada y
todo se va a quedar así. Yo se que en el fondo de ese cascarrabias llevas un
romántico que está que se muere por doña María.
José Joaquín: Mira José
Antonio, déjate de cosas, ya veré que hago, tarde o temprano haré algo, pero
por ahora, estamos bien así. Más bien, cuándo vas a dar el paso con Priscila,
no es posible que lleven tanto tiempo, y no la hayas bajado del tejado, por
Dios.
José Antonio: Sí tío, yo
también estoy así como tú, que quiero dar el paso, pero luego pienso que
estamos bien, y lo dejo así. Todos los
días la veo, todos los días hablo con ella, y bueno… ya ahorita me voy, porque
voy a verla.
José Joaquín: Ay muchacho
testarudo, cuidado te vas a caer un día de estos de un tejado o te van a
disparar por pensar que eres un ladrón…
En efecto, esa noche fue José
Antonio a la ventana de Priscila, ella abrió la ventana como siempre, pero esta
vez en vez de alegría tenía cara de angustia.
Priscila: José Antonio… mi
padre me ha comprometido…
José Antonio: Pero… ¿Cómo así
que te ha comprometido?
Priscila: Sí, hoy vinieron
unos invitados a la cena, nos avisó a mis hermanas y a mí que nos vistiéramos que
iba a hacer una cena con unos clientes de él. Mi madre, mis hermanas y yo
preparamos la comida, nos alistamos, y de pronto llegaron unos señores y un
joven. Estábamos cenando cuando mi padre se paró tomó la palabra… dijo varias
cosas, y luego dijo que era un honor para él tener a tan ilustres invitados en
su casa, y que el joven tenía una proposición que hacer. El joven se levanto,
muy nervioso, saludó a todos, y luego se dirigió a mí, y luego a mi padre, a
quién le pidió mi mano.
José Antonio: Pero ¿cómo? Así
sin más… de sorpresa y ¿sin avisar?
Priscila: Así son las cosas,
a nosotras las mujeres muchas veces no nos cuentan qué es lo que acuerdan los
hombres.
José Antonio: Y tú ¿que
hiciste?
Priscila: Pues yo dije, que
no… que tenía un novio furtivo al que veía todas las noches en el tejado.
José Antonio: Muy bien dicho…
Priscila: Qué nooo, hombre
que no pude hacer nada, y que me han comprometido, que el próximo miércoles se
anuncia el compromiso en una fiesta que mi padre ha organizado en mi casa.
José Antonio: Madre mía que
eso no puede ocurrir, que yo no dejaré que eso ocurra.
Priscila: Pues José Antonio…
ya no hay nada que hacer.
José Antonio: Que hombre… que
sí… que ya vas a ver… algo se me ocurrirá, pero no dejaré que te cases.
José Antonio se va inmediatamente
y entra por la ventana de la alcoba de su tío.
José Antonio: Tío, tío
despierta…
José Joaquín: Oh por Dios
José Antonio… que me vas a matar de un
susto, cómo vas a entrar por la ventana hijo mío¡ ¡Qué son esas formas¡
José Antonio: Tío, es una
emergencia, y como yo sé que le colocas seguro a la puerta, pues no tuve más
remedio.
José Joaquín: Dios mío, es
imposible discutir contigo… a ver… ¿dime de una vez qué es lo que te ocurre?
¿Cuál es la emergencia?
José Antonio: Tío quieren
casar a María.
José Joaquín: Pero ¿cómo que
la quieren cazar? ¿es que acaso ella es un animal?
José Antonio: No tío, que la
quieren casar con otra persona.
José Joaquín: Pero ¿Cómo que
la quieren casar con otra persona? Si no se supone que está contigo.
José Antonio: Ese es el
problema tío, su padre la ha comprometido con otro, y se nos ha adelantado.
José Joaquín: Ya te decía yo
que tenías que hacer algo, y no simplemente andarla visitando en el tejado,
como cual gitano bandido. ¿Y cuándo anuncian el compromiso?
José Antonio: La otra semana,
el martes.
José Joaquín: Válgame… que
¿qué podemos hacer?
José Antonio: Tío, necesito
que me acompañes a pedir la mano de Priscila mañana.
José Joaquín: Pero José
Antonio, ¿cómo vamos a hacer eso si sabes que hubo compromiso esta noche? Nos
van a echar de esa casa como unos perros. A ver… y ¿con quién se supone que es
el compromiso?
José Antonio: Con un hijo de
un Duque, y además miembro de la armada real.
José Joaquín: Pues hijo mío, es
la primera vez te digo que no hay nada que hacer, por lo menos de mi parte, no
te aconsejaría ni ir, ni mucho menos pedir la mano, y que ni se te ocurra decir
que has estado visitando a la joven en el tejado, porque ahí sí que se nos arma
la de San Fermín. Hijo mío, me duele decírtelo pero en serio que la cosa está
muy complicada… que has dejado que pase mucho tiempo, y se nos ha adelantado,
no cualquier persona, sino el hijo de un duque, y además hijo de un miembro de
la armada real. ¿Tu de verdad amas a Priscila?
José Antonio: Sí tío, de
verdad.
José Joaquín: Hombre José
Antonio, te diría que trataras de olvidarla, pero conociéndote sé que no solo,
no la vas a olvidar por que yo te diga, sino que harás lo que sea para evitar
que se case, pero te digo José Antonio, que te quiero como un hijo, que no te
quiero ver sufrir, pero no solo eso, es que te vas a meter en un lío bárbaro si
evitas esa boda, porque te pueden hasta matar. Ya te dije lo que no podemos
hacer, y es revelar que ustedes dos tienen un amorío furtivo, por que de verdad
se arma la grande.
José Antonio: Yo sé tío, pero
de verdad, tengo que hacer algo, no puedo permitir que Priscila se case con
otro.
José Joaquín: Válgame Dios,
que yo nací en Sodoma y Gomorra. Ahora que pensé que las cosas iban a estar
tranquilas, ocurre esta catástrofe. Conociéndote como te conozco, sabrá Dios
que locura iras a hacer. Pero prométeme algo, ya evita el tejado, porque como
te lleguen a sorprender cantándole flamenco al estilo gitano, a una mujer
comprometida, no solo es posible, sino seguro que te van a matar.
Esa noche José Antonio no
durmió pensando en qué iba a hacer para evitar el casamiento de su amada, y
José Joaquín, tampoco durmió pensando en qué iba a hacer José Antonio.
Cuando salió el sol, ya José
Antonio tenía algo pensado, era bien temprano, y en vez de salir por la puerta
salió por la ventana, ya sabemos… a buscar a Priscila. El sabía que no había
forma de hablar con ella a solas de otra manera, pues en la calle a la luz del
día, era imposible, a Priscila no la dejaban salir muy a menudo, y siempre iba
acompañada, ya sea de una hermana o de una empleada. Esa no era opción. El
problema ahora, era que sin duda, Priscila podía esperar una visita de José
Antonio, en la noche, pero no a las 4:30 de la madrugada, así que la cosa iba a
estar difícil, por ella no iba a estar pendiente de la ventana. La ventaja era,
que Priscila tenía un cuarto para ella sola, era la hermana mayor de tres
hermanas, así que tenía ese privilegio, pues sus hermanas tenían que compartir
el mismo cuarto. Así que si José Antonio quería hablar con Priscila, debía
despertarla, sin despertar a toda la casa, y tratar de hablar con ella, y eso
intentó.
A diferencia de las visitas
nocturnas donde la oscuridad era su aliada para no ser visto por otras personas,
en esta ocasión, la luz del sol lo ponía en evidencia, así que trató de moverse
por los tejados, más agazapado para no ser descubierto.
Al llegar a la ventana de
Priscila, no podía gritar su nombre, no había llevado la guitarra, y lo único
que se le ocurrió fue tirarle piedras a la ventana desde lejos. En efecto no
hubo respuesta. Decidió asomarse a la ventana, y ahí estaba Priscila durmiendo
en su cama toda esparramada, con un batón medio transparente y la sábana solo
le cubría la mitad inferior de su cuerpo. José Antonio la vio y la admiró en
silencio, y dijo a sus adentros “Qué hermosa”. Si bien ambos jóvenes hablaban,
se coqueteaban y se daban besos, era la primera vez que José Antonio veía a
Priscila semidesnuda. En ese momento se dijo “A ver José Antonio… a lo qué
vinimos”. Tocó más fuerte la ventana, pero la joven durmiente ni se movió.
“Válgame si duerme como una roca”. Volvió a golpear, y no produjo efecto
alguno. “Se me está acabando el tiempo, y la oscuridad, tengo que hacer algo,
me va tocar entrar a la habitación.” Buscó si había alguna aldaba o cerrojo en
la puerta, y en efecto se trataba de aquellos que a pesar de ser un poco
endebles, no se pueden abrir por la parte de afuera. Así que decidió romper la
resistencia de la ventana y abrirla a la fuerza. La empujó y la abrió causando
un ruido. Priscila se despertó de inmediato, y se asustó. Al ver que era José
Antonio, se calmó un poco, pero igual.
Priscila: José Antonio ¿Qué
haces por Dios? Qué nos van a matar si nos ven aquí.
José Antonio: Yo sé, pero no
tengo otra oportunidad… y no podemos vernos más por las noches porque sería muy
peligroso.
Priscila: Voltéate que estoy
casi desnuda…
José Antonio: Pero si ya te
he visto…
Priscila: Que te voltees te
digo…
José Antonio: ¡Esta bien¡
pero escúchame por favor. Voy a impedir el compromiso, pero necesito que tu
padre nos invite a mi tío y a mí a la fiesta.
Priscila: ¿Estás loco?
José Antonio: Confía en mí,
todo saldrá bien, solo ayúdame con las invitaciones, necesito entrar a la
fiesta para poder impedir el compromiso.
Priscila: Que estás loco,
¿Cómo vas a impedir el compromiso?
José Antonio: Si de verdad me
quieres, buscarás la forma, yo me encargaré del resto.
Priscila: Voltéate…
José Antonio: No me dijiste
que no te viera.
Priscila: Qué te voltees
tonto… no se qué tengas en la cabeza, ni qué estas tramando… pero haré que los
inviten a la fiesta… pero independientemente de lo que resulte te quiero, y lo
haré por siempre…
Padre de Priscila (Antonio
Velásquez): Priscila… escuchamos un ruido… ¿estás bien?
Priscila: Si papá.
Padre de Priscila: se oyó
como si se rompiera algo, hemos estado buscando por todas partes, pero no hemos
encontrado nada… ¿ha pasado algo raro en tu habitación?
Priscila: No sé papá, que me
estoy despertando… deja que me arregle… Qué hacemos… van a entrar en cualquier
momento…
José Antonio: Que ya me voy
entonces…
Priscila: No, no vas a
alcanzar… lo primero que van a ver es la ventana, y de aquí se ven todos los
tejados, así que te pueden ver… mejor escóndete…
Padre de Priscila: Priscila,
voy a entrar con tu madre
Priscila: Escóndete ahí…
Entran los padres de Priscila
al cuarto, y ella está aparece acostada y arropada con sus sábanas, fingiendo
que aún se estaba levantando.
Antonio Velásquez: Pero por
Dios hija… que se ha roto la ventana, y no te has dado cuenta…
Priscila: Ay papá… que yo
sentí un ruido… pero pensé que era un sueño…
Antonio Velásquez: Mira esto…
¿Qué habrá sido? Se ha roto el marco de la ventana…
Priscila: Pues papá… te he
dicho que estaba dormida, sentí un ruido y la verdad que no le presté atención…
pensé que estaba soñando…
Madre de Priscila, (doña
Gloria): Es que esta niña duerme como una roca… espero que cuando te cases
mejores ese aspecto… y estés pendiente de tu marido.
Antonio Velásquez: Hay que
reparar esta ventana urgente… levántate y alístate, que voy a traer alguien que
la arregle de inmediato, esta ventana no puede estar así en la noche.
Doña Gloria: He escuchado
buenos comentarios del taller de carpintería de nuestro vecino, el señor
Joaquín Calderón.
Antonio Velásquez: Se llama
José Joaquín Calderón, y si es una muy buena opción, voy a hablarle para que
mande a sus trabajadores a arreglar esto de inmediato.
Doña Gloria: Pero hija… anda
comienza a arreglarte.
Priscila: No mamá… si apenas
si es de madrugada… déjame descansar otro ratico.
Antonio Velásquez: Gloria…
deja a la niña en paz, tiene razón… aún es de madrugada, vámonos.
Salen los padres de Priscila
del cuarto, y sale José Antonio de las sábanas de Priscila en donde se había
escondido.
José Antonio: Uffffff,
válgame qué calor… que casi me ahogo…
Priscila: Que eres un
condenao… quién te dio permiso a hacer todo lo que hiciste debajo de las
sabanas.
José Antonio: Pues tenía la
cabeza enterrada en tu…
Priscila: baja la voz que nos
van a escuchar… eres un aprovechao… y ahora vete… que yo me encargaré de que
los inviten a la fiesta…
Priscila le dio un beso y lo
empujó por la ventana. José Antonio corrió por todos los tejados agazapado,
hasta que llegó a su casa.
A las 8:30 estaba José
Joaquín atendiendo a unos clientes en la panadería de María, cuando alguien le
avisó que el señor Antonio Velásquez quería hablarle. José Joaquín se imaginó
lo peor: “Por la Santísima trinidad, aquí ya se armó la grande… ¿Qué habrá
hecho José Antonio?” enseguida pidió a Manolo que estaba con él, que buscara a
José Antonio.
Antonio Velásquez: Buenos
días, señor José Joaquín.
José Joaquín: Buenos días,
señor Velásquez, ¿En qué le puedo servir?
Antonio: Es que ha pasado un
incidente en mi casa y necesito que me ayude a resolverlo.
José Joaquín: (incidente en
su casa: José Antonio -pensaba-) ¡Qué bárbaridad¡ de verdad haré todo lo que
sea necesario para repararlo.
Antonio: Pero ¿cómo sabe qué
hay que reparar algo?
José Joaquín: Pues me imagino
jejejeje, a mi todo el mundo me busca o para reparar algo o para viajar a
Tenerife… pero sígame contando…
Antonio: Es que a mi hija se
le ha roto la ventana de su habitación.
José Joaquín: (Ese fue Jose
Antonio, bellaco… en todo lo que hace deja su marca -pensaba-) ¡Válgame Dios¡
¿Y cómo fue eso?
Antonio: No sabemos, al
parecer fue el viento, pero lo verdad, es como extraño.
José Joaquín: No no no, no se
extrañe mi señor… que aquí me han venido ya varias personas a solicitarme lo
mismo, que el viento les rompió una ventana… y es que ahora eso parece muy
común en Cádiz.
Antonio: Bueno… si usted lo
dice… me alivia mucho no ser el primero que le solicita un servicio así. Lo que
necesito señor José Joaquín, es que me envíe algún trabajador para que arregle
la ventana lo más pronto posible, pues me abruma que quede esa ventana abierta
por la noche.
José Joaquín: Por su puesto…
una ventana abierta por la noche… es un peligro en estos tiempos. Enseguida me
encargo de ello.
En esos momentos llega José
Antonio con Manolo.
José Joaquín: Señor
Velásquez, aprovecho y le presentó a mi sobrino, el está a cargo en estos
momentos del taller de carpintería. José Antonio muchacho, te presento al señor
Antonio Velásquez, nuestro vecino.
José Antonio: Mucho gusto
señor Velásquez, a qué se debe el honor de su visita.
José Joaquín: El señor
Velásquez ha venido a mí, a solicitar con urgencia un servicio para reparar la
ventana de la habitación de su hija… que por cosas de la vida, el viento la
rompió esta mañana.
José Antonio: ¡Qué
barbaridad¡ Claro que sí, señor Velásquez, yo mismo me encargaré de hacer la
reparación, para hoy quede esa ventana como nueva.
José Joaquín: Y ante esa
tragedia, José Antonio… habrá que ofrecerles un descuento especial… además que
es nuestro vecino.
José Antonio: Por su puesto,
le aseguro que el trabajo quedará hoy antes del medio día y por la mitad de
precio.
Antonio: Hombre, qué gusto
hacer tratos con ustedes… y a propósito… quiero hacerles una invitación… voy a
anunciar el compromiso de mi hija Priscila el próximo miércoles con el hijo del
Duque Fernández de Romo, ¿sí lo conoce señor Jose Joaquín?
José Joaquín: Por su puesto,
uno de los grandes Almirantes de la Armada de Indias.
Antonio: Pues bien, voy a
comprometer a mi hija, con su hijo, y voy a ofrecer una comida este martes, me
honrarían asistiendo a la ceremonia.
José Joaquín: Mi señor…
José Antonio: Nos honra usted
a nosotros, claro que sí ahí estaremos.
José Joaquín quedó
sorprendido y miró a José Antonio con sospecha, y al verle la cara, sabía que
algo estaba fraguando. El señor Velásquez confirmó la invitación, y salió de la
panadería.
José Joaquín: José Antonio
¿Qué estás haciendo? ¿A quién se le ocurre ir al compromiso de…?
José Antonio: Calla tío, que
nadie sabe… ya vas a ver, ya todo está planeado.
Llegó José Antonio a la casa
de Priscila con dos trabajadores a reparar la ventana. Y Priscila, lo ve y
comienza a hacerle señas con los ojos.
José Antonio: Señorita… ¿es
usted la hija del señor Velásquez que se va a comprometer el martes? Es que su
padre nos ha invitado a mi tío y a mí a su fiesta de compromiso, luego de
contratarnos para arreglar su ventana.
Priscila descansó con la
mirada, y comenzó a sonreír.
José Antonio saludó a la
madre de Priscila, a los empleados y subió a reparar la ventana que él había
roto por la madrugada.
Mientras tanto, en la
panadería de María…
José Joaquín: María
discúlpame… puedo hablar contigo.
María: Por supuesto José
Joaquín… dime qué tienes que hoy te he visto como preocupado.
José Joaquín: Pues no sé que
vaya a pasar de aquí al martes, pero necesito hablar contigo.
María: José Joaquín… a ver…
qué me quieres decir… ya me estas asustando.
José Joaquín: Mira María, yo
estoy muy feliz de tenerlas a las dos cerca, de poderlas ver todos los días, de
hablar con ustedes todos los días… pero María, ya no puedo más… y como no sé que vaya a pasar de aquí al
martes… prefiero decirte…
María: Ay Dios mío… ¿estás
enfermo? ¿Te estás muriendo? ¿Qué tienes?
José Joaquín: Nooo.
Victoria que iba pasando
cerca, escuchó a su madre.
Victoria: ¿Qué te pasa papá?
¿Cómo así que estás enfermo?
José Joaquín: mmmm
María: José Joaquín, que yo
te juro que yo no he querido estar tan distante… que tu me has demostrado ser
todo un caballero de palabra… José Joaquín.
Victoria: Papá no nos dejes
por favor… mira que estos meses han sido los meses más hermosos de nuestras
vidas, y mi mamá me ha confesado que te quiere, y que te ha cogido mucho
cariño.
María: ¡Victoria¡ que no
tienes derecho a echarme al agua.
Victoria: Pero mamá… si tu lo
quieres... ya me lo has dicho tres veces.
María: ¡Victoria¡
Victoria: Bueno esta bien,
pero papá, yo si te quiero, y perdóname que no te lo haya dicho antes.
José Joaquín: A ver… a ver…
las dos… un momento por favor. Pero que bien guardado tienen ustedes los
sentimientos. Tiene uno que morirse para que le digan a uno, un te quiero.
María: Bueno… sí.
José Joaquín: Sí ¿Qué?
Victoria: Ay Dios mío… cuando
se pondrán de acuerdo los dos.
María: ¡Victoria¡
José Antonio: Tío ya reparé
la ventana de Priscila, y ya esta todo listo.
Victoria: Ay Dios mío… tu no
puedes ser más inoportuno, estábamos aquí en un tema supremamente importante.
José Antonio: ¿y yo qué hice
ahora?
Victoria: Qué mi padre está
enfermo, que no sabe si llega hasta el martes, y que mi mamá ha dicho que le
quiere.
José Antonio: Pero enfermo,
¿tío desde cuando? Mira que no me puedes fallar el martes.
María: Cómo así que no le
puedes fallar el martes, no ves que está enfermo.
José Joaquín: A VER QUIETOS
TODOS… déjenme hablar. Primero que todo, me gustaría estar enfermo, para
escuchar lo que estoy escuchando de estas dos mujeres, pero no lo estoy. Y me
gustaría estar enfermo para no ir a esa fiesta de compromiso que muy seguro nos
traerá muchos problemas, pero ni modo, no estoy enfermo. Y para que sepan
ustedes dos… yo también las quiero, así como quiero a este bribón que quien
sabe en que rollo me irá a meter el martes. Aclarado el tema de que no me voy a
morir, Victoria y José Antonio, hijos míos, me pueden dejar a solas con María
por favor.
José Joaquín: María… de verdad
he querido decirte esto desde que llegamos a Cádiz, pero he dejado que pase el
tiempo, y bueno… pero de verdad que esto sí que me trae enfermo… (José Joaquín
sacó un anillo de su bolsillo)… ¿te casarías conmigo? Y se arrodillo…
María: Qué sí… que te he
dicho que sí, hace un momento… y te lo digo ahora… si te quiero… y sí, me caso
contigo.
José Antonio: Por Dios… qué
he creado un monstruo… mira que se va a arrodillar.
Victoria: No puede ser… ¿le
ha pedido matrimonio?
José Antonio: Sí le ha pedido
matrimonio.
Victoria: ¡Urra… ese es mi
papá¡
José Joaquín: Parece que debo
estar al filo de la muerte para que me quieras.
María: No te mueras y deja
que te quiera.
En la noche…
José Antonio: Tío ya estamos
listos, aquí tienes el ramo de flores que me pediste.
José Joaquín: Muy bien, que
comiencen a tocar.
Y comienza a sonar una banda,
porque José Joaquín esa noche le llevó serenata a María. Comenzó a sonar la
banda de músicos, María abrió su ventana, y ahí estaba José Antonio, Manolo y
José Joaquín con un ramo de flores, dándole una serenata.
Al terminar la serenata,
María bajo emocionada llorando de la alegría, acompañada de Victoria, besó a
José Joaquín y le dijo ¿Por qué te demoraste tanto? Victoria estaba feliz, y
abrazó a su papá, y hasta a José Antonio, lo cuál fue raro para todos.
Festejaron un rato, y tomaron vino.
José Antonio llevó a su tío a
la casa, y a pesar de que tenía todas las intenciones de acostarse en su cama,
el vino que se había tomado no lo dejó, y se fue por los tejados directo a una ventana
conocida, inspirado por el amor de José Joaquín y de María.
Tocó la ventana, y Priscila
la abrió.
Priscila: ¿Qué haces aquí?
Vas a hacer que nos maten.
José Antonio: No podía dejar
de verte… hoy no.
Priscila: ¡Estas borracho¡
José Antonio: Tomé unos
vinitos… pero si estuviera borracho no pudiera llegar hasta aquí.
Priscila: Mejor te vas, que
nos pueden descubrir y se va a armar la grande.
José Antonio: Solo un beso y
me voy.
Priscila: Toma, y ahora vete.
José Antonio: Ya me voy… pero
quiero decirte que te quiero.
Priscila: Vete ya por favor.
Al día siguiente en la
panadería de María…
José Joaquín llegó a la
panadería, y con mucha timidez se acercó a María en medio de todos los clientes
y la beso. Todos los presentes comenzaron a aplaudir, y uno por ahí gritó: ¡Ya
era hora carajo¡ Al parecer todos se daban cuenta que María y José Joaquín se
amaban, pero no daban el paso. Igualmente, la serenata y el festejo posterior,
no pasó desapercibido, por tanto, los que tenían alguna duda de ese amor silencioso,
quedaron debidamente enterados.
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